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lunes, 27 de noviembre de 2023

LOS ARTIFICES DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA.

 

LOS ARTIFICES DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA

En su construcción trabajaron los más acreditados arquitectos del siglo XVI. No resulta fácil determinar el tiempo que trabajó cada uno, ni señalar con exactitud las obras que realizaron, por lo que daremos los datos de los que tengamos con mayor certeza.

Enrique de Egas, que trabajó en las catedrales de Toledo, Sevilla y Salamanca, entre otras, hace los primeros planos en el año 1497, se le cita en los archivos de la catedral como maestro mayor haciéndose cargo de la obra de la catedral nueva, también hizo un informe sobre la sillería que para el coro proyectaba Rodrigo Alemán y en la que consta entregó unos planos al obispo Álvarez de Toledo.[i] Fue sustituido por Francisco Colonia.

En 1513, aparecen como arquitectos Juan de Álava y Francisco de Colonia. No fueron muy cordiales la relación de ambos arquitectos por lo que en 1522 queda Juan de Álava, hay que hay que atribuir el trazado de la Capilla Mayor y la portada principal de la sacristía.

Juan de Álava su nombre era Juan de Ybarra, nacido en Larrinoa (Álava) 1480 y fallecido en Salamanca 1537, Maestro de Cantería. En 1517 aparece su nombre vinculado por primera vez a las obras de la catedral, que se había iniciado en 1498; sin embargo, es posible que ya estuviera en ella desde 1513, en que se retoman las obras. A ella estaría ligado el resto de sus días, visitándola anualmente; por lo tanto, no solo es la obra que más tiempo ocupó al artista, son también donde mejor pudo plasmar sus ideas y preferencias en materia artística, convirtiéndola partir de 1522 en una iglesia de salón, con naves a igual altura, aunque nunca llegaría a ser concluida.[ii]

En 1523, acude a la cita anual a Plasencia, momento en que el ayuntamiento le solicita su intervención en la polémica sobre las casas consistoriales; se discutía sobre si la fachada había de ser ras, que era la opción de Álava, o con soportales, como quería el pueblo.

En 1537 el Cabildo de Plasencia decidió reemprender las obras que había interrumpido en 1534, por lo que termina en llamar a Juan de Álava. Esta fue su última salida de Salamanca, ya muy enfermo, lo cual no le impidió demostrar su fidelidad con la obra que más le ocupó.


Francisco de Colonia: Burgos (1470-1542). En 1516, interviene en la catedral nueva de Plasencia, de la que, en opinión de Mélida, pudo hacer el proyecto y comenzó la obra, pero se le retiró de la misma por no desarrollarse satisfactoriamente, siendo sustituido por Juan de Álava.[iii]

En 1537 figura al frente de las obras Alonso de Covarrubias, que trabajó en las obras del Alcázar de Toledo. En ese mismo año tras la muerte de Juan de Álava se hace cargo de la prosecución de las obras que en ella se estaban realizando. Presentó su proyecto, que fue aprobado, y se le nombró maestro mayor de las obras de la catedral, con el mismo salario de su antecesor.[iv]


En este mismo año se habla de Pedro de Ibarra (Hijo de Juan de Álava), aunque fue muy poco el tiempo que estuvo al frente de las obras. Su presencia en la diócesis fue más bien tardía, probablemente en 1560 fue contratado por el obispo Ponce de León para dar trazas y condiciones a la iglesia de Santiago de Miajadas y plateando la solución de crucero y cabecera que no llegó a ejecutar. En 1562 dio las condiciones para la iglesia parroquial de Logrosán, construyendo la capilla mayor y la sacristía. También intervino en la construcción de una capilla y cuatro arcos en la iglesia del Monasterio de San Francisco de Trujillo.


En 1538 durante el pontificado de Gutierre de Vargas Carvajal la obra ozo de un gran avance si bien paralizada durante varios años en los trabajos. La muerte de Juan de Álava obliga al cabildo a buscar un nuevo arquitecto siendo elegido en el año citado a Diego de Siloé (1495 -1563), aceptadas sus trazas  en 1539, tras una intervención de Rodrigo Gil de Hontañón y quizás la contratación no culminada de Alonso de Covarrubias (1488-1570).Sin embargo, las frecuentes ausencias de este maestro obligan al Cabildo a dejar la dirección de las obras a Juan Correa y Martin Rieta, hombres de confianza de los capitulares, aunque debían seguir el diseño de Siloé. A él se le debe la portada sur del enlosado de un naciente estilo clasicista.

Finalmente en el año 1544, vuelve hacerse cargo de la obra Rodrigo Gil de Hontañón quien en 1555 presentó los planos del último cuerpo de la fachada principal y de las cresterías. Gil de Hontañón permaneció en su cargo hasta 1558, año que fue inaugurada la parte construida de la catedral nueva, en su etapa de madurez más próxima al estilo herreriano pertenece esta notable creación.

Toda una relación de insignes maestros. A su pericia y competencia debemos este legado de arte.

 

            José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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[i] Real Academia de la Historia. Enrique Egas. Castilla1455. Granada 1534. Biografía.

[ii] Real Academia de la Historia, Juan de Álava, Biografía

[iii]Real Academia de la Historia, Francisco de Colonia., Biografía

iv Real Academia de la Historia, Alonso de Covarrubias. Toledo (1486-1570) Biografía

 

 

 

 

martes, 14 de noviembre de 2023

EULOGIO GONZALEZ

UNA VIDA EJEMPLAR
Sabéis que fue en Plasencia Maestro de varias generaciones de párvulos, habiendo dejado en su labor un surco imborrable. Aunque hombre de rectas costumbres y de buen corazón, fue Maestro de mano dura, en consonancia con la época, pues todavía no se había indultado al niño del delito de nacer, que dijo el clásico, ni se había descubierto que siendo la Escuela una continuación del hogar, que es amor, el amor debe ser el eje de la enseñanza. Eran los tiempos en que se sostenía la teses brutal de que “la  letra con sangre entra”, y en que los padres, mal orientados en el asunto, cuando presentaban un hijo al Maestro le decían sentenciosamente, como si entregaran una res al matadero: -Con las orejas me responde usted.

Y para obedecer cumplidamente tan cariñosas indicaciones, en las cuales no sabemos que parte tendría el corazón, D. Eulogio tenía, aparte de su correspondiente cuarto de los ratones, un punterito de encina terminado en punta, de un negro charolado, que al rebotar sobre las uñas de los pobres infantes les hacía retorcerse en horribles convulsiones y enroscarse al brazo severo, trastornados por el dolor, y cerrados sus ojitos anegados en llanto. Y cuando el puntero era sustituido por las manos, sacudía con tal fuerza en las tiernas posaderas, (era hombre de complexión robusta) que en no pocos casos se hacía necesaria la presencia de la criada y el estropajo.
Muy duro, ¿verdad? En honor de la misma, hay que confesarlo. Pero volvemos a decir que el hombre es hijo de su época. Un monarca justiciero que lega a su sucesor prole bastarda y nobleza insumisa, puede muy bien hacerle desembocar en cruel.
Primero estuvo la Escuela en el lugar que hoy es plaza de mercado, aneja a la entonces Audiencia. Había para el recreo una ancha explanada, entre paseo y jardín, donde los niños jugábamos al toro utilizando como cuernos las retorcidas hojas de unos eucaliptos que allí crecían, mientras que D. Eulogio, sentado junto a un pozo con bomba, tomaba el sol y su tabaco en polvo, pues vivíamos en las postrimerías del rape, la canoa y el polisón. Al acordarse la construcción de la plaza de abastos, la Escuela fue trasladada a la calle Pedro Isidro, y últimamente, a la Plazuela de Leal.
Don Eulogio vestía de negro, y durante las clases se cubría la cabeza con un birrete del mismo color; y para dar compás a nuestras marchas escolares, tocaba un tambor que oprimía habilidosamente sobre el dorso de una mano con los dedos anular y meñique no obstante manejar con los pulgar e índice de la misma mano uno de los palillos. En la diaria labor le ayudaba su esposa Dª. Rufina, señora bajita de cierto aire monjil, que nunca pegaba, y también una muchacha blanca, guapa y saludable, llamada Tomasa, y otra, Lucía, alta y delgadita, de muy simpático aspecto, que nos acariciaba con los ojos porque no podía llegar a más.
Tenía D. Eulogio entre sus novedades pedagógicas, un alfabeto mímico con el que nos entendíamos a las mil maravillas sin mover los labios, aunque para nada nos haya servido después. Había compuesto una lección de Geografía local que nos hacía recitar con frecuencia y que decía así:

Niño, serás un bobalicón
Si no tratas con porfía
De aprender esta lección
Sencilla de Geografía.
Al norte está el Berrocal;
Al saliente, San Antón;
La Isla se halla al Mediodía,
Y al poniente la estación
De nuestra próxima vía.

Esto de próxima no sabemos si haría alusión a distancia o a que el ferrocarril estaba ya en vísperas de su inauguración.
También nos enseñaba de viva voz otra lección sobre urbanidad, que muy pudiera titularse “El suplicio de Pepín”, y que era la siguiente:

Lávate muy bien la cara,
Las manos, ojos y oídos:
Guarda los demás sentidos
Si es que están limpios y sanos.
La cabeza peinarás
Que es cosa muy buena y sana,
Y una vez a la semana
Las uñas te cortarás.

Por la escuela de este hombre activo y ejemplar desfilaron durante muchos años párvulos de todas clases sociales de la población, y su labor de derramó a todos por igual, pues a pesar de la enorme asistencia que pesaba sobre el, éramos muchos los niños de clase humilde que al cumplir los seis años salíamos de su Escuela leyendo y escribiendo con regular perfección.



Ya viejo, solo y achacoso, fue jubilado con una asignación irrisoria, por lo que vivía en extrema necesidad. En el barrio que lleva su nombre fue recogido por un discípulo agradecido en cuyo hogar vivió, para después ser trasladado a un asilo de Madrid, donde acabó sus días en total soledad y aislamiento, lejos del lugar donde había dejado diluida su alma.
En la casa donde vivió, se le dedica una lapida en recuerdo de este Maestro de Párvulos que reza así:

EN ESTA CASA VIVIÓ, D. EULOGIO GONZALEZ, MAESTRO DE PÁRVULOS, QUE EJERCIÓ SU PROFESIÓN EN ESTA CIUDAD CON ENTUSIASMO FERVOR Y BRILLANTE RESULTADO.
                                 PLASENCIA AGRADECIDA, HONRA SU MEMORIA.


                Jose Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina -José Gutiérrez Delgado.

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