Francisco
Antonio de Lorenzana y Butrón (León, 22 de septiembre de 1722 - Roma,17 de abril de 1804), cardenal, historiador, liturgista y humanista ilustrado español, hermano del deán de
Zaragoza y obispo de Gerona Tomás de
Lorenzana.
Biografía
Tras completar sus estudios en el
colegio jesuita de su
ciudad natal, entró al estado eclesiástico y alcanzó una canonjía en Toledo. Desde el 5 de junio de 1765 al 14 de abril de 1766 asumió el obispado de Plasencia, (no de
Palencia, como más de una vez se ha escrito erróneamente). De ideología
acentuadamente regalista, impulsó la
expulsión de los jesuitas en 1767. Desde el 14 de abril de 1766 al 27 de enero de 1772 asumió el arzobispado
de México, donde desplegó una energía y capacidad de trabajo
tales que se hizo tan famoso como temido, sobre todo por los conventos de monjas, cuyos estatutos
intentó reformar, y por los jesuitas, contra los cuales chocó desde el
principio. Supo conjugar la fe católica con el reformismo ilustrado e intereses
sociales e incluso científicos.
Recogió y publicó las actas de los
primeros concilios provinciales
de México en 1555,1565 y 1585: Concilios
provinciales, I, II, III, de México (México, 1769-70). En 1771 él mismo convocó el cuarto concilio provincial mexicano, que comenzó
el 13 de enero y terminó
el 26 de octubre. Desafortunadamente
sus decretos, que envió a Madrid para ser confirmados, no fueron aprobados por
los monarcas ni por el Papa y quedaron sin publicar. También se dedicó a la
historia profana escribiendo y anotando prolija y eruditamente una Historia de la Nueva España, escrita por su
esclarecido conquistador Hernán Cortés (México, Joseph Antonio de Hogal, 1770) que incluye la primera edición mexicana de las Cartas de Relación de Hernán Cortés, con
importantes mapas y ampliaciones con textos de Lorenzo
Boturini Benaducci y fray Agustin de
Betancourt. Fomentó también la elaboración de gramáticas indígenas, proyectos de
urbanismo y diversas excavaciones y estudios relacionados con las antigüedades
mexicanas, y produjo varios catecismos para párrocos y niños.
El infatigable arzobispo volvió a España en 1772 para colocarse a la cabeza de la archidiócesis
de Toledo hasta el año 1800 en que renunció al puesto en teoría por razones
de salud, si bien la causa verdadera eran sus conflictivas relaciones y roces
con el valido Manuel Godoy. Allí reunió una gran biblioteca que hizo pública en 1771 y levantó un apropiado y funcional edificio para
la misma. Formó una colección de 379 incunables, cerca de mil manuscritos de los
siglos XI al XIX y más de 100.000 libros impresos entre el siglo XVI y el XIX, que constituyeron el núcleo de la Biblioteca
Pública del Estado en Toledo, integrada en 1998 en la actual gran Biblioteca de
Castilla-La Mancha.
Buscó y preparó la edición de los
antiguos escritores hispano latinos toledanos, que apareció publicada al fin
bajo el título SS. Patrum
Toletanorum opera (Madrid, 1782-93). Asimismo preparó la edición del
breviario gótico del rito mozárabe, Breviarium Gothicum (Madrid,1775), y del misal mozárabe Missale Gothicum (Roma, 1804). En las introducciones a estas ediciones discurre
con gran erudición sobre liturgia mozárabe. Mandó realizar las
llamadas Descripciones o Relaciones de Lorenzana (1784), un cuestionario de catorce preguntas al que debían
contestar los vicarios, jueces
eclesiásticos y curas párrocos del arzobispado para recabar información de todo
tipo sobre la archidiócesis, sobre aspectos tan variados como los sistemas de
cultivos, las limitaciones climáticas, la comercialización de los productos, la
bondad de sus aguas o la enfermedad más común que se sufría en su pueblo, entre
otras informaciones fundamentalmente de naturaleza geográfica. El manuscrito
con las respuestas se conserva en el Archivo Diocesano de Toledo. Y junto al interés por el presente
de su diócesis, sintió casi el mismo por su pasado medieval: quiso editar las
obras de primitivos autores cristianos toledanos venerados en Toledo, como San Eugenio, Eulogio, San Ildefonso y Julián de
Toledo, pero también recuperó el Manus fortis de Maimónides, mostrando así su multiculturalismo. La ingente tarea fue posible
gracias a la colaboración de importantes eruditos, como su bibliotecario Pedro Manuel Hernández, el padre Enrique Flórez, Francisco
Pérez Bayer, Faustino
Arévalo o Francisco de Santiago Palomares. Consciente del espíritu de su
siglo, Francisco Antonio de Lorenzana creó también un gabinete de historia natural y un museo de antigüedades
(durante su estancia en México reunió una interesante
colección de objetos etnográficos procedentes de los indios de California, cuadros de mestizaje pintados en Puebla de los
Ángeles, piezas de cerámica de Tonalá (Guadalajara) y bateas de Michoacán, que trasladó a Toledo, desde donde
se dispersaron por diferentes instituciones españolas). Por otra parte,
encomendó al académico alicantino Ignacio Haan la construcción de un nuevo
edificio para la Real
Universidad de Toledo, el hoy llamado Palacio del
Cardenal Lorenzana, y la rehabilitación del Palacio Arzobispal, así como
la construcción del Hospital del Nuncio Nuevo y la Puerta Llana de la catedral.
La Biblioteca Arzobispal, de gran importancia y abultada por los fondos
exclaustrados de los jesuitas, se vio enriquecida con el Fuero Juzgo. Entre 1794 y 1797 fue nombrado Inquisidor
General.
Fue asimismo un gran mecenas y
protegió y alentó en Roma los proyectos del jesuita expulso, filólogo y
humanista extremeño Faustino
Arévalo, muy parecidos a los suyos, y le tuvo como secretario
hasta su muerte. Al acaecer la misma, Arévalo pronunció su elogio fúnebre. En
gran parte la edición de Arévalo de las S. Isidori Hispalensis Opera
Omnia (Roma, 1797-1803) se debió a su
empeño personal.
Su labor social fue memorable,
aunque sus sucesores no supieron estar a la altura del formidable impulso que
dio a estas empresas; fundó dos hospicios, en Toledo y Ciudad Real, en los que además se instruía a
los menesterosos en faenas para que se ganaran la vida con una idea típicamente
ilustrada de los beneficios que reporta la caridad activa. Acogió a los
religiosos franceses emigrados por la Revolución
francesa.
Fue nombrado cardenal el 30 de marzo de 1789 por Pío VI y tras participar en el cónclave tras su fallecimiento (1799-1800), renunció a
su arzobispado y acompañó al antiguo cardenal Chiaramonti y nuevo Papa Pío VII a Roma y allí permaneció hasta
su muerte. En 1801 fundó una
nueva Academia Católica en la Ciudad Eterna. A su muerte nombró como herederos
suyos a todos los pobres. Su sepulcro está en Roma, pero fue trasladado a
Ciudad de México.
En la sala capitular de la Catedral
de Toledo se conserva el retrato del cardenal, realizado por el pintor Zacarías
González Velázquez.
"SEMBRANDO INQUIETUDES"
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