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viernes, 26 de mayo de 2023

COLEGIO DE SAN CALIXTO, CUARTEL, UNIVERSIDAD.

               COLEGIO DE SAN CALIXTO, CUARTEL, UNIVERSIDAD.

            En el año 1.887 se empieza a construir el nuevo colegio para huérfanos de San Calixto. La Junta de Patronos de la fundación que creara el Marqués de la Constancia decide comprar unos terrenos en el coto de San Antón, los cuales comprendían dos olivares de particulares y dos parcelas de propiedad municipal. En estas parcelas estaba incluida una calleja pública la cual no se utilizaba. Se pagó al Ayuntamiento la cantidad de 1.230 pesetas por los 1.640 metros cuadrados.

         El total de terreno adquirido era de 21.646 metros cuadrados.

         El proyecto del nuevo edificio se encargó al arquitecto Joaquín de la Concha Alcalde, el cual vivía en Madrid, y contaba entre sus proyectos la reforma del Teatro Real de Madrid, el monumento funerario a Goya, Meléndez Valdés y Donoso Cortés.

         La prensa local realizó fuertes críticas a esta decisión del Patronato de dar a un arquitecto foráneo el proyecto del colegio.

         El veinte de octubre de este año se presentaron en Madrid los planos del edificio. La Junta de Patronos los aprobó en junio de 1.888, y se pagaron por ellos 14.937 pesetas.

         El proyecto comprendía un edificio principal y los anexos (talleres, lavaderos, cocheras y cuadra) los cuales estaban ubicados en las traseras del principal. El total de lo edificado ocupaba 8.211 metros cuadrados, de los cuales 6.243 correspondían al colegio, y el resto a los anexos. Los 13.434 metros restantes se destinaban a jardines y huertas. El importe de la obra, según el presupuesto era de 1.313.714,80 pesetas.



         El edificio da una idea de solidez y elegancia, consiguiendo con los ladrillos adornos en toda la fachada lo que le da un aire de estilo neomudéjar. Este mismo estilo se utilizaba en Madrid para construir el Hospital de Epiléptico de Carabanchel, el Instituto Católico de Artes e Industrias, y el Colegio de la Salle.

         En el edificio se emplea el hierro fundido para las columnas interiores (el cual estaba muy de moda entonces) y en el exterior se emplea ladrillo visto y piedra.

         Las obras se realizaron por el procedimiento de contrata, dividiéndose en lotes que se sacaban a subasta a medida que se iban concluyendo.

         Fue un revulsivo extraordinario para la economía local, pues la clase jornalera atravesaba un momento muy difícil, por falta de trabajo.

         El desmonte del terreno y cimentación, se adjudicaron a Juan Payá, de Mérida, por un importe de 127.801,26 pesetas rebajando el presupuesto de salida que era de 159.800 pesetas. En julio de 1.890 estaba concluido.



         En mayo de ese mismo año se empezó a levantar los zócalos de cantería de las fachadas exteriores. La Piedra se extrajo de las canteras de Almaraz, exigiéndose que no presentasen defecto alguno. Para evitar excesivos costes se decidió construir los muros a base de dos alineaciones de sillares y un relleno de mampostería y ladrillo entre ellas, en vez de hacerlo con un gran sillar de piedra, el cual seria muy costoso de transportar desde la cantera a la ciudad. En los huecos de los sótanos se colocaron rejas embebidas en cajas realizadas en la cantería.

         El presupuesto de estas obras ascendió a 254.367,66, y se adjudicó al mismo contratista de Mérida, el cual lo realizó por 254.000 pesetas. Se termino esta fase de construcción en diciembre de 1.893.

         En los últimos años del siglo se inicia la construcción de los muros del edificio, levantándose los muros de ladrillo, los pisos y cielos rasos y colocándose las columnas de hierro. Estas columnas eran un total de 111, de las que 57 correspondían a los sótanos y 18 a cada uno de los pisos.

         Las primeras columnas las fabricaron en Salamanca, la casa "Moneo e Hijos". Otro lote de 32 columnas se fabricó por la casa "Pérez Hermanos" de Sevilla, los cuales cometieron un error de medida y la calidad fue muy deficiente, por lo cual se retraso esta fase más de un año.

         En el año 1.900, el administrador del Colegio, Emilio García Monge, realizó un desfalco de los fondos de la institución, de casi cinco millones de pesetas. Este señor delegó las funciones burocráticas de su cargo en la persona de su hermano Celso, hombre de avanzada edad y residente de Madrid, y debido a estos condicionantes Celso delegó a su vez en la persona de su sobrino Justino, el cual era perito mercantil y corredor de bolsa. Todas las operaciones relacionadas con el Colegio quedaron a su cargo. El Colegio tenía gran cantidad de acciones del Banco de España y casi 400 de la Tabacalera, valoradas ambas en 3.016.800 reales. También administraba dicho señor otras obligaciones por valor de 162.000 reales, los dividendos de las anteriores, y los intereses y capitales de varias familias placentinas.  Capitales y rentas que se apropió el administrador del Colegio.

         El Administrador se marchó con el dinero a la Argentina, donde cuentan que se compró tierras con una extensión parecida a una provincia. Esta merma de capital y mala gestión hizo obligatoria la venta del edificio.

         En 1.901 se sacan a subasta las obras de las crujías, las fachadas y cubierta del tejado. El presupuesto fue de 364.887,98 pesetas, y se adjudicó a Telesforo Díaz Maroto, por la cantidad de 364.125 pesetas.

         Debido a la mala planificación de la construcción, errores de cálculo, y sobre todo a la mala administración de los fondos para su ejecución se llegó a la conclusión de que no se podía seguir la obra del colegio, y se determinó poner en venta el edificio a medio construir. Faltaban todas las distribuciones de tabiques interiores, escaleras, marcos de puertas y ventanas, pavimentación de los pisos, enlosado de los patios, cristaleras, barandillas, rejas, etc.

      Como el Ministerio de la Guerra estaba interesado por encontrar un local donde acoger a las tropas que se habían destinado a Plasencia, pidió al Ayuntamiento que les facilitase el sitio para cuartel.

         El Ayuntamiento se puso en contacto con el Patronato del Colegio, y se llegó al acuerdo de arrendarlo por 10 años pagando 10.000 pesetas por año al Patronato, y cederlo gratuitamente al Ejercito por esos diez años, con la condición de que el Ministerio de la Guerra terminara las obras, pues " la precaria situación económica " tanto del Municipio como del Patronato, no permitían la realización de las obras para su finalización.

         El Ministerio viendo la oportunidad de quedarse con el edificio en propiedad y por un precio muy asequible, alegó que no podía asumir el coste de las obras necesarias para su adecuación en cuartel, si no era de su propiedad.

         El edificio se valoró por el Ministerio en 1.050.000 pesetas, precio que aceptó la Fundación y el día 13 de noviembre de 1.920 se formalizaron las escrituras de venta. El día 24 de marzo de 1.921 se firmaba el contrato de venta del edificio      

         El dinero obtenido fue invertido en acciones lo que permitió al Patronato sanear su maltrecha economía.



          Las rejas que rodean a este edificio son sin duda la obra de cerrajería civil más importante de Plasencia, se componen de 55 tramos de hierro y cinco puertas de dos vanos, y se apoya en 55 pilastras de cantería. Los tramos (catorce) que hacen de pasadizo para llegar a lo que fue la vivienda del coronel, estaban en lo que fueron las caballerizas, y se quitaron al hacer estas, en el año 1.923. Se pueden ver las pilastras que se quitaron de las caballerizas en la Plaza Mayor, en los soportales de lo que fue el Casino de los Señores, aunque con modificaciones en su ejecución.            

         Monseñor Santiago Martínez Acebes, obispo de Plasencia hasta diciembre de 1.992, intentó recuperar parte de los documentos de la compraventa del edificio, pero todos sus esfuerzos han sido vanos. Varios de los documentos de aquella venta han desaparecido. Un cierto misterio planea sobre aquella gestión.

         Hoy es la sede de la Universidad de Extremadura en Plasencia, lo cual además de ser un beneficio para la ciudad era una cuestión de justicia, pues si esta ciudad fue la primera en tener estudios superiores en la región, en estas fechas era la última en estos temas.



                    José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

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domingo, 7 de mayo de 2023

RAMOS PLACENTINOS.

 Ramos placentinos.

Es en el  mes de septiembre en que se celebran los clásicos ramos, voy a evocar superficialmente, los que en tiempos pasados se festejaban. La rapidez en que quiero tratar el tema, no me permite bucear en pormenores.

Estas fiestas han menguado mucho en numero e importancia, habiendo quedado reducidas a las que se celebran a los dos últimos domingos de septiembre, el ramo de San Lázaro y el ramo de la Salud.

Llamamos “Ramos” a estas fiestas, quizás por las flores o frutas con que obsequiaban los devotos para adornos del altar del Santo honrado o para venta en beneficio de la cofradía organizadora. Ignoro en que año comenzaran, pero puede asegurarse que, en la segunda mitad del siglo XVIII, se celebraban con esplendor todos los que los que vamos a describir.

Los más característicos y que hacían distinguir el mes de septiembre, eran cuatro. Como ahora se celebraban en domingo. El año en que este mes trae cinco domingos, el primero de ello no se celebra ninguno, siendo el segundo cuando comenzaba la serie, cuyo orden era el siguiente:

El de la parroquia del Salvador, celebrado en honor del Cristo de la Victoria,  cuya imagen podía verse en el altar de la capilla del lado de la epístola de la iglesia mencionada, organizado por la cofradía del mismo nombre.

El celebrado en San Nicolás, honrando a la Virgen de los Remedios, cuyo altar estaba en aquella iglesia, entrando a la izquierda, por la puerta de la iglesia de la plazuela de San Nicolás. También organizado por la cofradía del mismo nombre.

El de la ermita de San Lázaro, en devoción al Cristo de la buena Muerte, cuya imagen se veneraba en el altar mayor de aquella ermita. La cofradía de San Crispín y San Crispiniano, cuyas imágenes se hallaban en dicha ermita, tomaban parte importante en la celebración de la fiesta. Esta cofradía la integraban, en su mayor parte los zapateros.


Por último, en este mes, era el de la Salud, en honras a Nuestra Señora de la Salud, cuya cofradía perdura y celebra anualmente fiesta y novenario.


En los tiempos de esplendor, serían agradables tales fiestas, a las que concurrían la ciudad con el ánimo de divertirse ordenadamente y dentro de las normas más honestas. Bailes, multitud de puestos de frutas y confituras, satisfacían el paladar. Se saboreaban las agridulces acerolas, nueces, los ásperos membrillos, asó como los aterciopelados melocotones. Era la costumbre entonces de comprar fruta variadas y en grupo de amigos ir a comerlas a los alrededores más pintorescos del lugar, lo que daba lugar a unas horas de placer, risas y holgorio. En tiempos más lejanos, también se celebraban otros ramos, algunos, con cierta particularidad pintoresca, como la de comerse el primer chorizo de la matanza casera, en el ramo de San Antón, que se celebraba en el mes de enero y en la ermita de San Antón, situada entonces en las cercanías del acueducto, donde esta hoy los jardines de Gabriel y Galán. Este ramo tenía parecido a romería, ya que no solo se iba a pasear durante unas horas, sino a gozar todo el día por los alrededores de la ermita, que entonces eran descampados:  El Cotillo, donde hoy se encuentran el parque de los pino, parque de la Coronación y  la Data.

El ramo de San Blas tenía lugar en la parroquia de San Martin. Característico era la venta de cordones y gargantillas bendecidas, que los devotos adquirían para inmunizarse contra los males de garganta.

El ramo de le ermita del Cristo de las Batallas en la ermita de su nombre, los de San Fabian y San Sebastián en la ermita que tenían y luego quemaron los franceses, pasando el puente nuevo., en el barrio de los mártires. Escenario suyo eran las pintorescas riberas del rio y los olivares falderos de la sierra de Santa Barbara. El de Santa Elena en la ermita que todos conocemos y el pintoresco ramo, mejor dicho, romería de San Hipólito . Cuya ermita existía hasta la construcción de la presa del rio Jerte. La organizaba una cofradía a la que el vulgo dio en llamar “de quebrados” ya que era costumbre ingresar en ella todo aquel que había sufrido tal padecimiento y había curado, teniendo que dar, como gracia la cantidad de trigo que su persona arrojara en peso , al salir del trance.

Esta cofradía gozaba de tal holgura económica que descongestionaba sus arcas, dando a los cofrades anualmente una comida en el día de la fiesta. Comida en la cual, los estatutos ordenaban, había de corresponder por individuo, ocho libras de carne de ternera y once cuartillos de vino, con sus correspondientes aderezos y circunstancias.

Altar de San Hipólito
Los que establecieron estos estatutos, acabó por degenerar la fiesta en orgía, lo que la autoridad eclesiástica, tendría que limitar sus excesos y fue decayendo hasta su desaparición.

Es posible que se celebraran más fiestas o ramos, ya que en el siglo XVI Fray Alonso Fernández autor de los Anales de Plasencia llego Plasencia a tener treinta y siete cofradías.

Es triste que hayan desparecido estas fiestas, las tradiciones de van perdiendo, al menos ayudemos a conservar las del ramo de San Lázaro y de la Virgen de la Salud.

 

                                          José Antonio Pajuelo Jiménez.

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 Biografía:  Los Ramos placentinos Jesús Durán.  Periódico el El Regional. 1952