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domingo, 30 de julio de 2023

LOS PICAPIEDRAS ARQUEOLOGOS

 

LOS PICAPIEDRAS ARQUEOLOGOS

 

Hoy les vamos a contar dos historias que sucedieron en el mismo lugar con una diferencia de 37 años.

La Primera nos la relató don Francisco Mirón en un artículo que escribió para el Periódico “El Regional” en el año 1965.

 

Cuando el sol asomaba sus rayos cegadores sobre las crestas de la cordillera oriental del Valle, los tres “picapiedras” emprendimos la excursión científica, dando cara al sol, como águilas, y en dirección de oriente, cabalgando en sendas borricas, viejas como nosotros, mansas y cachazudas.

Es ahora, en la florida primavera, cuando podemos hacer estas excursiones en busca del pasado, ya que el duro clima de la alta Extremadura no nos permite en otras ocasiones estas salidas en pro de la Ciencia.

Pasamos por el pintoresco barrio de la “Data”, que en aquella hora empezaba a despertar, pero nosotros seguimos impertérritos.

Nada nos importaba más que nuestro afán de nuestras investigaciones arqueológicas.

Y andar, andar… cuando don Vicente paró su burra en seco con recio tirón del ramal y exclamó ¡alto! ¡Eureka! ¿Qué es esto?... y se bajó de un salto de su pacífica jumenta extrañada del violento tirón.

-Nada importante, le digo a don Vicente, no es más que una piedra larga clavada en el suelo, acaso una vulgar miniatura de “menhir” de los muchos que ya conocemos.

-Lo mismo opino, exclama don Feliciano…

-¡Son ustedes unos perfectos zoquetes! Esto, señores, es una estela funeraria. ¿No ven que contiene un petroglifo? Yo lo descifraré, y puesto que está en abreviatura, esto es griego para ustedes, y en efecto, lo es, aunque grabado en este luengo peñasco vertical, al parecer en sílabas, que no son otra cosa que palabras abreviadas según costumbres de los griegos arcaicos en sus escritos pétreos.

Y don Vicente se arma de lupa, no sabemos por qué, pues está era más pequeña que aquellos caracteres cabalísticos.

Siempre le hemos considerado a don Vicente un portento en esta ciencia de la Arqueología prehistórica, y le dejamos hacer dispuestos a esperar con paciencia, mientras que para distraernos contemplábamos el agreste paisaje de rocas revueltas como movidas por espantables cataclismo por un lado, y por el otro, las ondas rizadas por la suave brisa del algo lejano rio Jerte…

-¡Este tío es un pelmazo, y nos va a dar el día con su ciencia!

-Calma, don Feliciano, más respeto por los sabios, tomemos el ejemplo de las burras que no muestran impaciencia.

Don Vicente sudaba por el esfuerzo mental, y por el calor del sol que ya picaba sobre nuestras viejas epidermis, y miraba concentrado con su lupa, y escribiendo en su cuaderno de notas.

Próximamente a la hora de su investigación nos dice: -¡Ya está, esto es un hallazgo formidable! ¡Esto demuestra plenamente la existencia de Ambracia, o lugar donde Alfonso VIII fundó Plasencia.

Creo que estamos en territorio de lo que fue una colonia griega.

-¿Está usted, seguro que este peñasco no es un “lindón” de fincas?

-¿Y usted, no está seguro de que es un galápago por su torpeza?

Cuando yo lo digo…

Sepan ustedes que los dialectos griegos (dorio, jonio y colio) se fundieron en una lengua común llamada “Korie” en la que se usaba la abreviatura  en su escritos, lo mismo en papiros que en los petroglifos y como yo lo conozco, he traducido los siguiente:

“Antígono, el llamado Poliorcetes, o conquistador de ciudades, murió aquí en defensa de Ambracia: Que la tierra le sea leve.

Saben ustedes también, que estos monumentos funerarios no se erigían solamente con menhires y estelas, en dólmenes y Crónlechs, cuya costumbre parodiaron los griegos arcaicos, de otros tiempos remotísimos.

Las escrituras en abreviatura perduraron en tiempos de etruscos y romanos…

Mientras, yo miraba la piedra en cuestión, cuyo grabado acentuaba la oblicuidad de la luz del sol, y tomando papel y lápiz dibujé su forma y escritos copiados literalmente: era en forma  de escritura china o sea con sílabas superpuestas, así: NA-VA-LON-GUI-LLA.

Presenté mi dibujo a los picapiedras don Feliciano y don Vicente, este palideció intensamente, mientras el otro empezó a cantar a grito pelado una copla folklórica de Garganta de la Olla:

“Alegraos mocitas que viene el toro,

Viene por los castaños de Romangordo.

¡De Romangordo!

Acertó don Feliciano: el inhiesto peñasco era un “lindón” que marcaba el límite de la dehesa de “NAVALONGUILLA” puesto allí desde sabe Dios qué época.

Y los tres arqueólogos picapiedras montamos en nuestras borricas y regresamos sin hablar una palabra, respetando el silencio de don Vicente que afrentado y mohíno callaba.

Así se escribe la prehistoria, porque esto es….  Prehistórico.

                                                         FRANCISCO MIRÓN 

 

SEGUNDA PARTE

Pues bien, en el año 2002 nos informan al entonces Equipo de Investigación de “Pedro de Trejo” , que cerca de la Presa del  rio Jerte han visto unas piedras con unas inscripciones que no sabían que querían decir.

Este grupo estaba formado por José Antonio Pajuelo, Pepe Gutiérrez, Pedro Plaza  y  Pedro Luna.


 En el mes de julio de ese año, nos acercamos a ver la piedra de las inscripciones, y para facilitar su lectura nos llevamos tiza, trapos y agua.

Una vez localizadas las piedras, pues había varias, todas ellas eran  hitos, lindones, mojones,  los cuales tenían unos dos metros de altura y estaban en medio de los muros de piedra que separan las fincas. Las piedras tenían grabadas unas  una cruz y otras  inscripciones. Procedimos a limpiar una de ellas que tenía inscripción, de líquenes y tierra acumulada a través de los años y una vez limpia le pasamos la tiza por toda la superficie escrita, quedando resaltadas las letras grabadas.

Nos costó bastante tiempo poder descifrar lo que allí estaba escrito, pero al fin lo pudimos leer.

En la piedra decía; DESLINDE DE NAVALONGUILLA, es decir que esa pared separaba la finca de Navalonguilla de la de Valcorchero.

Una vez leída y fotografiada la piedra y las otras de la pared, limpiamos con agua la tiza que habíamos utilizado para su lectura y regresamos a la ciudad.

Como se puede ver, fuimos el segundo equipo de “Picapiedras Arqueólogos”, que sepamos, que investigaron las piedras.

Si hubiésemos leído el artículo del maestro Mirón, habríamos adelantado mucho en la traducción, pues aunque no divagamos como don Vicente, si leíamos cosas raras en los caracteres pétreos.

En fin que nosotros, al igual que ellos tropezamos con la misma piedra.


José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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viernes, 14 de julio de 2023

LOS ANTIGUOS NOMBRES DE LAS CALLES PLACENTINAS.

 

LOS ANTIGUOS NOMBRES DE LAS CALLES PLACENTINAS

 

Continuando con nuestra costumbre de divulgar la historia de nuestra ciudad, hoy vamos a publicar un artículo que escribió, hace 55 años, el maestro de obras Francisco Mirón.

 Cuando se cambiaron los antiguos nombres de las calles de Plasencia, hace ya muchos años, los ciudadanos de aquel entonces siguieron nombrándolas por el antigua que ostentaban, y las generaciones que se sucedieron inconscientemente, o por tradición, continuaron de la misma forma, y así hasta la fecha, como bien podéis observar, lo que demuestra que tal cambio no sirvió prácticamente para nada, sobre todo para nosotros, pues para los de fuera, no se presta esto más que a confusiones en muchos casos.

Los antiguos nombres de las calles placentinas fueron creados sin duda en aquella época del floreciente llamado “Siglo de Oro”, en el que nuestra ciudad alcanzó gran esplendor, como hoy puede admirarse por sus notables monumentos de aquellos tiempos gloriosos con sus diversas estilizaciones, a partir del estilo románico, que era el que predominaba cuando el rey Alfonso VIII la fundó.

Se debe este esplendor en las Artes y en la Cultura, en aquella época de Plasencia a la erección de las grandiosas Catedrales vieja y nueva, porque Obispos y Cabildo, sin reparar en gastos, importaron los mejores artífices conocidos para tal fin, y para la construcción de muchos templos de poblaciones de la extensa Diócesis placentina.

También a la Iglesia se debe nuestra notable cultura pretérita, con la creación de los centros docentes que brillaron en nuestra ciudad.

Y en este ambiente esplendoroso y de cultura se crearon además otros monumentos notabilísimos de tipo social y nobiliario, más o menos suntuosos y nacieron los nombres de sus calles, unos históricos; gremiales y populares, como no podía menos de ser, y por tanto debieron ser más dignos de respeto, por la evocación de las pasadas glorias placentinas.

Así por ejemplo, la Puerta del Sol, que es un verdadero alarde arquitectónico de estereotomía, muy difícil dada su oblicuidad, para la orientación de su gran portada mirando hacia la salida del sol, así como la dirección de la calle, la cual por tal motivo se llamó por espacio de varios siglos “Calle del Sol”, ¿Por qué se varió su nombre?

Así la antigua “Calle del Rey” ¿Qué Rey? No importa cual, pero sin duda fue en conmemoración de Fernando el Católico, al pasar por ella para presenciar la histórica “Batalla del Llano” contra el señor feudal que se hizo fuerte en el desaparecido Alcázar o Fortaleza, en donde fue abatido el feudalismo en Plasencia, que agradecida se anexionó a la Corona Real.


No hay duda que el título de “Calle del Rey” se ajustó a este episodio de la historia placentina, y además era breve, bonito y bellamente fonético.

Entre otros, la de “Sancho Polo, de esta se sabe con certeza que el Rey San Fernando pidió a Plasencia capitanes y guerreros para la conquista de Sevilla, y entre otros placentinos figuraron los hermanos Sancho Polo y Diego, los cuales se distinguieron en tal conquista.

La “Calle del Clavero” era el de un célebre personaje también placentino que se llamó Fernando de Padilla y que era “Clavero” de la Orden de Alcántara, muy célebre por ser un guerrero acreditado en muchas batallas y hombre muy fornido y aficionado a los juegos de lides y torneos, en los que luchaba con la mano izquierda atada a su espalda.

Como costumbre de época existían aquí como en todas las poblaciones españolas, calles con nombres gremiales, en cuyas calles se agrupaban los talleres de tal o cual profesión y gremios como la de Zapatería, Vidrieras, Carreteros, Caballeros (tratantes de caballos) y otras que no recuerdo.

Estos Gremios fueron en España unas maravillosas organizaciones profesionales. Había entre estos en Plasencia la conocida por la “Calle de los Quesos”, pero ésta, por su vulgar título, me sugiere la idea de que pudiera ser ahora la de doña Inés de Suarez, por ser muy céntrica e importante.

Otras calles como la de Talavera, Trujillo y Coria, lo fueron porque enfilaban la direccióna estas ciudades vecinas, y así las calles y plazuelas Parroquiales con los nombres titulares de las distintas Parroquias.


Otras hubo de sabor popular y pintoresco. ¿Cómo faltar? La Calle de las Morenas por ejemplo, que parece evocar algunas hermanas placentinas bellas y morenas, como suelen ser las mujeres de nuestra raza.

Hay mucho que decir de todo esto, y no debo ser extenso, pero diré que si las calles de Plasencia volvieran a ostentar sus antiguos nombres, nada tendrá que ver con el progreso o civilización actual, pues todas las poblaciones españolas tienen hoy a gala la recuperación y restauración del pasado, en el sentido artístico, cultural y popular; es decir con todo eso que se ha dado en llamar “folklore” en todas sus variadas manifestaciones, y Plasencia no puede ser menos, puesto que de esto tenemos gran abundancia.

 


Plasencia 1968 -  Francisco  Mirón.

 1.- Calle Vinagras. Calle del Rey ( Fotografía de Víctor Diez). 3.- Calle Cartas. 4.- Calle el Clavero.

 

José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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