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jueves, 25 de junio de 2020

PUENTES HISTÓRICOS MEDIEVALES.


EL PUENTE DEL CARDENAL.

Aunque este puente no está en la ciudad, si se le puede consignar como de ella, pues fue el cardenal placentino D. Juan de Carvajal el que mandó hacerle en el año 1.460. Su constructor fue el cantero placentino Pedro González, el cual también trabajó en la catedral y en Santo Domingo.
Está situado este puente sobre el río Tajo, en el camino que va de Plasencia a Trujillo, pasado Villareal de San Carlos, en la zona del Parque de Monfragüe, al lado del actual puente que cruza el río. Dejo de tener uso en los años 1960 pues al hacer el pantano de Alcántara su cola lo llega a tapar.
Antes de construirse el puente se pasaba el río por medio de barcas, pero como en esa zona se juntan el Tajo y el Tietar, la mayoría del tiempo no se podía pasar por el gran caudal que traían estos ríos ocurriendo muchas muertes por vuelco de las barcas.
De este puente se conserva casi toda la documentación, por lo cual podemos saber que consta de 30.000 piedras labradas, y que cada piedra valió a 9 reales y 14 maravedíes, por lo tanto costó el puente 282.325 reales y 31 maravedíes. La piedra para su construcción se trajo del Robledo, de los Cinco Hermanos y dehesa de Malpartida, junto al pueblo de Gargüera. Para su transporte fue necesario romper la montaña, por el sitio que llaman el Arroyo de Calzones. La distancia desde las canteras hasta el emplazamiento del puente era de seis o siete leguas.
Se cuenta que cuando se hicieron los estudios para su construcción, vieron que saldría muy cara la traída de la piedra, y así se lo comunicaron al cardenal el cual estaba en Roma, enterado este les contestó que si no la llevaban desde estas canteras las mandaría el desde Roma, ante lo cual empezaron a sacarlas.
Otra historia cuenta que cuando fue el cardenal a ver el emplazamiento donde se pensaba realizar el puente, el arquitecto, temeroso de que no tuviese el cardenal tanto dinero como valía hacerlo, empezó a poner pegas y dificultades para su construcción, ante lo cual, cuentan, que el cardenal sacó sus manos de los bolsillos llenas de onzas de oro y empezó a lanzarlas al río diciendo cada vez que tiraba una ”Aquí podía ir una pilastra, aquí podía ir otra, allí otra, etc..” Ante esto el arquitecto se arrodilló y besándole las manos le pidió perdón por su desconfianza. Esta leyenda es solamente esto, ya que el cardenal no pisó su diócesis ninguna vez desde que se fue a Roma.
Como la mayoría de los puentes que existían en esa época, era de peaje, y se cobraba por cada animal que pasaba por el.



En la guerra de la Independencia fue destruido por las tropas españolas para cortar el avance de las francesas. Cuentan que el ingeniero que se encargó de volarlo encendió la mecha antes de retirarse los obreros que estaban colocando las cargas, y a consecuencia de ello, si voló el puente, pero con el volaron 35 hombres más, salvándose solo uno que casualmente era de Plasencia. Pasada la Guerra de la Independencia, se colocaron unos palos entre los pilares del puente y se clavaron unas tablas encima de estos palos con lo cual se podía atravesar el río con un gran peligro para el que lo intentaba.
Así permaneció el puente hasta el año 1844, en que se empezó a restaurar, siendo maestro de las obras el lego de la Compañía de Jesús, padre Manuel Ibáñez.


PUENTE SOBRE EL RÍO ALMONTE

Este mismo cardenal Juan de Carvajal y el mismo maestro cantero, Pedro González, edificaron otro puente sobre el río Almonte, entre Jaraicejo y Trujillo. Su construcción es muy sólida y sigue estando en uso en estos tiempos. Tiene la particularidad de que por la cara de aguas abajo sale una rampa desde el centro del puente, de manera que se puede bajar por ella hasta la orilla del agua y así dar de beber a los rebaños que cruzan por el, ya que las orillas del río son escarpadas en esa zona no permitiendo el acceso al agua.

Este puente y el llamado “Del Cardenal”  fueron construidos, no para favorecer a la población de la comarca, sino para tener  mejores accesos  a la población de Jaraicejo la cual era señorío del obispo de Plasencia.  Este puente del río Almonte comunica Trujillo con Jaraicejo, y el puente del Tajo une este pueblo con Plasencia. Así mismo fue un buen negocio, ya que al ser de peaje, toda persona o animal que lo cruzase tenía que pagar el impuesto llamado “pontazgo” con lo cual se amortizaba prácticamente solo.


PUENTES DE SAN FRANCISCO

Entre los años 1.554 y 1.556, el Arcediano de la Catedral de Plasencia D. Francisco de Carvajal, sobrino del Cardenal Juan de Carvajal, manda hacer un puente, en realidad dos, sobre la unión de los ríos Almonte y Tamuja. No se puede considerar un solo puente porque apoyan en el punto donde se unen los dos ríos sin tener continuidad entre ellos, en dicho lugar se erigió un templete con la imagen del santo Seráfico, que fue el patrón de dichos puente.
 Los puentes estaban hechos  de mampostería concertada con pizarra, y rejuntada con mortero de cal, empleando el granito para los sillares. Para su mantenimiento legó una manda en la que se constituía un capital de más de 600.000 maravedís, de unas deudas que Juan Cano adeudaba al Arcediano.
Estos puentes estaban en el antiguo camino de Cáceres a Plasencia y a los llamados “cuatro lugares”.


 PUENTE DE ALMARAZ

Este Puente de Almaraz, antiguamente se llamaba de Albalá o Albalat, y como en el caso del Puente del Cardenal lo costeó la ciudad de Plasencia, para facilitar el paso del río Tajo por el vado donde antes estaba una barca de paso, y que en las crecidas del río era muy peligroso realizar su travesía.
En el año 713 se reunieron los caudillos árabes Tariq y Muza en la orilla del río Tajo, a este sitio se le llamó desde entonces “el Albalat o Almaraz” que quiere decir “la reunión”, luego, años más tarde, cuando se hizo el puente, recibió el nombre del sitio donde estaba enclavado.
El puente se empezó a construir por el año 1.537 y se terminó en 1.552. Había una inscripción en el puente que decía:

“Esta Puente hizo la Ciudad de Plasencia reynando en España la Magestad Cesarea de Carlos V Emperador. Acabóse año de 1.552; fue Maestro Pedro de Uria”.
Ponz dice que medía: “Un arco 150,5 de ancho y 69 de alto; el otro 119,66. El puente tiene 580 pies de largo, y algo más de 25 de ancho. Como la mayoría de los puentes españoles es completamente plano”.
Las canteras de donde se sacaba la piedra estaban en las tierras del conde de Deleitosa, el cual después de empezada la obra se negó a dejar sacar la piedra, y paralizó la obra deteniendo las carretas que transportaban la piedra y quedándose con ella. El Concejo placentino se tuvo que dirigir al Emperador, el cual ordenó al conde que autorizara la extracción.
En la guerra de la Independencia contra los franceses, concretamente el día 29 de enero de 1.809, el general francés Galluzo lo voló en parte. Hasta el año 1.844 no se reparó, y se terminó el 30 de abril de 1.845. Fue el maestro de obras un lego de la Compañía de Jesús llamado P. Manuel Ybañez.


Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina

                                 
                                            "CREANDO CULTURA".


                                    

viernes, 12 de junio de 2020

DATOS PARA LA FERIA TAURINA DE PLASENCIA.NOVILLADA: JULIO DE 1896.


                                      REVISTA DE LA NOVILLADA
Se celebró el día 4 de Julio de 1896, por varios jóvenes y distinguidos aficionados Placentinos, y presidida por las bellas Stas. Josefa Estévez y María Sequeira.
    Fiesta del día, los toros punto de cita, la plaza; en el encierro, dos fieras; en el cartel, dos espadas.
Tarde esplendida y calurosa como se requiere para esta tarde de espectáculos, animación inusitada en la Ciudad; ir y venir de bellas señoritas ataviadas con la clásica mantilla española, que se reúnen con anticipación para pasar la tarde admirando la gallardía y gentileza, el valor y el donaire de sus amigos, de sus admiradores, tal vez de su adorador, rodar de coches que se preparan para llevar al circo a toreros y espectadores; en una palabra, todo el bullicio agradable y ensordecedor que trae consigo la fiesta nacional.
Llegaron al ruedo, y a los pocos minutos en medio de atronadores aplausos aparecieron las bellas presidentas Josefa Estévez, que era conducida del brazo por el joven Pedro Sánchez Ocaña, y María Sequeira conducida también del brazo de su hermano Marcial. Ambas iban elegantemente adornadas con la sin par mantilla blanca que realza su indiscutible hermosura.
En los palcos destacan muchas señoritas placentinas, todas guapas, elegantes, alegres y satisfechas al verse obsequiadas y distinguidas por los jóvenes y simpáticos aficionados al toreo; el sombrero ultra-pirenaico ha cedido el puesto que usurpará en la cabeza de nuestras bellas placentinas, á esa prenda española por excelencia que tanto realza  la hermosura de un rostro ovalado y de unos ojos soñadores, á la mantilla.
Llegada la hora convenida, aparece el joven Fernando Ocaña, caballero en un brioso caballo tordo y manejándolo con la maestría que todos conocían, hace el despejo seguido de toda la cuadrilla; los jóvenes aficionados van correctamente vestidos de corto.

Y sale el bicho llamado TABERNERO, perteneciente como el otro a la ganadería de D. Juan Sánchez Ocaña y Clavijo; tenía el novillo pelo negro; nevado y lucía una artística moña, formada por una flor de lis y dos largas cintas de raso, que da la idea del buen gusto de la presidenta Pepita Estévez que la había regalado.
Capeado TABERNERO por los niños, embiste con coraje, y Fernando Ocaña le arranca la moña, que regala a la presidencia, tomó el bicho nueve varas de Ángel Delgado y Juan Ocaña Silva, que picaron como dos buenos piqueros; a los quites oportunos los espadas Julio Monge y Barberán. Cambiada la suerte, tomo los palos Antonio Benítez y previa a una salida en falso colgó un par de banderillas casi en su sitio, Julio Monge clavó un par muy regular, y Benítez repitió con otro par; sonó el clarín y cogió los trastos Barberán, que se dirigió a la presidenta y brindó según costumbre; con serenidad y no escaso del conocimiento de la difícil suerte trasteó al bicho, que estaba algo quedado, y se arrancó a matar dándole un pinchazo en hueso; más pases y media estocada en su sitio; otro pinchazo y el espada intenta el descabello, acertando a la tercera: Palmas.
El tiro de burros guiados por Ventura delgado, Juan Eduardo y José Silva, arrastro el cornúpeto ya difunto.


PENDÓN. Era el segundo y el ultimo de la novillada, de la misma ganadería, negro; no lució la preciosa moña regalada por la presidenta María Sequeira, por no podérsela podido clavar. Tomó doce varas buenas en su mayoría, de los citados piqueros Juan Ocaña Silva y Ángel Delgado, estando muy oportunos a los quites  los espadas y demás lidiadores; fue banderilleado bastante bien por Antonio Benítez y Barbaran, y el bicho pegando:

Pero se iergue el espada,
y asiendo el trapo bermejo
y el estoque reluciente
de empuñadura de fuego
machacando hacia el astado
como ordena el Reglamento,
a las lindas presidentas
dice, las piernas abriendo
y la montera en la mano
a guisa de acatamiento.
“Brindo al las Presidentas,
Por las niñas del salero
Por el valor, por Plasencia
Por lo noble, por lo bueno.”
La muleta replegada
y oprimida por los dedos;
En la derecha el estoque
lleno de vivos reflejos
Y moviendo la persona
Con airoso contoneo,
Llega a la fiera, Julito
paso tras paso, sereno,
Y despliega la muleta
Con arrogancia y denuedo,

Para dar cuatro pases con conocimiento de arte y unos pases más y un pinchazo que no agarró por quedarse el novillo; otro pinchazo y otro; compúsole con dos pases bueno, y dio media estocada que hizo doblar al bicho. Palmas.
Muy bien, el Director de Plaza Fernando Verea, bien los espadas, y bien todos los lidiadores.
La presidencia acertada y atrayendo las miradas de la concurrencia.
El Ganado de primera; la entrada superior.
                                     

Jose Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro luna Reina.


                                                               "CREANDO CULTURA"



lunes, 8 de junio de 2020

CORRIDAS DE TOROS y EL FERIAL.

CORRIDAS DE TOROS Y EL FERIAL.

Siempre fueron famosas las ferias de Plasencia, y sobre todo sus corridas de toros. Ya quedan reflejadas en las Cánticas de Alfonso X El Sabio, concretamente en la número 144, cuando narra el milagro de Nuestra Señora. El Relato es el siguiente: Se celebraban en Plasencia la boda de un caballero, y para festejarlo se corrieron toros en la plaza mayor. Un hombre que era muy piadoso atravesó la plaza para ir a casa de un clérigo amigo suyo, sin darse cuenta de que estaba el toro suelto. El animal a ver a este hombre, arremetió contra el hecho una fiera. Pero el clérigo que estaba en la ventana esperando a su amigo, al ver el suceso, pidió a la Santísima Virgen su protección, y cuando estaba a punto de cornearle cayó el toro al suelo como muerto, y este buen hombre pudo entrar en la casa de su amigo sin ningún daño. El toro se levantó y no volvió a embestir contra nadie, quedándose totalmente manso.
Cantiga 144, el toro de Plasencia.
El toreo en la época medieval era generalmente el lanceo de las reses desde el caballo. Y lo que hoy se realiza puede tener su origen en los hombres que se dedicaban a matar los terribles toros bravos que estaban refugiados en los espesos bosques que rodeaban las poblaciones, y los cuales causaban muchas muertes a la gente que tenia que cruzarlos. Como en la espesura del bosque no se podía dar muerte al toro por no poder moverse con libertad el caballo, había que hacerlo a pie y con una espada.
Cuentan las crónicas, que en Plasencia se celebraban al menos diecinueve corridas al año. Pues el Concejo exigía a los arrendatarios de sus tierras que regalaran a la ciudad como mínimo dos toros por la concesión de los terrenos. Estaba prohibido lancearlos hasta que diera permiso el Concejo, pues estos toros eran para diversión del pueblo y no para figuramiento de los caballeros.
Hoy, tenemos comocimientos que el arrendatario de las barcas de Albalát tenían que aportar dos toros; el de las barcas de la Bazagona, dos toros; el de la Moltrota de la ciudad, un toro; el del quinto del Campo Arañuelo, dos toros; el de la Mayordomía, dos toros; el del Peso de la Ciudad, dos toros; el de las Entregas, un toro; el de las viñas y cotos, un toro; el de la dehesa Miramontes, dos toros.


Si los toros no eran del agrado del pueblo o de los regidores, serían agarrochados y el que los entregó estaba obligado a reponer otros toros nuevos.
En el año 1.469 el conde de Plasencia, D. Álvaro de Zúñiga, publica una carta donde dice: “Que todo hombre que a estas ferias viniese, ya fuese cristiano, judío o moro, viniese seguro, porque el que los maltratare o prendare, pagará mil maravedíes para el tesoro real, y el daño doblado al que maltrataren o prendaren; y si no tuviese con resarcir estos daños y pagar estas penas, seria ahorcado”.
Aunque la mayor parte de los festejos taurinos de esta época se celebraron en la Plaza Mayor, también hay que recordar que en la Plaza de San Nicolás se celebraron festejos taurinos, sirviendo la calle de Arenillas de toril, así mismo esta calle también servia de toril para los festejos de la Plaza Mayor, junto con la calle de Los Toros, la cual debe su nombre a este hecho. Así mismo también se celebraron toros en la Isla, en la Plaza de los Llanos, y dentro de la Fortaleza.


En 1.508 la reina ª. Juana llama la atención del Alcaide, de la Fortaleza, pues en esa época se corrían los toros en la Plaza de los Llanos, y como el recinto donde se lidiaban era de carros unidos y palos entre ellos, no era extraño que el toro se escapara y se fuera a refugiar dentro de la Fortaleza, ante lo cual el Alcaide, una vez que había entrado el toro, cerraba las puertas de la misma y se quedaba con el animal para el. Tantas veces sucedería esto que el Concejo se quejó a la Reina, la cual le amonestó.
Otras veces el toro se salía hacia la ciudad, con lo cual causaba gran revuelo pues recorría todas las calles corneando a todo lo que se encontraba por delante, hasta que los caballeros que lo perseguían podían a lancearlo.
Tal era la afición a los toros en Plasencia, que se creo una normativa por la cual no se podía empezar el espectáculo hasta que el Cabildo de la Catedral no hubiesen terminado los Oficios, pues no querían perdérselo. Así mismo se establecieron normas reguladoras para los sacerdotes, ya que en esa época era muy frecuente que los curas interviniesen en los festejos taurinos.
En el año 1.567, el Papa Pio V, el cual llegó a santo, prohibió totalmente las corridas de toros, pero era tanta la afición que el Papa Gregorio XIII las volvió a permitir.

En el año 1.731 se escapó un novillo que traían a la ciudad los Padres Dominicos, el astado recorrió varias calles hasta dar con la catedral, donde sin pensárselo dos veces entró por la puerta que está enfrente del Palacio del Obispo, una vez dentro de la catedral vieja se pasó al claustro y seguidamente a la catedral nueva donde se estaba celebrando misa. Solamente pegó unos empujones a unos mozos y salió otra vez a la calle.


En el año 1.766 hubo toros en la Plaza de San Nicolás, se celebraron para homenajear al Deán de la Catedral D. José González Laso el cual había sido nombrado obispo de Plasencia. El motivo de celebrarse en esta plaza era que el dicho obispo Laso vivía en el Palacio de Las Bóvedas, hoy conocido como Marqués de Mirabel.

Al año siguiente, es decir en 1.767, se celebró en la Isla en el mes de septiembre una corrida de toros, la plaza que se construyo tenía doscientos cincuenta pies de largo por doscientos de ancho.
La realizaron los hermanos Garzones y un albañil al cual le pagaron por su trabajo 500 reales. Los festejos fueron un fracaso y no sacaron ni para los jornales.
En el año 1.815, para celebrar la victoria española sobre las tropas francesas, se corrió en la Plaza un toro “enmaromado”, es decir, que se le ataba una cuerda larga a los cuernos y así se le controlaba desde cierta distancia, impidiendo que se cebase en alguna persona. Esta costumbre, todavía se practica en algunos pueblos de España.
En 1.882 se construye la primera Plaza de Toros propiamente dicha, se edifica en el Cotillo de San Antón. Para realizarla se hace una sociedad con acciones de 25 ptas. cada una, y el constructor fue D. Vicente Paredes Guillén, que era arquitecto municipal. El 18 de junio de ese año se inaugura con los toreros Cara Ancha y Frascuelo. Se dieron dos corridas, las cuales empezaban a las cuatro y media de la tarde.
Como anécdota diremos que el primer día murieron seis caballos y el segundo día murieron 13 caballos y dos fueron heridos.
Cuatro años después se quemó esta plaza, pues era de madera, y entonces se decide hacerla de piedra que es la actual. La inauguraron los diestros Pepe-Hillo y Lagartijo.
Caseta los "Camborios".
En cuanto a las atracciones de ferias, los llamados “cacharritos” se solían poner a principios del siglo XX en las proximidades de los restos de la fortaleza (lo que hoy es la “Cruz de los Caídos”). Fue en el año 1.941 cuando se instalaron por primera vez en el Parque de la Coronación, aquellos primeros aparatos de tracción humana (barcas, caballitos, volanderas, etc.), los cuales también se instalaban en la Puerta del Sol en la feria de otoño (los Santos) en la cual se vendían los corderos recién nacidos, los cuales se encargaban a los niños de alimentarlos y se los mataba por la Navidad.

Ferial en el Parque de la Coronación.
El día 6 de junio de 2.001 se inauguró oficialmente el nuevo ferial del Berrocal, terminando así 60 años de ferial en el Parque de la Coronación. Siendo alcalde José Luis Diaz.


José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina.


                                                           " CREANDO CULTURA".