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miércoles, 23 de octubre de 2019

EL ULTRAJADO CRISTO DE LA CALLE BORREGO.




EL ULTRAJADO CRISTO DE LA CALLE BORREGO.

En la confluencia de la calle Borrego con la calle Cartas nos encontramos una pequeña hornacina que alberga el Cristo de los Afligidos o también conocido como del Borrego. Esta talla tiene la mala fortuna de haber sido ultrajada en multitud de ocasiones a lo largo de la historia. Una leyenda con dos variaciones nos habla del origen de este curioso cristo:

Una de las versiones de la leyenda nos cuenta cómo cierto día las personas que pasaban por una calle de Plasencia comenzaron a escuchar unos agónicos lamentos que parecían provenir de alguna persona moribunda, pero por más que se miraban y remiraban no conseguían averiguar de dónde procedían. Una mujer, más curiosa, siguió los rastros de los quejidos hasta descubrir cómo entre la basura y los desperdicios que había en la calle se encontraba la pequeña talla de un cristo y pudo contemplar asombrada como movía los labios, era él el que exhalaba aquellos gemidos.
Otra variante de la leyenda habla de cómo una familia judía que vivía por aquellos años en Plasencia encontró cierto día la talla de un crucificado. La mujer decidió guardarlo en casa y como venganza al acoso al que se veían sometidos los hebreos decidió profanarlo arrojándolo cada sábado agua hirviendo, cuentan que los lamentos del cristo eran desgarradores.

Sea como fuere el primer ultraje y como consecuencia de ello, varios vecinos decidieron levantar, en la actual calle Borrego, una capilla y un arco de lado a lado de la calle, para proteger de la lluvia a los fieles que se acercasen a rezar. Pidieron permiso al ayuntamiento y al dueño de la pared donde tenían pensado levantar el pequeño edificio religioso, pero el dueño de la casa se negó alegando que el arco le quitaría luz a su vivienda. Por lo que se replanteó el proyecto y se propuso realizar una pequeña hornacina y colocarla sobre la pared a lo que nadie se negó. El día 7 de mayo de 1.799 el Ayuntamiento dio permiso para ejecutar la obra.

La hornacina y la imagen son propiedad del pueblo, el crucificado era una pequeña talla del siglo XVI, imagen que siempre fue muy veranada en la ciudad. A ambos lados de la hornacina se colocaron sendos farolillos de aceite que durante años siempre estuvieron encendidos. A este cristo también se le conoce como “de las enagüillas” por la falda que le cubría, y que estaba rematada con unas grandes puntillas.

Una noche de 1.932 el cristo sufrió un nuevo atentado, unos vándalos se dedicaron a apedrear todas las capillas de la ciudad. Algunas hornacinas sufrieron daños, se salvaron las de la Virgen del Socorro, (detrás de la Catedral), Nuestra Señora de la Misericordia, (en la calle Encarnación), Nuestra Señora de la Guía, (en el Puente Nuevo), pero no así el pequeño Cristo de los Afligidos. Los sacrílegos vándalos de una pedrada rompieron la hornacina y derribaron la imagen del Cristo, que milagrosamente no se rompió. Acto seguido cuando se disponían a pisotearlo, un vecino Epifanio Aceña Hernández, salió de su casa y les plantó cara, recogiendo el Cristo y guardándolo en su casa hasta que el día siguiente lo entregó en la iglesia de San Pedro.




Un nuevo incidente ocurrió una noche del mes de junio de 1.999. Una mañana el cristal de la hornacina apareció roto y de la talla no quedaba ni rastro. El ladrón o ladrones debieron ampararse en la soledad de la madrugada para sustraer la imagen.

Finalmente, la asociación cultural placentina “Pedro de Trejo” solicitó una nueva talla al escultor Antonio Borreguero, mientras aparecía la antigua imagen. El caso es que jamás apareció la imagen del crucificado ni se tuvieron noticias de su paradero. Para evitar futuros altercados en la hornacina se colocó un marco de hierro con cristal blindado que protegiese al crucificado.

Fuente: Leyendas placentinas / José Sendin Blázquez


Jose Antonio Pajuelo - Pedro Luna Reina.


                                                          "CREANDO CULTURA".





miércoles, 9 de octubre de 2019

LA CALLE DE "LA PARDALA".

LA CULTURA HISTÓRICA OLVIDADA.

Siempre me han llamado la atención el nombre de las calles placentinas, entre ellas hay varias que nunca encontré significado, pero la curiosidad me llevo a indagar el origen de sus nombres, Una es la calle de las Morenas, según las indagaciones realizadas las Morenas eran mujeres de procedencia musulmanas, de ahí su nombre; la otra es la calle de la Pardala, que según mi amigo Luis Pérez Calzas, se debe a que en esta calle vivía una mujer  apodada “la Parda”, de tez morena. Pero sinceramente ningún de los dos significados me han convencido nunca.
Hoy me encontré en un periódico nacional “ABC”, en su sección de cultura, un artículo que me abre los ojos al significado de la Pardala. Aunque habrá que indagar en documentos en el archivo municipal, quiero anticipar lo que pienso del significado de esta calle, que como otras todavía son desconocidos. Como podría ser la de Pedro Isidro o la de Sancho Polo.
Fernando Martínez Laínez, ha indagado en los escasos documentos sobre una mujer llamada María Josefa Bosch “la Pardala”, la pesadilla de Napoleón, unas de las muchas heroínas olvidadas de nuestro país. Sin estos personajes, Napoleón podría haber avanzado sin oposición por toda la Península Ibérica, ya que logro convencer a las autoridades españolas de entonces para el paso de sus tropas sin oposición alguna hacia Portugal. Si conocemos a María Malasaña o Agustina de Aragón ahora el turno es de María Josefa Bosh.
Fernando Martínez descubrió que había una torre casi destruida en el Castillo fortaleza de Morella, y que se hablaba de una heroína que apenas dejó documentada su existencia, y es en su pueblo donde se mantiene la leyenda. En realidad, fue una mujer que combatió con la guerrilla y en la clandestinidad por oponerse a los invasores de su país y eso hizo que sufriera martirio y fuera ahorcada vilmente.
Nació en la localidad turolense de Mirambel, de familia de clase media con algunas tierras de labranza. Llevó una vida muy normal y se trasladó con su marido a Morella al casarse cuando tenía 17 años. La familia de su marido estaba vinculada al gremio de los tejedores, con una industria artesanal bastante desarrollada, y la Pardala se integró en este mundo como una trabajadora más en el taller familiar. No tuvieron hijos, pero la invasión napoleónica trastornó su vida.
Poco a poco, la Pardala experimentó la misma transformación que otras muchas mujeres, el sentido patriótico le lleva a participar decididamente en la lucha de guerrillas. Este ardor patriótico se impuso en casi todo el Maestrazgo, el Bajo Aragón y Castellón, aunque la población estaba sobrecogida y desconcertada por la falta de medios. La población apenas tenía defensas, los franceses entraron en Morella exigiendo tributos y saqueando, terminando, instalando una guarnición en el castillo, un emplazamiento de gran valor estratégico, que bien defendido era inexpugnable.
El ejército popular era derrotado en campo abierto, por lo que la guerra popular de guerrillas se extendió a todos los territorios ocupados. Las principales partidas de guerrillas en la zona eran las del fraile franciscano Asensio Nebot y el sargento José Milián. La Pardala, tuvo que participar en esas acciones, y mantuvo un continuo enlace siendo confidente y espía del sargento Milián, pasó información, proporcionó armas y dio refugio en su casa a los españoles perseguidos, Su papel debió de ser importante porque la ahorcaron sin juicio alguno después de tenerla varios meses sometida a humillaciones y a malos tratos.
Hay testimonios documentados por el cronista morellano, Carlos Sagúesa, que la Pardala intervino en un golpe de mano por sorpresa el 31 de diciembre de 1810 que realizaron José Milián y su grupo. El asalto estuvo a punto de recuperar el castillo y se saldó con la captura de cincuenta prisioneros franceses. A partir de entonces, tuvo que salir de Morella y abandonar su casa, pero los méritos quedaron reconocidos por la Junta de Valencia, que la premió con seis reales de vellón diarios y la declaró oficialmente “patriota benemérita.
Seguramente después del asalto, pusieron precio a su cabeza, fue detenida en Morella, no sabemos el motivo que la hizo volver, y se cree que fue delatada por algunos afrancesados de la localidad.
Murió el 17 de agosto de 1811. La colgaron de una horca en el travesaño entre dos conventos uno de franciscanos y otro de monjas agustinas. Esta es la cultura histórica olvidada.
Indagando en documentos antiguos, Fray Alonso Fernández en su libro de Plasencia, ya menciona la calle de la Pardala, lo que carecía de significado que fuera dedicada a la heroína de la guerra de la independencia.

Pero esta calle debe tener otro significado, que todavía desconocemos. Sabemos que, por la Real Cédula dada en Valladolid, el 17 de noviembre de 1554, se hizo merced de por vida a Diego de Ayala de los barriales de tierras de bolarménico, es decir de la tierra mineral arcillosa de color rojo oscuro “arcilla parda” que  se consideró medicinal , y se utilizó en  pintura y en el arte de dorar y canteras de piedra de cristal (actualmente no sabemos a qué se refiere el cronista) y del lugar de la Piñuela ( Miravete), pagando a SS.MM, la décima parte.

Si por aquel entonces, se puede pensar en que esta ciudad vivía en esos años el mejor momento de su historia, donde se desarrollaba una actividad cerámica de cierta sofisticación, según se sabe por testimonios de cronistas de la época, aunque nada evidencia hoy aquella producción.

La procedencia de esta arcilla procedía de la finca de la Pardala. Posiblemente de ahí proceda el significado del nombre de la calle. La arcilla parda manchaba a los trabajadores y aldeanos, que vestían de color oscuro, para simular la suciedad, por lo que. quizás algunos de los aldeanos habitaban en esta calle.

Jose Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina.

El rencor, el odio y la mentira, solo conduce al enfrentamiento.


                                           "CREANDO CULTURA".