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miércoles, 7 de abril de 2010

LOS ORGANOS DE LA CATEDRAL DE PLASENCIA.

LOS ORGANOS DE LA CATEDRAL.
Siempre tuvo la catedral placentina buena música de organería, cantores graves de voz concertada y mozos de coro que hacían de triples en las obras de contrapunto y entonaban las salmodias, antífonas e himnos, en las horas divinales. La música de la catedral suspendía el ánimo y levantaba el espíritu hacia Dios de modo perpetuo en el oído.

Ya el Papa Inocencio IV, en el estatuto fundacional de esta iglesia, aprobado en Acta el decía 29 de Marzo de 1254, aprobado en Asís dice que “ al oficio del chantre pertenece disponer del coro e introducir en él a los beneméritos e idóneos…para lo cual examine diligentemente a los que ha de admitir, en primer lugar, acerca de las costumbres; en segundo acerca de su nacimiento; y lo tercero acerca de su competente instrucción, asi en la lectura como en el canto. Y no admitía a nadie en el coro, si en esta forma no fuere hallado idóneo”. La pitanza era larga, por ser la cuenta cuantiosa. El resultado una maravilla.

Los órganos de la catedral vieja se hallaban en el trascoro. Asó los describe en el siglo XV, el racionero don, Juan de Varajas. Que manda ciertos responsos, sobre su enterramiento, en el trascoro,” a raíz de una pared en que están unos órganos a mano derecha”.Estos órganos tenían buenos tañedores. Había en la ciudad organeros de crédito- El más antiguo de los que tenemos noticias es Juan González, maestro organero que en 1245, fue testigo en una escritura de venta de un Arenalejo. Hasta los moros se habían puesto a componer órganos; en 1425, el musulmán Amat, que vivía en la Plaza en arriendo, en el portal del Pan.
Don Diego de Jerez, ilustre Déan placentino, fue gran aficionado a gozar de toda hermosura. Como deán, presidía el cabildo y se ocupó siempre de aderezar bien los órganos. El 28 de marzo del 1500, el Cabildo encargó a don Enrique de Guzmán tesorero y mayordomo de la fabrica, y a otros visitadores que se ocupen en hacer afinar los órganos y cuiden de que sean bien compuestos, los arreglo el maestro Cristóbal Cortejo., que llego a ser famoso en todo el reino, hizo los órganos de Coria y muchos de Extremadura-
Pero Diego, el deán, no esta satisfecho, desea mayor esplendor en el culto divino y, pues las rentas del cabildo las permiten, propuso, y así se acordó en febrero de 1505, escribir y iluminar los órganos y libros colares, reparar y mejorar los órganos viejos y hacer otro nuevo de la mejor traza entonces conocida. Se encomendó este cuidado nada menos, que ha un consejero de los Reyes Católicos y al licenciado don Juan López del Barco, este, había hecho ya lucidos trabajos de organería a satisfacción del cabildo, encargándose de repara los viejos y construyo uno nuevo en el que agoto su ciencia y maestría en el oficio, el coste de este ultimo fue de 40.000 maravedíes.
Los organistas de la catedral, en tiempo de don Diego de Jerez, se llamaban Andrés Martín y un tal Francisco. Ellos tocaron en las famosas y extrañas exequias de este deán.
Don Gomez de Jerez, que era hijo de don Diego de Jerez, y por resignación suya ocupo el deanato, heredo el buen gusto por la música y puso desvelo en atender a los órganos y a la Cantoria. En el año de 1522, volvió a Plasencia el organero Cristóbal Cortejo, ya casi anciano y en la cumbre de su fama. El deán propuso al Cabildo, aprovechar la estancia de este famoso organero; se encomendó a don Hernando de Villalba, racionero y mayordomo de la fábrica y deudo del coronel Villalba, el arreglo y perfecta afinación de los órganos. Nadie en ello igualaba al maestro Cortejo, que por experiencia en el oficio, por la finura en el oído, por el amor en su arte-hizo con esmero su trabajo – el órgano nuevo era obra de sus manos-los teclados, fuelles, registro y tono quedaron lisos para muchos años, mientras duro aquel siglo.
Las obras de la nueva catedral iban ya muy adelantadas. A su tiempo, trajeron de la vieja ciertos altares para el culto, el sagrario, la sillería del coro y los órganos. Los dos viejos se pusieron se colocaron a ambos lados del coro, en la parte alta y el nuevo que había sido construido en 1503, en el mismo lugar que actualmente ocupa el órgano de la catedral, sobre la puerta sur.
De forma paralela al crecimiento de la actividad artística, la música también conoció un gran avance durante la centuria del mil quinientos y las correspondientes a la época del Barroco. Entre los centros principales de mayor peso en Extremadura, se encontraba en la ciudad de Plasencia, gracias al brillante movimiento y actividad musical desarrollados en la Catedral a lo largo de todo el siglo XVI. Plasencia fue centro de referencia para los artistas como el organero Horacio de Fabri, procedente de Nápoles, que se instalo el la misma hacia la década de 1590, para hacerse cargo de una creciente demanda y desarrollar una importante actividad que su hijo Juan Francisco, se encargo en continuar durante la primera mitad del siglo XVII,

Años más tarde, los órganos estaban muy acabados, por el uso continuo en el correr de los tiempos. Todos eran arreglos, afinamientos y restauraciones. En 1675 el maestreo Alonso Echevarria los compuso en cuento pudo. Cada vez necesitaban más frecuentes composturas, pero cada vez estaba el cabildo mas entrado en deudas por las obras de la nueva catedral.
En tiempos del obispo Fray José Jiménez Samaniego, servían los órganos malamente al oficio devino y era un desdoro para la iglesia, por lo que este prelado busco el remedio para aliviar la fabrica en sus cuantiosos gastos, mando construir a su costa un órgano grande y con todas las perfecciones que existían en su materia.
Se busco a un organero entendido; pensaron en fray Domingo Aguirre, franciscano de la provincia de Castilla, que gozaba de mucho crédito. Hubo dificultades en que viniera este religioso, pues estaba comprometido en construir uno en el convento de San Francisco en Valladolid y otro en la capilla de los reyes de Aragón. Por lo que se recurrió al ministro general de la orden y, tras muchas recomendaciones y súplicas, vino a Plasencia.
Empezó su tarea, con dos oficiales que trajo de Salamanca, ayudado en la carpintería por los Maestros Antonio Moriano, Juan Lidmendi y Tomás Audmendi, que hicieron la caja interior y exterior. No había compuesto la tercera parte, cuando un sábado, a 14 de Junio de 1692, murió el obispo. El organero franciscano trató de irse, alegando la urgencia de otros compromisos y receloso del que el pago de su obra cayera en manos de testamentarios. Pero el Cabildo satisfecho de sus trabajos meritorios, acordó suplir lo necesario, continuando Fray Domingo su obra. La llegada del organero, se produjo en un momento tan importante para la evolución del órgano español como la culminación del primer Barroco y anuncio del gran Barroco del siglo XVIII.
A los dos años, el 5 de julio de 1694, compadeció ante el cabildo y manifestó que el órgano grande se había concluido. Pero surgía una dificultad, el órgano era del “ nuevo sistema”,tenía grandiosas “diferencias”; los organistas de la catedral ignoraban las nuevas combinaciones de fondos graves, registros puros de celestes gamas, dulces flautados, armoniosos casamientos de las octavas, por lo que fray Domingo, presento a unos músicos capaces de tocar el nuevo órgano: Sebastián de Landa y Eraso, de Tafalla; José de Celumendi, de Soria; Pedro san Martin de la Calle,de Medina del Campo.El cabido los requirió a examen: ganó la Plaza Sebastian de Landa y Eraso, con una asignación anual de 300 ducados (3.300) reales) y 36 fanegas de trigo. Gran sueldo en aquel entonces.

Causo regocijo a todos la maravilla del órgano. Las gentes acudían a los oficios, para escuchar el arte de Sebastian de Landa. Pero fray Domingo de Aguirre, el aplaudido organero, veía a su pesar, que l tiempo de la paga iba tardando según el receló- El 13 de mayo de 1965, decía en una petición, que estando completamente terminado el órgano co “algo más de lo ofrecido al difundo señor obispo Jiménez Samaniego”, suplicaba al cabildo” señalase una tarde para oír las diferencias” y que los espolistas del obispo le pagasen los 5000 reales que los necesitaba. Por fin cobro su trabajo.
Al año siguiente, vino fray Domingo de Aguirre a Plasencia, para afinar los dos órganos que estaban sobre el coro y el realejo. Le pagaron 4000 reales, de manera que se fue contento.
Volvió pronto: el cabildo a fuerzas de súplicas, obtuvo del comisario general de la orden que fray Domingo volviese a Plasencia, para construir el nuevo órgano que estaba sobre el coro, a mano derecha. Un sábado el 10 de Noviembre de 1696, le entregaron 1000 reales a cuenta y el organero empezó su obra, comunicando al cabildo pasado unos diez meses que el órgano nuevo se había concluido y el órgano nuevo sobre la puerta de oriente quedaba afinado para mucho tiempo” con régimen para distribuirlas mixturas”.
Par dorar y jaspear la caja exterior, se hizo una colecta: don Diego de Araoz, deán, aportó 200 reales, don Juan Villava arcediano de Plasencia, 100; don José Blanco, doctoral, 50; don Fermín de Balarza , arcediano de Trujillo,50; etc, recaudándose en total 3.500 reales de limosna. Le doró y jaspeo el maestro Alonso de Paredes, que dio fin a su trabajo el 16 de Noviembre de 1697.
De lo antigua ya solo quedaba el órgano puesto a la izquierda del coro. D. Juan Gómez del Águila, arcediano de Medellín se ofreció a construirle por su cuenta. La caja interior se ajustó con el organero que vino de Malpartida. Lo demás con Manuel de la Viña, también organero vecino de salamanca, y discípulo de Fray Domingo de Aguirre, que prometió hacer un órgano igual en un todo al que estaba frontero, aprovechando los materiales del viejo. La obra duró más de lo convenido, porque Manuel de la Viña sufrió malignas tercianas. Un miércoles 15 de junio de 1701 quedo listo el nuevo órgano. Importo 700 ducados. Los organistas” era ya organista primero el licenciado don Lucas Rodríguez, presbítero” hicieron el mas cumplido elogio del nuevo organo, que no desmerecía del construido por el maestro franciscano. También restauraron algunas imágenes que se habían desprendido del órgano grande.
Hecho ya de nuevo los tres órganos de la catedral, solo restaba tener a punto los libros de la Cantoria. Para restaurarlos y ampliarlos, vino de Yuste, fray Alonso de la Torre, muy ducho en este oficio.
Durante el siglo XVIII, los órganos de la catedral, apenas necesitaron reparación de importancia hasta el año 1897.Entonces el maestro organero Manuel Rodríguez, natural y vecino de Ávila, restauro y puso nuevo fuelle al órgano grande; modificó y perfecciono el que estaba a la derecha del coro; afinó el de la izquierda. Su trabajo importo 28.800 reales. El realejo apenas se usaba, por andar muy consumido. (Aunque viejo todavía se conservaba, como reliquia en la catedral).

En el siglo XIX, casi mejor no hablar. Organeros sin conciencia…bendigamos la memoria de los citados en este artículo, viejos organeros, honrados en su oficio, porque horradamente hicieron sus obras de organería en la catedral. En este siglo organeros sin conciencia, engañaron al cabildo, no en su oficio entender de organería y con el pretexto de instalar uno moderno a la derecha del coro, desmantelaron y se llevaron la tubería de los órganos viejos, esplendida, inigualable en la pureza de sus timbres, cual ya no se construyen.

Por ventura, poco años después, el cabildo con buen gusto, con sentido histórico, ha vuelto el órgano grande sobre la puerta de oriente a su traza primera, con fuelle y consola eléctrica. Pero las tuberías de los antiguos “las que se llevaron” grandiosas, con aleaciones sin macula, que durante siglos loaron a Dios en los oficios divinos, andarán fundidas y empleadas en más bajos menesteres debido al ansia materialista de nuestros días.
De los otros órganos que había en Plasencia, solo el de San Francisco aguantaba comparación y acaso excedía en merito a los tres de la catedral. Era obra del maestro Benito Vaquero. Con el decreto de Mendizábal, los franciscanos quedaron exclaustrados, y allí quedo el órgano, al arbitrio de gente vil y gamberrada, arrancaron el marfil del teclado y los juegos de trompetearía.

El cura de San Esteban, don Manuel Gabriel de León, obtuvo licencia para llevar el órgano a su iglesia parroquial. Mucho gozaron con ello los buenos placentinos y, generosos contribuyeron al traslado; Vicente Sánchez, maestro armero, trabajo en los registros y fuelles; Bernabé Ovejero, ebanista recompuso el armazón; fray Juan Muñoz, lego dominico del Convento de San Vicente, puso los registros y concertó las tuberías. Salvaron gran parte del valioso instrumento. Todos hicieron su trabajo gratuitamente. El día de Santiago, 25 de Julio de 1838, se cantó en san Esteban la primera misa con acompañamiento de órgano. La toco el lego dominico fray Juan Muñoz.,

Los conventos e iglesias de nuestra ciudad, conservan órganos del viejo sistema; viejos aunque no comparables a los viejos de la catedral y el de San Francisco. Los teclados, fuelles, registros y mecanismos internos para distribución del aire, pueden y deben modernizarse. Pero…!ojo con los juegos de tubo, con el dorado exterior, no venga algún organero con labia, nos saque los dineros, se lleve los viejos tubos y, deje organillos rutilantes de purpurina vistosa que pronto de convierten en sonajeros de lat
               
Jose Antonio Pajuelo Jimenez -Pedro Luna Reina

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