Buscar este blog

miércoles, 22 de junio de 2016

ESTAMPAS VIEJAS de PLASENCIA

Hoy recogemos una noticia que en esta época nos resultaría inconcebible, pero que hace ciento trece años, resultaba muy eficaz y totalmente digna de elogios para las Fuerzas del Orden.

UN PÁJARO DE CUENTAS.

En la tarde del diecisiete de los corrientes llegó a Jaraíz de la Vera un pájaro de cuentas con una excelente mula de tiro, y paró en la posada de Matías Tovar. El pájaro en cuestión propuso aquella misma noche al Matías el cambio de la mula por una de sus caballerías, pidiéndole de vuelta una insignificante cantidad.
El honrado Matías, despreciando las ganancias que pudiera tener con el cambio y comprendiendo que su nuevo huésped no era el verdadero dueño del semoviente, dio cuenta al Comandante del puesto de la Guardia Civil, don Juan Serradilla Chamorro, quien acompañado de una pareja, se presentó inmediatamente en la posada; cogió al pájaro por las alas para que no se le escapara; le dio un poco “de alpiste para que cantara”, y dijo que era natural del pueblo de Cebolla, que había estado en presidio por homicidio, que estando  sirviendo en el inmediato pueblo de Guijo de Santa Bárbara con un tahonero, vendió en el pueblo de Cuacos una carga de pan que el amo le entregara, y huyó con el dinero, vendiendo después el mulo, y que la mula que traía era robada.
Conste a don Rufo Martín Rivera 1º Teniente de la línea de Jarandilla que si él sabe capturar carteristas, tiene también a sus órdenes guardias que dando “alpiste”  al pájaro con hambre le hacen cantar admirablemente.
¡¡ Muy bien por el honrado proceder de Matías Tovar!!

EL  CORRESPONSAL DE JARAIZ DE LA VERA– PERIÓDICO  EL DARDO – 20-09-1903

******************************



En el periódico El Regional se podía leer otra noticia que hoy estaría totalmente fuera de lugar, y sería constitutiva de delito. 
Hoy no se consentiría que un funcionario público tuviera este comportamiento de maltratador, pero en el siglo XIX estaba consentido y, casi bien vistas estas actitudes.

Estampas Viejas. VOZ PÚBLICA

Placentinos setentones: ¿Os acordáis de Castor el pregonero?
Sabéis que durante muchos años fue el voceador de todas las vidas y milagros de la ciudad. Era hombre de mediana estatura, guarnicionero de oficio, y poseía una voz firme y robusta en extremo, razón por la cual las Autoridades le dispensaban  su gran afición al mosto, pues raro era el día que no los pasaba embriagado. Y, cosa rara; cuanto más cargado estaba, tanto más torrencial era su voz. El pueblo, a fuerza de verle siempre bebido, terminó por traducir ingeniosamente las dos letras doradas de su gorra, iniciales de “Voz Pública”, por las de “Vorracho Perdío”, pasando por alto nimiedades ortográficas que según el baturro del cuento, no hacen gran falta para entenderse.
Era curioso y hasta regocijante verle por las calles haciendo eses, cuando las andaba en cumplimento de su ministerio. Como seguramente no sabría leer, o leería mal, siempre que tenía que pregonar disposiciones o asuntos referentes a la Alcaldía, le acompañaba un bedel que le iba dictando el contenido frase a frase, y que el repetía en alta voz a guisa de novena, con las manos cruzadas a la espalda, cerrados los ojos y las piernas muy abiertas para afirmar el equilibrio, como marinero durante mar tormentosa. Tenía mujer y una hija, ya mocita, las cuales estaban consumiditas, casi en los huesos como suele decirse, a causa de la vida tan triste que le daba con sus borracheras y brusquedades. El que suscribe tuvo ocasión de presenciar más de una vez cómo al llegar a su casa bebido, después de formar el consiguiente escándalo, sacaba de la cocina el puchero del cocido, lo rompía sobre unas losas que había en plena calle, y sentándose en el suelo se ponía a comer tranquilamente dando cabezadas y haciendo el gracioso, mientras la mujer y la hija que habían podido escapar de su furia, permanecían refugiadas en casa de alguna vecina compasiva.
Así era esta estampa placentina del pasado siglo (XIX), de la que nada tenemos que decir, pues el comentario que hubiera de sugeriros, habría de ser muy triste. Después, parece que solicitó una plaza de verdugo en no sé dónde, que por cierto le fue concedida, aunque a todos los que le daban la enhorabuena por la elección del cargo, les manifestaba lo pesaroso que estaba de haberlo pedido. Ignoramos si la posesión del mismo fue para él el comienzo de una vida más edificante.
También fue un personaje hijo de su tiempo. Porque hoy creemos que no habría sido tolerado aunque hubiera tenido un pico de oro.
Vicente Neria.



La famosa censura ejercida en España durante la posguerra, ya la ejercían los Alcaldes placentinos a finales del siglo XIX, evitando los escándalos y escenas soeces que solían acompañar a estos espectáculos teatrales.
De ello nos ilustraba el canónigo  don Manuel López Sánchez-Mora.

CORRALES DE LA “PACHECA” EN PLASENCIA.

Periódico “El Regional”  -  martes  día 9 de junio de 1953

Todos los años, hasta los últimos del pasado siglo (XIX), llegaban a Plasencia, como a tantas otras ciudades,  cómicos ambulantes que durante una temporada del verano recreaban a los vecinos con representaciones al aire en los patios o corrales que, si no tan famosos como el de “la Pacheca” madrileño, eran suficientes para romper la monotonía de la vida provinciana.
Francisco Ricci, el pintor de los cuadros del Retablo Mayor de nuestra Catedral, había sido uno de los decoradores del Teatro del Regio Alcázar de Madrid para festejar el cumpleaños de la Reina Dñª Mariana  de Austria a poco de celebrarse su matrimonio con Felipe IV, entusiasta y decidido  protector de esta clase de espectáculos que dieron tantas veces pie a las hablillas de los mentideros de la Corte y, más de una, lugar a efectivos tropiezos del Monarca.
Pero por entonces aun no había llegado a nuestra ciudad el avance del decorado y no pudieron por ello, en ninguno de los requerimientos hechos a Ricci para la composición de los cuadros del Retablo, invitarle o lucir sus habilidades en este otro campo, a la sazón tan nuevo.
También aquí, como en tantos otros lugares, la creación de los Patios de Comedias obedeció en su principio a motivos de beneficencia pública y durante muchos  años los ingresos  que tales espectáculos dejaban, deducido el beneficio de la Compañía, engrosaron los recursos  del Hospital de Dñª Engracia de Monroy, ampliado después con pastoral esplendidez por el gran Obispo Laso y actualmente Establecimiento provincial.
Uno de estos Patios o Corrales para representaciones cómicas, llevadas a cabo por profesionales “de la lengua”, estuvo en parte de lo que es hoy Plaza de Abastos sin que nos atrevamos a asegurarlo de manera definitiva pues los documentos de la época que hemos visto se limitan a decir que estaba enfrente de la Iglesia de San Esteban.
Era su Patrono el Ayuntamiento de la ciudad y a el se dirigían en respetuosa instancia los autores –como entonces se llamaban- de la Compañía cómica que deseaba actuar y con el Ayuntamiento concertaban el número de representaciones, el precio de las entradas y el beneficio para el destino específico del Corral o Patio de comedias.
Las representaciones comenzaban a las dos de la tarde y en las entradas se distinguían la común, la de medio Teatro, la de Teatro entero y los Palcos principales.
Las frecuentes alusiones a escándalos políticos y administrativos de índole nacional y las desvergüenzas de algunas comedias obligaron a los cuidadores de la cosa pública a exigir la previa lectura de las obras que habían de representarse y a la implacable censura de los trozos escabrosos.
Sin embargo cómicos y cómicas se permitían improvisar chistes y ocurrencias que después degeneraron en verdaderas chocarrerías y escandalosas obscenidades que eran replicadas con igual desenvoltura por los “gamberros” de la época desde las lunetas.
Pero a últimos del siglo XVIII la Compañía que arribó a Plasencia y que dirigía un Sr. Corcheras se encontró en la ciudad del Jerte con un Alcalde dispuesto a que las más recatadas damas y pudorosas doncellas pudieran asistir a las representaciones del Patio de Comedias sin tener que ruborizarse ante los atrevimientos de algún descocado actor o de alguna desvergonzada  “Calderona”.
Concede el permiso que se solicita de treinta representaciones, pero toma enérgicas medidas para evitar los abusos.
A través del barroquismo de la literatura de aquel tiempo se deja adivinar que en más de una ocasión habían burlado en sus loables previsiones al Alcalde por lo que esta vez extrema los detalles y manda fijar a la puerta del Corral, después de leído por el pregonero en las plazas de la ciudad, un Bando, del que son los párrafos siguientes:
“Prohíbo seria y rigurosamente a todos los actores el que se desvíen de la letra de sus respectivos papeles usando en la expresión de caprichos arbitrarios bajo el pretexto de graciosidades mal concebidas impropias de la pieza e indecentes en un acto de tan graves circunstancias. E igualmente les prohíbo que se presenten en el foro con vestidos deshonestos”.
“Prohíbo a los espectadores la infracción del profundo silencio que debe haber en las representaciones y se prohíbe todo hecho, dicho y libertades  contrarias al objeto, a la moralidad cristiana, al decoro, modestia, decencia, gravedad y subordinación que deben reinar en las funciones públicas”.
Terminaba conminando a los que quebrantasen las disposiciones “con los procedimientos correspondientes a su caso, clase y circunstancias y en general con quince días de prisión de la que saldrían con la custodia necesaria a los trabajos públicos”.
Las mismas penas se imponían a los que osaren remover el Bando del sitio donde estaba fijado.
Posteriormente y con vida ya más lánguida hubo otro Corral de Comedias en una Travesía de la calle de Cartas y otro en el Patio del que había sido Convento de San Francisco.
La afición al Teatro, el cambio de costumbres y el deseo de poder disfrutar de espectáculos de esta índole en todas las épocas del año y en las horas de la noche llevó a la construcción en Plasencia de teatros techados como los que hoy conocemos.

Manuel López Sánchez-Mora
Canónigo  Archivero
                               

viernes, 22 de abril de 2016

LA POSADA DE LA CISTERNA


LA POSADA DE LA CISTERNA

A muchas personas les resultará desconocido este nombre de  “La Posada de la Cisterna”. Para informarles, les diremos que la Posada de la Cisterna era lo que hoy conocemos como “Centro Cultural las Claras”  de Plasencia.
Para tener una visión del paso del tiempo, hemos rescatado de nuestros viejos papeles un artículo que escribía  don Manuel López Sánchez-Mora  en el periódico  El Regional en el año 1970,


Periódico “El Regional”  - día 02 de junio de 1970

Con este nombre se conoce todavía la que ya no es posada, aunque conserve la cisterna, de tan práctica aplicación antiguamente.

Era una de las que en tiempos pasados albergaba a los que venían a mercados y ferias procedentes de Malpartida, Carcaboso, Montehermoso y Valdeobispo, así como había otras en que se hospedaban los procedentes de la Vera y el Valle que entraban en la ciudad por la puerta y la calle del Sol.
Nunca había puesto yo los pies en la posada de la Cisterna a pesar de que en mis años jóvenes se la hizo protagonista de un suceso convertido en folletín por la imaginación popular, por lo que fue largos días objeto de nuestras conversaciones y de la visita tumultuosa de muchos vecinos y sobre todo vecinos de la ciudad.
Sabía que formaba parte de lo que fue casa solariega del matrimonio Camargo-Carvajal primero y luego del Convento de las Claras, fundado por aquellos píos esposos. Y tenía  para mí la Capilla que fue del Monasterio  el inolvidable recuerdo de haber sido en ella donde por primera vez un día de san Antonio oficié de Subdiácono, antes de cantar Misa, con toda la emoción de las primeras actividades ministeriales.
En 1958 cuando vinieron Restauradores del Museo del Prado a limpiar los cuadros del Retablo de la Catedral entré por primera vez en la Posada para ver las pinturas de un alto techo, pero era tal la ausencia de luz que nada pudimos apreciar. Una amable invitación de los propietarios de la casa me ha hecho visitarla recientemente y ver con ayuda de un potente foco eléctrico buena parte de lo que un artista consumado dejó allí estampado con materiales tan ricos que basta pasar una esponja por el polvo y el abandono de varios siglos para que aparezcan con toda viveza los colores primitivos, que han aguantado incluso el humo de años en que el local estuvo dedicado, según nos dicen, a secadero de tabaco.
Recordemos algo de la historia de la casa antes de entrar en detalles de lo que todavía conserva del antiguo esplendor.
En la segunda mitad del siglo XV doña Sevilla López de Carvajal, casada con don Alonso Ruiz de Camargo, otorgaba testamento disponiendo que en las casas que fueron de sus padres (en la calle del Rey, esquina a doña María de Molina) se edificase un Convento. Nombraba usufructuario vitalicio de sus bienes al marido que por razones largas de explicar no levantó el Convento en las casas de los suegros, heredadas por la esposa muerta, sino en la suya sita en la calle de Santa María (hoy Obispo don Domingo Jiménez) con salida a la calle de Trujillo. Con bienes de la mujer y propios dotó al Convento suficientemente y a finales del XV ya estaban allí las primeras Clarisas. El Convento era amplísimo como todavía puede apreciarse. Se conservan en la portada de la Iglesia (obra de Rodrigo Alemán, el de la sillería y el Puente Nuevo) y repetidísimos en el interior los escudos de los fundadores: los cinco calderos de los Camargos y la banda transversal con bordura de ramas de roble o encinas (carvallo en Galicia) de los Carvajal. (Sabido es que la bordura es lo único que distingue este blasón del de los Zúñigas que la llevan de cadenas porque provienen de Navarra).
Eran tan distinguidas las familias a que pertenecían las monjas del Convento de Santa Clara que Nobles, Títulos y Reyes porfiaron por honrarle y ampliarle. El mismo don Fernando el Católico le regaló una casa aledaña (hoy Editorial Sánchez Rodrigo) que había sido de un judío de los expulsados; y un Canónigo, Sánchez de Tamayo, le dio la suya, junto a la anterior, esquina a la Plaza de la Catedral, donde había nacido Galíndez de Carvajal.
La Iglesia, que hemos visto varios años dedicada a almacén de los artículos más extraños, paso a ser propiedad del Obispado.
Volvemos a la parte de la edificación que fue Posada de la Cisterna, en el fondo de cuyo patio se aprecia claramente la portada interior de la Capilla.
Se conservan, aunque tapiados, los claustros de la época conventual y pueden admirarse en los capiteles de las columnas lindos blasones de Camargos y Carvajal tallados en finísima piedra perfectamente trabajada.
Y en el interior, el salón principal de la Casa Señorial. Enorme en sus dimensiones. Las paredes debieron estar habitualmente colgadas de tapices pues no se advierte en ellas, ofreciendo fuerte contraste con el techo, el más mínimo adorno, aunque haría falta para asegurarse un picado de las repetidas manos de cal con que se las enfaldegó a través de los años.
Lo interesante, lo rico es el techo. No tiene artesones. Están en toda su extensa superficie perfectamente  pintados los más caprichosos grutescos que alternan graciosamente con los conocidos blasones muy repetidos en lugares a veces insospechados. La pintura llega hasta por debajo de las elegantes y escalonadas zapatas en que se apoyan las vigas.
Era indudablemente la sala de respeto de la casa y creemos, por la repetición insistente de los emblemas Camargo-Carvajal, que se decoró antes de la fundación del Convento. Ello da a la pintura una antigüedad y un mérito a su calidad imponderables.

D. Manuel López Sánchez-Mora (+). Canónigo Archivero

                                   




domingo, 20 de marzo de 2016

LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ Y LA A.C.P. PEDRO DE TREJO,

LAS RELACIONES ENTRE  LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ  DE PLASENCIA Y  LA ASOCIACIÓN CULTURAL PLACENTINA “PEDRO DE TREJO”


    
  ORÍGENES DE LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ DE PLASENCIA


La llegada de los hijos del Seráfico a Plasencia al principio del siglo XIII, es un hecho contrastado pues en el año 1223 ya hacen mención de ello las crónicas de la ciudad.
Una de las primeras cosas que hacían los franciscanos era fundar cofradías y, entre ellas la de la Cruz.
Es en tiempos de la Reforma cuando, para defender la autenticidad del Sagrado Madero, se cambia su nombre por el de la Vera Cruz, es decir, la Cruz Verdadera.
Esta cofradía ocho veces centenaria, es la única que en todo este tiempo ha seguido manteniéndose en activo, a pesar de todas las vicisitudes que le ha tocado vivir en tan largo periodo de tiempo. En la desamortización se hizo cargo de los restos de la demás cofradías.
Y en el siglo XX, fueron saliendo de ella todas las demás que hoy existen en la ciudad.

ORÍGENES DE LA ASOCIACIÓN CULTURAL PLACENTINA “PEDRO DE TREJO”

La historia de la A.C.P. “PEDRO DE TREJO”, está unida indisolublemente a la cultura de la ciudad de Plasencia y su Tierra.
Nace esta Asociación, en las postrimerías de la Guerra Civil, en los llamados” años del hambre”, de la mano de un grupo de personas preocupadas por recoger y difundir nuestra cultura, costumbres y tradiciones.
Estas personas, en su mayoría jóvenes, habían tenido contactos entre ellas buscando la forma de darle cuerpo a la idea que tenían en mente y en diciembre de 1941, deciden crear un grupo que se llamó “Grupo de Estudios Placentinos”.
Este Grupo de Estudios Placentinos duró hasta el año 1949, en el cual deciden cambiar el nombre y darle un carácter más oficial, SEMINARIO DE ESTUDIOS PLACENTINOS”.
Ante la negativa de este Seminario a incluirse en la Sección de Seminarios de F.E.T y de las J.O.N.S, se les niega la licencia  y se tiene que disolver el Seminario.
En el año 1954 las personas que formaron aquel Seminario de Estudios Placentinos solicitan la creación de una asociación cultural la cual se denominaría  Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”.
El nombre de “Pedro de Trejo” lo eligió don Manuel Díaz López, en memoria del poeta placentino del siglo XVI que vivió en Méjico.
Esta Asociación Cultural, decana de las asociaciones culturales de Extremadura, ha sido y es el referente cultural de la ciudad de Plasencia. En sus 75 años de existencia son innumerables los actos, conferencias, tertulias, presentaciones de libros, exposiciones, excursiones, cursos, etc.… que se han realizado en ella.


LAS RELACIONES DE LA VERA CRUZ Y “PEDRO DE TREJO”

Como decíamos, “Pedro de Trejo” nace en la década de los cuarenta del siglo XX, de la mano de un grupo de jóvenes estudiantes, de los cuales casi todos pertenecían a la Cofradía de la  Vera Cruz.
Esta relación se ha mantenido en estas 7 décadas y media, y muchos directivos compartían cargo en las dos entidades.
En el año 1963, la Cofradía de la Vera Cruz tuvo una pérdida de cofrades tan enorme que puso en peligro su continuidad. Ante este hecho, la Asociación “Pedro de Trejo” puso en marcha una campaña entre sus socios para hacerse cofrades de la Vera Cruz y fue tanto el éxito que en menos de un mes ingresaron más de 100 cofrades nuevos, salvando así de la desaparición a esta, ocho veces centenaria Cofradía.
La Vera Cruz y “Pedro de Trejo” se hermanaron hace muchos años, y son Socios de Honor y Cofrades de Honor respectivamente la una de la otra.
Y siguiendo la tradición, hoy todavía hay personas que están en las directivas de ambas entidades como hace 75 años.
Esperemos que estas relaciones duren muchos años más, por el bien de las mismas y el de nuestra ciudad.

Pedro Luna Reina
Diputado de Cultura y Archivo Histórico de la Muy Antigua, Franciscana y Venerable Hermandad de la Vera Cruz de  la Ciudad de Plasencia, y Miembro de la Junta  Directiva de la Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”


                                           





sábado, 16 de enero de 2016

PATRONOS DE LA DIOCESIS DE PLASENCIA


SAN FULGENCIO Y SANTA FLORENTINA

Cuenta la tradición que en la invasión árabe los clérigos de Sevilla, huyendo hacia el norte, transportaban las reliquias de los Santos Fulgencio y Florentina y la imagen de la Virgen que el Papa San Gregorio regaló a San Leandro y que estaban en el panteón familiar en la iglesia de San Juan Bautista de la Palma.
Al pasar por Berzocana y en la fragosidad de esta tierra, dejaron enterrada el arca de alabastro en que estaban las reliquias de los Santos. Siendo tradición que fueron depositadas detrás de un "brezo cano". Por otro lado, en Guadalupe se depositó la imagen de Santa María.
Transcurrido el tiempo, aparecieron del siguiente modo: en el año 1223, se encontraba arando su finca en las inmediaciones del pueblo un labrador, al pasar el arado por un sitio, se arrodillaron los bueyes que llevaba, porque la reja enganchó con algo que les impidió seguir; tuvo entonces que descubrir el motivo, viendo que se había introducido en una argolla de hierro que estaba sujeta al arcón de piedra.
Dio cuenta a las autoridades y éstas descubrieron las referidas reliquias, que con toda solemnidad, fueron trasladadas a la iglesia y colocadas tras una verja de hierro en presbiterio, al lado del Evangelio.
En el interior del arca se encontraron las dos calaveras y bastantes huesos grandes, un velo y un peine de Santa Florentina, tierra y granos de trigo; también se cree que había papeles escritos, pero no se conservan en la actualidad. No se sabe con certeza el año que tuvo lugar, pero se cree fue:, en el siglo XIII.



En la Iglesia de San Juan Bautista, depositaria de los restos de los santos, en el frontal de la nave izquierda, hay un doble altar baldaquinado. En el superior de hermosas columnas estriadas, esta las urnas con los cuerpos de los mencionados, traídos a las tierras la Berzocana desde Sevilla en el siglo VIII, para salvaguardarlos de la invasión árabe.

A ambos lado del pétreo ataúd, que guarda el arca de plata regalo de Felipe II, en el que están depositados los restos sagrados.

SAN FULGENCIO. Del latín fulgentem, significa "resplandeciente” Hermano de los santos Leandro, Isidoro y Florentina, fue obispo teólogo de gran elocuencia-Sabia hablar griego, hebreo, siriaco, itálico, gótico y latín. Nació en Cartagena en el año 564, de su educación de encargo su hermano Leandro, Arzobispo de Sevilla. Después de prestar su servicio de obispo de Cartagena, paso a Ecija (Sevilla), como obispo de esa grey no escamotea en sacrificios y penitencias que le llevan a las puertas de la muerte. Para reponerse retorna a Cartagena, durante seis años que pastorea aquella diócesis, de las que es patrono, escribirá sus Comentarios de los Libros Sagrados. San Fulgencio había vivido rodeado de santos, y al igual que sus hermanos es Doctor de la Iglesia, murió asistido por San Braulio Obispo de Zaragoza, un 16 de Enero del año 630.

SANTA FLORENTINA
Nació hacia el 540. Fue discípula de San Leandro y después maestra del menor de ellos. San Isidoro, que ya huérfanos, vieron en ella una segunda madre, de la que aprendieron a ser santos y sabios. Así que el hogar formado por Severiano y Túrtula fue templo y escuela de la que saldrán tres grandes Doctores de la Iglesia. Los tres hermanos en medio de la persecución arriana, no dejan de velar por su hermana, por entonces Abadesa del Monasterio Benedictino Nuestra Señora del Valle de Ecija, Falleció en el Año 633.

Al encontrarse sus restos dentro de la diócesis placentina, fueron nombrados patronos de la ciudad.

Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina