LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN
27 de abril 1952
En
Vísperas del Día
Había
precedido una Novena en su Santuario. Durante ella, en la noche del 19, se
lanza el pregón de la Coronación, con
una conferencia de altos vuelos. Otras tres conferencias más, en noches
sucesivas, sobre temas marianos. El 20 la Tradicional Fiesta y Romería popular;
se nota este año más nerviosismo entre las gentes. Llena la Iglesia, lleno el
atrio y la explanada. Las laderas de enfrente son un tapiz vivo y multicolor…
En
la tarde del Sábado 26, la Ciudad entera se da cita en San Antón. A las siete y
media llega el Excelentísimo Sr. Nuncio
Apostólico, escoltado, desde Béjar, de una caravana de coches con el Prelado
diocesano, representaciones de Autoridades y de la Junta Directiva. En la gran
avenida del Ejército es recibido por el Ayuntamiento, Cabildo Catedral y una
inmensa masa de Sacerdotes y fieles que aclaman delirantes al representante del
Papa. Una compañía con bandera y música rinde honores. Suena vibrante y agudo
un cornetín. Pasa la Bandera gloriosa de la Patria muy en alto, acariciando los
aires del atardecer. Desfilan marciales los soldados del Regimiento Ordenes
Militares.
El
Excmo. Sr. Nuncio con Obispos, Autoridades y pueblo van al llano de los
Alamitos. Allí esperan la llegada de la Virgen…
Por
la senda zigzagueante y polvorienta, entre apretadas filas, viene más bonita y
sonriente que nunca, con su, sombrero de campesina, con flores de serranía…
El
Deán, siguiendo la tradición, encomienda
con palabras rituales, al Alcalde la custodia de la Sagrada Imagen. El Alcalde
acepta el honor que se le hace y pone su vara de Autoridad en los brazos de la
Virgen. Del inmenso bosque humano salta, como saetas encendidas, vítores y
aclamaciones. Hay lágrimas en los ojos que no se secaran hasta finalizar la
jornada del día siguiente… Aquella noche le hace guardia la Adoración nocturna,
con vigilia tensa de oración.
En
la Ciudad hay también obligada vigilia. Pocos duermen en la noche mágica con
temblores de impaciencia. Al quebrar albores, ruedan por los silencios
matutinos las notas callejeras de la alborada popular, encendiendo las almas
que están en duermevela…
Mañana
abrileña de luz y de sol. El cielo, sin una nube, luce espléndido su ropaje
azul. Por todas las calles estrechas para la multitud, revienta de las almas la
alegría, Plasencia está blanca y ataviada, como una novia. Calles limpias,
fachadas blanqueadas, balcones iluminados, luces guirnaldas, bandas de música.
Más de una docena de tamborileros van prendiendo por los rincones las notas
populares de su tun tuntún, tun…
A
los incontables peregrinos de los días anteriores se van sumando los que ya,
desde muy temprano, irrumpen por todos los caminos y en toda clase de
vehículos. Los trenes de Béjar, Madrid y de Cáceres vuelcan su apretada carga
humana.
A
las once salen de la Plaza los Ayuntamientos y Cabildo. El repique de campanas,
el estallido de cohetes, los cánticos florecen en una primavera de corazones
jubilosa y estremecida. ¡Eran mucho los días y las noches pasadas en espera de
este Día Grande!
Todos
van desembocando en San Antón. El verlos llegar es algo imponente. Riadas
enormes de Plasencia y de todos los pueblos de la Diócesis; Comisiones de los
Ayuntamientos; nutrida representación de Jefes y Oficiales de la guarnición.
Destaca un uniforme de Marina y otro de
Aviación. Colonias Placentinas de Madrid, de Cáceres, de Salamanca. Chicas
guapas ataviadas con los trajes típicos, de Montehermoso, Serradilla, Garganta
la Olla, Candelario, Villanueva, Trujillo, Malpartida, Cabezabellosa, charras
salmantinas.
Los
Ayuntamientos de Béjar y Trujillo en pleno y bajo mazas, con bandera y banda de
música. Trujillo con empaque, escolta a sus viejos pendones, con polvo de
historia…
La
inundación incontenible va entrando, con orden, en los cauces señalados. En el
centro de la gran explanada se van llenando miles de sillas. En torno al Altar
se extiende la muchedumbre, como en un inmenso anfiteatro. Hay una
tribuna, en graderío, para las numerosas
chicas de los trajes regionales. Se arracima en las cercanías una masa
incontable, aún los árboles, los riscos, los paseos de la lejanía van rebosando
de gentes, con trajes multicolores. El viejo acueducto flaquea uno de los lados
con sus arcos, en homenaje de piedra. En el fondo, como marco soberano, el
frondoso boscaje del Parque alto del
Generalísimo…
A
las once y media hace su entrada la Virgen. Es un momento impresionante. El mar
encrespado de multitud se agita frenético.
Como
un navío empavesado de oro y plata, ELLA, navegando dominadora en sus andas
entre aquél inmenso océano… Ante ELLA, vienen trenzando sus danzas rituales los
“Negritos” de Montehermoso y las “Hitalianas” de Garganta. Detrás, el Cabildo,
el Ayuntamiento, las Autoridades. Con el Excmo. Sr. Nuncio, de Capa magna, los
Prelados de Plasencia, Badajoz, Salamanca, Ávila, Ciudad Rodrigo y Coria. El
Alcalde porta las Coronas en una gran bandeja de plata, sobre un cojín de
terciopelo…
Llegan
a la plataforma de la Coronación que se levanta majestuosa. En ella, a un lado,
quedan las Autoridades locales y provinciales y la Junta de Honor; a otro, el
Cabildo Catedral y numerosos sacerdotes con capa pluvial. En un segundo cuerpo
más alto, al lado del Evangelio, el Trono del Sr. Nuncio y Ministros
oficiantes; en el de la Epístola, los seis Obispos asistentes revestidos y con
Mitra. Ante el Altar, las Coronas refulgen con su oro y pedrería; en lo alto,
bajo un templete de columnas corintias, maternal y amamantando al Hijo divino,
LA VIRGEN DEL PUERTO…
La
Coronación
Con
la pompa de los días grandes empieza la Ceremonia. El Sr. Nuncio bendice
solemnemente las Coronas. Da comienzo la Santa Misa. En ella, el Obispo de la
Diócesis, hace una bella homilía que a través de los altavoces difunde las vibraciones
de su emoción…
La
uniformidad azul del cielo se rompe con la silueta de un bimotor. A poco, en
correcta formación, una escuadra de trimotores. Pasan una y otra vez, arrojando
flores. Suenan roncos los motores, cada vez más bajos. Como nevada copiosa
revolotean por los aires los pétalos de la ofrenda de los marineros del
espacio…
Acaba
la Misa. El representante del Papa asciende por lo últimos peldaños
alfombrados. Es el momento cumbre. La angustia corta miles de respiraciones…
Con sus manos consagradas coloca primero la del Niño, luego la de la Madre…
Es
exactamente la una y cinco minutos…
Suenan las músicas, estallan los cohetes; más de
cincuenta mil personas, con el alma colgada de sus ojos, dejan explotar el
volcán reprimido de sus pechos. La ovación es ensordecedora… cientos de palomas
saltan en raudo vuelo y aletean un momento en torno al altar… Se hace espuma de
pañuelos blancos la inmensa campiña florecida de almas frenéticas y jubilosas,
Aún los ojos viriles se empañan de
lágrimas… ¡Es la Apoteosis de la Madre y Reina de Plasencia!
El
sol en su cenit, como gigantesca patena de oro, se asocia pasmado y vuelca su
ofrenda de rayos ardientes sobre la Virgen Coronada…
La
una y cinco minutos del día 27 de Abril de 1952 marcha una hora y una fecha que
se quedan vinculadas a la Historia de la vieja Ciudad de Alfonso VIII, sobre un
suelo bendecido de rosas y de lágrimas, que será por siempre el PARQUE DE LA CORONACIÓN.
En
Triunfo
Sale
triunfante la Virgen en Procesión imponente camino de la Catedral… Largas
teorías de fieles, seminaristas, sacerdotes, albos roquetes, capas pluviales.
Al fin los picos puntiagudos de las Mitras episcopales.
Va
la tierna Virgen a hombros de recios extremeños; entre murallas de corazones
conmovidos; pasa bendiciendo las casas de sus hijos, envuelta en incienso de de
flores y cánticos y rezos y danzas y lágrimas… Va hecha un primor, con su Corona rica, con su manto nuevo, robando
corazones que se prenden a su cara bonita con hilos fuertes de amor…
Llega
a su trono, a los acordes del órgano. Los incesantes vítores, ante el asombro
de las bóvedas centenarias catedralicias, se cuajan potentes en la plegaria
universal: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…
¡Virgen
y Madre¡ Como todos los que vivieron las horas imborrables de emoción y
entusiasmo de tu Coronación canónica, yo también he sentido a flor de mis
carnes y de mis pupilas el estremecedor amanecer de tu gloria que brota de mis
entrañas con ansias incontenibles de clamar: ¡Madre, Madre! ¡Reina y Madre de
misericordia…
NOTAS DE LAS
FIESTAS
Dieron
realce con su presencia, el Excmo. Señor
Nuncio y Obispo de la Diócesis y los Prelados de Badajoz, Salamanca, Ávila,
Ciudad Rodrigo y Coria. De los miembros de la Junta de Honor estuvieron los
Sres. Gobernador Civil, Presidente de la Diputación, Alcalde de la Ciudad, Coronel del Regimiento
Ordenes Militares, Auditor de la Rota D. Ildefonso Prieto, Juez de Instrucción
y Primera Instancia, Deán de la Catedral y D. Emilio González. Lamentamos la desgracia familiar
ocurrida aquel mismo día al Sr. Montero Neria que le impidió sumarse
materialmente al acto, al que había venido.
Asistieron
además, entre otras, las siguientes personalidades: General Gobernador Militar,
Coronel del Tercio de la G.C. Teniente Coronal de la Comandancia de la G.C.,
Vicepresidente de la Diputación, Diputados Provinciales Sres. Mediavilla, Cid,
Fernández, Giménez, Torrecilla, Carreño y Cruz. Delegados Provinciales de
Hacienda, Trabajo y Sindicatos, Procuradores en Cortes, Señores Barona, Elviro
y Vizoso, Decano del Colegio Notarial, Presidente de la Cámara Sindical
Agraria, Párroco de Santa María la Cabeza de Madrid, Consejo Local de F.E.T.,
Juntas Directivas de la Colonias de Madrid y de Cáceres y otros muchos.
Los
Arciprestes, Párrocos y Sacerdotes que vinieron de los pueblos de la Diócesis
en número de medio centenar, asistieron gran parte de ellos con capa pluvial.
Vinieron también Sacerdotes de Coria, Cáceres, Salamanca y de otros distintos
pueblos.
Enviaron
representación al Acto unos cuarenta Ayuntamientos de la Provincia.
En
las noches del 26 y 27 se quemaron unos magníficos juegos de fuegos
artificiales, cerca de la explanada del Parque de la Coronación. La gente quedó
gratamente sorprendida por el alarde pirotécnico, sobre todo el último día que
terminaron con la aparición de la Corona de la Virgen, en llama viva de luces y
colores.
Los
Coros Extremeños tuvieron dos actuaciones. La del Martes, en el Teatro, en que
trabajaron a gusto y dentro del mayor silencio, fue un espectáculo de arte popular
soberano. Puede afirmarse que los artistas se superaron maravillosamente a si
mismos. El público rebosante que aplaudió con entusiasmo, les hizo repetir la
mayor parte de los números. Es mucho el aire que hechan “aquellos tíos de pueblo” y
mucha la sal y simpatía de las lindas muchachas. El Maestro Matos, alma y vida
de los Coros que los lleva nerviosamente pendiente de sus dedos y de sus ojos,
recibió muchas felicitaciones y aplausos. Este Placentino artista y cordial
merece mucho de Plasencia.
Durante
las noches de las Fiestas estuvo la Catedral iluminada con luz indirecta de
todos sus contornos. Las viejas piedras se nimbaron de una luz blanca y pálida
que le daban un sabor romántico de antigua leyenda. Los adornos platerescos
parece adquirían una vida espectral. Vista desde los altos de la plaza de toros
ofrecía su silueta un aspecto maravilloso, en medio de las sombras de la noche.
En los altos capiteles, los cientos de lucecitas parecían estrellas tristes,
perdidas, de un firmamento nuevo.
EN HONOR DE LA VIRGEN CORONADA
En
los días 28, 29 y 30 se celebró en la Catedral un solemne triduo de Homenaje
Oficial de Plasencia y su Comarca a la Santísima Virgen, en el que predicó el P. Rodríguez S.J. con un
lleno rebosante. Después, se han celebrado Triduos en los Padres y en las tres
Parroquias. Las Iglesias se vieron muy concurridas y se repartieron muchas
Comuniones. Los traslados procesionales de una Iglesia a otra, a excepción de
los primeros, deslucidos por la lluvia, fueron grandes manifestaciones públicas
de devoción mariana.
Nos
place destacar el último traslado de la Parroquia de S. Nicolás. Fue una
expresión de fervor popular. El lunes por la tarde estaba movilizada la
feligresía en todas sus clases sociales. Al atardecer la calle de Monroy, Ancha
y Trujillo, eran una verdadera colmena. Se construían con prisa, sin alentar
siquiera, una interrumpida serie de arcos. Por la calle Ancha, enorme ajetreo.
Es simpática esta calle Ancha. Del nombre no tiene nada; es estrecha y larga.
Aún dentro de las murallas es un pueblo en
la Ciudad, tiene fisonomía propia. Las casas generalmente pequeñas y llenas de
vecinos, se aprietan unas a otras, con miedo de perder su sabor y color, con la
proximidad de las vías ciudadanas. El lunes estaban todos en la calle; hombres,
niños, mujeres. No se podía dar un paso. Mesas, escaleras, sogas, flores,
ramos, gallardetes. “Va a pasar la Virgen” decían.
Se trabajaba febrilmente. En los balcones,
luces, colchas, sábanas, mantones de Manila… yo no sé si serían artísticos los arcos.
Quizás serán mejores los de Tito o Trajano o el de la Estrella. Pero estimo que
la Virgen ha gozado con la expansión espontánea
y cordial de los vecinos de la calle Ancha que le han rendido un bello
homenaje de fe y de amor.
Biografía: B. O. Obispado de Plasencia .Nº 35
José Antonio Pajuelo Jiménez -Pedro Luna Reina