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martes, 30 de diciembre de 2008

PLACA Y MONOLITO DEL SEGUNDO CENTENARIO


PLACA Y MONOLITO DEL SEGUNDO CENTENARIO DE LA ENTRADA DE LAS TROPAS FRANCESAS EN LA CIUDAD DE PLASENCIA.


El día 29 de diciembre de 2008, a las 12,30 horas, se descubrió un monolito conmemorativo del 2º centenario de la entrada de las tropas francesas en la ciudad de Plasencia. El acto estuvo presidido por la señora Alcaldesa de la ciudad, concejales, presidente y directiva de la Asociación y un buen número de placentinos y comarcanos que se unieron al acto.
La Asociación Cultural Placentina "Pedro de Trejo" no podía dejar pasar estas históricas fechas sin quedar constancia de nuestro respeto y admiración a todas aquellas personas de Plasencia y su Tierra que dieron su vida por la defensa de su identidad como pueblo. El ayuntamiento, siempre sensible a nuestras peticiones, colaboró con su presencia, tanto el día 2 de mayo al colocar una corona de laurel en la placa que recuerda el primer centenario, como en este descubrimiento del monolito. La placa se encuentra a la salida del Cañón de la Salud, a la izquierda, en la puerta de Trujillo

A continuación reflejamos las palabras del presidente de la Asociación durante el acto.
Sra. Alcaldesa, Sra. Concejala de Cultura, compañeros de la Junta Directiva de Pedro de Trejo, asociados, Sras. Srs, amigos y amigas: Este acto que estamos celebrando se encuadra dentro de los fines estatutarios de nuestra Asociación, que nos invita a divulgar acontecimientos históricos de la Ciudad y Tierras de Plasencia.El 28 de diciembre de 1.808 tuvo lugar la primera entrada de las tropas napoleónicas en Plasencia, durante la Guerra de la Independencia; después vendrían once entradas más hasta 1.812, y con ella se inicia un largo período de humillaciones, saqueos y empobrecimiento de nuestra Ciudad y sus honrados vecinos y comarcanos. Años duros en los que muchos placentinos anónimos dieron frecuentes muestras de sacrificio y valor, que es precisamente de lo que queremos quedar constancia con este homenaje. La historia se hace de hitos, que son como peldaños por los que ascendemos hacia la plena adquisición de nuestra identidad como ciudadanos de un lugar, de una "patria chica", en este caso de Plasencia. Y esos hitos hay que transmitirlos a las nuevas generaciones para que adquieran el compromiso de "amar" y "trabajar" por nuestra querida Ciudad.
Agradecer la presencia de nuestra Alcaldesa y demás miembros de la Corporación Municipal, que dan un ejemplo de compromiso y responsabilidad con Plasencia, todo lo contrario que hicieron hace doscientos años los miembros de la Municipalidad, Junta Local, funcionarios,, etc. que el pánico al enemigo que se acercaba, les llevó a la fuga, abandonando la Ciudad. Gracias a los placentinos que permanecieron en sus casas y que optaron por nombrar a otro Corregidor, dos Regidores, dos Diputados y un Procurador, la Ciudad no se vio echada a su suerte. Doy lectura a continuación a los nombres de esos ciudadanos que se pusieron al frente de la Junta Local, para mayor honra y gloria de su gesto, se trata Don Francisco Serrano Álvarez Rodríguez, Don Felipe Hernández, Don Benito Domínguez Cavello, Don Juan Nolivos y Don Vicente Garrido, quienes salieron a recibir y aplacar al enemigo, el general francés Lefebre, aquel 28 de diciembre de 1.808 que estamos conmemorando.
Quede aquí en este sencillo monumento y placa el reconocimiento, dos siglos después a su lealtad y sacrificio por PLASENCIA. En nombre de la Asociación Cultural Placentina "PEDRO DE TREJO", gracias a todos por su colaboración y asistencia. Francisco de Jesús Valverde Luengo presidente de la Asociación Cultural Pedro de Trejo.

                 José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

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viernes, 5 de diciembre de 2008

ARMAS Y UNIFORMES DE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA




EL BATALLON DE VOLUNTARIOS DE LA CIUDAD DE PLASENCIA.

La Guerra de la Independencia tiene una gran particularidad en lo que se refiere al desarrollo militar de la misma. Por un lado nos encontramos por primera vez con la “Nación en Armas” en referencia a los ejércitos napoleónicos, a la “Grandee Arme” hecha con levas de ciudadanos que no luchan por un Rey, sino por la nación, por Francia. El enfrentamiento con los soldados de línea españoles fue desigual por el arcaico armamento con el que contaba el ejército español así como por las tácticas antiquísimas que se usaban en nuestro ejército. Las levas arbitrarias, la nula capacidad de mando de los nobles (ya que no se puede hablar de oficiales propiamente dichos) hicieron que el ejército español no pudiera hacer nada en lo referente a las novedades de la guerra de penetración napoleónica basada en columnas y no en la guerra de contacto a la que tan acostumbrados estaban los generales españoles. En lo referente a las armas y a la uniformidad de las tropas españolas esta era variada y en muchos casos respondía a la tradición de las diferentes armas: Verde para lanceros, Azul para Infantería de Línea, Rojo para cazadores, Blanco para los Batallones provinciales.., y ¿Qué ocurre con los batallones de voluntarios como por ejemplo el de Plasencia? Ocurre que en ningún caso pudo dotarse de la uniformidad que estableció la real ordenanza de 1789, al igual que le paso al provincial y que según narran las crónicas de la Batalla de Bailén, así como lo han comunicado la Asociación De Recreación Histórica de La Batalla de Bailen, las tropas placentinas entraron en combate con uniformes “pardos” según esta asociación seguramente sería tela de arpillera conseguida a toda prisa, porque no quedaba tela blanca para dotar a los batallones provinciales de la misma. Al igual que a Plasencia le fueron arrebatados miles de zapatos por los dos bandos, hay que decir que las tropas españolas no consiguieron en ningún momento el lograr una uniformidad que permitiera distinguir a los aliados de los enemigos, e incluso la Real Ordenanza de 1811 no hace más que confundir a los soldados, ya que la uniformidad que establece, de claro carácter inglés, hace que se pudieran confundir las unidades y las divisiones a las que estas pertenecían. Sin duda la realidad de la Guerra de la Independencia en lo referente a uniformidad fue mucho menos “elegante” que lo que hoy los medios audiovisuales nos quieren mostrar.

José Luís Hernández de Arribas de la A.C.P."PEDRO DE TREJO"
SEMBRANDO INQUIETUDES

domingo, 21 de septiembre de 2008

PRIVILEGIO DEL ALCALDE DE PLASENCIA


UN CURIOSO PRIVILEGIO DEL ALCALDE DE PLASENCIA
Periódico “El Regional” - martes 14 de marzo de 1967

La extraordinaria afluencia de fieles a los cultos solemnes de la Semana Santa en la Catedral de Plasencia hace que sea conocidísima la costumbre de comulgar el Jueves Santo el Alcalde de la ciudad emparejado con uno de los Canónigos. Se trata de un privilegio singular que tiene incluso episodios pintorescos en su historia.
La Sagrada Liturgia prescribió siempre que los seglares comulgaran después que los clérigos. Y así lo sigue ordenando. No obstante el Presidente de la Corporación Municipal comulga el Jueves Santo apenas lo han hecho los Canónigos que ofician en el Altar y acompañado del más caracterizado de los que están en el Coro. Este privilegio va unido a la concesión de otros dos de menos relieve: el recibir una llave del Sagrario del Monumento y acercarse a adorar la Cruz el Viernes Santo después de los Canónigos y acompañado del más antiguo de los Beneficiados.
No he podido encontrar documentos fehacientes del comienzo de lo que tal vez al principio fue tan solo una devoción más o menos antilitúrgica. Pero era costumbre inmemorial cuando a fines del siglo XIX un Obispo ejemplar – Casas y Souto – la creyó una corruptela inadmisible y en Santa Visita Pastoral mandaba al Deán en octubre de 1880 que de no existir el privilegio de que se venía usando se diera cortés aviso - al Alcalde – para que no se presentara a recibir la Comunión sino después de todo el Clero y que igualmente dejara de hacérsele entrega de la llave del Monumento.
O el aviso no fue cortés o hubo excesiva susceptibilidad o las pruebas no estaban claras, lo cierto es que en alborotada sesión municipal de enero de 1881, el Ayuntamiento acordó no volver corporativamente a la Catedral mientras no se reintegraran al Alcalde los derechos de que siempre había disfrutado en la Semana Mayor. El acuerdo no se comunicó al Cabildo hasta el miércoles santo y aquel año se suspendió la tradicional costumbre con comentarios para todos los gustos. Y a los pocos días una pintoresca consecuencia. El Cabildo, como todos los años, organizó, cumpliendo una Real Orden, solemnes funerales en la Catedral por los muertos del 2 de mayo de 1808 y, como siempre, invitó al Ayuntamiento. Contestó éste excusándose en cumplimiento de su acuerdo. A la vez enviaba al Cabildo atenta invitación para el funeral que la corporación había organizado para el mismo día y a la misma hora en la parroquia del Salvador. Estaba al frente de ella el tristemente célebre Cura Mora. Las actas de la época no registran en que dirección se volcaron los patriotas para rogar por los héroes de la Independencia.
Volvamos al privilegio del Alcalde. Las cosas no podían continuar así. Se acudió a Roma exponiendo los hechos. Todos tenían interés en la solución cordial. La petición elevada a la Santa Sede fue debidamente informada por el Prelado. Y en junio del mismo año, exactamente el día 14, en sesión extraordinaria y jubilosa el Ayuntamiento revocaba el acuerdo tomado en enero por haberse recibido un Rescripto favorable de la Sagrada Congregación de Ritos fechado el 15 de mayo de 1881. En el se faculta al Alcalde de Plasencia para comulgar el Jueves Santo con el Canónigo más autorizado de los oficiantes. También a recibir una llave del Sagrario del Monumento siempre que esta no sea la real sino una simbólica.
Exceptuados los años de laicismo oficial ningún Alcalde ha olvidado tan singular y honroso privilegio.

De D. Manuel Sanchez Mora.


SEMBRANDO INQUIETUDES. A.C.P, PEDRO DE TREJO.

sábado, 26 de julio de 2008

DON JUAN PEDRO ZARRANZ Y PUEYO

EL OBISPO DESCONOCIDO

En 1973 murió el Obispo don Juan Pedro Zarranz y Pueyo, después de cinco lustos bien cumplidos al frente de la vida religiosa diocesana.
Si a los obispos, a la manera como se hacía con los reyes, hubiera que añadirles un sobrenombre para catalogarles, a don Juan Pedro yo le llamaría “el Desconocido”.
Se murio sin que los diocesanos, a pesar de los 27 años de su gobierno, conocieran los valores humanos y las virtudes sacerdotales que le adornaban; sin gustar del encanto de su trato amistoso, de su conversación correctísima, de la fina sal de sus agudezas inolvidables.
Quizás creyeron que su devoción acendrada a la Virgen María quedó satisfecha con las coronaciones resonantes en Plasencia, Bejar y Trujillo.
A lo mejor no se dieron cuenta de que todas y cada una de sus homilías terminaban con una alusión a la Señora, desahogo de su ejemplar devoción. No se comentaron como merecía sus esfuerzos por la instalación de la Adoración Nocturna en tantas parroquias del Obispado. ¡Cuántas buenas cosas de el que no se conocieron!
Llegó aquí mocetón navarro con arrolladora simpatía juvenil, con prestancia física poco común, con palabra fácil y convincente.
El día de su entrada en la capital diocesana nos dolían las manos de aplaudir y se ensanchaban los senos del alma con la gozosa expectación de las más grandes realizaciones. Yo le conocí un mes antes, en Pamplona, las vísperas de su consagración episcopal. Era insaciable su deseo de conocer cosas de Plasencia. Ya sabía muchas. Gozaba confirmándolas. Y planeaba empresas. Y nos hizo visitar ejemplares instituciones diocesanas de aquella ciudad con prisas de copiarlas aquí.
Los primeros tiempos de su estancia en Plasencia fueron pródigos en comunicaciones a todo nivel. Diálogos impresionantes. Gestos que suscitaban unánimes comentarios de aprobación y de aplauso.
Luego…circunstancias totalmente ajenas a su voluntad y a su intención, ajenas igualmente a la voluntad y a la intención de los diocesanos le hicieron recluirse en la intimidad del Palacio Episcopal. Temperamentalmente indeciso y tímido no supo defenderse. Tal vez no quiso. O estimó que todo era inútil en aquellas calendas. Tímido he dicho. Tengo de ellos pruebas abundantes. Tímido, a pesar de sus maneras a veces dictatoriales. Quizás dictatoriales como efecto de su timidez.
Desde entonces sus apariciones se redujeron a las obligatorias del cargo. En lo demás se entregó a sus deberes episcopales. Lo perdonó todo. Hasta la calumnia prolongada largos años.

De este modo, dejaron de brillar sus virtudes humanas y el ejemplo de su sacerdocio.
Fue capaz de tratar los problemas mixtos con el gran número de Gobernadores Civiles, que lo fueron en 27 años, de Cáceres, Badajoz, Salamanca y hasta hace poco, Avila (provincias en que había pueblos de su Diócesis) sin merma de los derechos de la Iglesia, sin estridencias dignas de tal nombre, manteniendo el decoro del cargo. Todos los Gobernadores le admiraron y le quisieron.
Era pasmosa su capacidad de conocimiento de personas y de cosas.
En tiempos en que pasaban de 200 los alumnos del Seminario les conocían a todos. No tan solo el nombre y los apellidos. También las respectivas condiciones personales, soñando futuros aprovechamientos para el Obispado.
Amó mucho a Plasencia. Era casi infantil su alegría cuando la Radio o la Televisión divulgaban algún acontecimiento placentino. Mis modestas investigaciones históricas tuvieron en el un buen panegirista. Era parco en alabanzas. Yo que lo sabía le agradecí mucho las que a solas me tributó. Que brotaban de su amor a la ciudad y a la Diócesis.
Con que tesón, hasta lograr el éxito, defendíó ante los Jerarcas Vaticanos a la Diócesis bien amada de la amenaza que para ella constituían algunas frases del último Concordato.
No olvidaré su resistencia al homenaje proyectado con motivo de sus Bodas de plata con el cargo. Pertenecí yo a la Comisión organizadora y ante su repetida prohibición de hacer nada conmemorativo, me vi obligado a decirle: “Perdone, pero por esta vez no le obedeceremos”. Todavía se obstinó en recortar detalles interesantes.
Se pasó muchos años los días enteros, aparte una breve salida al campo los domingos, en su despacho episcopal. Despachando de palabra y por escrito. ¡Que hermoso epistolario el que salió de sus manos!
Allí se volcó el alma de don Juan Pedro. No era tan solo el aticismo de sus líneas; era el acierto en el enfoque de los problemas y el corazón en las soluciones.
Pero no se le conoció. Se olvidaba que existía.
Luego le fuimos viendo morir. Era su envejecimiento rapidísimo comentario obligado de los que le observaban. Le vimos irse muriendo. Sin que el cediera. El pudor del cargo le impedía confesarse rendido.
La muerte salió a su encuentro en las primeras horas de la tarde del 14 de noviembre. Murió plácidamente, santamente.
No se si en vida se humilló. Puso sin menor disimulo sus mejores ilusiones en los Curas que el ordenó. Le dolieron muy hondamente las defecciones que se fueron sucediendo. Fue la gran cruz de su pontificado, No fue ello obstáculo para su amor desmedido a los sacerdotes. Les defendía siempre. Iba a decir que aun cuando no tuvieran razón.
No se si en vida se humilló. Pero si que está siendo ensalzado.

El desfile ininterrumpido de personas de toda condición por la capilla ardiente, la concurrencia incontable de asistentes al sepelio, la venida de todo el clero diocesano, la presencia de las autoridades civiles provinciales y locales, las lágrimas que observamos en rostros bien curtidos al darnos el pésame por las calles, la llegada de obispos de los sitios más dispares (Toledo, Huesca, Cáceres, Cartagena, Salamanca, Madrid, Badajoz, Avila, Palencia) resultaron una innegable exaltación. Y la piadosa, honda, exacta y correctísima homilía del Cardenal Primado.
Todos los días hay claveles frescos sobre su tumba.
Todos los días, junto al sepulcro, personas que rezan.
Descanse en paz, don Juan Pedro, el Desconocido.

Manuel López Sánchez-Mora .Canonigo Archivero



SEMBRANDO INQUIETUDES. A.C.P "PEDRO DE TREJO"

martes, 1 de julio de 2008

PEDRO CASAS Y SOUTO


VIDA Y PONTIFICADO DE DON PEDRO CASAS Y SOUTO, OBISPO DE PLASENCIA,
EN EL PRIMER CENTENARIO DE SU MUERTE
(SOBRADO DEL OBISPO, 1.826-PLASENCIA, 1906)

No podíamos dejar pasar esta efemérides de la muerte del controvertido obispo Casas sin sacar a la luz algo de su biografía y del entorno ciudadano de su época.
Llama la atención que las autoridades eclesiásticas no han hecho ningún acto oficial para resaltar la figura del obispo que fue llamado “verdadero padre de los pobres”. Solamente un sacerdote – a título particular – publicó en la revista de Semana Santa un artículo sobre este personaje.
La Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”, como defensora del patrimonio, costumbres e historia de Plasencia y su Tierra, inauguró sus tertulias abiertas el día 9 de febrero, con el tema que da titulo a esta comunicación.

Don Pedro Casas y Souto, nació el día 15 de octubre de 1826 en el pueblo de Sobrado del Obispo de la provincia de Orense. Ingresó en el seminario de Orense en el año 1.839, cursando tres años de filosofía. En el año 1.842 quiso ingresar en la orden de los dominicos, pero su padre, a pesar de ser un “pequeño terrateniente”, se negó a pagarle la matrícula, con lo cual tuvo que seguir en el seminario de Orense.
Recibió las órdenes menores en el año 1848 y las mayores en el 1853.
En el año 1.852 empezó a desempeñar, como interino, la cátedra de Teología moral en el seminario de Orense; y en 1857 fue nombrado Licenciado y Doctor en Sagrada Teología en el Seminario Central de Toledo.
En el año 1.861 ganó el concurso de curato para la iglesia de san Ciprián de Cobas, en el cual estuvo once años.
En 1.868, empieza a mandar artículos al periódico “La Nacionalidad”, de Orense, donde ya deja ver su talante integrista y antiliberal. En esa época dio rienda suelta a sus dotes artísticas y realizó varias obras de escultura, con diversos meritos artísticos. Entre ellas destacaron una Purísima de un metro de altura y un San Pedro de unos 33 centímetros.
En 1.872 gana las oposiciones a Penitenciario de la catedral de Orense.
El día 6 de febrero de 1.875 - con casi 50 años - fue nombrado obispo de Plasencia, teniendo lugar la investidura en la iglesia de san Isidro de Madrid y siendo su padrino el Marqués de Mirabel, siendo el día 23 del mismo mes cuando toma posesión del obispado de Plasencia a través del Deán don Liberato Fernández, y a los dos días, el veinticinco, hace su entrada oficial en la ciudad.
Fue una época de grandes reformas la que le tocó vivir a este obispo.
En el contexto nacional había inestabilidad política; y en el local graves enfrentamientos que, aunque disfrazados de temas sociales o religiosos, en su trasfondo no eran más que temas políticos manejados por los caciques locales, los cuales se apoyaban en periódicos que ellos mismos habían creado. Para confirmar esto diremos que en Plasencia entre finales del siglo XIX y principios del XX vieron la luz más de 30 periódicos locales.
A nivel nacional, tenemos en el año 1.874 el golpe de estado del general Pavía, el pronunciamiento del general Martínez Campos y la proclamación de Alfonso XII como rey. En 1.876 entra en vigor la 5ª Constitución española y termina la guerra carlista; en 1.879 se funda el Partido Socialista Obrero Español, (P.S.O.E.). En el año 1.880 es abolida la esclavitud en España.
A su llegada a Plasencia Don Pedro Casas y Souto se tiene que hacer cargo de una diócesis que estaba bacante desde la muerte del anterior obispo, don Gregorio Mª. López Zaragoza, quien había fallecido siete años antes, lo cual, al parecer había causado una relajación doctrinal entre el clero diocesano, así como entre las relaciones del cabildo y estamentos locales.
En Plasencia, durante su pontificado, se hicieron célebres varios sucesos, entre los que cabe destacar el caso del Muerto Resucitado, la Monja Santa, el Cura Mora, el Capellán del Cementerio, la fundación de las Josefinas Trinitarias, la creación del Asilo de las Hermanitas de los Pobres, el desfalco del colegio de san Calixto y el dinero de la Caja del Seminario.
Es precisamente “El Cura Mora” –cuyo nombre real era el de José García Mora- la causa del mayor de los problemas, en el ámbito clerical, con que se enfrentó nada más llegar a Plasencia. Este sacerdote –“El Cura Mora”- era párroco del pueblo de Villanueva de la Vera y un acérrimo liberal, razón por lo cual sus ideas chocaban frontalmente con las del Obispo. El enfrentamiento llegó a tal punto que se realizo una especie de cisma, negándose el sacerdote a obedecer al obispo, y creando una nueva iglesia a la cual denominó “IGLESIA CRISTIANO-LIBERAL DE VILLANUEVA DE LA VERA”, a la cual dotó de los siguientes estatutos:


ESTATUTOS DE LA IGLESIA CRISTIANO-LIBERAL DE VILLANUEVA DE LA VERA

(CREADA POR “EL CURA MORA”)
1º) El ministerio sacerdotal se ejerce gratis en esta iglesia conforme lo hicieron y mandaron Jesucristo y los Apóstoles.
2º) En su virtud quedan abolidos los derechos llamados de estola y pie de altar en la Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera.
3º) No obstante los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera y de cualesquiera otros puntos donde pudiera establecerse, estarán vigilantes y prontos de día y de noche a administrar los santos sacramentos a sus hermanos, los fieles de esta Iglesia cristiano-liberal.
4º) La Iglesia cristiano-liberal cree en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo; en el misterio de la Santísima Trinidad y Encarnación; en la Santísima Virgen Purísima que continuará siendo su celestial Patrona y Abogada; en los Santos Sacramentos; y en fin, en todo cuanto Nuestro Señor Jesucristo y los Apóstoles enseñaron, ordenaron y mandaron.
5º) En su virtud, la Iglesia cristiano-liberal de Villanueva de la Vera y de otros puntos donde pueda establecerse, rendirá culto a Dios, a la Purísima Virgen, y a los Santos con el decoro que le permitan sus recursos

6º) Los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal tampoco podrán recibir sueldo alguno del Estado, aún cuando llegara a ofrecérseles.
7º) Los mismos sacerdotes tendrán un cuidado excepcional por los pobres y desvalidos como lo tuvieron y mandaron que se tuviera, el divino fundador Jesús y los Apóstoles; intercediendo ante las autoridades locales para que se les ampare y socorra en la parte que ellos no puedan hacerlo por sí.
8º) La Iglesia cristiana-liberal obedeciendo al espíritu y a la letra de las palabras de Jesús cuando creó la oración dominical, prescribe pocas devociones, pero bien hechas, y muchas buenas obras que tan aceptas son a los ojos de divinos.
9º) También recomiendo el Santo Rosario a Nuestra Señora, Patrona general de España, y particular de esta Iglesia cristiana-liberal de Villanueva de la Vera.
10º) La Iglesia cristiana-liberal prohíbe todo petitorio y ofertorio en las funciones de tabla, pues éstas las celebran gratis los sacerdotes, como se ha dicho anteriormente.
11º) Tampoco aprueba la Iglesia cristiana-liberal ese sacrílego comercio de las bulas; y recomienda a los fieles que si no se les habilita de ellas gratis, como debieran darse, inviertan en limosnas a pobres infelices; lo cual es mucho más agradable a los ojos de Dios, y se gana más para la vida eterna.
12º) Como se ha dicho, los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal no percibirán ni un céntimo por ejercer su ministerio, manteniéndose solo de su patrimonio, o de una industria honesta y lícita, como lo hacían los Santos Apóstoles.
13º) Tampoco podrán ser sacerdotes de esta Iglesia cristiana-liberal los que no sean de buena vida y costumbres, y presenten buenos antecedentes religiosos-políticos.
14º) Los sacerdotes de la Iglesia cristiana-liberal son en todo iguales a los demás fieles en cuanto a rango y consideración social y se titularán los hermanos Directores en conformidad con las obras y doctrinas de Jesucristo y los Apóstoles.

Después de muchas negociaciones, “El Cura Mora” se arrepintió y se le trasladó a Plasencia para poder controlarle más de cerca. Fue nombrado párroco de la iglesia del Salvador...pero volvieron los enfrentamientos; esta vez debido a que como el santuario de la Virgen del Puerto pertenece a la parroquia del Salvador y, por lo tanto, está bajo la jurisdicción de su párroco, cuando el obispo quiso poner al frente de el santuario a otro sacerdote se negó el cura Mora. Se presentaron denuncias en Plasencia, luego en Toledo, después en Madrid, y se terminó recurriendo a Roma para solucionar el conflicto. Ante esto el obispo tomó la decisión de suspenderle de sus funciones y confinarle en su casa, cosa que se cumplió hasta la muerte del prelado, siendo posteriormente el cura Mora restituido a su anterior cargo y absuelto de las penas a el impuestas.
Como se puede apreciar todo el pontificado de don Pedro Casas estuvo presidido por los pleitos contra don José García Mora.

El caso de la “Monja Santa” fue un suceso de superchería colectiva, dirigido por una joven religiosa llamada sor Maria Ana, que había llegado de Cuba y que traía una imagen del Niño Jesús, al cual se le atribuyeron ciertos milagros -como unos estigmas que le salían en las manos y los pies- con lo cual se creó en el convento una paranoia colectiva, la cual terminó por saltar a la calle, llegando a enfrentar a los mismos sacerdotes, y teniendo que intervenir el obispo para poner las cosas en su sitio.
La monja se arrepintió en su lecho de muerte y confesó que todo había sido un engaño para tener mejor posición en el convento; que la imagen no era cubana, sino que se la había regalado su cuñado cuando llegó a Barcelona procedente de Cuba.
Así y todo, incluso después de muerta, el fanatismo continuó, y el prelado tuvo que hacer pública una carta donde explicaba la verdad de este suceso.
La imagen del Niño Jesús se conserva en el convento de las Madres Capuchinas; se le conoce con el nombre de “El Niño Jesús Cubanito” y sigue inspirando mucha devoción.
En el Boletín Eclesiástico de 13 de mayo de 1906, se publicó la carta del obispo en la cual explicaba el porque de su silencio en el caso de la Monja Santa, también llamada La Monja del Niño Jesús Cubanito. En ella decía el obispo que sor Maria Ana, monja capuchina, solo fue una enferma y que todo el espectáculo que se montó a su alrededor no fue mas que superchería, no existiendo ningún milagro, siendo propagadas estas mentiras por un grupo de fanáticos ansiosos de cosas sobrenaturales.


El Capellán de la Cárcel Real y del Cementerio Municipal se llamaba Gervasio Keerse y había venido de Ciudad Rodrigo. Este capellán era otro liberal acérrimo, con lo cual no tardo en tener enfrentamientos con el obispo Casas.
Tales enfrentamientos llegaron al punto de que el obispo le suspendió de todos sus cargos, dejándole sin medios de subsistencia, debido a lo cual tenía que vivir de lo que le daban los familiares y amigos, es decir, de la caridad.
Aunque mando al obispo varios escritos pidiendo explicaciones del porque de esa forma de tratarle, el obispo solamente le contesto que se fuese a Ciudad Rodrigo que era de donde había venido.
Ante esta situación el sacerdote editó un folleto de 41 páginas donde explicaba sus problemas con el obispo y el trato que había recibido por parte de este.
A pesar de los escritos de protesta del obispo y cabildo, así como la adhesión de gran numero de sacerdotes, el folleto fue impreso en el año 1.889, en la imprenta del Cantón Extremeño, la cual era propiedad de don Evaristo Pinto.
Este caso fue muy parecido al del cura Mora, pero con la variante de que don José pertenecía a una de las familias más pudientes de la ciudad y pudo mantener los pleitos contra el obispo, y el cura Keerse no poseía fortuna de ningún tipo.

Otro de los problema que se le planteó fue el de sor Ramona Vázquez, llamada la “lega apóstata”. Esta monja, lega de un convento de clausura de Trujillo, solicitó abandonar el convento alegando para ello falta de vocación, pero nuestro obispo no lo considero suficiente y se lo denegó, basándose en los votos que tenia hechos la religiosa. Ante ello se recurrió a la justicia y esta le dio la razón a la monja, pero como no se aceptó el veredicto judicial, se ordenó por parte del Gobernador Civil la entrada de la fuerza publica en el convento la cual, después de forzar las puertas de entrada y de clausura, rescataron a Ramona sacándola al exterior. Ante este hecho –calificado de sacrílego por el obispado– el obispo se dirigió a sus superiores y al ministro de Gracia y Justicia con sendos escritos, pero el hecho ya estaba consumado y nada pudo sacar de ello.
El caso del “Muerto Resucitado” fue una manipulación flagrante por parte de los políticos locales de un caso de ámbito particular, que con un apoyo de la prensa por ellos creada, llegó a tener repercusiones a nivel nacional.
El tal “Muerto Resucitado” se llamaba Eustaquio Campos Barrado, y por una serie de sucesos familiares terminó internado en un manicomio de un pueblo de Madrid, donde tiempo después se certificó su muerte. Pero pasado un tiempo, alguien lo reconoció en otro centro de salud de las mismas características - este en Cataluña – y lo denunció, con lo cual se le tuvo que traer a Plasencia para confirmar su identidad, cosa que aprovechada por ciertas personas, llevo a dividir a la población en dos bandos, con continuos enfrentamientos verbales y físicos, causando incluso un muerto en uno de los alborotos.
No son para olvidar sus continuos enfrentamientos con los ayuntamientos de la diócesis, entre ellos el de Béjar, Navalmoral, Jarandilla, Don Benito, Losar de la Vera y el ayuntamiento placentino.
Uno de estos enfrentamientos fue por el llamado “rompimiento de tumba”. Este rompimiento no era otra cosa que el pago que había que realizar a la iglesia por enterrarse en sagrado, cosa que hasta entonces se hacia en los cementerios anejos a las iglesias, y que ha partir de esas fechas se empezaron a realizar en el nuevo cementerio municipal de Santa Teresa. El enfrentamiento se enconó de tal manera que llegó al punto de dejar cadáveres sin enterrar durante varios días.
A tanto llegó el conflicto con el ayuntamiento placentino, que la decisión la tuvo que tomar el rey editando una Real Orden, fechada el 22 de enero de 1.883, por la cual se ordenaba que tuviesen una llave del cementerio el obispado y otra el concejo; que la iglesia enterrase a los católicos y el ayuntamiento a los no creyentes.
Otros enfrentamientos se originaron por la decisión del obispo de no dar la Comunión al Alcalde al mismo tiempo que al Deán, negarle la llave del Monumento del Jueves Santo, derechos que tenían -y tienen- los Alcaldes de Plasencia, y dejar que se sentara el juez de 1ª instancia en la silla del coro reservada al Alcalde de la ciudad.
Ante estas situaciones el Ayuntamiento se negó a dar permiso al Cabildo para poder enterrarse dentro de la ermita de Santa Teresa, la cual había pasado a ser cementerio civil. Después de muchas disputas otra vez se recurrió al Rey, el cual dio la razón al obispo y a los canónigos.
Tan cansado estaba el consistorio placentino del obispo Casas, que el día 21 de enero de 1883 se tomó la decisión en pleno –y así consta en las actas- de dirigir una carta al ministro de Gracia y Justicia pidiendo el traslado del obispo a otra diócesis.

El antecesor de don Pedro, el obispo López Zaragoza, había empezado la construcción del nuevo seminario, pero por diversos problemas –entre ellos el económico- no se remataron las obras. Ya estando don Pedro de obispo, se solicitó por el ayuntamiento el alquiler del edificio para instalar provisionalmente en el la Audiencia de lo Criminal, cosa a la que aunque con muchos reparos accedió el obispo. Pero cumplido el tiempo acordado no se desalojó el edificio, con lo cual y después de varias discusiones se acordó darle una prorroga, la cual tampoco se cumplió.
Por fin, en octubre de 1884, se vació el edificio y se hizo el traslado de los seminaristas desde el convento de San Vicente –Santo Domingo- al nuevo edificio, empezando en el mismo el curso 84-85.
Como quedó libre Santo Domingo pensó el obispo traer al alguna orden religiosa para instalarla en él, y se decidió por los padres Claretianos con los cuales, el día 18 de enero de 1886, se firmaron los acuerdos. En estos se especificaba que serian cinco padres y cuatro o cinco hermanos coadjutores los que vendrían de principio a la ciudad, para impartir clases a unos cincuenta niños internos. Estos padres Misioneros del Inmaculado Corazón de Maria estuvieron el la ciudad hasta el año 1931, en el cual por seguridad abandonaron el convento y se fueron de Plasencia a Zafra.
Don Pedro Casas fue senador dos veces: una por la provincia de Guipúzcoa en la legislatura de 1.891-1.893, y otra por el Arzobispado de Toledo en 1.896-1.898 -aunque esta no llegó a jurarla. Esta distinción de representar a la iglesia, le fue concedida gracias a su gran conocimiento y oratoria, siendo en su época uno de los obispos más preparados con los que contaba la iglesia española.
Fue muy enconado su enfrentamiento con el Gobierno Liberal, al cual atacaba todas las semanas desde el púlpito de la catedral, por lo cual eran constantes las protestas del Gobierno de la Nación a Roma, y muy comentados sus sermones en toda Europa. El Presidente del Consejo de Ministros, D. Práxedes Mateo Sagasta, llegó a ordenar al Fiscal de la Audiencia que asistiera a todos los sermones de este obispo y tomara cuenta de ellos, por si eran constitutivos de delito.
De este obispo se cuenta la anécdota de que era tan gran orador que se le olvidaba el paso del tiempo y se pasaba las horas enteras subido al púlpito declamando sus sermones. Para controlar esto, había enseñado a un monaguillo -el cual se sentaba detrás del obispo- a que cuando veía que llevaba mucho tiempo hablando, le diese un tirón de la capa y le dijese bajito “Señor obispo, que se están cansando”, con lo cual el prelado recobraba el sentido del tiempo y ponía fin a su discurso.
En una visita pastoral a uno de los pueblos de la diócesis empezó a predicar desde el púlpito y pasadas más de dos horas su secretario, don Pertego Megid, le tiró de los capisayos, para advertirle de que fuese terminando, pero pasados varios minutos sin que pusiese fin a su perorata volvió a repetir los tirones de la sotana, y así una tercera vez en la cual el obispo, en voz alta y con tono agrio, se dirigió a el diciendo: “¿Pero quién se cansa, ellos o tu?”.
Su forma de vida fue también muy peculiar, pues a pesar de su longevidad, desde muy joven se vio afectado por diversas dolencias, quizás debido a su forma de vida, pues fue de un continuo ayuno viviendo en una gran austeridad, hasta el punto de que los empleados del Palacio Episcopal pasaban hambre.

Para darnos una idea de cómo se vivía en dicho Palacio solamente tenemos que ver lo que era un día en la vida del obispo: se levantaba a las cuatro de la mañana o antes, tenia una hora de meditación, decía la misa y a continuación oía otra de rodillas, después tomaba chocolate hecho con agua, el cual rebajaba con media copa de agua, no tomando nada sólido con el.
La comida consistía en un caldo gallego, patatas cocidas con agua y sal, carne de vaca, muy triturada en sus últimos años por faltarle la mayor parte de los dientes, y un postre de fruta.
La cena consistía en sopa de pan, la cual el no solía tomar, patatas cocidas y alguna vez una fruta. Tanto en la comida como en la cena tomaba un vaso de vino.
Este régimen de comidas solo se alteraba cuando había invitados, entonces los alimentos eran abundantes, variados y de calidad.


REGLAMENTO DE SIRVIENTES


El obispo redactó de su propia mano un reglamento para los sirvientes del Palacio, el cual decía así:

1º - No habrá en Palacio mas de dos sirvientes ordinarios; el cocinero y su ayudante.

2º - Estará a su cargo el guisar por semanas y ejercer las demás funciones de aseo de casa, servicio de mesa y demás particulares.

3º - Se tomaran informes secretos de personas competentes sobre la actitud, conducta y religiosidad de los que hayan de admitirse como sirvientes.

4º - Una vez admitidos y convenida la cantidad que hayan de percibir como retribución de su trabajo, se cuidara de ellos como lo hacen los buenos padres de familia cristianos.

5º - Al efecto, si se observaren algunos vicios notables de que antes no se tuviese noticia, se vera si se corrigen haciendo una y otra vez caritativas advertencias. Si a pesar de esto no se enmiendan, y siguen siendo chismosos, indolentes, mal hablados, etc…; y sobre todo si hubiese fundamento para sospechar de tratos no lícitos o muy familiares con personas de distinto sexo, sea de las que entren en Palacio con motivo de algún asunto que se les ha encargado, o estén fuera, se procederá cuanto antes a buscar otro que le sustituya.

6º - Todos los días oirán misa en la capilla, y al efecto sonará la campana dos veces al comenzar a celebrar el obispo y al dar principio la de acción de gracias, a fin de que puedan sin faltar a sus quehaceres del momento asistir a una o a otra.

7º - A las ocho de la noche les rezará el Santo Rosario el mayordomo, de suerte que al concluir en la capilla ya estén despachados y dispuestos a servir la cena o colación.

8º - Se confesaran indefectiblemente en la semana que precede al primer domingo de cada mes, comulgaran en el de manos del obispo, y solo teniendo motivo razonable podrán diferir la comunión a lo mas hasta el domingo segundo.

9º - El mayordomo tendrá cuidado de velar sobre el cumplimiento de estos ejercicios espirituales, de enterarse a la vez de la instrucción que tienen en la doctrina cristiana, sobre la que también deberá hablarles en los días festivos, ya antes, ya después del Santo Rosario, que trasladara a otra ora si lo juzga mas oportuno.

10º - También cuidara de que se hagan bien y diligentemente, no solo los quehaceres ordinarios, sino los que se les manden por el obispo, u otros que puedan hacerlo, no permitiendo en tiempo alguno se desentiendan de lo que se les mandare, sin legitima excusa, que expondrán con mesura y respeto a quien corresponda.

11º - Como la ociosidad enseña mucha malicia, y es imposible que dejen de malearse si estuviesen los sirvientes sin ocupación una parte del día, como hasta ahora ha sucedido; procurara nuestro mayordomo emplearlos en el cultivo y riego del huerto y barbacana en los tiempos en que puedan hacerlo sin faltar a las perentorias obligaciones de su oficio. Y si a pesar de esto tuvieren tiempo desocupado podrá serviles de mucho provecho algún buen libro, cuya lectura los instruya y edifique.

12º- Tampoco permitirá contraigan relaciones intimas con familia alguna del pueblo, frecuenten su casa, ni estén entre día o de noche fuera de palacio sin saber en donde y con que objeto.

13º - La soldada convenida será satisfecha por meses vencidos, como se acostumbra con el portero; y si hubiese necesidad de aumentarla o disminuirla por alguna causa razonable, solo podrá hacerlo el mayordomo dándonos conocimiento de todo y obteniendo “in criptis” nuestro expreso consentimiento.

14º - En las enfermedades de los sirvientes les asistirá el medico de casa, y si solo durasen algunos días, se les cuidara caritativamente. Pero si fuesen largas y graves y fuese preciso hacer gastos en medicina y otros extraordinarios, llevara de todo cuenta la mayordomía para indemnizarse a su tiempo o poder presentar la cuenta al obispo a fin de que condone lo que le parezca bien.

15º - Si por indisposición de un sirviente hubiese de tomarse otro, por mas que sea solo temporalmente, si esta indisposición excediese de quince días, deberá disminuírsele progresivamente la soldada o retribución que a esos días corresponda; pero si no fuese preciso otro sirviente nada se le disminuirá en el pago.

16º - Los sirvientes solo podrán dar de limosna la comida que sobre y nada mas. En los casos particulares que se les autorice, podrán hacerlo en el modo y forma que se les señalare.

17º - El mayordomo, por ultimo, solo confiara las llaves a los sirvientes cuando el no pueda asistir a que tomen lo que sea preciso; pero inmediatamente volverá a recogerlas y conservarlas en poder suyo.


Debido a su edad se realizo en Plasencia, en 1.903, la Conferencia Episcopal, en vez de hacerlo en Toledo, y gracias a que se supo a tiempo se pudo amueblar el Palacio Episcopal, en el cual solo había cuatro sillas de enea y unas mesas desvencijadas, y así recibir dignamente al Arzobispo Primado de España y a los obispos de Madrid-Alcalá, Coria, Sigüenza, y Cuenca.
En amueblar el palacio rivalizaron las familias pudientes de la ciudad, ofreciendo cada una de ellas sus mejores ajuares.
Este estado de pobreza era consecuencia de que todos los muebles –o casi todos- y los utensilios del palacio episcopal eran de propiedad privada de los obispos, y tras su muerte se desmantelaba el palacio siendo vendidos o donados, con lo cual el obispo entrante debía amueblar nuevamente el edificio. Estos objetos se solían llamar “los despojos del obispo”.
Y por lo que se deduce, don Pedro no debió gastarse mucho en “amueblamientos”.

En el año de 1903, el día 24 de septiembre, se celebraron las bodas de oro de su ordenación como sacerdote. Se hicieron funciones religiosas, veladas literarias, limosnas extraordinarias a todas las comunidades religiosas, comidas a los presos de las cárceles de la diócesis, prendas de ropa y comida para cien pobres etc…
Este obispo fue uno de los pocos que visitó cuatro veces todas las iglesias de su diócesis, y siete las parroquias -aunque no todas-; escribió cuarenta y tres pastorales; y convocó un sínodo diocesano en el año 1891. También realizó, en 1878,la primera visita “Ad Limina” al Papa. Luego realizó cuatro más, pero esta a través de procurador.

El día 25 de julio de 1906, a las ocho y diez de la tarde, murió don Pedro Casas. Se le amortajó, pero no se le embalsamó, y se le expuso en el salón de recepciones del palacio episcopal.
Al no ser embalsamado hubo necesidad de enterrarle al día siguiente, no esperando ni a los funerales, pues el calor era muy fuerte y el cadáver empezaba a descomponerse.
Fue enterrado, según su deseo, delante del altar de la Virgen de la Asunción, poniendo una lápida de mármol blanco en la cual se gravó y rellenó con plomo la siguiente inscripción:

“EL DOCTOR D. PEDRO CASAS Y SOUTO, natural de Sobrado del Obispo (Orense). Obispo de esta Diócesis, falleció santamente en su Palacio, a las ocho y diez minutos de la noche del 25 de Julio de 1.906, contando 79 años de edad, 9 meses y 11 días, y después de 30 años y cinco meses de Pontificado en que con el ejemplo y la palabra fue modelo de pastores y martillo del liberalismo; siendo por ello admirado y temido por los que andan en las tinieblas y en la sombra de la muerte se sientan.
Desde el cielo vela por su amada Grey y por el triunfo de la fe católica.”
R. I. P.

Los funerales se tuvieron lugar el día 27, siendo realizados con los honores y pompa que le correspondían por su cargo.

Como datos curiosos veremos el estado de cuentas del Obispado durante su pontificado que, como dijimos, fue de 30 años y cinco meses:


BIBLIOGRAFÍA Y DOCUMENTACIÓN

Vida y Pontificado del Ilmo. Sr. Doctor don Pedro Casas y Souto, obispo de Plasencia.
Inocencio Portabales Nogueira – Lugo 1.911

Folleto el Obispo de Plasencia y el Capellan del Cementerio Público de la misma ciudad
Gervasio Keerse – Plasencia 1889

Archivo del Senado, Madrid:
Actas de toma de posesión como senador en los años 1.891 y 1.896.


Periódicos de la época:
“El Dardo”, de Plasencia - “El Estremeño”, de Plasencia - “El Canton Estremeño”, de Plasencia - “El Eco Extremeño”, de Plasencia – “La Integridad”, de Tuy –

Articulo: Una legión de Claret en la Extremadura de los Conquistadores
Sánchez Alegría, Eleuterio -

Archivo Municipal de Plasencia:
diversos documentos.

Archivo de la Catedral de Plasencia :
Diversos documentos.

La Perla de la Habana- Sor María Ana de Jesús Castro
R. P. Juan de Guernica – Zaragoza- 1914

(Comunicación presentada por D. Pedro Luna, para la Memoria Histórica de Plasencia y Comarcas. Universidad Popular Fray Alonso Fernández -VI edición – Plasencia 2006)

                 José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

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lunes, 16 de junio de 2008

EL FAROLERO

"El Regional” – martes día 2 de marzo de 1954

¿Os acordáis del farolero? Sabéis que todas las tardes se le veía, calle adelante, con su escalera al hombro, y en las manos su alcuza y un trapo blanco, preparando los faroles que su demarcación para el alumbrado de la noche; faroles que si no tenían la virtud de encenderse solos, tenían la de apagarse cuando habían consumido la cuerda. Llegando al lugar donde el farol estaba enclavado, generalmente las esquinas, el celoso empleado apoyaba la escalera en la pared, subía por ella, abría el farol, sacaba el depósito, recortaba la torcida, limpiaba el tubo, echaba en aquel, de la alcuza el petróleo que había de consumir, y con una cerilla quedaba terminada la operación. Este hombre era el mismo que horas después, convertido en sereno vigilante y empuñando su chuzo en cuyo extremo pendía una farola a modo de pilón de romana, nos hacía arroparnos la cabeza en la cama muertos de miedo cuando lanzaba de hora en hora y con plañido de alma en pena su cavernoso pregón, mezcla de Invocación Mariana, golpe de golf y parte meteorológico.
Pero un día oímos decir que iban a quitar aquellas luces y a poner en su lugar otras que no solo se apagaban solas, sino que también se encendían ¡Cosa más rara...! Contaba la gente que allá por las Américas, cierto desocupado se entretenía en hacer unas pompas con una especie de jabón duro (porque lo había también blando, item más O doce H veintidós, U once morena) que en vez de estallar y deshacerse, tenían la virtud de remontar el vuelo y extenderse por toda la redondez de la tierra. Y tanto se insistía en ello, que los muchachos estábamos verdaderamente intrigados con la tal novedad. Y efectivamente, así fue porque llegada la hora en el reloj de los tiempos, según Pero Grullo, lo es todo. Un día quitaron en los faroles el depósito de petróleo, pusieron en su lugar una de aquellas pompitas conteniendo unos hilos retorcidos y las unieron a otros hilos más gordos que venían no se sabía de donde. Y ya está.
Los muchachos no cabíamos en sí de gozo, y a partir de la inauguración, todas las tardes, una hora antes del fiat lux, nos sentábamos cerca del farol. Apedreándole el cristal con los ojos que manteníamos abiertos como puños. Porque aquello era para nosotros como otras muchas cosas que aunque veamos que son verdad, nos siguen pareciendo mentira. Y cuando la pompita empezaba a iluminarse con una luz rojiza que iba aumentando con gran lentitud, estallábamos todos a coro en un ¡ya, ya, ya! Atronador que hacía asomarse asustadas a las puertas a todas las mujeres de la vecindad, no menos sorprendidas que nosotros.
Y ya no vimos más al farolero.
Estas que ya os apunté y algunas más que os seguiré apuntando son las estampas viejas de nuestra amada ciudad que solo tienen ya palpitación y esencia en nosotros, y que inexorablemente va desplazando de nuestro lado el caminar de la vida, como el de la muerte nos desplazará también a los que aun quedamos para contarlas y conservarlas.
Y en nuestro deseo de que sigan siendo, las extraemos de las profundidades del recuerdo donde yacen amontonadas junto a tantas otras que, porque no han de ver más la luz, solo esperan nuestra muerte para desaparecer.
Y llegado a este punto y embargando por tan graves consideraciones, siento ante el temor del olvido, como sentiréis vosotros, un encendido deseo de prolongar mi vida cuanto ello me sea posible. ¡Quién volviera a ser niño! ¿verdad? ¿No os habéis dicho esto alguna vez? Yo también suelo decírmelo. ¡Es tan triste esto del ser cuando lo enfrentamos con el no ser. Hablo de lo temporal, claro es. Y resulta tanto más triste saber que se es, cuanto es más clara nuestra conciencia de que se ha de dejar de ser. Todo un lío, ¿verdad? Si, yo también me lo digo en algunos momentos. ¡Quien volviera a ser niño!
Pero después, y con ciertos humillos de filósofo, que también los tengo, suelo preguntarme: Bueno, ¿y para qué? Vivir más, vivir menos, ¿no es todo lo mismo ante ese gran fantasma del tiempo arrollador?
Deseamos prolongar la vida, pero ¿con que fin? ¿Para vivir en plan de actividad, o en plan de asueto? ¿Para vivir, o para hacer vivir? ¿Para aumentar vida, o para aumentar fruto? ¿Para vivir más, o para mejorar más? ¿Para acumular días en vano, o par afirmarse bien las espuelas en previsión del gran viaje? ¿Para almacenar vida estéril o para diluirse más y más? ¿Para dormir, o para vigilar? ¿Para arder, o para alumbrar? ¿Para lucir, o para reflejar...? si, que es un lío. Porque al llegar a la vejez y mirar para atrás, yo entiendo que el que no deje sementera en brote y espigas en surco, por muchos años que se apunte, a fe que no ha vivido gran cosa. ¿No os parece?
No. Desear volver a ser niño, no. Querer empezar otra vez, no.
Lo vivido, vivido está. Ahora bien: desear ser como niños, ya es otra cosa. Esforzarse por largar el poco o mucho lastre que recogimos en el más o menos turbio navegar de la vida, si. Ello es un deber, y también una necesidad. Ya sabéis el dicho: “El que vosotros no se presente puro un día ante mi Padre Celestial, como estos pequeñuelo, no entrará...etc. etc...”
Y en esto si que podemos aprovechar – el que tenga por qué, claro-, los últimos resplandores de la tarde, que os la deseo de verano: larga y tibia.

Vicente Neria.


SEMBRANDO INQUIETUDES.A.C.P. PEDRO DE TREJO.

viernes, 13 de junio de 2008

PLASENCIA Y JOAQUIN SOROLLA




Por estas fechas, cuando en toda España se conmemoran los ciento cincuenta años del nacimiento del insigne Pintor Levantino, no podía faltar el homenaje de nuestra Ciudad hacía el único de los grandes pintores españoles que llevó a sus lienzos de forma magistral el paisaje placentino.
Cuando Sorolla recibió el encargo de la Hispania Society de pintar una serie de cuadros sobre diversas regiones españolas, eligió Plasencia para aquí componer el representativo de nuestra Extremadura.
Para su obra escogió como fondo la perspectiva que, aún día es de un encuadre extraordinario y motivo de admiración para los turistas, quienes para perpetuarla obtienen de ella sendas instantaneas; nos referimos a la panorámica que ofrece Plasencia a su entrada por el Puente de Trujillo con ese telón de fondo tan singular que es nuestra Catedral y el Palacio del Obispo.
Este precioso panorama supo captarlo Sorolla con la maestría que le llevó a las más cimeras cumbres de la Pintura Española.
La composición es un acierto pues los personajes del primer plano –un grupo de montehermoseños, ellas montadas sobre mulas, ellos a pie y ante el grupo una piara de cerdos- es un estudio completo de caracteres de los retratados y de la indumentaria que portaban.
Este cuadro, en cuya ejecución empleó Sorolla casi todo el mes de Octubre de 1917, lo realizó en el jardín de la casa de don Fernando S. Ocaña, de quien fue huésped durante el tiempo que permaneció en Plasencia.
Tomó Sorolla, como modelos para su obra, auténticos montehermoseños –de la familia de los campanilleros- quienes acudían con su indumentaria a nuestro mercado del Martes.
También, por aquellos días, ejecutó Sorolla un retrato de la modelo llamada Marcela, que hoy creemos aún se conserva en Plasencia en la colección de don Pedro S. Ocaña Delgado. El tiempo que permaneció Sorolla en nuestra Ciudad sirvió para sellar una sincera amistad, mantenida a través de una cálida correspondencia y por parte del Artista en prueba de reconocimiento a las atenciones recibidas de la familia Sánchez Ocaña.
El cuadro que nos ocupa se halla en la actualidad en Nueva York, en el local social de la Hispania Society, y no diremos que sea el mejor de la serie, pues no tenemos capacidad técnica para ello, pero si desde luego es el de mayores dimensiones y el que ocupa lugar preferente pues se ha situado en el rellano del piso principal de la escalera de Honor.
Por este solo detalle de haber perpetuado en uno de sus cuadros un trozo de Plasencia, bien merece que le dediquemos estas líneas para unirlas modestamente al coro de las que hoy se levantan en toda España en honor del Pintor de la luz, como se le conoce.

José Antonio Pajuelo Jiménez-Pedro Luna Reina


domingo, 8 de junio de 2008

TOROS QUE SE ESCAPAN







Periódico el Regional – día 09 de junio de 1970

El número fuerte de las ferias son los toros. Para muchos el único número. Para no pocos el número imposible por los precios alcanzados. Los antiguos placentinos disfrutaban con más frecuencia y con menos dispendio que los de hoy de las corridas de toros. Cualquier motivo de público regocijo era suficiente para que se corrieran en la Plaza, despertando siempre el entusiasmo de nuestro pueblo, que los presenciaba gratuitamente.
Estamos a principios del siglo XVI. La Casa de las Gradas (como llamaban entonces al Ayuntamiento), los tejados de la Carnicería “que es en la Plaza, esquina a la calle de Talavera” y hasta el campanario de San Esteban eran ocupados por Regidores, caballeros y gente llana sin faltar las damas que, como siempre, iban a ver y a ser vistas.
La impaciencia en tales fiestas era enorme. Se decía que el esquilonero de la Catedral daba el toque de Vísperas antes de la hora y a los que acudían a ellas les parecían que nunca fueran tan lentas.
Las costumbres de entonces prohibían que el festejo comenzara antes de terminarse el Coro de la tarde.
La Priora de Santa Clara veía turbarse la quietud del Convento y como piadosa distracción para las monjas hacía que alguna recitara letrillas populares parecidas a las que algunos años más tarde escribiera Alonso de Ledesma: “El príncipe de tinieblas –siete toros encerró - porque en el coso del mundo – corriesen al pecador. Corrió el toro de soberbia – tras el vaquero mayor – y con ser tal que volaba – del potro le derribó. El toro de la avaricia – hasta la Iglesia se entró – y Judas, de una barrera – entre doce, le sacó”.
Los toros se corrían al modo de entonces. Abundaban los bancos divertidos y no faltaba algún que otro galán vanidoso que a trueque de llamar la atención de las damas, simulará caídas aparatosas de su caballo. De el se podía enumerar lo que Góngora escribiera de Ezpeleta: “Dijera a lo menos yo – que el caballero cayó – porque CAYESEN en el”.
Pero la fiesta en nuestra plaza tenía en ocasiones un final ridículo.
Por la ligereza con que a veces se improvisaba la corrida o por la bravura de los toros, ocurría que, acosados estos por los caballos que los jugaban, o heridos por algún rejón hábilmente colocado, lograban romper el cierre de la plaza y escapar por las calles hasta que, tarde o temprano, sin poder salir de la ciudad amurallada, venían a quedar presos en la Fortaleza.
Y por aquellas calendas habían dado los Alcaldes de la misma en la costumbre de adueñarse bonitamente de tales toros escapados.
Los caballeros quedaban corridos, las dueñas apesadumbradas y el pueblo defraudado.
Resultaron inútiles cuantos intentos se hicieron para convencer a los Alcaldes del abuso que ello suponía. La Justicia y Regidores temieron con fundamento que la paz se alterara y acordaron quejarse a la Reina, que lo era doña Juana, exponiendo el caso y suplicando remedio.
Copiamos seguidamente los párrafos más notorios de la respuesta de doña Juana. Va dirigida “al que es o fuere mi Corregidor y Juez de Residencia en el ciudad de Plasencia y al alcalde en dicho oficio”.
Expone seguidamente los hechos denunciados resaltando el agravio y el daño que el Concejo y los vecinos reciben por el proceder de los Alcaldes ordena que estos digan que títulos y derechos pretenden tener para tomar los dichos toros y no querer entregarlos a la ciudad y si los dichos Alcaldes no tienen título o prescripción inmemorial para proceder como proceden manda “así al que ahora es Alcalde como a los que fueren de aquí adelante que no tomen ni lleven más los toros aunque entren en la dicha Fortaleza bajo las penas en que caen los que llevan nuevas imposiciones” y castigando con diez mil maravedíes para la Cámara Real a cada uno que lo contrario hiciere.
La carta está fechada en Burgos en 9 de mayo de 1506.
Y las fiestas del Corpus, origen de nuestras ferias, fueron especialmente solemnizadas aquel año con autos sacramentales y corridas de toros en la Plaza Mayor, sin miedo ya a la arbitrariedad de los Alcaldes de la Fortaleza.
Quizás la Carta de la Reina contribuyó también a que aquel año en el Cabildo de 7 de junio se diera la facultad al Mayordomo de Fábrica, Villalva, “para que envíe a llamar ministriles y trompetas y sacabuches y chirimías para la celebración de las Fiestas del Corpus y que gaste en su costa hasta siete u ocho mil maravedíes demás de lo que fue dado dispensación que gastara en las dichas fiestas”.

Manuel López Sánchez-Mora
Canónigo Archivero


SEMBRANDO INQUIETUDES. A. C. P. PEDRO DE TREJO.

jueves, 5 de junio de 2008

CONVENTOS Y ERMITAS DESAPARECIDOS






CONVENTO DE SAN MARCOS

Y ERMITA DE FUENTIDUEÑAS



El primer convento de San Marcos de Monjas Bernardas Recoletas, pertenecientes a la Orden del Cister, se fundó en el año 1.233, su primer nombre fue Monasterio de San Leonardo, estaba situado junto al convento de San Francisco, con el cual tuvo pleitos porque los frailes no querían tener tan cerca un convento de monjas, ya que esto podría ser motivo de tentaciones.

Fue su promotor Don Diego González de Carvajal, al cual se le considera el patriarca de la rama placentina de los Carvajal. Este D. Diego era miembro del Cister y caballero del rey D. Fernando III el Santo. Tenía este rey tal confianza en Don Diego que cuando se fue a la conquista de Sevilla dejó sus hijos en Plasencia al cuidado de este convento.

Este Don Diego era el señor de Serradilla, la cual se la donó el rey Fernando III, además de otras muchas tierras. Serradilla en esa época, pertenecía eclesiásticamente a la parroquia del Salvador de Plasencia. Además de las donaciones que hizo el fundador del convento a las monjas Bernardas, se les donó por parte del rey Sancho IV, con la dehesa de Ferruz, la cual más tarde cambiaron las monjas por la dehesa de S. Pedro (hoy San Pedrillo). Don Nuño Pérez de Monrroy les dejó en su testamento 5.000 mrs. Doña Leonor Sánchez, les dio la dehesa de San Esteban. Esta dehesa y la del Guijo de las Monjas se las apropió Doña Leonor de Pimentel por una bula del Papa Sixto IV, para poder terminar el convento de Santo Domingo.

Don Diego murió en el año 1.253 y fue enterrado en las gradas del altar de este convento.

Este convento fue abandonado pocos años después de la muerte de D. Diego, y la comunidad de religiosas se trasladó a lo que hoy conocemos por “Fuentidueñas”.

El nuevo convento estaba situado al final de la Dehesa de los Caballos, al lado de lo que es hoy la Carretera Nal. 630. Era de estilo ojival, del primer periodo, y lo construyó el maestro cantero Pedro Enrique, en el año 1.300 aprovechando parte de la construcción allí existente.

Las Monjas Bernardas abandonaron este segundo convento en la primera mitad del siglo XV. El convento quedó a cargo de los frailes Cistercienses del Monasterio de Valparaiso. Aunque muy deteriorado, todavía se puede ver algo de lo que fue el segundo convento de San Marcos.

Es tradición en Plasencia que en el sitio que ocupa este edificio estuvo situado un templo votivo romano, el cual estaba consagrado a las ninfas de las aguas, pues en ese sitio existía una fuente de aguas medicinales, la cual fue aterrada hace varios siglos. Así mismo otra versión dice que estaba consagrado a Cibeles o a Berecintia, las cuales eran diosas romanas, y que se construyó en la época del emperador Constantino (crónicas de Juliano). Estas cronicas dicen así: De emeritis, numero 16.

Apud Ambraciam urbem, quam fluvius placidissimus praeterfluit, non plusquam milliaribus, eremiterium Sanctae Mariae Fontis-Dominarum, quod ibi míniales nobilísimo genere natae ordinis Santi Benedicto dicuntur habitasse a Constantini tempore post datam ecclesiis pacem, sumptibus reginae Elenae sanctissimae aedificatum, ex templo Berencintiae matris deorum”.



Traducción:” Junto a la ciudad de Ambracia, a la que circuye un río placidísimo, a no mucha distancia, se halla la ermita de la Fuente de las Señoras, porque allí se cuenta que moraron unas religiosas de noble estirpe, de la orden de San Benito, en tiempos de Constantino, después de concedida la paz a las iglesias, edificada a expensas de la santísima reina Elena sobre el templo de Berecintia, madre de los dioses”.

Esta reina Elena era la madre de San Agustín, (la que según la tradición encontró el verdadero madero de la Cruz de Cristo), y no edificó la ermita pues ya estaba edificada mucho antes, lo que hizo fue expurgarla de los dioses paganos y dedicarla al culto cristiano. Esto se realizó por el año 324.

Hoy día se pueden ver los sillares de cantería de lo que fue este antiguo templo. Sobre ellos hay edificaciones posteriores sin ningún valor.

Este convento quedó reducido a una simple ermita llamada de Fuentidueñas, la cual debido a su situación fue refugio de maleantes y vagabundos. Decía el Visitador de la Audiencia de Extremadura en el año 1.791: “Estoy mal con los Hermitaños cuias casas son de refugio. La Hermita de Fuentis Dueñas y casa unida a ella es mas perjudicial, estas no son las debociones que inspira la verdadera religión. Los contrabandistas, los ladrones, los amancebados se interesan mucho en que aya estas casas fuera de la población. En plasencia lo que se necesita es la Hermita de Nuestra Señora del Puerto, en que hai establecido un Cura y en que se exercita la debocion verdadera”

Cuando se dejó el culto en esta ermita, se trasladaron las imágenes y ornamentos a la ermita de San Lázaro. Entre las imágenes que se trasladaron había una con la advocación de Nuestra Señora de Fuentidueñas, la cual se puso en uno de los altares laterales de la ermita de San Lázaro. Desde hace varios años esta imagen está en la iglesia de San Nicolás.

En esta ermita estaba la imagen de Santa Escolástica, la cual tuvo mucha devoción en la ciudad, y se la sacaba en procesión desde su ermita a la ciudad en rogativas para pedir la lluvia. El pueblo de Malpartida solía venir también en rogativa hasta uno de los cerros cercanos a la ermita, una vez allí se rezaba el Rosario. Después retrocedían hasta el valle de San Esteban donde celebraban la comida. Por la tarde regresaban todos al pueblo escoltando al sacerdote y autoridades.

En la catedral de Plasencia estaba la cofradía de Santa Escolastica.

En el año 1.811 los franceses destruyeron esta ermita de Fuentidueñas.

En el año 1.967 el profesor José María Blázquez, realizo unas prospecciones arqueológicas en este asentamiento, denominado por él como “aedicula de Plasencia”. Se confirmando que fue un templo romano, datando su construcción en el siglo I.

Del estado de conservación dice que es excelente salvo la falta de tejado, que sería a dos aguas. El edificio está asentado sobre un podium y sin pronaos. La puerta de acceso se halla situada al norte y tendría seguramente escalones. En la pared W., hay una segunda puerta, con arco, que está datada en el siglo XV.

Las dimensiones son: Exterior 8,70metros de ancho, 9,80 de longitud, y 4,95 de altura.

En el interior: 7,90 x 8,66 x 0,40 de ancho de muros.

Este edificio romano, lo cita Ceán Bermudez, y tambienViu, ambos refiriéndose a la ermita de Fuentes Dueñas, porque en efecto se adiciono un cuerpo al edificio para convertirlo en ermita en la Edad Media. Citan los dos una lápida que había en las gradas del altar con la inscripción,…Sarco (…..s. Pater) C……, que piensan que perteneció a un sarcófago, y que ya no existe.

No tenemos noticias, que se hayan encontrados restos de población, puede que no la hubiere y fuese un santuario aislado como otros. Siendo aventurado inquirir, por qué se fundó en aquel sitio y a que deidad fue dedicado. Solamente unas excavaciones podrían dar luz en este problema.


Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina.
    
                                               "CREANDO CULTURA."














viernes, 23 de mayo de 2008

EL ADIOS..

ADIOS, DESAGRADECIDOS.

El subteniente Jefe Interino del CIR Centro Plasencia, Juan Matas Garrido, presidió el día 8 de Diciembre del año 1992 el último acto oficial, en el acuartelamiento militar “La Constancia” y confirmó que el próximo 31 de Diciembre la historia militar de Plasencia había terminado.
La celebración de la festividad de la Patrona de Infantería, estuvo precedida de los comentarios de repulsa de pueblo placentino. No obstante, muchos no quisieron dejar pasar, este acto para dar el último adiós, a los militares honestos que incluso han perdido el cargo por defender al cuartel. Pero existían otros intereses oscuros, que nadie quiso reconocer y el cuartel tenía que cerrar sus puertas, era el comentario de algunos asistentes
En el último acto oficial, estuvo presente el obispo de Plasencia y arzobispo electo de Burgos, monseñor Santiago Martínez Acebes. Esta visita inesperada para muchos, fue agradecida por todos, en lo que interpretaron su apoyo de la máxima jerarquía eclesiástica a la labor del ejército ha desarrollado en la ciudad.
En la misa de honor a la Patrona de Infantería, el cura párroco de San José, Don Ángel, tuvo unas palabras emocionadas y de elogio para los militares, que hizo que las lágrimas salieran a relucir a los más antiguos. El cura ofreció la parroquia de San José como nuevo hogar de la Inmaculada Concepción, y puso a disposición de los militares que no abandonan Plasencia su casa, para poder honrar de nuevo a la patrona, otros años sucesivos.
En la celebración también estuvo el presidente de la Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo” Manuel Díaz López” quien en numerosas ocasiones había criticado el cierre del acuartelamiento “La Constancia”, por la significación histórica que el Ejercito ha tenido en Plasencia y la singularidad del edificio del antiguo colegio de San Calixto, pidiendo, incluso, que éste revierta al patronato de igual nombre.
Los objetos de valor fueron trasladados a Madrid, mientras que otros enseres se distribuirían en Cáceres y Badajoz. El día 31 de este mes, el cuartel seria cerrado definitivamente, si bien permanecería un retén de soldados para las tareas de vigilancia.
El Jefe interino del CIR, lamentó tener que dar esta noticia el día de la Inmaculada Concepción, Patrona del Arma de Infantería, y en la fecha del centenario de su patronazgo.
POR LA PUERTA FALSA:El ejército se marchó de esta ciudad de Plasencia, por la puerta falsa. La falta de consideración del Ministerio de Defensa, de la Capitanía General de Madrid, de los Mandos Militares de Extremadura, para los placentinos fue desmedida. Se estuvo engañando a esta ciudad desde el principio y esas mentiras solo consiguieron prolongar la agonía de una historia limpia, clara y ejemplar de las miles de personas que han dado su esfuerzo y sus vidas, en dicho acuartelamiento militar.
Casi con nocturnidad le robaron al cuartel de “La Constancia” La Bandera del Regimiento Órdenes Militares 37; en silencio, Defensa mando desmantelar las instalaciones, y, que al final cuando todos sabían que el 31 de Diciembre de 1992 se terminaba una larga historia, estos salvadores de la Patria dejan que sea un subteniente quien invite y presida el último acto oficial después de tantos años de convivencia en Plasencia. No fue justo ni hay derecho, que el Ejercito tratara así a sus hombres y a los placentinos, pero siempre se dijo que hay gente con clase y clases de gente.
El primer teniente alcalde Antonio Olivenza, prometió que se harían las gestiones necesarias para que la Bandera fuera entregada a la ciudad de Plasencia, ya que fue un regalo de la ciudadanía al cuartel. Pero si esta se conservase en la ciudad igual que la Bandera del Regimiento de Voluntarios de Plasencia, actualmente ubicada en antiguo convento de las Claras, presentando un deterioro muy acusado (ver foto de la Coronela, articulo de diciembre de 2007), no nos extraña que las gestiones solicitadas se encuentre paradas, para que esta Bandera se conserve en el Museo del Ejercito, junto a las de otros regimientos desmantelados.

Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina

viernes, 16 de mayo de 2008

ULTIMA EPOCA DEL REGIMIENTO




Historia del Regimiento dé las Ordenes Militares
CORONELES QUE MANDARON EL REGIMIENTO DE INFANTERIA ORDENES MILITARES N° 37 EN SU TERCERA EPOCA
D. Ildefonso Molins Manzanares.- D. Felipe González García.- D. Francisco Araujo Soler.- D. Virgilio Alvarez Buznego.- D. Mariano Moreno de Vega Astola.- D. Carlos Arces Vellamides.- D. Antonio Rivera Alted.- D. Antonio Delgado Alvarez.- D. Rodrigo Roldán García.- D. Ricardo González Olmedo.- D. José Montaner Luque.- D. NarcisoSánchez Morales.- D. Ricardo Carchitorena Zalve.- D. Miguel Sánchez Pérez.- D. Juan Chicharro Lamanie de de Clairac.- D. Horacio Santos Fernández.
El 16 de Febrero 1941, el Excmo. Ayuntamiento de Plasencia donó al Regimiento la Bandera Nacional.
El 11 de Octubre de 1970 le fue impuesta por el Excmo. Ayuntamiento de Plasencia la Medalla de Oro de la Ciudad, con corbata y lazo para la Bandera y a su coronel se le concedió el título de Hijo Adoptivo de la Ciudad de Plasencia.
FICHA DE BANDERAS Y ESTANDARTES CAPITANIA GENERAL DE: Madrid.

NOMBRE DE LA UNIDAD: Regimiento Infantería Ordenes Militares.

NOMBRE ESCRITO°. EN LA BANDERA OTANDARTE ES: Regimiento de Infanteria, Ordenes Militares n° 37.
FECHA Y LUGAR DE ENTREGA: 16 de Febrero de 1941, en Plasencia (Cáceres).
NOMBRE Y APELLIDOS DE LA MADRINA, Dña. María Dolores Simón González, Soltera. Hija del Alcalde Presidente del Excmo. Ayuntamiento de Plasencia.

TAMAÑO DE LA TELA: Ancho 1280 cms. Largo 1465 cms.

CLASE DE LA TELA: Tafetón de seda.

ESTADO DE CONSERVACION: Malo.

TAMAÑO DEL ASTA: (Incluye moharra y regatón). 2,75 mts.

¿TIENE GUARDAMANOS?: Si, CORBATAS,



NOMBRE:, DESCRIPCION Y FECHA DE CONCESION. EL l dia 11 de octubre le fue impuesta por el Excmo. Ayuntamiento de Plasencia la Medalla de Oro de la Ciudad, con corbata y lazo. Por acuerdo del 14 de Mayo de 1982, por el Excmo. Ayuntamiento de Montehermoso le fue otorgada a la Bandera de este Regimiento y previa autorización de la Capitanía General de esta 1ª Región Militar, la corbata del pueblo de Montehermoso (Cáceres), el día 5 de Junio de 1982. OBSERVACIONES: No figuran en la Bandera (mención o corbata) ninguna de las condecoraciones otorgadas por su comportamiento heroico a las unidades de este Regimiento.
HISTORIAL DE LA BANDERA PERTENE CIENTE A ESTA UNIDADEl Regimiento de Ordenes Militares desde su creación (1793) hasta la fecha actual, ha pasado por diversas épocas denominaciones que en lo que a su Bandera se refiere podemos resumir así.
PRIMERA EPOCA (Años 1793 a 1823) Con el número 40, en el año 1793, y con el número 25 en el año 1812. De esta época no se tienen antecedentes relativos a su Bandera.
SEGUNDA EPOCA (Años 1920 a 1931) El Capítulo de las Ordenes Militares, al tener conocimiento sobre la reorganización del antiguo Regimiento de Ordenes Militares, se ofrece a regalar la Insignia de la Patria a su Regimiento, acto que se realiza el día 9 de Octubre cF 1920, en la Plaza de Estella, con asistencia de SM. el Rey Alfonso XIII, que entregó la Insignia a una representación de los Caballeros de las Ordenes Militares, Excmo. Sr. Duque del Infantado, por la Orden de Santiago. y Excmo. Sr Marqués de Acha, por la Orden de Calatrava. La Bandera fue entregada por el Excmo. Sr. Duque del Infantado S.M. el Rey, quien a su vez, la entregó al Regimiento por mediación de su Coronel Ilmo. Sr. D. Angel Morales Reynosa
TERCERA EPOCA (Años 1941.,. Con el número 41 en el año 1941, el 16 de Febrero de mismo año, el Excmo. Ayuntamiento de Plasencia donó este Regimiento la Bandera Nacional, siendo madrina de acto la Srta. MARIA DOLORES SIMON GONZALEZ, vecina de esta localidad. Mandaba el Regimiento a la sazón e Ilmo. Sr. Coronel D. Felipe González García. Por Decreto de 21.12.43 (D.O. núm. 1 de 1944) pasó Regimiento núm. 41 a denominarse Regimiento de Infanteria de las Ordenes Militares núm. 37, recogiendo historial y Bandera del que precede, conservando ésta hasta la actualidad y estando en mal estado de conservación. El día 11 de Octubre de 1970 le fue impuesto por el Excmo. Ayuntamiento de Plasencia la Medalla de Oro con Cm bata y Lazo, mandando en estas fechas el Regimiento el Coronel Ilmo. Sr, D. Rodrigo Roldán Garcia. El día 5 de Junio de 1982, el Excmo. Ayuntamiento de Montehermoso le otorga a la Bandera del Regimiento la Corbata del Pueblo de Montehermoso, mandando en esta fechas el Regimiento el Ilmo. Sr. Coronel D. Juan Chicharro Lamanié de Clairac.
La Compañía Operaciones Especiales nº11 fue fundada en 1969 y dependía del Regimiento Inmemorial nº 1 en Madrid.
Tras vivir 10 años como una COE independiente, pasaría el 26 de marzo de 1979 a formar parte del primer Grupo de Operaciones Especiales formado en la 1º Región Militar donde se uniría junto con la COE 12 (Plasencia), este seria el primer GOE originado en España.
En septiembre del 79 este GOE fue totalmente operativo, con la creación de la COE 13 y la consolidación de la Compañía de Plana Mayor.
El año 86, y por la I.G. 13/85, el GOE toma el nombre de "Ordenes Militares", heredado del Regimiento de Infantería núm. 47, de ese nombre que, por reorganización del Ejercito, fue disuelto.
En 1996 y tras 17 años unificados en el GOE I, pasaría a la disolución total del grupo, junto con las otras tres COES.

viernes, 29 de febrero de 2008

MARIA LA BRAVA



MARIA RODRIGUEZ DE MONROY

Mujer en la historia y en la leyenda, apodada la Brava.
Era hija de Hernan Perez de Monroy, placentino, de la confianza del infante D.Fernando, tutor del rey y Gobernador del reino, y de Dña. Isabel de Almaraz, tuvieron cinco hijos, y ocho hijas, una de ella llamada Maria.
Vivian en Plasencia en la casa de las dos Torres, esta fue construida por el Abad D. Nuño Perez de Monroy, en un solar de la familia Monroy, en el siglo XV siendo de planta rectangular, aquí nació Dña. Maria.

Contrajo matrimonio con Don Enrique Enriquez de Sevilla, “Señor de Villalva”, del que enviudo quedando con dos hijos, a los que llamaban los Enriquez, y una hija.

Esta mujer vivió en el siglo XV. Perteneció a una familia importante que luchó en una guerra casi infinita por obtener la hegemonía absoluta de la ciudad de Salamanca. que vivía en constante tensión. Se encontraba en plena "guerra de los bandos, el de San Benito y el de Santo Tomé-, teniendo entre ambos numerosas luchas que hostigaron a la misma durante el siglo XV. Estas guerras fueron protagonizadas por familias de la nobleza que, al querer obtener el control y dominio de esta ciudad, se hallaban enfrentadas a muerte.
Doña María la Brava, llamada en realidad María Rodríguez de Monroy, vivió en Salamanca una vez casada. Ella pertenecía al bando de Santo Tome. Las luchas internas de estos dos grupos aterrorizaron a los habitantes, y .las familias Solís, Maldonado, Manzano y Monroy, entre otras, se inmiscuyeron en un camino de luchas sin fin, todo por haberse empeñado en tener la absoluta hegemonía, paralizando la ciudad durante varios años.

Las cosas empeoraron cuando en una de las peleas de los bandos los hijos ( Luís y Pedro ) de Doña María fueron matados. por los hermanos Manzanos ( Simón y Alonso) perteneciente a una familia rival a la suya. Al enterarse de lo sucedido, ésta persiguió a los asesinos hasta llegar a Portugal; allí los mandó a ejecutar y una vez muertos, Doña María hizo que lo decapitaran. Con la frialdad de la venganza, regresó a su casa con las cabezas, que depositó en las tumbas de sus hijos enterrados en la iglesia de Santo Tomé.( En el año 1465)

Este hecho generó más violencia y más combates, por lo que los enfrentamientos se prolongaron durante 40 años más. Pasado este tiempo, el predicador agustino Juan de Sahagún consiguió que los bandos firmaran un pacto de paz y de concordia.

La casa particular edificada hacia 1485, se encuentra en la plaza de los Bandos, en la ciudad de Salamanca, El escudo principal está sobre el balcón y lleva muebles heráldicos de Enríquez de Sevilla. El de la izquierda lleva las armas de los Monroy, las mismas que pertenecieron a doña María y el de la derecha, las de los Maldonado. Durante bastantes años del siglo XX la casa acogió las dependencias del Centro Farmacéutico Salamanca.


La plaza del Corrillo separaba este bando de la zona del bando contrario de Santo Tomé y se fue convirtiendo en tierra de nadie que ningún transeúnte se atrevía a pisar; por esa razón crecía la hierba y se llamó El Corrillo de la Hierba. Y es en esta plaza, en uno de los enfrentamientos de los bandos fueron muertos los hijos de Doña María.
Después de estos 40 años, el predicador agustino Juan de Sahagún consiguió que los bandos firmaran un pacto de paz y de concordia. El acontecimiento tuvo lugar en una casa de la entonces calle de San Pablo, que a partir de aquel momento pasó a llamarse plaza de la Concordia.

A los pocos años murió Dña. Maria, una hembra rica con relieve trágico, como la calificara el profesor Maldonado de Guevara.




Jose Antonio Pajuelo Jimenez. -Pedro Luna Reina

jueves, 21 de febrero de 2008

ALCAIDE DE LA FORTALEZA

D. GONZALO ….DE VILLALTA Dentro de la ermitas mas antiguas construidas en esta ciudad, se encontraba la de San Antón, se sabe que cuando fue derribada se encontró un laude sepulcral (partida en dos pedazos) de grandes dimensiones, de fino granito, en la que de cuerpo entero y bajo relieve, estaba perfilada por una mano inteligente de aquella época, la figura de un caballero, vestido con traje militar; ceñía la espada, embrazaba el escudo, tenia los pies desnudos en a parte del talón, y calzaba grandes acicates. En el laude se leía bien claro, aunque con los extraños caracteres de aquel siglo, lo siguiente: AQUÍ YACE D. GONZALO…DE VILLALTA: ORAR: QUE DIOS PERDONE: MURIO E-FINO A LOS XX DIAS DEL MES DE MAYO ERA DE MCCC E XXXXXXXXII, año de 1344; prueba de que la ermita ya existía en este tiempo pues no es presumible que la lapida fuese traída de otra Iglesia. Este laude con figura bien dibujada para aquella época, como podéis apreciar en la fotografía, es para nosotros los documentalistas e historiadores, de un alto interés histórico, porque el Alcaide de la Fortaleza (y quizás lo fuese) como el pueblo lo denominaba, se representa yaciente, con una cabeza descubierta y reclinada en un almohadón, vestido con túnica larga, embrazando su escudo y empuñado el pomo de su espada de hoja ancha y derecha. Esta figura labrada, en modo fotográfico de la época, nos da conocer los trajes de guerra de este siglo, y posiblemente el reflejo o imagen de un placentino del siglo XV. Actualmente esta lapida se encuentra en el antiguo Convento de las Claras. La ubicación de la ermita, era en el parque de San Antón, o parque de la Cruz de los Caídos, mal llamado el parque de la rana, en el lugar hay una Cruz que especifica donde se encontraba, datada en su base… “año de 1.637 “ Las Siete Centurias, A. Matías Gil.

Jose Antonio Pajuelo Jimenez -Pedro Luna Reina

sábado, 16 de febrero de 2008

LUIS DE TORO

Medico, se cree que nació en Plasencia, entre 1526 o 1527, en la calle de Patalón, pues en ella compra en el año 1520 Rodrigo de Toro, a Juan de Jaén, entallador y carpintero, un par de casas, posiblemente estas en el día de la fecha, fuese la casa del dueño de la imprenta “La Victoria” debido a lo artesonados y otras piezas meritoria que hay en ella., y en esta debió nacer y residir. La presencia de este nombre de Rodrigo de Toro, seis años antes de nacer Luís, y saberle luego habitar dentro de la demarcación de San Esteban, nos lleva a pensar, de que aquí siguiese viviendo. Se caso con Inés Fernández, y tiene tres hijos, y a una hija llamada Leonor la bautiza en al Iglesia de San Esteban. (los libros parroquiales mas antiguos en partidas de nacimiento, son los de la parroquia del Salvador, que comienzan en 1539) Con seguridad se sabe que su infancia se desarrolla en esta ciudad, pues el mismo nos dice que siendo pequeño, recibió los consejos de un medico placentino llamado Pedro, para cursar los estudios de medicina. Estudio en Salamanca, y por octubre de 1541, estudio dos cursos de Gramática, o en las mismas fechas del año 1542, ya disponía de un curso de validez realizado en el convento de San Vicente, se dice en octubre, pues era el día de San Lucas cuando comenzaba el curso. Superado el examen de Gramática necesario según los Estatutos y Reglamentos vigentes en la Universidad de Salamanca,( Estos estatutos, pueden verse en la Historia pragmática e interna de la Universidad de Salamanca ) se matricula en la Facultad de Arte, que lo realiza entre los años de 1545 y 1546, y es a partir del año 1548, Luís de Toro, es Bachiller en Arte y Filosofía, siendo el titulo indispensable para comenzar, los estudios de medicina., tuvo de maestros a Agustín López Parra y Alderete y Vega, en el 1550, en el que obtiene el único titulo de medico que tendrá en toda su vida, Bachiller en Medicina. En Plasencia comenzó a ejercer por el año de 1550, nos dice “ a fines de 1550 llegue a esta ciudad de Plasencia, con el animo de ejercer la medicina…” siendo el medico del Obispo Pedro Ponce de León, de D. Luís de Ávila y Zúñiga, de la familia Jerez, de D. Fabián de Monroy y Carvajal Arcediano de Plasencia y Bejar fundador del Colegio del Río. Llego a relacionarse con los mas famosos médicos de la época, como Mantisio, medico del Emperador Carlos V, y con otros médicos de la Real Cámara, como Mena, Quiros, Olivares, Sosa, Martín Rodrigo etc.. En los libros de Cabildo, correspondiente al uno de febrero, viernes de 1555, se toma la siguiente anotación: “…mandaron dar dos ducados de salario anual, a Luís de Toro, Medico, para que asista a los seises en sus enfermedades”. Escribió un manuscrito, ( Biblioteca Universitaria de Salamanca, manuscrito 2.650) que constituye hasta hoy la primera historia de Plasencia y de su diócesis, “PLACENTIAE URBIS ET EIUDEM EPISCOPATUS DESCRPTIO”, en el nos habla de sus relaciones y amistades, asi como los ambientes, detalles de la ciudad, de sus huertas, de la vida de la urbe, y a todo ello se le une el dibujo más antiguo del la ciudad, desde una perspectiva que parece haber sido realizada desde la sierra de Santa Bárbara y un tratado medico sobre la descripción, estudio y tratamiento del Tifus Exantemático, fue el primer medico en escribir sobre estas fiebres “DE FEBRI EPIDEMICA ET NOVA QUAE LATINE PUNCTICULIS, VULGO TABARDILLO ET PINTAS DICITUR, NATURA CONDITIONE, ET MEDELA, en 1574”, según Luís de Toro, esta enfermedad epidémica se manifestó en España hacia el 1557, y adquirió tal intensidad, que llego a despoblar muchos lugares, y su virulencia no comenzó a mitigarse hasta 1570. Su primera edición se publico en Burgos en 1574 en la imprenta de Felipe Junta, y se reedito en Valencia, en 1591. Lo dedica al doctísimo varón Santiago de Olivares, Protomédico de Cámara del Rey Felipe II. y a D. Luís de Ávila y Zúñiga, Prefecto de la Orden Militar de Alcántara, Marques de Mirabel, su Patrono y Mecenas.

Jose Antonio Pajuelo Jimenez-Pedro Luna Reina