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martes, 17 de agosto de 2010

JOSE BENAVIDES CHECA. SU OBRA-PARTE II.


Quien a  lo largo de tantos años, habiendo estado zambullido en los estudios de investigación, por necesidad vital había que lanzar al público algo que durante mucho tiempo había ido almacenando en sus fichas y apuntes. Hoy hacemos un resumen de las obras más importantes de la historia de nuestra noble Ciudad.
EL FUERO DE PLASENCIA
Publicado por el Ilmo. Sr. D. José Benavides Checa, con un discurso preliminar del Ilustre Sr. Dr. Don. Daniel Bejarano [Escudo del Papa León XIII]. Roma, tipografía de M. Lobesi, 1896. —3 hojas preliminares, + 216 págs. + 2 hojas. – Destaca entre todas la publicaciones del Chantre de Plasencia esta edición del fuero municipal por dos ratones: por la importancia misma que la obra tiene para la historia del derecho español de la edad media, porque ha sido el libro que más renombre dio al autor, a pesar de haber sido muy escasos los ejemplares que han circulado por el mundo literario. Ambas razones nos empujan para alargarnos algo en el comentario.
No fue Benavides el primero que puso los ojos en el manuscrito foral que se guardaba en el archivo del Ayuntamiento. Antes que él, Alejandro Matías Gil, popular historiador de su ciudad natal, pero carente de la adecuada preparación sólida y científica, debió  verlo, hojearlo y trascribirlo. Esto parece indicar Díaz y Pérez, amigo de Alejandro Matías, entre cuyas obras inéditas menciona El fuero de Plasencia. De noticias tan sucintas no podemos deducir si a la trascripción del fuero municipal añadió Matías Gil algún comentario. Lo cierto es, que limpio o comentado, ni Alejandro Matías en vida, ni sus hijos y herederos después de su muerte, ocurrida en 1889, editaron jamás este monumento jurídico de Extremadura.
Si conoció Benavides la obra de Alejandro Matías, como alguien, interesado, nos aseguró verbalmente, no es asunto que podamos hoy dilucidar, ni discutir siquiera, porque carecemos de los datos suficientes. Lo cierto y positivo es que el fuero municipal placentino fue dado a la estampa por el Chantre Benavides. La impresión terminó con un  incidente, que resultó cómico, aunque pudo ser trágico.
Para editar este libro concertase Benavides con Michelle Lovesio, uno de tantos impresores como entonces había en la ciudad de Roma. Ambos de acuerdo, estipularon las condiciones de la edición. La imprenta recibiría por cada pliego o cuadernillo sesenta liras y como los pliegos en total eran catorce, montaban ochocientas cuarenta liras de precio global. Adelantó Benavides ochocientas treinta liras, comprometiéndose a satisfacer las restantes cuando recibiera el libro ya impreso. Pero estando Benavides en Plasencia, a muchas leguas de Roma, llevándose por la codicia el impresor italiano, y, sin reparo ni vergüenza alguna, se dirigió epistolarmente al Obispo de Plasencia, él ejemplar y severo Don Pedro Casas y Souto, acusando al Chantre de estafador, reclamándole más de trescientas liras, y amenazando para el caso en que se negara a pagar esta cantidad, con acudir al Procurador del Rey, y, lo que era peor, con promover un escándalo en la prensa de Roma, por aquellos días turbulentos de fines del siglo XIX, en su mayor parte rabiosa de feroz anticlericalismo.
                 No era el Chantre placentino hombre que cediera fácilmente a las amenazas, ni que presto se acobardase antes los peligros; antes al contrario parecía crecerse en las mismas dificultades. Comprendió que la mejor manera de solucionar aquel improvisado e inesperado conflicto era presentarse en Roma, y ni corto  ni perezoso, allá se encaminó y en Roma se presentó por el mes de mayo de 1897. Poner los pies en la ciudad y dirigirse a la Embajada de España, para entregar al Embajador los documentos que comprobaban su inocencia. Recibiole afectuosamente y le ofreció toda su protección el diplomático español conde de Benomar, que habiendo llamado a su presencia a Lovesio, le obligó a retractarse, primero de palabra ante Monseñor Benavides, y después por escrito, en comunicación dirigida al mismo Embajador de España en el reino de Italia. Así quedó zanjado aquel incidente, en el cual, de no mediar la pronta decisión del injuriado, pudieran haberle sobrevenido, si no. funestas, sí molestísimas consecuencias.
  La edición casi íntegra del fuero municipal, fue a dar en la Biblioteca Antikariense, que por aquellos días fundó Benavides, en el colegio de Trinitarios españoles y poquísimos ejemplares, salvo los que el autor trajera consigo, han llegado a España. Rodando los años, y alternando los estudiantes trinitarios con sus compatriotas del Pontificio Colegio Español de Roma, en la Universidad Gregoriana, supieron algunos alumnos placentinos de la existencia de este libro, desconocido en su Diócesis de origen, a la que tan de cerca afectaba. Como obsequio, y obsequio de escaso valor, les era donado por sus condiscípulos trinitarios, y de este modo en las incipientes bibliotecas placentinas, rara vez faltó un ejemplar del fuero de Plasencia, que al fin emigraba con los alumnos a tierras de Extremadura, y engrosaba el corto numero de ejemplares habidos en la ciudad del Jerte. He aquí la razón por qué este códice legislativo, uno de los primeros fueros publicadas entre los españoles apenas si ha circulado por la misma tierra de Plasencia. En 1946,a instancias del Ayuntamiento de la ciudad, quisimos averiguar el paradero definitivo de esta e obra, que suponíamos olvidada y arrinconada en la Biblioteca Antikariense; pero cuando a nuestro paso por Roma, y en busca de noticias  placentinas, acudimos al Colegio de los misioneros Trinitarios de Vía Qualtro Fontane, ninguno de los religiosos que allí moraban, supo  darnos razón de la existencia del libro, ni del tiempo o forma en que  hubiera desaparecido.
 Por esto nos permitimos describir la edición de este libro de Benavides, tal y como está en el ejemplar de nuestra biblioteca particular, obsequio, que públicamente agradecemos al párroco de Cabezuela del Valle (Cáceres), don Florencio Sánchez Pavón.
               Tras la portada están: amplia dedicatoria latina al Sumo Pontífice Le6n XIII (2. hoja preliminar); carta gratulatoria que suscribe el Cardenal Rampolla, Secretario de Estado de Su Santidad (pág. 2); el plano de Plasencia en 1.200, ideado por don Vicente Paredes; dibujo  del Municipio, o “Casa cíe las Gradas” en el siglo XVI, al que acompaña la inscripción “Senatus Pópulos Que PIaçentinus” ; el imprescindible, prefacio del editor al lector; extenso discurso preliminar del abogado extremeño don Daniel Berjano  y la reproducción fotográfica de la primera página del manuscrito.
El texto, del fuero ocupa las páginas 23-167 inclusive. Al final van las notas ; estadísticas religiosas de pilas que había en  el Obispado los años 1589 y 1879; de los moriscos y esclavos que moraban en la Diócesis de Plasencia en 1589; y de los vecinos que contaban en 1571 Plasencia y su tierra, Trujillo, Bejar, y los pueblos del señorío; diversos documentos, referentes a la historia de Plasencia; un vocabulario para entender más fácilmente muchas palabras usadas en el fuero; la lista de Obispos y Dignidades que hubo en la Catedral  y otra de varones ilustres del Obispado. Cierran el libro tres documentos, salidos de la mano del mismo Benavides. El primero, una solicitud que, de aprobarla Obispo y Cabildos se elevaría a la Santa Sede pidiendo para los Capitulares placentinos en tiempo de verano el uso de roquete con mangas moradas y muceta del mismo color, en forma romana. El segundo, otra solicitud para que el Sumo Pontífice concediera trescientos días de indulgencia a cuantos fieles visitasen, en cualquier día del año los altares de la Asunción y las Reliquias de la Seo placentina. El tercero es el modelo y la inscripción funeraria en memoria del Obispo placentino D. fray Plácido Bayles compatricio de Benavides, del que no queda en Plasencia monumento sepulcral. Así mismo quería el doctísimo Chantre colocar segunda lápida marmórea en conmemoración de varios Prelados sepultados en la Catedral, de los que no ha quedado ni el más ligero recuerdo. Rematan las dos últimas hojas sin numerar con unas palabras del editor del fuero, que dejó allí impreso el escudo familiar, con el índice y las correspondientes censuras de aprobación.
La publicación de este libro le valió a Benavides el título de Hijo Adoptivo de Plasencia, y su Fiel Cronista, a más del modesto obsequio de una escribanía de plata  que le ofrendó la Corporación municipal y la licencia para adornar su escudo con el de la ciudad.
Compendio de la historia de Plasencia. . –
Al terminar los exámenes de las Escuelas Municipales en 1898, las Comisiones propusieron al Ayuntamiento, y éste acordó por unanimidad pedir a Monseñor Benavides que escribiese un texto compendioso de los hechos más salientes en la historia de la ciudad,  para repartir los ejemplares necesarios entre los niños de la escuela.
 Prelados placentinos. Notas para sus biografías y para la Historia documental de la Santa iglesia Catedral y Ciudad de Plasencia, por don José Benavides Checa. Plasencia. 1907. 
Como en realidad bajo un título tan largo se esconden libros distintos, los analizaremos y comentaremos por separado.
Prelados placentinos. No conocemos de visu más que tres ejemplares de esta ingente obra fundamental del Chantre. Uno que había en la Biblioteca del Seminario Diocesano de Plasencia, catalogado con la signatura 3-8-15, y sola contenía las páginas ¡7-24, ambas inclusive, dedicadas a la biografía del primer Obispo que hubo en la Sede placentina, don Bricio El segundo ejemplar, existente en la Biblioteca del abogado placentino don Antonio Sánchez Paredes, procede, si no estamos mal informados, de la librería del historiador de Trujillo, y Canónigo honorario de Lima, don Clodoaldo Naranjo Alonso, y contiene la portada del libro y la dedicatoria al Obispo Jarrín, recién llegado a Plasencia, y el prólogo hasta la página 8. El último ejemplar del libro es de  propiedad de D. Francisco Serrano, generosa donación del Párroco de Tornavacas (Cáceres) don Luís Macías Martín. Sobre los ejemplares anteriores está avalado por que tiene las páginas 13-16, en donde termina el prólogo famoso (ha  servido para resolver disputadas cuestiones acerca de la antigüedad y dos orígenes de Plasencia) firmado por el autor el 6 de diciembre de 1906. Con estos elementos, muy escasos, no podemos saber si realmente llevó a feliz término su plan de publicar científicamente el episcopologio de la Diócesis, del que había adelantado ya noticias esporádicas,  aunque valiosas. A juzgar por el esbozo de la magna obra, que sería definitiva, si la hubiera terminado, hubiera dejado Benavides muy atrás de a todos los otros historiadores que conocemos. Porque ni el licenciado Correas, ni fray Alonso Fernández, ni Gil González Dávila, ni Tamayo de Salazar, ni Asensio de Morales, ni mucho menos José María Barrio, Vicente de la Fuente, Alejandro Matías o Díaz Pérez, todos ellos inspirados directa o indirectamente en el licenciado Correas, pueden compararse en erudición, en sana crítica y en documentación con las pocas páginas impresas que hemos visto de las de Benavides. Lo malo es que de su libro tenemos que decir lo de las catedrales góticas: empezaban magníficamente, pero nunca se remataban con la misma grandeza.
La biografía de don Bricio que poseemos, aunque no es un estudio acabado y perfecto del primer Obispo de Plasencia, es un botón, que para muestra, basta. En pocas páginas delinea en maestría Benavides el retrato del canónigo burgalés, que inició un glorioso episcopologio; venido a su ciudad con Alfonso VIII, padre y capitán, obispo y gobernante, guerrero y jurista en las agonías del siglo XII y en los albores del XIII. ¡Lástima grande, que en el primero se termine la serie de prelados, cuyas vidas debía tener, si no escritas, sí muy adelantadas el autor del libro, cuando se decidió a comenzar la impresión de la obra!
Historia documental de la S. I. y ciudad de Plasencia.
 Las pocas páginas que hemos logrado ver de la obra precedente, las hallamos  siempre unidas a esta que analizamos. El formato de los libros es el mismo; la misma imprenta, aunque la paginación se distingue en éste, por que lleva junto al signo indicador de las páginas siempre un asterisco.
Forma esta historia un volumen de trescientas treinta y dos páginas, cortadas en seco y violentamente, más otras ochenta y siete que tienen paginación romana y sirven de apéndice donde se recogen numerosos documentos. Otro gran libro, fruto de muchos desvelos, y largas horas de pacientes investigaciones. También debió empezar a. pensar en esta obra Benavides en cuanto llegó a Plasencia, porque ya en 1897, cuando ofrecía su edición de fuero municipal al Ayuntamiento, le anunciaba que tenía el propósito de publicar muy pronto la historia de la S. I. enlazada con la de la Ciudad.. En junio del mismo año la tendría redactada, porque solicitó de la Corporación municipal algún auxilio pecuniario, para llevar a cabo la impresión con la esplendidez, el decoro y el esmero que, a su juicio, obra de tanta importancia requería. No se negó el Ayuntamiento a cooperar en la realización de aquella propuesta, antes al contrario decidieron por unanimidad, “y es de observar que había entre los munícipes algunos de tendencia marcadamente republicana, y poco, o nada, afecto al clero”, contribuir a la publicación del libró de Benavides. Pero siendo como era de interés, no sólo para la Ciudad, sí que también para el Cabildo de la Catedral a que pertenecía el mismo autor, no quisieron los Regidores de la cosa pública aventurar ninguna cantidad fija para su contribución económica, y pues estaban en circunstancias semejantes, significaron que aportarían, ni mas ni menos la misma cantidad que fijase el Cabildo de la Catedral.
Se ignora si éste ofreció algo, y las vicisitudes que impidieron cristalizasen en algo práctico los buenos deseos del famoso Chantre; lo cierto es que hubieron de pasar todavía diez años para que se mandase imprenta este libro, que con el contratiempo se enriqueció en la redacción última con muchísimas noticias, frutos de nuevas investigaciones.
Arte, ciencia, bibliografía, erudición, historia local y regional, civil y religiosa, hechos de importancia nacional, todo ello, quizás excesivamente amontonada, se halla en este libro del Chantre, impreso en parte, sin que hayamos visto ningún ejemplar completo. Para facilitar su manejo, tuvieron la paciencia de formar, en el verano de 1949 y en plenas actividades de oposiciones, un índice onomástico de obra tan rica en materiales históricos, índice que tal vez, si hay oportunidad, publicaremos. Son ciento cincuenta y siete páginas que agrupan por orden alfabético los dos mil quinientos cincuenta y tres nombres propios encerrados en los Prelados Placentinos, y en la Historia documental de la S. 1. y Ciudad de Plasencia.
Otras Obras: EPISCOLOGIO PLACENTINO. Plasencia 1900.-PLASENCIA MONUMENTAL Y ARTISTICA.1903.-EL SR. DE JARAICEJO. LOS VARONES DE EXTREMADURAS. ORDENANZA DEL GREMIO DE LOS HORTELANOS DE PLASENCIA.-OBRAS PIAS DE PLASENCIA Y SU OBISPADO. Y OTRAS MUCHAS OBRAS, PUBLICADAS Y NO IMPRESAS QUE FIGURAN EN SU BIOGRAFIA, Y POR LA AMPLITUD DEL ARTICULO OMITIMOS.
                                
Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina


martes, 3 de agosto de 2010

JOSE BENAVIDES CHECA. BIOGRAFIA. PRIMERA PARTE

HISTORIADOR PLACENTINO.
Es sencillo y modesto, recoger e hilvanar algunas noticias acerca de Monseñor Benavides Checa, y juzgarle solamente a él, o mejor, a su obra pero exclusivamente desde el punto de vista histórico y científico, para lo cual adelantamos los imprescindibles datos biográficos, que facilitan la comprensión de la labor desarrollada por este ilustre hijo de Antequera
BIOGRAFIA DE MONS. BENAVIDES
En fecha simbólica llegó a este mundo, el 12 de octubre de 1844, y aquel mismo día fue bautizado en la que era Iglesia Colegial de San Sebastián, y había de perder su Cabildo poco después en virtud del concordato de 1851. Le administró el prímer Sacramento el presbítero don Juan Benavides, quien, a juzgar por el apellido, debía estar emparentado con el neófito. Le fueron impuestos los nombres de José, Antonio, Francisco de Paula y María del Pilar. Era hijo legítimo del matrimonio contraído entre don José Benavides Sánchez y doña María Checa Aguilera. Todos ellos, lo mismo que los abuelos y padrinos, naturales y vecinos de Antequera .Razón, pues, tenía Benavides para gloriarse de su antequeranismo, y no pocas veces demostró a lo largo de su vida, y recordó orgullosamente con sus hechos y sus palabras, que era hijo, e hijo predilecto de la invicta Anticaria Gracias a él, y a sus instancias por bula del 19 de enero de 1889 restituyó la Santidad de León XIII el perdido título de Colegial a la Iglesia de San Sebastián, y declaró al Párroco y a los Beneficiados de la misma como Canónigos con ciertos privilegios, logrados por la influencia de Benavides, según confesó el Obispo de Málaga, don Juan Muñoz Herrera, nacido, al igual que Benavides, en Antequera . Antikaria se titulaba la primera publicación que sacó de la imprenta-en sus años de estancia en Roma. Antikcariense quiso él que se denominase la biblioteca pública, magnífica, de unos catorce mil volúmenes, que fundó en la misma Ciudad Eterna en el colegio que los misioneros Trinitarios españoles poseen frente al palacio del monte Quirinal en la Via Quattro Pantone. Y el acento de Antequera, a pesar de sus largos años de estancia en Roma y en Plasencia, se lo reconocía fácilmente el marqués de Figueroa en 1905, cuando le trató por vez primera a Benavides, siendo ya éste sexagenario.

De sus antepasados heredó Benavides escudo y blasón, que ornaba el lema “In labore et virtute omnis spes”; en el centro del cual, por benigna concesión del Ayuntamiento placentino, desde 1897 colocó las armas y el escudo de la ciudad que le había nombrado su Hijo Adoptivo y Fiel Cronista .
Los estudios eclesiásticos debió cursarlos en el Seminario de Málaga, aunque no tenemos de ello certeza, ni del centro en que consiguió laurearse en la facultad de Sagrada Teología, cuyo doctorado llegó a poseer. Según las letras testimoniales del Cardenal Vicario de Roma, que se apoyan y refieren a otras, anteriores, presentadas en su Vicariato, Benavides pasó los primeros años de su sacerdocio, por el espacio de once, entregado de lleno al ministerio de la cura de almas en su Diócesis de Málaga, donde atendió como, Párroco diversas feligresías, entre las que se citan la de Santa María de Antequera desde 1872 a 1881, y la de Bobadilla algunos meses de 1881 y del año siguiente. Este documento nos facilita el determinar, grosso modo, la fecha de su ordenación sacerdotal, que debió corresponder al año 1870, poco más o menos, cuando él contaba sobre los veinticinco de su edad. Por estos tiempos, bien fuese en Antequera, bien en Bobadilla, tuvo ocasión de relacionarse con don Antonio Aguilar y Correa, marqués de la Vega de Armijo y conde de Bobadilla, destacado miembro del partido liberal, que andando los años, desempeñó diversas carteras ministeriales y la dirección de la Real Academia de la Historia. Y de este conocimiento, por haber quedado prendado el político madrileño de las buenas partes que tenía el sacerdote andaluz, surgió el propósito de enviarlo a Roma en calidad de rector de la iglesia nacional española titulada de Nuestra Señora de Montserrat.
Por noviembre de 1832 figura inscrito entre los alumnos que acudían a la clase del Pontificio Seminario Romano, instalado en el palacio de Sant Apollinare, de gloriosa tradición en los estudios de ambos derechos, en los que Benavides se laureó por el mes de junio de 1887. Terminados los estudios jurídicos, permaneció en la Ciudad Eterna al frente de la Iglesia nacional de España hasta el año de l894 en que fue nombrado por Su Santidad para ocupar la Chantrla de la Catedral de Plasencia, vacante a la sazón por muerte de su último poseedor, don Julián Vegas.
La estancia en Roma desarrolló sus innatas facultades de investigador, metido de llenos en los círculos de sabios y eruditos siempre numerosísimos en aquella urbe. Cultivó allí, con singular acierto y desde el principio, el campo de la arqueología sacra, envuelto y si queremos, arrastrado por el ambiente que caldeaban los estudios y las investigaciones constantes de Giovanni Battista de Rossi, el príncipe y maestro de los arqueólogo cristianos, con el que ligaba a Benavides una amistad estrecha y cordial. Singular coincidencia: el mismo año en que Benavides fue destinado, y al parecer, bien a pesar suyo, a ocupar la silla de Primer Cantor en la Seo de Plasencia, rendía tributo a la muerte, ya septuagenario, el ilustre arqueólogo romano.
Dos años antes se había-conmemorado con toda solemnidad y regocijo el septuagésimo aniversario del nacimiento del famoso excavador de las catacumbas. Benavides, siempre ojo avizor al buen nombre de su patria, no consistió que España quedara al margen en el homenaje que el mundo cristiano tributaba al benemérito explorador de los antiguos cementerios. Como la Academia de San Lucas y Otras diversas de Italia y ultramontanas le ofrecían ya medallas de oro, ya otros objetos conmemorativos, propuso Benavides a la española de Bellas Artes de San Fernando y ésta aceptó sin reservas la propuesta del antequerano que le ofreciese un bajorrelieve en yeso, que representaba al Papa Pío IX en actitud de proteger los estudios arqueológicos del Profesor Rossi, y favorecer las excavaciones de las catacumbas.

En aquel período aureo de la arqueología cristiana,t uvo que tratar, y trató en efecto, nuestro biografiado no sólo al que era la cabeza y el jefe indiscutible de los investigadores y maestros de la nueva ciencia arqueológico, sino, también a los más eminentes -discípulos, infatigables continuadores de la obra del genial maestro. Allí se relacionó con el P. Rafael Garrucci, doctísimo jesuita; con el genovés de origen inglés Enrique Stevenson, celantisimo Secretario del colegio cultorum mczrtjjrum del que el mismo Benavides fué activísirno sacerdos ; con Monseñor Antonio de Waal, descubridor de la Memoria Apostolorum in Catacumbñs, es decir, en la iglesia de San Sebastin; con los jóvenes eclesiásticos Pedro Kirsch y José Wilpert, que se iniciaban y en- nuestros días han emulado tas glorías de sus predecesores en el estudio de la arqueología cristiana. Junto con Stevenson, y los estudiosos Tommassini, Navone, Bernabei, Monaci y el eximio paleógrafo Celestino Schiaparelli, fue elegido el año 1884 cómo académico correspondiente de la academia de la Historia en Roma.
Aquella inmersión en la búsqueda, el descubrimiento y la interpretación de los monumentos antiguos no la abandonó ya nunca jamás en su vida, y clara prueba de ello son las cartas del P. Fita.

La distinción con que le honró la Academia Española de la Historia, sirvió de espuela y acicate a Benavides, para contribuir con generosidad y celo activísimo al estudio de los asuntos españoles. Año tras año mandaba a la Biblioteca de la Real Academia libros interesantes para el arqueólogo, y ediciones que él valoraba por lo raras y compraba para remitirlas a Madrid o copiar a su costa el mapamundi original sobre el que Alejandro VI había trazado la línea divisoria de las conquistas españolas y portuguesas, para enviar la copia a nuestra Academia. Y tal confianza merecía a esta corporación, que en distintas ocasiones le comisionó para buscar documentos, y otras hizo constar en su boletín el aprecio que le merecía tan afanoso correspondiente, que dignamente la representaba en Roma.
Y sin embargo su afición por la arquitectura jamás le embargó, ni le estorbó sus actividades oficiales; antes bien supo armonizarla con el intenso amor y la máxima preocupación por los asuntos patrios.
En la misma Iglesia que él regentaba, se hallaban los sepulcros de dos Papas españoles, Calixto III, y Alejandro VI. Desde el Vaticano habían sido llevados a Montserrat, por entonces iglesia Nacional sólo del reino de Aragón, en 1620 por Monseñor Vives, el egregio fundador del Colegio Urbano de Propaganda Fide; pero el lugar que ocupaban, no resultaba digno de aquellos compatricios nuestros, que ilustraron, sin que neguemos las flaquezas del segundo, el Solio Pontificio, y Benavides, obtenidos los permisos competentes y atendidos todos los requisitos necesarios, trasladó los restos de los Papas hispanos a un sepulcro de mármol, en que descansan ya digna y definitivamente.
La fiesta de otro Papa español, San Dámaso, llevó al Colegio cultorum martyrum, obra del Profesor Horazio Marucchi, a las catacumbas de Domitila, y ciebrada la Misa en la Capilla donde yace sepultado el fossor Diógenes, inmortalizado por Wiseman en. la novela «Fabiola, Benavides por su cualidad de sacerdos del Colegio, pronunció una magnífica homilía, más tarde impresa, en honor del mas ilustre de los Pontifices hispanicos, cuya memoria está íntimamente ligada a la historia de los antiguos cementerios cristianos, homilía que no desdecía, ni de la doctísima conferencia que aquel mismo día pronunció de .-.Rossi en la Basílica de Santa Petronila, ni de la eminente lección del Profesor Marucchi .

Otro aspecto de las actividades culturales de Benavides fue la divulgación y exposición-de temas nacionales. Hoy es la iglesia de San Fernando, Rey de Castilla y León, la que le fuerza a pronunciar en la Academia de España una bella lección sobre el origen y formación de nuestra lengua y la influencia por ella ejercida sobre la italiana. Otro día es la reconquista de Granada y su recuerdo, la que congrega a los españoles residentes en Roma junto a piaza Navonaen la iglesia del Sagrado Corazón, la que antaño se llamó de Santiago de los Españoles por haber sido la Iglesia Nacional del Reino de Castilla como para el de Aragón lo fuera Montserrat, y allí hace vibrar el corazón de sus connacionales recordándoles emocionado el fin de la reconquista del suelo patrio. En otra ocasión para conmemorar el descubrimiento de América, desarrolla en los círculos romanos «Apología e historia pontificia» el tema, interesante y documentado, de la parte importantísima que el clero católico tomó en los descubrimientos colombinos, y vindica con elocuencia ardiente y devota a los Sumos Pontífices a los sacerdotes y a ilustres religiosos.
La misma Academia de los Arcades le acogió alguna vez en su recinto, y de labios de Benavides brotaron majestuosos conceptos sobre los orígenes del idioma castellano, sobre la belleza encantadora del mismo, y sobre las relaciones de su lengua materna con los restantes idiomas neolatinos.
No satisfecho con su labor de alta investigación arqueológico-histórica y de divulgación erudita, fundó y mantuvo a su costa este egregio Prelado Urbano un Instituto, en el que gratuitamente se enseñaban las lenguas española, francesa, inglesa, alemana, árabe y portuguesa. Las clases de este Centro que regían profesores eminentes, se vieron frecuentadas por más de quinientos alumnos de todas las edades y condiciones sociales, y sirvió eficacísima y ejemplarmente para contrarrestar en parte al menos, la incesante propaganda de las sectas protestante que inundaba el suelo de Roma.

De haber continuado Benavides en la Ciudad Eterna, metido de lleno en ambienté cultural tan elevado, no es aventurado mi sospechar, ni decir, que la cristiandad entera se hubiera beneficiado de investigaciones, y qué el nombre de este hijo ilustre de Antequera hubiera figurado en los tratados de arqueología cristiana al lado de sus compañeros ya mencionados, y a estas horas no sería menos conocido ‘que Duchesne, Bulio, Grossi-Gondi, Scaglia, Lanciani, o el barón de Kanzler.
Pero en 1894 fue nombrado Chantre de la Catedral placentina, y desde entonces hasta su muerte, Plasencia, ciudad y diócesis, nueva patria adoptiva, ocupa un puesto distinguido y privilegiado, en el corazón ardoroso de Benavides, que precisamente en Plasencia rindió tributo a la muerte el 5 de septiembre de 1912. Ni las personas, ni las cosas de Plasencia le fueron ajenas desde que se instaló en la bella. extremeña. Le preocuparon con singular atención los asuntos culturales, pero no descuidó ni los apostólicos, gozaba del título de “Misionero Apostólico” según confesiones y declaraciones tanto del Obispo cuanto del Alcalde de la ciudad ni siquiera los de carácter nacional o internacional.

Basta hojear las actas del Municipio placentino para convencerse de la intensa preocupación de Benavides, cuyo nombre aparece allí con relativa frecuencia, por todo lo que a la ciudad y a sus moradores pudiera interesarles.
Adscrito como Vocal adjunto a la Junta Local de Instrucción Pública, visita Escuelas privadas y públicas, inculcando en los niños ideas de amor al estudio, a la vez que sentimientos religiosos, que jamás olvidó su condición de Sacerdote, como de consuno atestiguan las autoridades de Roma y Plasencia . ‘ Interviene muy activamente en conseguir para esta población de la Alta Extremadura el titulo de .Muy Benéfica en atención a los desvelos y cuidados que se prodigaron por la ciudad entera a los soldados repatriados de Cuba y Filipinas, distinción que enalteció con su numen poético el cantor de Extremadura, Gabriel y Galán, que se confesaba «amigo agradecido del Chantre de Plasencia» . Por su iniciativa se dieron nombres de insignes bienhechores antiguos a varias plazas y calles de la ciudad, y por su cuenta organizó funerales solemnes en el aniversario de la muerte del fundador de Plasencia, el Rey castellano don Alfonso VIII.

Aclimatado en este nuevo cargo y terreno, sus relaciones científicas hubieron de centrarse principalmente en España. Con su ingente Biblioteca romana cedida al Colegio de Trinitario españoles, se fundó una pública en Roma, puesta bajo el patronato del Embajador de España en el reino de Italia, y por este acto de generosidad y desprendimiento mereció la gratitud del gobierno de nuestra nación y de los estudiosos de las cosa españolas en la ciudad de los Papas. Cuando al correr de los años formalizase en Roma la «Escuela de Arqueología Historia», se contaba entre otros fondos con los de la casa generalicia de los Trinitarios Descalzos, donde estaba, decía Pacheco y Leiva, «la muy rica sobre materias religioso-históricas española del que fue Monseñor Benavides Checa».
Puesto al habla con los estudiosos de España entera, nunca cesó en el trabajo investigador, y su labor fue apreciada meritisimamente por los auténticos sabios, aunque en más dé un ocasión hubo de sufrir ¿cómo no?— las rechiflas, ordinaria en ciudades pequeñas, de pretenciosos y vanidosos émulos que hablaban, pero no se movían trabajando.
Gracias a Benavides su particular amigo y doctísimo maestro en la historia del arte español, don Manuel Gómez Moreno, hizo la mejor descripción, aún habida cuenta la brevedad de la misma, de la antigua Catedral placentina. Fue el mismo Chantre quien al visitar por primera vez, año 1894, la célebre Capilla de San Pablo, que ha sido sucesivamente Sala Capitular, Sacristía y vestuario de Canónigos, quedó gratamente sorprendido al contemplar tan notable monumento, sintiendo a la par suma extrañeza cuando se percató .de que nadie hasta entonces había reparado en la belleza arquitectónica de la sala. Poco después comunicó sus extrañeza y maravilla con el arquitecto don Vicente Lampérez, quien en 1901 describió la susodicha pieza, valorando debidamente los méritos que encierra, que habían silenciado cuantos habían escrito sobre la historia, arte y monumentos de Plasencia. Las impresiones primeras del famoso arquitecto e historiador, publicadas en la Revista d Arquitectura, la resume el autor en su obra general acerca de la arquitectura cristiana española.

Gozó igualmente Benavides de la amistad de don Pelayo Quintero, que con elegancia y maestría describió en el Boletín de la Sociedad Española de Excursiones, la sillería del Coro de la uno de los más notables del reino de Castilla, capaz de parangonarse con los de las Catedrales de Sevilla, Ciudad Rodrigo y Toledo, o con la del Convento Dominicano de Santo Tomás de Ávila. También por los mismos años Serrano Fatigati se detuvo ante el mérito extraordinario de la sillería del Coro placentín, y la estudió en la Ilustración Española y Americana.
Trabajos todos ellos meritísimos, que el Chantre avaloró con preciosas e ininterrumpidas investigaciones en los fondos del Archivo Capitular de la Catedral y del Municipio.
Perdió Roma, al venirse a España Benavides, un elemento valioso, y un estudioso incansable y perito en el campo de la arqueología cristiana; pero ganó mucho España, más concretamente Plasencia y su Diócesis, con la presencia y las actividades de Benavides en la Chantría a lo largo de diez y ocho años. Basten los testimonios del Padre Fita, y del Padre Naval.
El que había pasado su vida entera como estudiante y era un verdadero maestro en el campo de la historia, apenas si ejerció formalmente la función docente en la ciudad del Jerte. Tan sólo en el Curso de 1906-7 figura entre los Catedráticos del Seminario Diocesano, explicando precisamente arqueología, su fuerte, asignatura que por ‘vez primera se enseñaba en dicho Centro Eclesiástico; pero antes de terminar el Curso, allá por marzo de 1907, pasó a sustituir a Benavides en la Cátedra el entonces joven Presbítero don Ambrosio Tejado, sin que Benavides aparezca ya nunca entre los Profesores del Seminario.

Algo semejante le aconteció con los cargos de responsabilidad gubernativa en la curia. Como Gobernador Eclesiástico interino firma el 1 de mayo de 1907 una Circular al que ordena al Clero Diocesano que desde aquel día en conformidad con las rúbricas, haga mención en el Canon de la Misa del nuevo Obispo, don Francisco Jarrín Moro. A buen seguro que aquella brevísima interinidad la debió a la ausencia del Deán don Eugenio Escobar, Vicario Capitular, que estaría en Salamanca asistiendo a la Consagración del Prelado. Posesionado de la Diócesis el señor Jarrín, también correspondiente de la Real Academia de la Historia desde el año 1884 cuando estaba en Ávila, nombró para Fiscal del Obispado al Chantre Benavides; pero duróle muy poco tiempo el cargo, como le sucedió a Escobar con los de Provisor y Vicario General, pues este fue sustituido en los oficios de curia antes de que feneciera el mismo año de 1907, y no mucho después aparece como nuevo Fiscal don Teodoro Sánchez Marcos, quedando también desplazado Benavides.
Recogido de nuevo en sus tareas de exploración de la antigüedad, y consagrado a ellas por entero, hizo de su propia casa Archivo y Museo, y entregado a sus aficiones le sorprendió la muerte en 1912. Fue sepultado conforme a la costumbre y privilegio de los Capitulares placentinos en la Ermita de Santa Teresa, y sobre sus restos los testamentarios colocaron lápida de mármol, sobre lo que mandaron grabar el siguiente epitafio:
EL M. I SR./D. JOSE BENAVIDES CHECA/CHANTRE DE ESTA SANTA IGLESIA/ Y
PRELADO DOMESTICO DE SU SANTIDAD/MURIO EN EL SEÑOR EL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1912. /ROGAD A DIOS POR SU ALMA.
Inscripción bien sencilla, (permítasenos decir) muy poco en consonancia con el temperamento y los gustos del difunto. Hubiera preferido, no lo dudamos, laude latina, con reminiscencia de mártires y cementerios cristianos de la antigüedad, algo parecido a lo que él había compuesto para su paisano, el Obispo don fray Plácido Bayles, Prelado fallecido en la Diócesis de Plasencia el año 1747.

No nos explicamos por qué el Boletín Oficial del Obispado no mencionó en sus necrologías a este Chantre, que pese a sus rarezas y extravagancias — ¿quién no las tiene?— auténtico hombre de ciencia, no siempre comprendido, había paseado el nombre de España por el extranjero, y el de Plasencia por toda la Península, recabando para ambas siempre la admiración, el aplauso y el agradecimiento dé muchos hombres grandes en la ciencia y en la virtud. Muy de otra manera reaccionó la Real Academia de la Historia, que hizo constar en sus actas y su boletín el fallecimiento de este preclaro Sacerdote, ornamento de la Diócesis placentina.

Biografía: Mons. Benavides Checa. De Francisco González Serrano, año 1952.Fundador del Seminario de Estudios Placentinos, presesor de nuestra Asociación Cultural Placentina."Pedro de Trejo"
                
Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina