La Albeitería brillo con esplendor al ser instituida, en el medievo, por Reyes Católicos, el Tribunal del Proto- albeyterato,, pues hasta entonces habíase producido una situación caótica, que fue motivo que la medicina de los animales estuviera en manos de los intrusos empíricos y rutinarios.
En el auge esplendoroso de esta nueva Institución, dióse a conocer la figura insigne de nuestro albéitar Fernando Calvo, máximo exponente de la ciencia albeiteresca del siglo XVI y principio del XVII.
Aunque sabemos que Calvo nació en Plasencia, pues el mismo lo dice en la portada de su “Libro de Albeyteria”, desconocemos la fecha exacta, a pesar de la rebusca en los archivos y libros parroquiales. Ciertos indicios nos hacen suponer que nació por el 18n de Enero de 1553. En cambio Díaz y Pérez en su “Diccionario de Autores , Artistas, y Extremeños Ilustres”, señala que nació por el año 1558, dato también muy inseguro que da lugar a dudas, si se tiene en cuenta otros muchos extremos erróneos citados por dicho autor con respecto a este ilustre albéitar.
Lo cierto es que ya en plena juventud su fama si hizo universal, con la publicación de su “Libro de Albeyteria”, cuya edición príncipe debió imprimirse en esta Ciudad de Plasencia en 1582, según reza el “Catalogo” del Marqués de Torrecilla, que a su vez dice que cita esta obra el “Catalogo” ingles de F.Huth, de obras de Hipología.
A pesar de estas citas y por no encontrarse ejemplares de esta edición, algunos bibliófilos, y entre ellos el gran erudito veterinario Sanz Egaña, consideran como la primera edición la de salamanca en 1587, la cual está dirigida a don Alonso de Zúñiga y Córdoba, Comendador de la Orden de la Caballería de Calatrava y Gentil Hombre de S.M. etc., dedicatoria que evidencia el mecenazgo de los Zúñigas placentinos, descendientes de nuestra querida Navarra, ejercían la intelectualidad local de aquella época.
Otras ediciones de esta obra se sucedieron rápidamente y fueron las siguientes: Alcalá de Henares 1602, Madrid 1657,1671 y 1675; Lisboa 1676 y Zaragoza1680, lo que denota la gran aceptación que tuvo entre los albéitares, sobreviviendo estas impresiones sobre el autor. Ejemplares de la misma se conservan en la copiosa colección dl citado seños Sanz Egaña y en la Biblioteca Nacional así como en la Facultad Veterinaria de Madrid.
Divide calvo su obra en cuatro libros; el primero y más extenso, trata de los animales y cualidades que deben tener los caballos, con nociones de Anatomía y Fisiología, de las enfermedades de los équidos y termina dando provechosos consejos a quien se dedica a la albeitería. Calvo cita con frecuencia a Galeno, a Guido y a los médicos españoles contemporáneos suyos: Mercado, Montaña y otros.
La erudición de Calvo alcanza gran relieve: le son familiares las obras de Aristóteles, de Plinio y de San Isidoro; en el exterior del caballo cita al italiano Grissone, el hipólogo más prestigioso de la época.
El libro segundo contiene un recetario, como dice el autor “es una colección de recetas y experiencias probadas”; es una colección de recetas para las enfermedades de los équidos, en número muy considerable, con formulas complicadas, según la moda y a veces un tanto absurdas.
Dedica Calvo su libro tercero a describir “las virtudes y cualidades de muchos arboles, plantas y hierbas aprovechadas para el uso de la albeitería”.
El libro representa un tratado completo de farmacología y contiene las descripciones de todas las plantas más usadas en la terapéutica animal.
El libro cuarto “contiene muchas y diversas preguntas como sus respuestas tocantes a Albeytería”. Es un amplio resumen de lo tratado en los libros anteriores, de tal manera escrito para que sirviera a los examinados ante el Tribunal Proto-albeyterato. Contiene gran número de preguntas y las respuestas son amplias y razonadas.
Es curiosa la terminación de su libro con su “Dialogo del Arte de herrar”, compuesto en octavas reales “porque con más facilidad le pueda el discípulo encomendar a la memoria”.
A través de esta obra es de admirar en Calvo sus conocimientos filosóficos, su competencia como clínico y farmacológico, siendo más mediano como poeta.
La producción de Fernando Calvo corresponde a una vastísima formación cultural aceptada por la Real Academia como autoridad de escritor correcto, por lo que fue incluido en el “Catalogo de Autoridades de la Lengua”, acusando el enorme progreso adquirido en la Albeitería española en el transcurso del siglo XVI. Las obras de La Reyna, descubridor de la circulación sanguínea y la de nuestro ilustre paisano, el albéitar navarro López Zamora, están dedicadas preferentemente a cuestiones de patología equina; en cambio, calvo aparece en la suya como un biólogo que en la plenitud de nuestro Siglo de Oro en nada desmerece de los prestigios médicos de aquellos tiempos, adentrándose además en los temas filosóficos.
Otro Albeytar extremeño, Martin Arredondo en su “Recopilación de Albeyteria”, dice de Calvo lo que sigue:”El famoso comentador Hernán Calvo, honra de su patria, Plasencia, pues con varias y provechosas obras, epilogando la de Guido, Falcó y otros muchos filósofos, como se ve en su libro, allanó montes de dificultades, haciendo a los moderados ingenios que caminen por el conocimiento de este Arte como ppor floridos y apacibles valles…”
También se le atribuye como obra suya el haber epilogado y glosado el “Libro de Albeyteria” de Francisco de la Reyna, iniciador de las publicaciones de los albéitares españoles y precursor del conocimiento de la circulación de la sangre; pero parece extraño, que estando en pleno éxito las ediciones de sus libros, del que se agotaban rápidamente las tiradas, y siendo un hombre maduro y leído, como se desprende de todo lo que venimos diciendo, glosara la obra de otro autor aunque este fuera de la categoría de La Reyna.
La obra original de nuestro notable antecesor, es sin disputa el mejor libro de albeitería que hasta hoy se registra en la historia de esta ciencia, tanto que es un libro clásico de toda Europa.
En contra de lo dicho por Díaz y Pérez, que le atribuye en haber estado en las Reales Caballerizas de S.M. y el haber ejercido en Madrid, el mayor merito de Calvo reside, precisamente, en que no formó parte del Tribunal Proto-albeiterato, ni visito las Reales Caballerizas, según se ha podido comprobar, sino que fue un notable ingenio que desarrollo su actividad en el ambiente rural, dejando abundantes pruebas de su cultura y práctica profesional en esta ciudad e Plasencia, donde nació y únicamente ejerció la Albeitería.
Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina
Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina
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