Ramos placentinos.
Es en el mes de septiembre en que se
celebran los clásicos ramos, voy a evocar superficialmente, los que en tiempos
pasados se festejaban. La rapidez en que quiero tratar el tema, no me permite
bucear en pormenores.
Estas fiestas han menguado
mucho en numero e importancia, habiendo quedado reducidas a las que se celebran
a los dos últimos domingos de septiembre, el ramo de San Lázaro y el ramo de la
Salud.
Llamamos “Ramos” a estas
fiestas, quizás por las flores o frutas con que obsequiaban los devotos para
adornos del altar del Santo honrado o para venta en beneficio de la cofradía
organizadora. Ignoro en que año comenzaran, pero puede asegurarse que, en la
segunda mitad del siglo XVIII, se celebraban con esplendor todos los que los que vamos a describir.
El de la parroquia del
Salvador, celebrado en honor del Cristo de la Victoria, cuya imagen podía verse en el altar de la capilla del lado de
la epístola de la iglesia mencionada, organizado por la cofradía del mismo
nombre.
El celebrado en San Nicolás,
honrando a la Virgen de los Remedios, cuyo altar
estaba en aquella iglesia, entrando a la izquierda, por la puerta de la iglesia
de la plazuela de San Nicolás. También organizado por la cofradía del mismo
nombre.
El de la ermita de San Lázaro, en devoción al Cristo de la buena Muerte, cuya imagen se veneraba en el altar mayor de aquella ermita. La cofradía de San Crispín y San Crispiniano, cuyas imágenes se hallaban en dicha ermita, tomaban parte importante en la celebración de la fiesta. Esta cofradía la integraban, en su mayor parte los zapateros.
Por último, en este mes, era el de la Salud, en honras a Nuestra Señora de la Salud, cuya cofradía perdura y celebra anualmente fiesta y novenario.
En los tiempos de esplendor,
serían agradables tales fiestas, a las que concurrían la ciudad con el ánimo de
divertirse ordenadamente y dentro de las normas más honestas. Bailes, multitud
de puestos de frutas y confituras, satisfacían el paladar. Se saboreaban las
agridulces acerolas, nueces, los ásperos membrillos, asó como los aterciopelados
melocotones. Era la costumbre entonces de comprar fruta variadas y en grupo de
amigos ir a comerlas a los alrededores más pintorescos del lugar, lo que daba
lugar a unas horas de placer, risas y holgorio. En tiempos más lejanos, también
se celebraban otros ramos, algunos, con cierta particularidad pintoresca, como
la de comerse el primer chorizo de la matanza casera, en el ramo de San Antón,
que se celebraba en el mes de enero y en la ermita de San Antón, situada
entonces en las cercanías del acueducto, donde esta hoy los jardines de Gabriel
y Galán. Este ramo tenía parecido a romería, ya que no solo se iba a pasear
durante unas horas, sino a gozar todo el día por los alrededores de la ermita,
que entonces eran descampados: El Cotillo, donde hoy se encuentran el parque de
los pino, parque de la Coronación y la
Data.
El ramo de le ermita del Cristo de las Batallas en la ermita de su nombre, los de San Fabian y San Sebastián en la ermita que tenían y luego quemaron los franceses, pasando el puente nuevo., en el barrio de los mártires. Escenario suyo eran las pintorescas riberas del rio y los olivares falderos de la sierra de Santa Barbara. El de Santa Elena en la ermita que todos conocemos y el pintoresco ramo, mejor dicho, romería de San Hipólito . Cuya ermita existía hasta la construcción de la presa del rio Jerte. La organizaba una cofradía a la que el vulgo dio en llamar “de quebrados” ya que era costumbre ingresar en ella todo aquel que había sufrido tal padecimiento y había curado, teniendo que dar, como gracia la cantidad de trigo que su persona arrojara en peso , al salir del trance.
Esta cofradía gozaba de tal
holgura económica que descongestionaba sus arcas, dando a los cofrades
anualmente una comida en el día de la fiesta. Comida en la cual, los estatutos
ordenaban, había de corresponder por individuo, ocho libras de carne de ternera
y once cuartillos de vino, con sus correspondientes aderezos y circunstancias.
Es posible que se celebraran
más fiestas o ramos, ya que en el siglo XVI Fray Alonso Fernández autor de los
Anales de Plasencia llego Plasencia a tener treinta y siete cofradías.
Es triste que hayan
desparecido estas fiestas, las tradiciones de van perdiendo, al menos ayudemos
a conservar las del ramo de San Lázaro y de la Virgen de la Salud.
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