Rebuscando en nuestros archivos, encontramos curiosos artículos de sabor
añejo y de un gran placentinismo. Hoy
publicamos uno aparecido en el año 1956.
LA CALLE DE LOS
MISTERIOS.
Es la calle
Pedro Isidro. En la antigüedad este Pedro era Pero, personaje misterioso que
nadie sabe quién fue. No hubo historiador ni cronista que lo dijera, ni quedó
rastro de tradición en que se trasluciera un indicio… ¡nada!
Quien fuera Pero
Isidro es cosa que se perdió en la nebulosa de los siglos. ¿Qué hazaña o proeza
hizo el personaje en cuestión para dar nombre a una calle? No llegó hasta
nosotros noticia alguna. Pero siguen los misterios de esta pequeña y céntrica
calle. En 1915 publicó D. Vicente Paredes en esta ciudad un libro titulado:
“Orígenes históricos de la leyenda “La Serrana de la Vera”, que no es otra cosa
que un proceso criminal contra el joven Antonio de Trejo y D. Hernando de Almaraz, cuñado del anterior,
entablado por D. Diego Paniagua, por allanamiento de morada y atentado contra
su honor y el de su familia, en la
persona de Mari López, en la noche del 22 de mayo de 1573, después de pasada la
feria y durante las fiestas del Corpus, donde se celebraron autos
sacramentales, cabalgatas, danzas, comedias y alegrías de toros.
El proceso
ruidoso fue encontrado casualmente por el referido D. Vicente Paredes en la tienda
de viejo de Utrilla, que existía en la Plaza Mayor, en los soportales junto a
la churrería que hoy existe.
En el libro se
publican a manera de preámbulo, sendas cartas dirigidas a D. Marcelino Menéndez
Pelayo y a D. Vicente Barrantes, los que a la sazón investigaban los
antecedentes de la “Serrana de la Vera”, cuyas cartas les envió D. Vicente
acompañadas de dos ejemplares de referido libro, como miembro que era de la
Academia de la Historia, para que a su juicio pudiera deducir si la protagonista
del proceso pudiera ser el abominable personaje de la leyenda. El proceso es
largo y curioso, y fue llevado por el Corregidor de la Ciudad, D. Pedro Gómez
de Vilacencio y por Gómez de Oropesa como escribano.
Los detalles de
la escena que describen los testigos en sus declaraciones son en parte impublicables,
sobre todo por el realismo del lenguaje de época en que la moralidad dejaba bastante
que desear.
La ciudad
entonces era pequeña, encerrada dentro de sus murallas, pues la expansión
urbana extramuros se reducía a alguna ermita y santuarios y cruces de término,
por lo que el escándalo debió de ser grande, con la comidilla y chismorreo de
los clásicos mentideros de las gradas de los templos y el cotilleo de las
comadres.
En la noche de
autos, los vecinos de la calle Pedro Isidro se despertaron sobresaltados por el
ruido de cuchilladas y las voces del galán pidiendo auxilio a los vecinos y
clemencia al hermano de Mari López, al que prometía casarse con ella, como
según él era su intención.
Aporreaba la
puerta de los vecinos, muchos de ellos casi en paños menores, y al no abrir, algunos
fueron a buscar el cuñado del pájaro encerrado, quien acudió presuroso, siéndole
por fin franqueada la entrada por un criado negro de D. Diego. Ambos fueron
heridos por el enfurecido hermano, y más grave al galancete con una mano
atravesada.
D. Diego
Paniagua se encontraba en la Feria de Trujillo, y al llegar viendo su honor ultrajado,
entabló la querella criminal cuyo proceso nos describe con todo lujo de
detalle, nombres de personas que no da lugar a duda.
Según se ve por
las declaraciones de los “tórtolos”, que se entendían por señas, situándose Antonio
de Trejo desde la esquina del convento de San Ildefonso, siendo notorio que la
Mari López, la cual tenían dieciséis años, abrió la puerta a su enamorado
voluntariamente.
Por lo que se
vislumbra la niña debía de ser una “pánfila” de fácil persuasión acaso por la ingenuidad
de su corta edad.
Ya dijimos que
el galancete se quería casar, pero su madre, Dª Catalina de Trejo, que acaso viera
algo raro en la doncella en la blandura de corazón, ocultó a su hijo en Santo
Domingo y más tarde lo hizo viajar poniendo tierra por medio, saliendo
sigilosamente de noche hacia Galisteo y Ceclavín con la intención de que pasara
a Portugal, en cuyo viaje tenía que dormir en las iglesias que, como lugares
sagrados, eran entonces invulnerables, ya que era perseguido por la justicia.
Dadas las
costumbres de la época, el hecho en sí no tenía más importancia que la
categoría social y la alcurnia de las personas que figuran en el proceso, lo
mismo los protagonistas que muchos de los testigos que declararon a favor de la
reconocida honestidad de la hija de D. Diego.
D Francisco de
Carvajal, pariente de los Trejo, hizo cuanto pudo por casar a los novios para apaciguar
los ánimos pero no pudo reducir la voluntad de la madre, que demostró gran energía
a pesar de que los Paniagua eran señores acaudalados.
Es curioso que
la mayoría de los vecinos no pudiera firmar sus declaraciones por no saber,
cosa corriente entonces. No se conoce la sentencia de de los procesados, ni si
hubo boda más tarde.
“La Serrana de
la Vera” inspiró a Lope de Vega y Carpio su famosa comedia, o bien fue el creador
de la leyenda con su poética y fecunda imaginación, creando también el
turbulento tipo de la feroz protagonista, por lo que no se puede asegurar que
fuera Mari López, como ocurre en el caso de la “Dolores” de Echegaray, cuyo
drama lo coloca en Calatayud.
Otra comedia
sobre el mismo tema, de Luís Vélez de Guevara y dos autos sacramentales, uno de
ellos de José Valdivieso, coinciden todos que la “Serrana de la Vera” era de Plasencia,
aunque los nombres de ésta y el burlador son distintos en cada caso, así como
los padres y otros personajes.
En el auto
sacramental de Valdivieso aparece casada y discrepan bastante unos de otros en cuanto
al argumento. Hay también romances, entre ellos el de Gabriel Acedo de la
Berrueta, de 1666, en que asegura que la Serrana nació en Garganta la Olla,
aunque titulaba “La Serrana de Plasencia”. No es caso de repetir aquí las
fechorías truculentas de la repetida Serrana, que seguramente conoces, que
tuvieron por escenario la sierra de Garganta la Olla, por venganza de un amante
burlador, cosa que en verdad no fue tal, pues ya dijimos que este quería casar
con Mari López.
Si es que la
Serrana de la Vera existió, nadie puede asegurar que ésta fuera hija de
Paniagua, ni donde nació, aunque lo diga Lope de Vega en su comedia, pues es
sabido que el famoso “Fénix de los Ingenios” debió de conocer Plasencia, por el
magistral poema en que describe el jardín del palacio del Duque de Alba, de la
Abadía, y acaso se le ocurrió utilizar este pintoresco país en su poema escénico.
¿Dónde nació la Serrana de la Vera? Misterio. ¿Fue Mari López? No es probable
dada la ingenua idiosincrasia que se observa a través del proceso.
Si existió,
acaso fuera un marimacho sin entrañas o una enferma mental, que se echó al campo
viviendo de forma tan primitiva para efectuar sus sádicas inclinaciones, cuyo nacimiento
sería sabe Dios dónde, viniendo a buscar refugio en la ya célebre cueva de la
Sierra de Garganta la Olla, donde fue perseguida por los cuadrilleros de la
Santa Hermandad. Desde luego yo no creo que fuera placentina.
Poetas y
romanceros poetizaron el célebre caso y los juglares cantaron la leyenda. El
famoso histrión Lope de Rueda con su farándula, representó la comedia por
villas y lugares. Fue seguramente una leyenda fantástica propia del siglo de
Oro, emporio de las artes y de la literatura. Pero no puedo creer que Mari
López fuese tan abominable heroína de la trágica leyenda.
Jose Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina
No hay comentarios:
Publicar un comentario