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miércoles, 10 de marzo de 2010

SEMBLANZA A DON DEMETRIO

La muerte de D. Demetrio a todos nos ha conmovido. No temía la muerte, es verdad, pero amaba la vida, y aportaba razones para mejorarla. Ofrecía su fe, su amistad, su capacidad de comunicación y sacrificio, su compromiso tenaz por dignificar a las personas y a las instituciones, así como su inteligencia para leer los signos de los tiempos.
Fue, ya sabemos, hombre inteligente, lúcido y comprometido; nunca callaba si es que tenía que hablar. Brilló con luz propia en todos los campos pastorales que desarrolló -porque fue ante todo sacerdote-.en las parroquias, también en las pequeñas, como pastor; en la Diócesis, como Vicario; en el Seminario y Centros de estudio, como profesor; en las comunidades religiosas, como capellán y confesor; en los Movimientos eclesiales, como promotor -tales como Cursillos de Cristiandad, Equipos de Nuestra Señora, Pastoral de la Salud, Vida Ascendente-... Fue siempre incansable, de mucho temple y voluntad; no ahorraba fatigas ni sacrificios. Llegó a ser el mejor conocedor de la Iglesia diocesana: No hubo pueblo que no visitara, sabía los caminos y los atajos. Le gustaba la geografía, conocía la rosa de los vientos, le gustaba contar y calcular.

Defendió siempre un tipo de católico más activo, más responsable y más comprometido, “incluso, pensando en el laico, en lo social y político. Fue una de sus ideas fuertes en la pastoral
De su talante espiritual, aparte de su fe -una fe muy bien cultivada en todos los campos- y de su gran amor a la Iglesia, yo quisiera destacar dos cosas: La austeridad, realmente significativa; y la humildad, que pudo chocar con algunas de sus actitudes en los primeros tiempos -D. Juan Pedro decía que le quería gobernar-; supo madurar en línea de misericordia, supo retirarse y dar paso a otros, quiso escoger para sí lo pequeño, lo que nadie quería... Debió ser lo más costoso para él, dadas sus capacidades.

En lo que atañe a la parroquia de El Salvador, trabajó en ella hasta el agotamiento a lo largo de 25 años (1956-1981) La primera entrevista con el párroco, el venerable D. Julián Polo, resultó chispeante: “He enterrado a más de un coadjutor que venía con deseo de sucederme”. Este joven coadjutor era inteligente y activo, tenía iniciativa y empuje, era incansable trabajando y haciendo trabajar. Se ganaría el título de “piloto”.

En la parroquia empezaron a surgir nuevas realidades y grupos, como la Junta parroquial, germen del futuro Consejo de Pastoral; las Visitadoras, caridad sensible y despierta; las Conferencias de S. Vicente, los grupos de A. C., incluso de jóvenes, chicos y chicas que alegraban la parroquia con múltiples actividades, la Escuela parroquial, Guardería, Movimiento Scout, Hoja parroquial, vehículo de comunicación parroquial; la renovación de las catequesis y de la liturgia...

Fue un gran acierto la adquisición de la antigua casona-escuela del famoso Don Bonifacio, que sirvió de sede parroquial; hoy convertida en viviendas, despachos y salones
La obra más significativa fue la restauración del templo parroquial, ya viejo y deslucido. Fue como un símbolo de otra restauración más profunda de la comunidad.. Ahora todos se admiran contemplando esta obra digna, que tiene estilo y espíritu, pero no todos saben cuántos sacrificios y desvelos se sembraron en ella. D. Demetrio fue un gran sacerdote, que brilló con luz propia en nuestra Iglesia diocesana y más allá. Guardamos esta luz en nuestros corazones, -recordando-.

SOBRE RUEDAS.
Hombre sin pereza, extraordinariamente activo, le gustaban los rosarios de la aurora y las procesiones mañaneras, bocina en mano, lanzaba al aire saludos despertadores, cantos del Ave y piropos a la Virgen.
El día trabajado en busca de la verdad, sembrando la belleza. La noche siempre era joven para él, abierta a la broma y la confidencia, tertulia de amigos, trajeados de gozosa intimidad.

No tenía miedo al frío, apenas usaba el abrigo, quizá tenía dentro mucho fuego, como decía Jesús a Teresa: “Yo soy tu verdadera calor
Se le vio primero montado en una Guzi, para llegar pronto a la llamada pastoral; después será un SEAT 600, buen instrumento para dar cauce a su dinamismo apostólico a lo largo de las carreteras diocesanas.
Venía a ser lo que el borriquillo fue para Jesús. Al que viaja en borrico o en Seína se le mira con simpatía y con esperanza, porque así son las cosas de Dios.
Su corazón apostólico le hizo correr mucho, cuántos kilómetros sólo él, buen contador lo sabe; eran carreras para sembrar y extender el Reino de Dios. Ahora llegó ya a la meta, fatigado y roto, pero contento, después de 82 años de peregrinación, -el 3.2.20 10- entró en la Jerusalén dichosa, no en un burrito, sino en el Mercedes de la fe, bien equipado con amor, con mucho amor.

 Jose Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina.

                                             "CREANDO CULTURA"