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sábado, 22 de febrero de 2025

LA SERRANA DE PLASENCIA.

 

                                          LA SERRANA DE PLASENCIA

Como hemos mencionado en otras ocasiones, tenemos en Plasencia un buen numero de mujeres, que en el transcurso de la historia, han dejado su huella en las épocas y días que vivieron, Mujeres que, cada una, en sus circunstancia dieron motivos para ser recordadas y algunas, hasta podían ser evocadas por lo ejemplar de sus vidas. Otras por lo dramático de sus situaciones, también tienen motivos para ser rememoradas e, incluso, la intensidad de su vida podía ser motivo de divulgación y provecho para la ciudad que las vio nacer.

Podríamos hablar largo y tendido de mujeres tan destacadas como María la Brava, Inés de Suarez, Inés de Carvajal de la que vamos a hablar hoy, conocida como la Serrana de la Vera o Serrana de Plasencia pues de ambas formas pasó a la histórica leyenda de España esta singular mujer.

La serrana de la que tanto se ha escrito y tanta influencia tuvo en el teatro del siglo XVI y XVII, hasta el punto de que trataron y escribieron sobre el tema diferentes autores, de la talla de Luis Vélez de Guevara, José Valdivieso, Azedo de la Berrueza y Lope de Vega, entre los más reconocidos y famosos. Sobre el tema cada autor da su interpretación y su final.

Posteriormente, se han escrito libros y estudios, por más de veinte autores, siendo el de Enrique Rodríguez Cepeda uno de los más recientes y que aporta nuevas noticias sobre la Serrana y la obra de Vélez de Guevara.

Debe tenerse en cuenta que el drama de la Serrana ha sido estudiado por investigadores de la talla de Ramón Menéndez Pidal, que estudió en 1916 el manuscrito de Vélez de Guevara, que se conserva en la Biblioteca Nacional y de Julio Caro Baroja, entre otros no menos famosos autores.

La leyenda como he dicho tiene varias versiones y otros tantos finales. Sabemos que fue una mujer de bellísimas formas, de gran fuerza física, que manejaba el arco y la honda con gran destreza.

También que al ser violada por un sobrino del obispo Carvajal, despechada, se fue al monte, al principio al camino que conducía a Trujillo (de ahí el Puerto de la Serrana como hoy aún conocemos) y que después se trasladó a la Sierra de Tormantos, junto a Garganta la Olla, de donde viene el encabezamiento de casi todos los dramas, comedias y poesías sobre el tema:

“Allá en Garganta de la Olla, donde asaltaba a cuantos hombres pasaban por sus dominios, a los cuales llevaba a sus cubiles, los daba de comer y beber en abundancia y, después, gozaba sexualmente con ellos, matándolos como venganza por la violación que había sufrido, llegando a formar un montón de regular tamaño de calaveras”.

Todo acabó cuando un mozo, después de cansada de deleites, dormida se queda, lo cual aprovecha el joven con los zapatos en mano para no hacer ruido y escapar de una muerte cierta. Denunciado donde estaba la guarida de tan terrible mujer, fue detenida por la justicia de Plasencia y ajusticiada en la Plaza. Esto es un resumen muy condensado pues la leyenda es de todo conocida.

 "y guárdense de mí todos
quantos onbres tiene el suelo
si a mi enemigo no alcanzo,
que hasta matarlo no pienso
dexar honbre con la vida;
y hago al zielo juramento
de no bolber a poblado,
de no peinarme el cabello,
de no dormir desarmada,
de comer siempre en el suelo
sin manteles, y de andar
siempre al agua, al sol y al viento,
sin que me acobarde el día
y sin que me venza el sueño,
y de no alzar, finalmente,
los ojos a ver el cielo
hasta morir o vengarme"                                                                          

Finalmente dar algunos apuntes y hacer una consideración o reflexión.” La serrana de la Vera”, de Luis Vélez de Guevara, se estrenó en Valladolid en 1639, fue escrita para la histriona Josefa Vaca actriz española del siglo de Oro Español apodada la Gallarda. Elogiada por dramaturgos de la talla de López de Vega o Luis de Guevara, desató envidias, pasiones y versos envenenados de las más afiliadas plumas de la época). a quién se dedicó el texto, la puso en escena el autor de la comedia, Juan de Morales esposo de Josefa (Ed. Enrique Rodríguez Cepeda).

También aquí en Plasencia, se interpreto en varias ocasiones el auto sacramental de Valdivieso, en el teatro del palacio del obispo, por las jóvenes de Acción Católica. Mas recientemente se hizo una versión para TV en 1981.

De la mujer ha quedado al paso del tiempo la leyenda y hoy se citan lugares y parajes donde desarrolló sus correrías y cada lugar procura hacer propio lo de la leyenda lo afecta.

LA POSIBLE BASE HISTORICA DE LA LEYENDA.

Es la calle Pedro Isidro. En la antigüedad este Pedro era Pero, personaje misteriosos que nadie sabe quién fue. No hubo historiador ni cronista que lo dijera, ni quedó rastro de tradición en que se trasluciera un indicio… ¡nada!

Quien fuera Pero Isidro es cosa que se perdió en la nebulosa de los siglos. ¿Qué hazaña o proeza hizo el personaje en cuestión para dar nombre a una calle? No llegó hasta nosotros noticia alguna. Pero siguen los misterios de esta pequeña y céntrica calle. En 1915 publicó D. Vicente Paredes en esta ciudad un libro titulado: “Orígenes históricos de la leyenda “La Serrana de la Vera”, que no es otra cosa que un proceso criminal contra el joven Antonio de Trejo y D. Hernando de Almaraz, cuñado del anterior, entablado por D. Diego Paniagua, por allanamiento de morada y atentado contra su honor y el de su familia, en la persona de Mari López, en la noche del 22 de mayo de 1573, después de pasada la feria y durante las fiestas del Corpus, donde se celebraron autos sacramentales, cabalgatas, danzas, comedias y alegrías de toros.

El proceso ruidoso fue encontrado casualmente por el referido D. Vicente Paredes en la tienda de viejo de Utrilla, que existía en la Plaza Mayor, en los soportales junto a la churrería que hoy existe.

En el libro se publican a manera de preámbulo, sendas cartas dirigidas a D. Marcelino Menéndez Pelayo y a D. Vicente Barrantes, los que a la sazón investigaban los antecedentes de la “Serrana de la Vera”, cuyas cartas les envió D. Vicente acompañadas de dos ejemplares de referido libro, como miembro que era de la Academia de la Historia, para que a su juicio pudiera deducir si la protagonista del proceso pudiera ser el abominable personaje de la leyenda. El proceso es largo y curioso, y fue llevado por el Corregidor de la Ciudad, D. Pedro Gómez de Vilacencio y por Gómez de Oropesa como escribano.

Los detalles de la escena que describen los testigos en sus declaraciones son en parte impublicables, sobre todo por el realismo del lenguaje de época en que la moralidad dejaba bastante que desear.

La ciudad entonces era pequeña, encerrada dentro de sus murallas, pues la expansión urbana extramuros se reducía a alguna ermita y santuarios y cruces de término, por lo que el escándalo debió de ser grande, con la comidilla y chismorreo de los clásicos mentideros de las gradas de los templos y el cotilleo de las comadres.

En la noche de autos, los vecinos de la calle Pedro Isidro se despertaron sobresaltados por el ruido de cuchilladas y las voces del galán pidiendo auxilio a los vecinos y clemencia al hermano de Mari López, al que prometía casarse con ella, como según él era su intención.

Aporreaba la puerta de los vecinos, muchos de ellos casi en paños menores, y al no abrir, algunos fueron a buscar el cuñado del pájaro encerrado, quien acudió presuroso, siéndole por fin franqueada la entrada por un criado negro de D. Diego. Ambos fueron heridos por el enfurecido hermano, y más grave al galancete con una mano atravesada.

D. Diego Paniagua se encontraba en la Feria de Trujillo, y al llegar viendo su honor ultrajado, entabló la querella cuyo proceso nos describe con todo lujo de detalle, nombres de personas que no da lugar a duda.

Según se ve por las declaraciones de los “tórtolos”, se entendían por señas, situándose Antonio de Trejo desde la esquina del convento de San Ildefonso, siendo notorio que la Mari López, la cual tenían dieciséis años, abrió la puerta a su enamorado voluntariamente.

Por lo que se vislumbra la niña debía de ser una “pánfila” de fácil persuasión acaso por la ingenuidad de su corta edad.

 Ya dijimos que el galancete se quería casar, pero su madre, Dª Catalina de Trejo, que acaso viera algo raro en la doncella en la blandura de corazón, ocultó a su hijo en Santo Domingo y más tarde lo hizo viajar poniendo tierra por medio, saliendo sigilosamente de noche hacia Galisteo y Ceclavín con la intención de que pasara a Portugal, en cuyo viaje tenía que dormir en las iglesias que, como lugares sagrados, eran entonces invulnerables, ya que era perseguido por la justicia.

Dadas las costumbres de la época, el hecho en sí no tenía más importancia que la categoría social y la alcurnia de las personas que figuran en el proceso, lo mismo los protagonistas que muchos de los testigos que declararon a favor de la reconocida honestidad de la hija de D. Diego.

D Francisco de Carvajal, pariente de los Trejo, hizo cuanto pudo por casar a los novios para apaciguar los ánimos pero no pudo reducir la voluntad de la madre, que demostró gran energía a pesar de que los Paniagua eran señores acaudalados.

Es curioso que la mayoría de los vecinos no pudo firmar sus declaraciones por no saber, cosa corriente entonces. No se conoce la sentencia de los procesados, ni si hubo boda más tarde. “La Serrana de la Vera” inspiró a Lope de Vega y Carpio su famosa comedia, o bien fue el creador de la leyenda con su poética y fecunda imaginación, creando también el turbulento tipo de la feroz protagonista, por lo que no se puede asegurar que fuera Mari López, como ocurre en el caso de la “Dolores” de Echegaray, cuyo drama lo coloca en Calatayud.

Otra comedia sobre el mismo tema, de Luís Vélez de Guevara y dos autos sacramentales, uno de ellos de José Valdivieso, coinciden todos que la “Serrana de la Vera” era de Plasencia, aunque los nombres de ésta y el burlador son distintos en cada caso, así como los padres y otros personajes.

En el auto sacramental de Valdivieso aparece casada y discrepan bastante unos de otros en cuanto al argumento. Hay también romances, entre ellos el de Gabriel Acedo de la Berrueta, de 1666, en que asegura que la Serrana nació en Garganta la Olla, aunque titulaba “La Serrana de Plasencia”. No es caso de repetir aquí las fechorías truculentas de la repetida Serrana, que seguramente conoces, que tuvieron por escenario la sierra de Garganta la Olla, por venganza de un amante burlador, cosa que en verdad no fue tal, pues ya dijimos que este quería casar con Mari López.

Si es que la Serrana de la Vera existió, nadie puede asegurar que ésta fuera hija de Paniagua, ni donde nació, aunque lo diga Lope de Vega en su comedia, pues es sabido que el famoso “Fénix de los Ingenios” debió de conocer Plasencia, por el magistral poema en que describe el jardín del palacio del Duque de Alba, de la Abadía, y acaso se le ocurrió utilizar este pintoresco país en su poema escénico. ¿Dónde nació la Serrana de la Vera? Misterio. ¿Fue Mari López? No es probable dada la ingenua idiosincrasia que se observa a través del proceso, pero de este sucedo derivo la leyenda.

 

Si existió, acaso fuera un marimacho sin entrañas o una enfermedad mental, que se echó al campo viviendo de forma tan primitiva para efectuar sus sádicas inclinaciones, cuyo nacimiento sería sabe Dios dónde, viniendo a buscar refugio en la ya célebre cueva de la Sierra de Garganta la Olla, donde fue perseguida por los cuadrilleros de la Santa Hermandad. Desde luego yo no creo que fuera placentina.

 Poetas y romanceros poetizaron el célebre caso y los juglares cantaron la leyenda. El famoso histrión Lope de Rueda con su farándula, representó la comedia por villas y lugares. Fue seguramente una leyenda fantástica propia del siglo de Oro, emporio de las artes y de la literatura. Pero no puedo creer que Mari López fuese tan abominable heroína de la trágica leyenda.

Pues bien, ¿no sería interesante que en las diferente visitas turísticas a nuestras calles se incluyera la leyenda de la Serrana, como un aliciente más?.

 

                José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

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martes, 4 de febrero de 2025

IMAGENES DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA .

 SAN IGNACIO DE LOYOLA.

 

Imagen de madera policromada, de 62 x 38 cms. Perteneciente la escuela Manierista, de siglo XVI-XVII. Actualmente recogida en los departamentos del museo de la S. I. Catedral, Por este motivo ala fotografía que exponemos es antigua.


Aparece el santo en una posición de inspiración divina, sosteniendo en una de sus manos un báculo que termina en una cuz, mientras que la otra se extiende con gran elegancia, actitud que nos recuerda las manifestaciones manieristas. Técnicas de “estofado” con decoración de guirnaldas de pan de oro sobre fondo negro.

Se supone que procede del Colegio de los Jesuitas de Plasencia, colegio que fue fundado en la ciudad de Plasencia bajo la protección del obispo Gutierre de Vargas de Carvajal, comenzándose a edificar en abril de 1555, teniendo una amplia repercusión en la ciudad como centro educativo y de ayuda a los pobres y necesitados de necesidades materiales en los años de hambre. El propio San Francisco de Borja estuvo presente en la bendición de la primera piedra del colegio.

 


SAN FRANCISCO.

Imagen de madera policromada, perteneciente al siglo XVII, su última ubicación fue el Convento de Santo Domingo de Plasencia.


Obra de buna factura que en líneas generales está relacionada con la imaginería barroca española, en la que el santo esta ensimismado en plena observación del cristo crucificado, lo que le llevará asumir los estigmas de Cristo, que quedaran plasmado en su propio cuerpo. Es evidente que en la capilla del Crucifijo o de los Ayala y Chaves (del Convento de Santo Domingo), no se encontrara originalmente esta figura, que fue colocada en este lugar, pienso que procedería del Convento de San Francisco, pues según parece era propiedad de la Venerable Orden Tercera, donde estuvo ubicada en una capilla al lado de la Epístola del presbiterio junto a la sacristía. Cuando se cierra el convento la Venerable Orden Tercera trasladó su sede a la iglesia de San Esteban hasta 1846, pasando después al convento de Santa Clara y trasladado de nuevo al convento de San Vicente Ferrer a primeros del siglo XX, pasando al Palacio Episcopal y donde se custodia en el día de la fecha.

Esta imagen de atribute a Juan Salvador Carmona, aunque no se conoce su autoría, pero las evidencias estilísticas nos dirigen a relacionar la talla con este autor.

 

SANTA TERESA,

Piedra policromada del siglo XVI, procedente del Convento de Santo Domingo de Plasencia.

Vestida de Santa con capa y birrete de doctora de la iglesia. Sin embargo no esta en posición de doctora con libro y pluma (como a otra Santa Teresa que se expone en el convento de las Carmelitas o en el retablo mayor de la Catedral) en cada una e las manos, siendo inspirada por el Espíritu santo, tipo creado por Gregorio Fernández. En este caso está mirando hacia arriba en una clara alusión a la inspiración divina.

Sabemos que el obispo don Cristóbal Lobera y Torres mandó realizar una hornacina y colocar en ella la estatua de la Santa Teresa en la que se puede leer en una cartela: “Don Cristóbal de Lobera, obispo de Córdoba, hizo hacer esta capilla a Santa Teresa y las tres laudes de abajo a sus padres……. Se hizo en el año 1625”.

 

CRUCIFICADO.

En el museo de la S.I.C. de Plasencia, se encuentra una talla del Crucificado (122 x 92 cms.), en mal estado de conservación, ha perdido casi toda la policromía original.


Es una figura tranquila, con el dominio de las rectas, de rostro sereno, con barba corta y cabellos muy pegados a la cabeza, pasando éstos por detrás de las orejas. Es una imagen de proporciones alargadas. El cuerpo no presenta extremo dolor, ni distorsiones. La pierna interior se mantiene casi verticalmente, con el pie siguiendo una pequeña rotación externa, la pierna superior flexiona la rodilla y dobla el pie en rotación externa. El torso es alargado y muy estrecho, no destacando las costillas ni los músculos. Los brazos son muy largos y casi se disponen en la horizontal. Se cubre con un amplio perizoma, anudado en el lado derecho.

Por todas estas características, podemos fechar este Cruficado a mediados del siglo XIV.

Esta imagen procede de la localidad de Segura de Toro, fue traída a Plasencia por el prelado don Pedro Zarranz y Pueyo, en 1945. 


                José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina- Jose Gutiérrez Delgado

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