Efemérides Placentinas.
Para la Feria del año 1898 se había confeccionado el cartel taurino de la forma siguiente; el primer día Rafael Guerra (Guerrita). El As del toreo en aquella época, y Antonio de Dios Moreno (Conejito), intimo y protegido del Goloso; para el segundo día estaban anunciadas las Cuadrillas de niñas toreras, capitaneadas por Dolores Prentel y Angelita Armegol, la animación era extraordinaria.
Desde días antes, el Club Guerrita presidido por el buen aficionado don Julián Simón , maestro nacional, hombre simpático, elegante, buen polemista en todos los asuntos taurinos, y gran partidario de su torero Guerrita. El club estaba situado en la calle de san Idelfonso nº 1, en la que no faltaban además de una fotografía del Diestro, varios fotograbados de revistas graficas taurinas con diversos motivos, anuncios en seda, cabezas de toro, y moños hechos y regalados por las señoritas de entonces.
Bullía diariamente el Club con el entrar y salir de los socios trayendo y llevando noticias, unas veraces y otras de fantasía; para todos los gustos. Allí el jacarandoso diestro de la Ciudad, Antonio Carvajal, peinado a lo torero, con sus persianas y un tupe hombruno de ala ancha, traje corto, y ceñido cadena y dije de oro, formaba pareja con Leoncio González (Blanquillo) honrado artesano, albañil, buena figura y valiente; el taciturno Antonio Norberan, buen banderillero y mejor persona; Juanito Soroña y Silva y Ángel Delgado Gregorio, picadores en las novilladas caseras que se celebraban frecuentemente; el diminuto Fernando Verea, simpático, dinámico, gran aficionado a la guitarra que tocaba con gusto exquisito y tantos otros… que en su recuerdo detallado en esta líneas perdure en el ánimo de los aficionados y en la historia taurina de la Ciudad.
Desde dicho Club, enfilando la calle Pedro Isidro arriba, en oleadas continuas, los socios recolaban en “La Taurina” establecimiento de bebidas y de conversación situado debajo de los portales, donde se hacían los más graciosos comentarios con motivo de una u otra cosa sucedida; la cuestión era pasar el rato.
Como todo llega, llego por fin el día de la Fiesta, pues dos o tres días antes el tiempo comenzó a ponerse turbio y se sucedieron los chubascos terminando con claros de sol. D. Antonio Lubián, cordobés muy afable y simpático, empresario o representante de la empresa de la corrida, sentado en la terraza del Café Romero, se jartaba, de mirar al cielo y preguntar a unos y a otros si sabían algo de cuando iba a dejar de llover, y entre chato y chato de vino ni idea y acompañado de unos cuantos buenos amigos, D. Juan Silva, D. Juan Ocaña, D. Román Mora, D. José Romero, D. Manuel Cuevas, D. Juan Barona, D. Román Jiménez Millán y Amalio Arroyo Serapio apodado “el Chato”, que formaban parte de la primera Peña Taurina de Plasencia, en fin de todos los viejos y jóvenes que acudían al popular café Romero se comentaba la inestabilidad del tiempo, si se daría o no la corrida con el disgusto consiguiente; y la corrida se dio porque el Guerra así lo quiso; no podía suspenderse porque él tenía las fechas posteriores comprometidas y de no darse, había que matar los toros en los corrales y perderlo todo, y fueron a la plaza; después del paseo, empezó a llover fuertemente estropeando el trabajo que se había hecho por la mañana para poner el ruedo en condiciones; el tendido se quedó desocupado, únicamente un señor con un impermeable echada la capucha, se quedó solo en la barrera debajo de la presidencia aguantando el chaparron; los toreros en la puerta de arrastre envueltos en sus capotes unos de ellos, “ El Guerra”, hablando con el señor del impermeable y con otro señor en el callejón.
Cesa la lluvia, pero el suelo esta imposible, unas ordenes se dieron, entonces entraron en el redondel unos cuantos obreros armados con escobas para quitar el agua, el Guerra, señala los sitios más peligroso, pero debido a la torpeza de unos de los obreros no entiende lo que se le ordenaba, hace que Guerra salga al redondel, coge la escoba y barre un gran charco pero al mismo tiempo salta el señor del impermeable y agarra la escoba de otro obrero, comenzando al lado del Guerra hacer la misma faena, pero hay otro señor que va junto a ellos haciendo lo mismo .
Aclara la tarde y se da la corrida que fue estupenda; ha quedado en los anales taurinos como una de las más grandes corridas que lidió el coloso cordobés, que dio prueba de sus buenos deseos y amistad a los aficionados que le ayudaron en su barrido, que fueron D. José Romero García y Rafael Torres Canals.
Terminada la corrida en la “Fonda Romero”, el empresario D. Julián que pueden imaginarse como estaría, decía a los amigos que le rodeaban, en este pueblo solo le hace falta a ustedes el Arca, que el diluvio es de vosotros.
Datos obtenidos de la revista de feria. Junio 1959.
Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna reina
Pubicado el 22 de Marzo de 2013, en el antiguo bloc de la vozdemayorga.
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