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sábado, 9 de febrero de 2008

JOSE POLO BENITO


D. JOSE POLO BENITO (1878-1936)

Un poeta en el olvido.

 Deán de la Catedral de Plasencia, secretario del obispo Francisco Jarrín y Moro. Era conocido como “El Padre de las Hurdes”, y promovió la visita del rey Alfonso XIII a esta comarca en 1922. Fue presidente y consejero de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Plasencia. En 1923 se traslado a Toledo, donde fue Deán de la Catedral y en la noche 23 de Agosto de 1936, fue fusilado junto con otros sacerdotes en la fuente del Salobre.
En Plasencia fundo el periódico “REGIONAL” (1907-1914)
En el día 19 de Enero del año 1905, visito en Guijo de Granadilla,  la tumba del poeta Gabriel y Galán. Caminando por el camposanto, va emocionado, con  dolor en la mirada, serena angustia en la expresión, el sacerdote entendido en letras, se sienta junto a su lapida, saca un cuaderno y un lápiz, y escribe en sus hondos pesares, unos versos: el sacerdote también es poeta.
     En la losa que cubre el cadáver
     escribo estos versos…

Recuerda, lo que vio en su muerte, en la muerte del poeta:

 Y al través de parduscas paredes
yo percibo los flébiles ecos
del solemne cantar funerario
que, isócrono y lento,
va llenando los ojos de lagrimas
va llenando de sombra el templo.

 Se encuentra abstraído, encerrado en si mismo, no apercibiéndose de lo que le circunda. No ve acercarse a un pobre hombre, de lo alto de la sierra, humilde, cohibido, mal trajeado: ¿Quien era?,…
 Lo que hizo, el sacerdote nos lo dice el buen sacerdote en estos versos:

A la losa que cubre el cadáver
Se agarra, gimiendo,
el jurdano que hogaño en la siega
tuvo  pan y cariños tan tiernos,
que  no acierta a expresar con la boca,
aunque  sabe sentir con el pecho.
Y me dice con voz quejumbrosa:
- ¡Ay, señol, don José mos s`a muertu!
Hogañazu, ni comu a su vera,
ni sus miesis siegu;
ajuyó toítu aquellu pa siempre:
er pan del invierno,
las cosinas tan durcis que icía
pa siempre se juerun.
¿No lo sabi el señol, no lo sabi?
¡Ay señol,don José mos s`a muertu!
 Y sus ojos hundió entre la tierra,
y sus manos cruzo sobre el pecho
 y escapóse  la humilde plegaria
de sus labios fervientes y trémulos.
Con la fiebre del alma en los ojos,
Con la fiebre del hambre en su cuerpo,
El jurdano que hogaño en la siega
Tuvo pan y cariños tan tiernos,
Abandona la triste morada,
Llorando en silencio.
En la losa que cubre el cadáver
Se oyeron dos ruegos:
Es el mío que lloran las musas;
Es el suyo, que lloran los buenos.

El sacerdote ha terminado sus versos. Ha puesto en el cuaderno: Cementerio de Guijo de Granadilla, 19 de Enero de 1905.



Jose Antonio Pajuelo Jimenez 
Pedro Luna reina

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