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domingo, 7 de mayo de 2023

RAMOS PLACENTINOS.

 Ramos placentinos.

Es en el  mes de septiembre en que se celebran los clásicos ramos, voy a evocar superficialmente, los que en tiempos pasados se festejaban. La rapidez en que quiero tratar el tema, no me permite bucear en pormenores.

Estas fiestas han menguado mucho en numero e importancia, habiendo quedado reducidas a las que se celebran a los dos últimos domingos de septiembre, el ramo de San Lázaro y el ramo de la Salud.

Llamamos “Ramos” a estas fiestas, quizás por las flores o frutas con que obsequiaban los devotos para adornos del altar del Santo honrado o para venta en beneficio de la cofradía organizadora. Ignoro en que año comenzaran, pero puede asegurarse que, en la segunda mitad del siglo XVIII, se celebraban con esplendor todos los que los que vamos a describir.

Los más característicos y que hacían distinguir el mes de septiembre, eran cuatro. Como ahora se celebraban en domingo. El año en que este mes trae cinco domingos, el primero de ello no se celebra ninguno, siendo el segundo cuando comenzaba la serie, cuyo orden era el siguiente:

El de la parroquia del Salvador, celebrado en honor del Cristo de la Victoria,  cuya imagen podía verse en el altar de la capilla del lado de la epístola de la iglesia mencionada, organizado por la cofradía del mismo nombre.

El celebrado en San Nicolás, honrando a la Virgen de los Remedios, cuyo altar estaba en aquella iglesia, entrando a la izquierda, por la puerta de la iglesia de la plazuela de San Nicolás. También organizado por la cofradía del mismo nombre.

El de la ermita de San Lázaro, en devoción al Cristo de la buena Muerte, cuya imagen se veneraba en el altar mayor de aquella ermita. La cofradía de San Crispín y San Crispiniano, cuyas imágenes se hallaban en dicha ermita, tomaban parte importante en la celebración de la fiesta. Esta cofradía la integraban, en su mayor parte los zapateros.


Por último, en este mes, era el de la Salud, en honras a Nuestra Señora de la Salud, cuya cofradía perdura y celebra anualmente fiesta y novenario.


En los tiempos de esplendor, serían agradables tales fiestas, a las que concurrían la ciudad con el ánimo de divertirse ordenadamente y dentro de las normas más honestas. Bailes, multitud de puestos de frutas y confituras, satisfacían el paladar. Se saboreaban las agridulces acerolas, nueces, los ásperos membrillos, asó como los aterciopelados melocotones. Era la costumbre entonces de comprar fruta variadas y en grupo de amigos ir a comerlas a los alrededores más pintorescos del lugar, lo que daba lugar a unas horas de placer, risas y holgorio. En tiempos más lejanos, también se celebraban otros ramos, algunos, con cierta particularidad pintoresca, como la de comerse el primer chorizo de la matanza casera, en el ramo de San Antón, que se celebraba en el mes de enero y en la ermita de San Antón, situada entonces en las cercanías del acueducto, donde esta hoy los jardines de Gabriel y Galán. Este ramo tenía parecido a romería, ya que no solo se iba a pasear durante unas horas, sino a gozar todo el día por los alrededores de la ermita, que entonces eran descampados:  El Cotillo, donde hoy se encuentran el parque de los pino, parque de la Coronación y  la Data.

El ramo de San Blas tenía lugar en la parroquia de San Martin. Característico era la venta de cordones y gargantillas bendecidas, que los devotos adquirían para inmunizarse contra los males de garganta.

El ramo de le ermita del Cristo de las Batallas en la ermita de su nombre, los de San Fabian y San Sebastián en la ermita que tenían y luego quemaron los franceses, pasando el puente nuevo., en el barrio de los mártires. Escenario suyo eran las pintorescas riberas del rio y los olivares falderos de la sierra de Santa Barbara. El de Santa Elena en la ermita que todos conocemos y el pintoresco ramo, mejor dicho, romería de San Hipólito . Cuya ermita existía hasta la construcción de la presa del rio Jerte. La organizaba una cofradía a la que el vulgo dio en llamar “de quebrados” ya que era costumbre ingresar en ella todo aquel que había sufrido tal padecimiento y había curado, teniendo que dar, como gracia la cantidad de trigo que su persona arrojara en peso , al salir del trance.

Esta cofradía gozaba de tal holgura económica que descongestionaba sus arcas, dando a los cofrades anualmente una comida en el día de la fiesta. Comida en la cual, los estatutos ordenaban, había de corresponder por individuo, ocho libras de carne de ternera y once cuartillos de vino, con sus correspondientes aderezos y circunstancias.

Altar de San Hipólito
Los que establecieron estos estatutos, acabó por degenerar la fiesta en orgía, lo que la autoridad eclesiástica, tendría que limitar sus excesos y fue decayendo hasta su desaparición.

Es posible que se celebraran más fiestas o ramos, ya que en el siglo XVI Fray Alonso Fernández autor de los Anales de Plasencia llego Plasencia a tener treinta y siete cofradías.

Es triste que hayan desparecido estas fiestas, las tradiciones de van perdiendo, al menos ayudemos a conservar las del ramo de San Lázaro y de la Virgen de la Salud.

 

                                          José Antonio Pajuelo Jiménez.

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 Biografía:  Los Ramos placentinos Jesús Durán.  Periódico el El Regional. 1952

 

 

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