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lunes, 8 de abril de 2024

NOS DUELE EL ALMA." LAS CORONAL ROBADAS".

 EL ROBO DE LAS CORONAS.

Durante más de cincuenta años, la corona de la Virgen del Puerto estuvo protegida en una caja fuerte de la Caja de Ahorros de Plasencia. Fue en el año 2015, en que se inauguró en Museo Catedralicio, durante el obispado de D, José Luis Retana, en que se decidió trasladarla a la Catedral dentro de una vitrina de cristal blindado. Fue destrozada para su expolio en la madrugada del día 24 de marzo de este año.

Su peso en oro 2,231 gramos, 85 de platino, 124 brillantes, 1377 rosas, 15 perlas, 175 rubíes que junto al resto de piedras preciosas, hicieron de la corona de la Virgen del Puerto de Plasencia una reliquia tan tentadora como fervientemente adorada. En su reverso la corona con cuatro esmeraldas y la inscripción de los escudos de Pio XII, del obispo de Plasencia, de la Catedral y de la ciudad. Junto a la otra corona sustraída, la del Niño Jesús, y las dos cruces pectorales, bañados en piedra amatista, de color morado, la investigación policial ha cifrado las perdidas en más de un millón de euros, aunque su verdadero valor va mucho más allá del coste económico.


La fabricación de esta exquisita pieza había sido encargada en 1952 a Félix Granda, sacerdote y escultor, pintor y orfebre español, fundador a principios del siglo XX de los Talleres Granda de Madrid. La ocasión lo requería porque el 27 de abril del mismo año iba a ser estrenada en un pomposo acto organizado para la coronación canónica de la Virgen, declarada patrona de la Ciudad de Plasencia por pio X y alcaldesa perpetua, hecho que tuvo lugar en el parque de San Antón, hoy conocido por el parque de la Coronación, acto presidido por el Nuncio de la su Santidad Pio XII. Gaetano Gicognani y obispos de otra provincias. En este acto se congregaron más de 50.000 personas, placentinos y de otros pueblos de la comarca.

El fervor popular de la gran mayoría de los habitantes de la ciudad y comarca de los más pudientes a los que nada tenían, realizaron donaciones para su adquisición. Se ofrecieron multitud de objetos valiosos… todos los recursos posibles de hace 72 años para la advocación de la virgen, una talla de madera del siglo XV de autor desconocido, de carácter gótico influido en el flamenco, y que mantiene al niño, desnudo con las piernas cruzadas, en posición de alimentarse del seno materno. A Plasencia le duele el alma, así lo describe nuestro obispo D. Ernesto Brotóns Tena.


Duele en el alma. No solo han robado, entre otras piezas, una joya preciada y preciosa, de incalculable valor, sino un pedacito, no pequeño, del corazón de los placentinos. Dos coronas robadas la de la Virgen y la del Niño, forjadas gracias al cariño y devoción de nuestros mayores ricos y pobres. Dos coronas robadas, testigos de muchas lágrimas, oraciones, súplicas…recuerdo y memoria tierna agradecida de nuestros antepasados, de nuestros mayores.

Aun siendo consciente de que suena a ingenuo, y quizás los ea, ruego a quién nos ha arrebatado este tesoro que recapacite y lo retome. Me uno a la invitación del Cabildo a orar por la pronta recuperación de los bienes robados, también con una plena confianza en la acción policial. Estamos a plena disposición de la investigación en curso.

Ruego a nuestra Madre, en esta tarde del Domingo de Ramos, que acepte nuestro dolor y nuestra oración en desagravio de este hecho. Haciendo suyo nuestro disgusto y dolor, y, sin que ello suponga negar un ápice de la importancia de lo sucedido. Ella nos dice hoy con amor de Madre “vosotros soy mi corona”. Lo habéis sido desde siempre y lo sois. La robada nos representa, representa a nuestros mayores y por eso nos duele. Más, no lo olvidemos nunca, la más preciada corona para Nuestra Señora del Puerto somos nosotros, sus hijos, el mayor regalo que podemos seguir ofreciéndole no es otro que nuestro cariño, nuestra fe, nuestra entregada por los demás, una vida en fraternidad. Y Ella, por más que nos hayan arrebatado su corona, siempre será nuestra Madre y nuestra Reina.

Placentinos, en el Puerto y en nuestros corazones, fijó su trono. A ella no dejamos de encomendarnos.

 

                       José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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