LA GRAN FIESTA DE LA ENTREGA Y LA JURA DE BANDERA.
En las primeras horas de la
mañana del viernes 5 de marzo de 1926, unas grandes camionetas arribaron a la
Plaza “Reina Victoria”, atiborradas de tablas y tablones…
Poco después, unos laboriosos e
inteligentes obreros empezaron a serrar y martillear sin reposo….La gente les
contemplaba con un poco de asombro…Allí, metro en la mano y croquis ante la
vista, había un director menudito y modesto, insignificante, acaso, para
cualquier extraño…. Y, no obstante, se trataba de Julián Serrano…
¡Julián Serrano!.. Este hombre
humilde, con su traje de luto y su gorrita cortés, este placentino eminente, de
un talento colosal para cualquier empresa, este querido y admirado industrial
que tanto honro a sus paisanos, se dispuso a levantar el altar y las tribunas
para la graciosa fiesta proyectada…y gratuitamente! así como suena!...como si
se tratase de pagar una sencilla copa de Anís del Mono.
En el Teatro Sequeira,
el público ya estaba un poco nervioso. Se aproximaba el momento. Los semblantes
reflejaban una extraordinaria animación. Se sabía de la llegada de ilustres
representaciones; de la fiesta en proyecto…
En la noche del citado viernes, a modo de
iniciación y vanguardia, tuvo lugar en el teatro Sequeira, con un lleno
rebosante, al función anunciada en honor al Excmo. Capitán General de la 7ª
Región, Jefes y Oficiales y Soldados del
Batallón Gomera Hierro.
Se represento en primer término,
la famosa comedia de los Quintero “El Nido” y en segundo lugar el famoso
juguete cómico de Vital Aza “Ciencias Exactas”. Actuaron maravillosamente las
señoritas Pepa Parrera, Dolores Benito, María Luisa Lumeras, Trinidad Andrada,
Amelia Martínez, Lola Marques e Isabel Sequeira y los Señores D. Valentín
Macías, D. Augusto Macías, D. Saturnino Casado, D. José Diez, etc.
Todas esta simpáticas y bellas
señoritas y todos esto cultos y respetables caballeros realizaron una labor
estupenda entre la admiración constante del numeroso público, hechizado realmente ante tanta propiedad, arte e
ingenio.
Para terminar el acto, no
dejaremos de mencionar a todos los muchachos del Batallón con su admirable
Director D. Julián S. Mayoral a la cabeza, entonaron magistralmente, dos veces
consecutivas la Canción del Soldado
entusiasmando al cónclave.
Llegada del Capitán General.
En la tarde del sábado, llegaron
a Plasencia el Sr, Gobernador Civil D. José García Crespo y el Sr. Gobernador
Militar de la Provincia D. José García Sevilla, este ultimo acompañado de su
distinguida esposa Dª Sagrario de Dueñas.
A las siete llego en automóvil el
Excmo. Sr. Capitán General de la Región, con sus ayudantes, siendo recibido en
la plaza de la Reina Victoria por una compañía del Batallón, que le hizo los honores al compás de la Marcha Real y
entre un continuo estallar de petardos y cohetes. El gentío era importante… En
la misma noche, la Banda del Batallón le hizo un homenaje ante su alojamiento,
domicilio de la Sra. Madrina Dª María Morales de García Rodríguez Arias.
El día Grande.
Y amaneció el día grande, jamás
se vio un día azul y tan hermoso, ni se respiro un aire primaveral, tan
halagüeño y grato. Las tribunas ya estaban levantadas y adornadas con frisos
multicolores, banderas y gallardetes- Los balcones cubiertos de telas de colores
variadísimos. El gentío imponente, los forasteros innumerables, la ansiedad
inmensa, el orden completo, este orden pasmoso que el buen pueblo placentino
sabe reservar para tales casos, este orden pasmoso que le buen pueblo
placentino sabe reservar para tales casos.
Cuando los balcones, ventanas y
azoteas eran racimos humanos y hormigueros las tribunas y el altar, preciosamente
dispuesto por las bellas damas era un prestigio de color, de belleza y armonía
presidido por la Purísima Concepción, emblema augusto y maternal del Arma de Infantería,
fuerte gallardo, uniforme, airoso y resonante desemboco por la calle Zapatería
el Batallón Gomera-Hierro con sus veteranos y reclutas y en vistoso y matemático movimiento
se situó en lo alto de la Plaza, llevando enfrente a la bandera vieja, bendito
y noble símbolo del honor, de la lealtad y del patriotismo de los que tantas
veces contemplaron. Todo el mundo con muy rara excepción, se descubrió al paso.
Muchos sintieron en el fondo del alma un poco de tristeza ante aquel sagrado
paño que, como viejo y caduco de fecunda vida, iba a ceder su puesto a la
eterna y briosa juventud, fragante primavera.
Poco a poco llegaron las
Autoridades, el Prelado, el Capitán General, los Sres. Gobernadores Civil y
Militar y el Sr. Alcalde… y al minuto La Madrina, ataviada con la clásica
mantilla y con un gusto exquisito. Llegaba emocionada y sonriente, gentil y
hermosa de su bellísima Corte de honor,
las heroínas de la fiesta, Srtas.
Adelaida Delgado, Concha Barona, María Luisa Lumeras, Trinidad Andrada, Soledad
Andrada, Amelia Martínez, Lola Márquez, e Isabel Sequeira, monísimas,
atrayentes, un poco ruborosas ante la magnitud del cuadro. Preciosas niñas que
han ambulado días tras día, de casa en casa con un sereno y fuerte sentir
patriótico, implorando entre sonrisas la dádiva generosa de sus paisanos; a
sabiendas de que si el motivo no fuera excelso, su prestigio bastaría para el
triunfo.
La Misa.
Oficiada por el Capellán del
Batallón D. Hilario Gómez comenzó la misa ante un pueblo no acostumbrado a esta
solemne ceremonia. A la hora magna de la eucaristía, resonaron los
compases de la Banda Militar y bajo
aquel sol extremeño, ante tanto color, tanto respeto, tanta cordial ofrenda y
multitud tan oprimida y ansiosa, producía una impresión de grandeza
inenarrable. Las dos Banderas frente a
frente, como dos ensueños de pujante gloria, las notas del clarín taladrando la piel de los sentires.
El escalofrío les crispaba, y el
sacerdote elevando la Hostia Santa y todas las frentes como todas las armas se
rendían.
El Himno.
A continuación los niños de las
escuelas públicas, llevando infinidad de gallardete y sus directores a la
cabeza, cantaron primorosamente, al compas de la Banda del Batallón el
conmovedor e inspirado himno a Plasencia.
La bendición y la despedida a la
vieja insignia.
Acto seguido, el Ilmo. Prelado
bendijo la nueva bandera solemnemente revestido. La noble insignia se hallaba en manos del Sr. Alcalde que la
entrego a la Madrina, colocándose frente a la vieja y entonces el digno Capitán
leyó emocionado la siguiente y cordialísima despedida:
“”! Adiós ¡ ¡ Sacrosanta bandera,
Emblema bendito del la Madre Patria! ¡Adiós!.
En el nombre de Dios, Creador de
la Patria, a la cual representas; en el nombre del poder religioso que te
bendijo; en representación del poder militar, a quien comunicaras valor, alivio
y consuelo y finalmente, en nombre de todos los ciudadanos que a tu paso y
vista se descubrieron inclinaron reverentes, pronuncio con dolor la oración de
despedida: ¡Adiós Bandera!.
Envejecida, quedaras en lugar
retirado, más siempre digno y seguro. Un Museo o una sala de estandartes de un
Cuartel, Casa predilecta de la Patria, será el lugar de tu reposo. Impregnada
como estas de aroma que exhalan los objetos religiosos, ni serás destruida ni sufrirás
menoscabo. Seguirás siendo el objeto predilecto de las hondas ternuras
de nuestra alma.
Pronunciada esta despedida, llena
de efluvios de amor, fue retirada la venerable insignia con toda solemnidad al
Ayuntamiento, destocándose a su paso, justo es decirlo todas las cabezas.
Discurso de la Madrina.
De la mano del Sr. Alcalde
recibió la madrina la nueva bandera y entonces la distinguida dama, que tan
merecida y notablemente ha ejercido su patriótica misión, leyó el siguiente
discurso, que por su propia sinceridad, altezas de miras,, impecable corrección
y entrañable patriotismo, nos dispensas de todo comentario:
“ La representación que ostento
en este acto solemnísimo, que constituye para mi un verdadero honor que
agradezco a la comisión organizadora, me obliga, al haceros entrega de la
enseña de la Patria, que con el mayor entusiasmo y por suscripción popular os
dona este día la Ciudad de Plasencia, a manifestaros, haciéndome interprete de los
sentimientos de los donantes y en especial de toda mujer placentina, que nunca
agradeceremos bastante el hecho de que nuestro Augusto Monarca, primer soldado
español, espejo de valientes y modelo de caballeros, se halla dignado a aceptar
nuestra ofrenda, para poder orgullece nos legítimamente desde el día de hoy,
sabiendo que los pliegues de la bandera, en los que van nuestro amor de madres
y cariño de esposas, han de cobijar y defender en todo momento a los soldados
de nuestro Batallón querido.
Abrigamos la seguridad más
completa de que, como soldados de la Patria, no necesitáis de acicate para
defender esta bandera; puesto que vuestra dignidad y vuestro honor siempre
estuvieron a su lado, como descendientes de aquellos héroes que constituyeron
nuestra nacionalidad e hicieron de este suelo el modelo de los estados
cristianos; como hermanos y parte integrante que sois de los que tan altos
están poniendo con sus heroísmos el nombre de España en los campos de África,
en lucha enconada contra los enemigos de la religión y de la Patria.
Pero si algún aliento necesitáis en vuestras
empresas, contad con que las mujeres que os hacen esta entrega como españolas
que son, cuyo sinónimo es el de las mujeres católicas, siempre os admiran;
porque no desconocen que una de las
mayores virtudes, que como todas vienen del cielo, es el verdadero amor patrio;
porque no se les oculta que nacisteis al pie de la Cruz que clavo Pelayo sobre
los riscos de Covadonga, que vuestro primer nombre fue el de soldados
cristianos y que a los ojos de Dios la
sangre vertida en defensa de la Patria, tiñe la purpura real que han de vestir
los héroes en el cielo.
Únicamente os pedimos en este
momento en que vais a recibir la que es ya vuestra bandera que conscientemente
y con todo corazón griten conmigo; Viva España, Viva el rey, Viva el Ejercito.
Respuesta del Sr. Teniente
Coronel.
“El pueblo de Plasencia da en este solemne momento una prueba de su
cariño al Ejercito regalando esta esplendida Bandera que lo guarnece y yo, en su nombre hago publico
nuestro agradecimiento.
Pero no se conforma con el mero
hecho de regalarla, con ser grandioso por lo que significa la unión de un
Pueblo con su Ejército, sino para dar el máximo realce al acto, elige a unas de
sus hijas como Madrina, el símbolo de la grandeza, en su historia en sus virtudes,
el de la belleza de la campiña y del cielo en su rostro.
Me ha cabido la honra de ser el
primer Jefe desde que el Batallón vive entre vosotros y es, aseguro que, el cuartel que nos aloja
es y será siempre, no solo un centro de enseñanzas militares, sino también de
virtudes cívicas que bien pronto se dejaran sentir en toda esta simpática
comarca; porque están cimentadas en una férrea disciplina y un santo amor a la
Patria y a la Bandera.
Ante todo el pueblo como testigo,
reiteramos nuestro Juramento de defender esta Bandera hasta perder la vida, y
si en alguna ocasión la Patria necesitase de nuestro concurso, os prometo que
esta preciosa Enseña, se vería rodeada de una aureola de gloria digna del
Pueblo que la regala. ¡Viva España!,! Viva el Pueblo placentino!.
Discurso del Sr. Gobernador
Civil.
El digno Jefe del Batallón,
recibida la bandera, la entrego al Abanderado Teniente D. Francisco Ausin y dirigiéndose a la
tropa, pronunció la arenga reglamentaria y poco después de los vítores
entusiastas de los soldados y publico, a su voz cortada y marcial se hizo una
descarga qué resonó en los oídos como un presagio venturoso.
Ante el altar y frente al público
pronunció un brillante discurso alabando a las glorias de España. Su cálida frase,
llena de ardor y vida, caía sobre nuestro espíritu alentador y noble, avivando
los entusiasmos ante el oportuno glosario de patrióticas estrofas. Honró al ejército
y a la patria con gran elocuencia y tuvo para el pueblo placentino y para su
historia conceptos de una elevación insuperable.
La Jura y el desfile.
Colocada la bandera en su puesto
y pronunciadas las frases reglamentarias por el Sr. Comandante Mayor y el Sr.
Capellán, se verifico el acto de la jura de bandera y la espada del Jefe y
después tornaron a desfilar correctísimos,
de dos en dos, bajo la seda amarillo y roja que brillaba entonces ante
el sol con todo su prestigio.
Habla el Capitán General.
Se dirigió a la tropa y pronunció su breve discurso
paternal y patriótico. “Ante la generosidad de este honrado pueblo os pido y
mando que respetéis como caballeros a sus nobles hijas y tratéis a sus hijos
como hermanos, puesto que unas y otros, os ha recibido con el alma abierta y
finalmente han rematado su proverbial cortesía, con la donación de esa bandera
que ha de ser en lo sucesivo símbolo perenne de vuestras glorias. Elogió con
efusivas frases al querido Jefe D. José Zabala (2), presentándole como modelo de militares activos y pundonorosos y
refrendando su sinceridad le dio un cordial abrazo ante la tropa que irrumpió
en entusiastas vítores.
El Desfile.
Y a continuación el desfile
grandioso, rítmico, incomparable. Una voz de mando y con un solo hombre para
acatarla, se desgranó uniformemente la masa y antes las emocionantes exclamaciones de la muchedumbre.
Las notas del airoso pasodoble, el estallar de las bombas y el murmullo de una
brisa perfumada, allá desapareció la santa insignia con sus hijos a la retaguardia,
o mejor dicho con los soldados y todo el pueblo de Plasencia.
Festejo y comida de la tropa.
Ya en el cuartel la madrina
siempre sonriente y sus damas y todas las autoridades, hubo un convite en el Cuarto de Banderas rumboso en extremo
se comió de todo y se bebió de todo,
como en el día "de marras". Satisfecha la víscera,
acudieron al comedor de la tropa
vistosamente engalanado.
El menú de la tropa fue el
siguiente: sopas de menudillos, merluza a la española, ternera a la jardinera y
ensalada rusa. No faltaron los puros, coñac
La becerrada.
El lleno fue rebosante, como
jamás se había visto, parte por el entusiasmo patriótico y parte por el
altruismo de los empresarios. Se lidio en primer término un becerrete peludo y
cobardón que dio motivo a un charlots simpático para entretener al público. Fue
muerto sin pena ni gloria por el soldado Julio Hernández.
El segundo era formidable para el
menester que se pretendía. El primer espada, un poco resentido por el primer
tropiezo, tuvo que renunciar a extender la partida de defunción y en vista de
ello, nuestro paisano antes dicho, tomó los arreos, le largo cuatro pases de trinchera...militar, catorce y medio
molinetes, seis de rabo a rabo, uno natural, otro contra natura, y por fin le
dio en la medula y el becerro pego un bote y renunció a la vida.
La fiesta rumbosa
Empezó al amanecer en el
magnífico domicilio de D. Francisco Morales y Dª Sofía de la Calle padres de la
Madrina.
Al acto concurrieron el Excmo. Capitán General, el Ilustrísimo
Prelado, los Excmo. Sres., Gobernador Civil y Militar de la Provincia, la
comisión organizadora, todas nuestras autoridades y numerosos amigos
particulares. En total más de ochenta comensales.
Cortesía, elegancia, cordialidad,
buen gusto y esplendidez fueron las constantes notas que imperaron.
Se sirvió el té en tres amplios
salones adornados con todos los refinamientos y comodidades inimaginables.
En la gran mesa principal hubo
dos presidencias. Una la del Ilmo.
Prelado que tenia a la derecha a la Sra. del Capitán General y Sr. Gobernador
Civil y a su izquierda a Dª Sagrario de Dueñas de G. Sevilla y Sr. Teniente
Coronel del Batallón D. José Zabala.
La otra Presidencia la del
Excelentísimo Sr. Capitán General, a su derecha la Madrina Dº María Morales de
G. Rodríguez Arias, y Sr. Alcalde José Martín Torés y a su izquierda Sra. del
Teniente Coronel y Comandante D. Enrique Salas.
En los restantes salones se
hallaba repartida la mocedad con directores de banda sabiamente colocados para
el caso. Se sirvieron con una abundancia propia dulces finos, sándwiches,
medianoches, fiambres variados y exquisitos vinos de todas las marcas,
prevaleciendo el Jerez, el Málaga y superando todo el Champagne ese néctar para
alegrar la vida hasta a las del las personas abstemias, café, licores, habanos.
La distinguida familia de
Francisco Morales, D. Rafael G.
Rodríguez Arias y su esposa, la Madrina incitaban entre sonrisas y finezas, el
trato fraternal era idéntico para todos…!jamás una copa vacía!...En una palabra,
se hermanaron la más cumplida corrección
con júbilo justificado.
Brindaron al final el Prelado, el
Capitán General, el Gobernador Civil y el Sr. Teniente Coronel y, al
requerimiento de todos pronunció un breve discurso, culto y admirado Juez de
Instrucción de Plasencia D. Felipe Uribarri. Su fama de orador conocida y
pregonada, se consolidó en tal hora de un modo
definitivo. Enalteció a Plasencia manifestando que hoy han descollado,
como siempre ,sus dos sentimientos sociales: la religiosidad y el patriotismo,
los dos grandes resortes de la moral verdadera y cívica. Se mostro
orgulloso de ejercer el cargo en este
pueblo, tan caballero, tan efusivo y tan noble y tan leal de tan augustas
tradiciones. Elogia a cuantos habían intervenido a la grandiosa escena
especialmente a la Madrina Dª María Morales de G. Rodríguez Arias.
Dirigiéndose al ejército en
frases de elocuencias y sinceridad insuperables, dijo que todos se debían de
orgullecer de él, porque ha sido grande
en sus victorias y más todavía en sus derrotas. Terminó dando vítores a España.
A Plasencia y al Ejército.
Por fin acabo el acto y desde
aquel punto y hora los elogios merecidos, la plena justicia ante tan gallarda
muestra de cariño a Plasencia y a su Batallón, han volado de boca en boca para
que sirva de satisfacción imperecedera a la distinguida dama que entregó con
sus blancas manos, en una hora de sol prometedor la bendita enseña de la
patria.
OTROS DETALLES.
Hemos de ofrecer a la consideración a todos los placentinos,
para que su gratitud perdure, la labor intensa continua y entusiasta de la
brillante Banda del Batallón que, dirigida con acierto insuperable por su digno
Director D. Julián Sánchez Mayoral ha lanzo al viento sus vibrantes notas
durante dos días y a todas horas…Jamás la pericia y la fortaleza se pusieron a
prueba como en esta ocasión memorable. Vino a Plasencia destinado a este
Batallón en 1926, compuso el Himno del Batallón de Cazadores de Montaña la
Gomera-Hierro, con letra de D. Pedro Sánchez Ocaña, que hace alusión al lema
relacionado con la ciudad de Plasencia, “El Pueblo agradable al Hombre y a
Dios”.
Estando en Plasencia publicó un
artículo en el “Boletín Musical” de Córdoba, analizando el mal estado en que se
mostraban las bandas musicales en el aspecto organizativo y artístico, y
haciendo propuestas para mejorarla, algunas de las cuales se llevaron a la práctica
posteriormente.
En la noche del domingo hubo
bailes muy concurridos en el “Circulo Placentino “y en el” Nuevo Club” como
remate del día.
Por parte de los Jefes y
Oficiales, tomaron el acuerdo de regalar a la Sra. Madrina una hermosa placa de
plata con inscripción alusiva, al Ayuntamiento un artístico pergamino evocador
de su actuación admirable y a D. José Diez, organizador de la obra, alma de la
empresa que tanto se ha afanado hasta el momento del triunfo, un reloj de oro
con el nombre del Batallón y la fecha memorable.
Las hermosas y distinguidas
señoritas que han formado parte con el Sr Diez la comisión organizadora, se las
felicito por su perseverancia y por su
gran éxito. Merecedor se hizo también a esta gratitud a D. Pedro Sequeira, que
ofreció gratuitamente su Teatro para la representación del viernes anterior a
la fiesta, así como también lo hizo para la función inicial que se organizó
para recaudar fondos con destino a la bandera donada.
La Bandera vieja del Batallón,
fue trasladada al museo de Armas de Infantería existente en Toledo.
José Antonio Pajuelo Jimenez.
"CREANDO CULTURA"