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viernes, 29 de mayo de 2020

LA COLCHA DEL EMPERADOR.


LA COLCHA DEL EMPERADOR CARLOS V.

Encontramos en la Revista Hidalguía, número 28 de mayo-junio de 1958, el curioso artículo sobre la Colcha del Emperador Carlos I de España y V de Alemania, escrito por don Miguel Sánchez-Ocaña y López de Bergés:


Siempre ha estado la Alta Extremadura ligada a la memoria del Emperador Carlos V. Su residencia de casi dos años en Jarandilla y Yuste hasta su muerte el 22 de septiembre de 1558, y los años que sus restos reposaron en aquel Monasterio, hasta que fueron trasladados al de San Lorenzo del Escorial en 1574,
El ser Yuste del Obispado de Plasencia, a donde pertenecía y sigue perteneciendo, y pertenecer a la jurisdicción, en aquella época, del Concejo de esta ciudad, lo que dio lugar a que el Corregidor se presentara en el Monasterio reclamando el cadáver del Emperador.
Las honras fúnebres que se celebraron en la Catedral Nueva, según acuerdo del Cabildo extraordinario reunido el día 25 de septiembre, y con las que se inauguró dicha Catedral, a pesar de los graves inconvenientes que suponían las obras no terminadas y la falta de puertas y ventanas, siendo con esto la Catedral de Plasencia la primera donde se celebraron funerales por el Emperador. Estando unida también esta Catedral a la memoria de don Carlos por los escudos y efigies que el Cabildo ordenó colocar según varios acuerdos. Cumpliendo uno, de 5 de enero de 1543, de pusieron, a la derecha de una ventana que está sobre la portada que da a la Corredera, las Armas Imperiales, y al otro lado, las del Obispo don Gutierre de Carvajal.
En las paredes interiores están alternados los escudos del Emperador y dos del Obispo. En la fachada llamada del enlosado se esculpió la figura de don Carlos encima de su escudo. Y en la fachada principal, en el tercer cuerpo, en la parte alta fuera del arco central, un medallón con su efigie. También en dicha fachada existen otros medallones que representan al Papa Paulo IV, que lo era en aquellas fechas, al Obispo don Gutierre y a la Princesa doña Juana, Gobernadora por ausencia de don Felipe.
El Canónigo Archivero de esta Iglesia Catedral de Plasencia, don Manuel López Sánchez-Mora, publicó en el periódico “El Regional”, de esta ciudad, durante el año pasado una serie de artículos documentadísimos sobre estos y otros extremos relacionados con don Carlos y de donde están tomados varios de estos datos como señalamos en la nota número dos.
Por estas causas, la Alta Extremadura ha conservado un recuerdo lleno de afecto hacia la figura de don Carlos, que no se ha perdido en el transcurso de los siglos.
Prueba de ellos es que la reconstrucción de Yuste ha sido un deseo general durante años, y el impulso que a las obras de restauración se ha dado en estos últimos años, motivo de satisfacción para todos.

Y como una contribución más al homenaje que Extremadura tributará en unión del resto de España a la memoria de S. M., me ha parecido oportuno dar a conocer la existencia actual de la colcha que tenía en su cama de Yuste el día de su muerte, y que   creemos apenas sea conocida fuera de un reducido círculo de personas.
Dicha colcha, a la muerte del Emperador, fue conservada por los frailes jerónimos de Yuste hasta la desaparición de la Orden en España, como consecuencia de las funestas leyes de Desamortización del siglo pasado. Entonces el Prior de Yuste, fray Eugenio Delgado y Garrido, se la llevó como depósito a su pueblo natal de Riolobos, donde murió el día 21 de noviembre de 1849 a los setenta años de edad, siendo enterrado en el cementerio de la Iglesia Parroquial, pasando la colcha, bien directamente o a través de su hermana doña María Teresa, al sobrino de ambos don Juan Delgado de la Calle, natural y vecino de Plasencia, e hijo de don Ventura Delgado Garrido, nacido en Riolobos, y de doña Ana María de la Calle y Calle, natural de Tejeda (Cáceres).
Don Juan Delgado, en su testamento ológrafo fechado en Plasencia a 30 de diciembre de 1895 y que fue protocolizado por el Notario de esta ciudad don Luciano María Torres con el número 165 del Registro General de Instrumentos Públicos del año 1899, textualmente dice: “Mando también que se siga cumpliendo por mis hijos lo dispuesto en los testamentos de mi hermana doña María Teresa que (e.p.d.) y de la señora  Ana Rodríguez y Pascual que (e.p.d.) hasta terminar los años que faltan, poniendo mucho esmero en la conservación del depósito  que obra en poder mio procedente del extinguido Monasterio de San Jerónimo en esta provincia y cuyo depósito consiste en dos Agnus Dei con pedestales de metal amarillo  de bronce o cobre y una colcha de seda entretelada de algodón, que es la misma que tenía en su lecho S. M. el Señor don Carlos Primero, Rey de España y quinto de Alemania el día de su fallecimiento, ocurrido en el dicho Monasterio. Aconsejo a mis hijos entreguen este depósito  a S. E. el Nuncio de S.S. en España.
A su fallecimiento, ocurrido el día de agosto de 1899 en Plasencia, sus hijos acordaron que la colcha quedara en poder de su hermana doña María, hija del mencionado señor, y de su esposa doña Adelaida Gómez-Nadales y Bejarano, natural de la villa de Alburquerque, en Badajoz, e hija de don Victoriano Gómez-Nadales, también de Alburquerque, y presidente que fue de la Sala Primera de la Real Audiencia de Puerto Rico.
Este acuerdo entre hijos consta en la Base Séptima de la Escritura de División de Bienes y Aceptación de Herencia de su padre, otorgada por su Albacea y herederos ante el Notario don Atanasio Sánchez Castillo en Plasencia, a 30 de mayo de1900, y que literalmente dice así: “Se expresa también que obraba  en poder del testador y en depósito una colcha de seda y dos Agnus Dei, procedentes del Monasterio de Yuste, siendo la primera la que tenía en su lecho al fallecer don Carlos Primero de España, disponiendo que sus hijos pongan mucho esmero en su conservación y aconsejándoles que lo entreguen al Nuncio de S.S., todo lo cual se encarga a los herederos para que lo cumplan en la forma conveniente, acordando éstos quede en poder de la heredera doña María en calidad de depósito.
Esta señora doña María de Guadalupe Delgado y Gómez-Nadales contrajo matrimonio en Plasencia, en el año 1903, con don Fernando Sánchez-Ocaña y Silva, que era hijo de don Pedro Sánchez-Ocaña y Clavijo y de doña Asunción Silva y Lozano.
El día 8 de diciembre de 1921 fallecía doña María en su casa de Plasencia, sobreviviéndole su esposo sólo unos meses, ya que murió en agosto del año siguiente.
Por ser los hijos de poca edad, en aquella fecha, pasó la colcha a la tía de estos, doña Isabel Sánchez-Ocaña y Silva, que la conserva en la actualidad.
Como se desprende de este relato, y aun sin documentos en que conste la entrega de la colcha por la Comunidad de Yuste a su Prior, Fray Eugenio Delgado, dado lo azaroso de los tiempos, quede que ni se hiciera o que se haya perdido, es muy difícil dudar de la autenticidad de la misma, a la vista de los documentos a que nos referimos y a la tradición familiar de la familia Delgado y que ha llegado hasta nuestros días.

Hasta aquí, el artículo de la revista.

Pero investigando más sobre este hecho. nos encontramos en el periódico El País de 23 de julio de 1996, “una continuación” de este artículo de don Miguel. El artículo se llama “Las Colchas del Emperador”, lo firma don Jeremías Clemente Simón, y dice así:
“El emperador Carlos I de España y V de Alemania debió utilizar muchas colchas para su lecho del monasterio de Yuste (Cáceres), el lugar elegido para su retiro. La Guardia Civil de Badajoz, a instancias de un juzgado pacense, ha recuperado en Almendral media colcha presumiblemente perteneciente al juego de cama del lecho mortuorio del emperador. Los agentes hallaron el fragmento en el domicilio de una familia vinculada, al parecer, con Juan Delgado de la Calle, que en 1895 dejó una colcha bordada en seda entretelada de algodón como legado a sus herederos, indicando que había pertenecido al padre de Felipe II y que deberían entregarla al nuncio de su Santidad en España. Tan sólo se ha encontrado media colcha. Y es que los herederos de Juan Delgado de la Calle, no poniéndose de acuerdo sobre el legado, tomaron la decisión salomónica de partir por la mitad tan real pieza de cama. Pero ésta no debe ser la única colcha que utilizó el emperador. En el monasterio de Yuste existe otro ejemplar, vinculado igualmente con Carlos I, que en 1957 donó una familia de Jaraíz de la Vera, con acta notarial, a la Orden de los Jerónimos. Esta familia la habría recibido del último prior que regentó el monasterio antes de la desamortización de Mendizábal.”
Como vemos, los herederos del Prior se olvidaron de que ellos no eran los dueños sino, simplemente, los depositarios de un legado que debería haber llegado entero hasta nuestros días.

lunes, 18 de mayo de 2020

MADRE MATILDE (1841-1902).

MADRE MATILDE.

Matilde Téllez Robles nace en Robledillo de la Vera (Cáceres - España) el 30 de mayo de 1841, en un día de plenitud primaveral inundado por la luz de la solemnidad litúrgica de Pentecostés. Recibe las aguas bautismales en la iglesia parroquial al día siguiente de su nacimiento. Era la segunda de los cuatro hijos de Félix Téllez Gómez y de su esposa Basilea Robles Ruiz. En noviembre de 1841, el padre, por su profesión de notario, se establece con su familia en Béjar (Salamanca), ciudad notable por su industria textil.
En esta ciudad va creciendo la pequeña Matilde; recibe una formación cultural básica, propia de su clase social media, y una esmerada formación religiosa, iniciada en el ambiente profundamente cristiano de su hogar. Guiada por su madre, ya desde pequeña comienza a amar intensamente al Señor y a ejercitarse en la práctica de la oración y en las virtudes, con una tierna devoción a la Virgen y una gran compasión por los necesitados y los pecadores.
Todavía muy joven, cuando todo en la vida le sonríe, Matilde hace su opción radical y definitiva por Cristo, decidiendo entregarse de lleno a Él y a buscar corazones que le amen.
Su madre la apoyará siempre en este empeño, pero su padre, que ambiciona un porvenir halagüeño para su hija en el matrimonio, la obliga a alternar en la vida de sociedad, limitándole además el tiempo que pasa en la iglesia. Ella, obediente, se adorna y alterna luciendo su gracia juvenil. Pero aún así, su inclinación por las cosas de Dios es manifiesta, y, al fin, D. Félix, vencido por la constancia de su hija, la deja en libertad para que siga el camino por ella elegido.
Matilde continúa intensificando su vida espiritual; su devoción a la Virgen la lleva a una profunda intimidad con Jesús Eucaristía, a quien ama apasionadamente. Aun «¡en medio del invierno ardía al acercarme a un sagrario!», nos dice en sus escritos.
A los 23 años es elegida presidenta de la asociación de Hijas de María, recién establecida en Béjar, y poco después la nombran enfermera investigadora de las Conferencias de San Vicente de Paúl. Ella, en su ardiente deseo de ganar corazones para Jesús, exclama ante el sagrario: «¡Mi dueño, Jesús amante! El mundo está lleno de necesidades. Todos tienen corazón. Yo voy a por los que pueda. Yo te los traeré».

Conjugando la contemplación con la acción, Matilde se lanza por largos años a una intensa actividad apostólica con niñas y jóvenes, pobres y enfermos; trabaja con las Hijas de María, da catequesis, atiende la escuela dominical, prepara para el matrimonio cristiano y acompaña a jóvenes vocacionadas; recorre alegre la ciudad en todas las direcciones para llevar consuelo y ayuda a cualquier enfermo o necesitado, «visitando a su amante Jesús en la persona de sus pobres».
Siempre contemplativa en la acción, la Eucaristía es su fuerza, el sagrario su refugio durante prolongadas horas de oración, y la Virgen su guía, su maestra y compañera inseparable.
Desde joven siente la llamada a la vida religiosa y ya entonces recibe ante el sagrario la inspiración de fundar un Instituto religioso. Así se lo comunica al Papa Pío IX en carta del 4 de mayo de 1874.
Pero su padre vuelve a probar a su hija impidiéndole realizar su vocación, a causa del clima político anticlerical de aquella época en España.
Matilde entre tanto sufre en silencio, ora y espera, alentada por su director espiritual, D. Manuel de la Oliva, sacerdote filipense, hasta que por fin su padre le concede la ansiada autorización.
Ella exulta de gozo en acción de gracias a Dios y rápidamente lo prepara todo para iniciar la fundación con siete jóvenes de las hijas de María, que se han comprometido a seguirla en la vida religiosa.
El 19 de marzo de 1875, solemnidad de San José, deben reunirse todas para la celebración eucarística en la Parroquia de Santa María y desde allí marchar a la casa preparada para iniciar la vida religiosa. Pero de las siete jóvenes comprometidas sólo una se presenta: María Briz. Ante esta gran prueba, Matilde no se desalienta. Fortalecidas con el pan de la Eucaristía, ella y su única compañera se dirigen gozosas, con heroica intrepidez, a la «casita de Nazaret», como Matilde la denomina.
En esta casa tratan de imitar a la Sagrada Familia de Nazaret, viviendo con mucho amor y alegría en recogimiento y oración, en humildad y pobreza, sin contar con nada y plenamente confiadas en la Providencia. En la casa no tienen todavía sagrario, pero las acompaña una imagen de la Virgen ante la que oran y a quien se lo consultan todo.
Pocos días después, conjugando siempre la contemplación y la acción, reciben un grupo de niñas huérfanas en casa, dan clase a niñas pobres y atienden a los enfermos en sus domicilios. Su testimonio evangélico va atrayendo a algunas jóvenes a unirse a ellas, a pesar de las críticas de quienes consideran la fundación como una locura.
El 23 de abril de 1876, el obispo de Plasencia, D. Pedro Casas y Souto, autoriza provisionalmente la Obra con el título de «Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada»; y el 20 de enero de 1878 Matilde y María visten el hábito religioso en Plasencia.
A últimos de marzo de 1879 la comunidad se traslada de Béjar a Don Benito (Badajoz), donde instalan el noviciado, acogen niñas huérfanas, ponen clase diaria y dominical, atienden a los enfermos en sus casas y ayudan a los pobres.
En la comunidad se respira el espíritu de Nazaret y toda la vida de la casa gira en torno al sagrario, ante el cual, turnándose, las Hermanas pasan varias horas todos los días. También la Virgen recibe un culto especial.
El 19 de marzo de 1884, el mismo obispo erige canónicamente la Obra como Instituto religioso de derecho diocesano, y el 29 de junio, la Fundadora con otras Hermanas emiten la profesión religiosa.
Al año siguiente se declara una terrible epidemia de cólera en la ciudad. La M. Matilde y todas las Hermanas se entregan heroicamente al cuidado amoroso de los apestados, despertando gran admiración en el pueblo su exquisita caridad evangélica. Muere contagiada Sor María Briz, y la Madre abre en su memoria un Hospital para los pobres.
En 1889 comienza la expansión del Instituto, con una fundación en Cáceres, y continúa en los años siguientes con otras fundaciones en Trujillo, Béjar, Villanueva de Córdoba, Almendralejo, Los Santos de Maimona y Villaverde de Burguillos. De cada una de ellas se podría escribir una hermosa historia de amor; amor apasionado a Jesús Eucaristía, amor a María, amor al hermano necesitado: enfermos, pobres, niñas huérfanas, etc. Siempre con total desinterés económico, pero la Providencia nunca falla.
No faltan las pruebas y dificultades de toda clase, pero no importa: Matilde con Jesús ¡siempre adelante!, siempre haciendo vida el lema que ha dado a su Instituto: «Oración, acción, sacrificio»; siempre sacando fuerza de sus prolongados tiempos de oración ante el sagrario y de la mano de María.
De su fuerte experiencia eucarística brota su ardor evangelizador y la ardiente caridad que todos admiran. «¡Sea toda la vida un acto de amor!», repite a sus Hermanas. Y así lo ven en ella: es una vida llena de Dios, en continua oración y volcada a la vez en los hermanos. Multiplica sus atenciones maternales con las nuevas comunidades, es la animadora de la Obra, la Regla viviente. Su sencillez, su prudencia, su bondad e inalterable alegría atraen a todos. Pobres y ricos se acercan confiados a ella, pues para todos tiene una atención, un consejo y una sonrisa.
Aunque sólo cuenta 61 años, su organismo está ya muy agotado, a causa de los sufrimientos, del intenso trabajo, de las enfermedades, y presiente gozosa que se acerca la hora de su unión definitiva con el Señor. En efecto, al salir temprano de viaje, el 15 de diciembre de 1902, sufre un fuerte ataque de apoplejía, y en las primeras horas del día 17, rodeada de sus hijas, en medio de una gran paz, vuela a la casa del Padre.
Todo el pueblo, principalmente los pobres, la lloran como a una madre, proclamando a la vez su gran caridad y sus muchas virtudes.
El 23 de abril de 2002, el Papa Juan Pablo II reconocía oficialmente las Virtudes Heroicas de la Sierva de Dios Matilde Téllez, y al año siguiente, el 12 de abril, se promulgaba el Decreto sobre el milagro obrado por su intercesión, dando así el paso decisivo a su Beatificación: el 21 de marzo de 2004.

El Instituto de la Madre Matilde, fiel a la herencia recibida de su fundadora, continúa viviendo su carisma, que tiene como centro la Eucaristía y a María como Madre y Maestra, para que Ella forme su corazón para el Evangelio y las guíe hacia la Eucaristía. Según consta en las Constituciones actuales, de la Eucaristía nace en ellas una viva respuesta de amor a Jesucristo y, en Él y con Él, a todo el mundo, llevando la buena nueva del amor del Padre, con preferencia y de una manera integral, a los pobres, a los pequeños y a los que sufren.
Actualmente las Hijas de María Madre de la Iglesia (así se llaman desde 1965) realizan su labor evangelizadora en España, Portugal, Italia, Venezuela, Colombia, Perú y Méjico, a través de: hogares - internados como acogida a la niñez y juventud marginada; escuelas y colegios abiertos a todas las familias sin exclusiones; comunidades sanitarias dedicadas a la atención de enfermos, ancianos desatendidos, transeúntes, alcohólicos, etc., comunidades orantes, casas de acogida, y comunidades de Pastoral rural y de colaboración en Parroquias.
Todas las Hermanas del Instituto piden a su Fundadora que las ayude a hacer, como ella, de su vida un continuo acto de amor y una «eucaristía perenne», para la mayor gloria de Dios y la salvación del mundo.

Próxima beatificación de la fundadora de las Hijas de María Madre de la Iglesia
Madrid. Infomadrid, 20-01-2004.- La Madre Matilde Térez Robles, fundadora del Instituto Hijas de María Madre de la Iglesia, fué beatificada el día 21 de marzo de este año en Roma. Con este acontecimiento finaliza el proceso que comenzó el 23 de abril de 2002 cuando el Santo Padre, Juan Pablo II, reconoció de manera oficial las virtudes heroicas de la Sierva de Dios, con la promulgación del correspondiente Decreto; y con la aprobación del milagro, el pasado 12 de abril de 2003.BiografíaNacida en Robledillo de la Vera (Cáceres) el 30 de mayo de 1841, dedicó su adolescencia y juventud al cultivo de la vida interior y a una desbordante actividad apostólica con jóvenes, niñas, enfermos y pobres, en Béjar, provincia de Salamanca y diócesis de Plasencia.

El 19 de marzo de 1875 fundó en Béjar el Instituto de "Amantes de Jesús e Hijas de María Inmaculada" (desde 1965 "Hijas de María Madre de la Iglesia"). El 20 de enero de 1878 vistió el hábito religioso en Plasencia y en marzo de 1879 ella y su comunidad se trasladaron de Béjar a Don Benito, estableciendo en esta ciudad el noviciado y la casa central, donde profesó el 29 de junio de 1884. En marzo de este mismo año el obispo de Plasencia D. Pedro Casas y Souto, había aprobado las Constituciones de la Congregación. A lo largo de su vida, fundó otras siete casas en Extremadura, Castilla-León y Andalucía. De espíritu profundamente eucarístico y mariano, dotada de un corazón sumamente compasivo ante los dolores y miserias humanas, se distinguió por una caridad ardiente hacia los enfermos, las niñas huérfanas, las jóvenes y los pobres. Falleció en Don Benito el 17 de diciembre de 1902. Su causa de beatificación fue iniciada por el obispo de Plasencia en 1978. Los rasgos fundamentales del carisma del Instituto por ella fundado son: la centralidad de Cristo Eucaristía y María como Madre y Maestra.
En la actualidad, las Hijas de María Madre de la Iglesia atienden hogares-internados, de acogida a la niñez y juventud desvalida; colegios; comunidades Sanitarias; comunidades orantes; Casas de acogida. Cuentan con 47 comunidades, 28 en España, presentes en Andalucía, Extremadura, Asturias, Cantabria, Salamanca, Islas Canarias y Madrid; una en Roma; cuatro en Portugal; dos en México; tres en Perú, cuatro en Colombia y cuatro en Venezuela.
En Madrid tienen el Colegio San José, c/ Marqués de Viana, 43, fundado en 1954, que tiene más de cuatrocientos alumnos, en los niveles de Infantil, Primaria y Secundaria. En esta misma calle, en el número 45, se encuentra el Noviciado de España, la Curia General, que reside aquí desde el año 1988, y una comunidad de acogida. En Pozuelo de Alarcón, las religiosas tienen la residencia Villa María Briz, donde se atiende a las hermanas mayores.
En el dia 25 de Mayo del presente año.la comunidad educativa del colegio de las Azules, comunidad que lleva us nombre, llevaron en procesión la imagen de la  de la Madre Matilde a la catedral, donde fué colocada al la parte izquierda de la capilla de la Virgen de Guadalupe, Con su beatificación, celebrada el 21 de mayo de 2004 en Roma por el Papa Juan Pablo II, la Madre Matilde se convirtió en la primera extremeña en ser beatificada, después de Santa Eulalia, patrona de Mérida y martirizada en el siglo IV. Hace falta un segundo milagro para que sea santificada.

                 José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

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sábado, 16 de mayo de 2020

ORGANOS DE LA CATEDRAL. DATOS PARA LA HISTORIA DE PLASENCIA.

LOS ÓRGANOS DE LA CATEDRAL PLACENTINA

Buscando entre nuestros viejos papeles, encontramos un artículo de don Domingo Sánchez Loro, que publicó el añorado diario “El Regional” por la década de los sesenta del siglo pasado. Siguiendo nuestro lema de “Crear Inquietudes” no nos resignamos a publicarlo, pues consideramos que tiene muchos datos de interés para las personas amantes de nuestra historia.  El artículo dice así:

DOMINGO SÁNCHEZ LORO – DIARIO EL REGIONAL

Siempre tuvo la catedral placentina buena música de organería, cantores graves de voz concertada y mozos de coro que hacían de triples en las obras de contrapunto y entonaban las salmodias, antífonas e himnos, en las horas divinales. La música de la catedral suspendía el ánimo, levantaba el espíritu hacia Dios y era mina de regocijo perpetuo en el oído.
Ya el Papa Inocencio IV, en el estatuto fundacional de esta iglesia, aprobado en Asís el día 29 de mayo de 1254, dice que “al oficio de chantre pertenece disponer el coro e introducir en él a los beneméritos e idóneos… para lo cual examine diligentemente a los que ha de admitir  en primer lugar, acerca de las costumbres; en segundo acerca de su nacimiento; en tercero, acerca de la competente instrucción, así en la lectura como en el canto. Y no admita a nadie en el coro, si en esta forma no fuere hallado idóneo”. La pitanza era larga, por ser la renta cuantiosa. La selección, en costumbres, nacimiento y arte, afinada. El Resultado una maravilla.
Los órganos de la catedral vieja se hallaban en el trascoro. Así los describe, en el siglo XV, el racionero don Juan de Varajas, que manda ciertos responsos sobre su enterramiento, en el trascoro, “a raíz de una pared donde están unos órganos a mano derecha”.
Estos órganos tenían buenos tañedores. Había en la ciudad organeros de crédito. El más antiguo de que hallamos noticia es Juan González, maestro organero, que, en 1425, fue testigo en la escritura de venta del Arenalejo.
Hasta los moros se habían metido a componer órganos: en 1434, el moro Amat, organero y tejedor, tenía en la plaza su morada, en arriendo, en el portal del Pan.
Don Diego de Jerez, ilustre deán placentino, fue gran aficionado a gozar de toda  hermosura.
Como deán, presidía el cabildo y se ocupó siempre en aderezar  bien los órganos.
En 28 de marzo de 1500, el cabildo encargó a don Enrique de Guzmán, tesorero y  mayordomo de la fábrica y a otros visitadores que se ocupen en hacer afinar los órganos y cuiden de que sean bien compuestos: los arregló el maestro Cristóbal Cortejo.
Pero don Diego, el deán, no estaba satisfecho. Quiere mayor esplendor en el culto divino y, pues las rentas del cabildo lo permiten, propuso, y sí se acordó, en febrero de 1503, escribir e iluminar los libros corales, reparar y mejorar los órganos viejos y hacer otro nuevo, de la mejor traza entonces conocida. Se encomendó este cuidado nada menos que a un consejero de los Reyes Católicos y canónigo de esta iglesia catedral, al licenciado don Juan López del Barco. El maestro Cristóbal Cortejo había hecho ya lucidos trabajos de organería a satisfacción del cabildo. El se encargó de reparar los viejos y construyó uno nuevo en el que agotó su ciencia y maestría en el oficio. Importó el órgano nuevo 40.000 maravedíes.
El maestro organero Cristóbal Cortejo llegó a ser famoso en todo el reino. Hizo los órganos de Coria y otros muchos en la provincia de Extremadura. Los que se conservan con la admiración de nuestros días. Los organistas de la catedral, en tiempos de don Diego de Jerez, se llamaban Andrés Martín y un tal Francisco.
Ellos tocaron en las famosas y extrañas exequias de este deán.


Don Gómez de Jerez, que era hijo de don Diego de Jerez y por designación suya ocupó el deanato, heredó el buen gusto por la música y puso desvelo en atender a los órganos y a la cantoría. El año 1522, volvió a Plasencia el organero Cristóbal Cortejo, ya casi anciano y en la cumbre de su fama. Don Gómez propuso al cabildo aprovechar la estancia en Plasencia del famoso organero: se encomendó a don Hernando de Villalva, racionero, mayordomo de la fábrica y deudo del sin par Coronel don Cristóbal, el arreglo y perfecta afinación de los órganos. Nadie en ello igualaba al maestro Cortejo, por la experiencia en el oficio, por la finura en el oído, por el amor a su arte. Hizo con esmero su trabajo –el órgano nuevo era obra de sus manos- los teclados, fuelles, registros y tono quedaron listos para muchos años, mientras duró aquel siglo.
Las obras de la nueva catedral iban muy adelantadas. A sus tiempos, trajeron de la vieja ciertos altares para el culto, el sagrario, la sillería del coro y los órganos. Los dos viejos se pusieron a los lados del coro, uno a la derecha, otro a la izquierda. El nuevo se instaló sobre la puerta que da al oriente, en un armazón y soporte de gran hermosura y bien aderezada con motivos referentes al arte musical. (Allí luce su donaire en piedra el tamborilero de la Alta Extremadura). Tenía ya la iglesia un realejo y órgano portátil, para llevarlo a las parroquias, conventos y ermitas, cuando a ellas asista el cabildo. (Ignoramos quién construyó el realejo, pero hay sospechas de que este y el que había en Yuste, conservado hoy en el Escorial serían obra del maestro Cristóbal Cortejo).
El organero Melchor de Tovar, en 1600, trasladó los órganos de la catedral vieja a la nueva, hizo su instalación y los restauró de manera que parecían nuevos. Solo debían parecerlo, porque, en 1604 abonó 8.000 maravedíes al maestro Juan Francisco Fabri por las restauraciones hechas en los tres órganos. Vivía este organero en Plasencia y tuvo mucho tiempo a su cargo el arreglo y afinación de los órganos por el sueldo anual de 10.000 maravedíes. Así el cabildo se libró de este cuidado y la música de organería siempre estaba en su punto.
El año 1651- había muerto ya el organero Juan Francisco Fabri – abona el cabildo al maestro Salazar 5.000 reales, precio convenido por su trabajo en restaurar los órganos y afinar el realejo. El órgano grande fue ampliado con “nuevas diferencias”.
Seguía el arte de la música gozando en Plasencia su antiguo esplendor. Tuvo la iglesia maestros de capillas con mucho renombre. Tal, don Gregorio  de Salinas, compositor eximio, que ejerció su oficio muchos años en la catedral y al morir en 1672, dejó una rica colección de obras al servicio de la iglesia.
Durante el siglo XVIII apenas necesitaron afinación ni compostura los órganos catedralicios.
Hasta el año 1887, no se hizo en ellos reparación de importancia.
Entonces el maestro organero Marcial Rodríguez, natural y vecino de Ávila, restauró y puso nuevo fuelle al órgano grande; modificó y perfeccionó el que estaba a la derecha del coro; afinó el de la izquierda. Su trabajo importó 28.800 reales. El realejo apenas se usaba, por andar muy consumido. (Aunque viejo, todavía se conserva, como reliquia, en la catedral.
En nuestro siglo… mejor es no hablar. Organeros sin conciencia… - ¡ bendigamos la memoria de Juan González, del moro Amat, de Cristóbal Cortejo, de Melchor de Tovar, de Juan Francisco Fabri, del maestro Salazar, de Alonso Chavarrías, de fray Domingo de Aguirre, de Manuel de la Viña, de Marcial Rodríguez…., viejos organeros, honrados en su oficio, porque honradamente hicieron sus obras de organería en nuestra catedral!.
Organeros sin conciencia, en nuestro siglo engañaron al cabildo –no es su oficio entender de organería- y, so pretexto de instalar uno moderno a la derecha del coro desmantelaron y se llevaron la tubería de los órganos viejos, espléndida, inigualable en la pureza de sus timbres. Cual ya no se construyen.
Por ventura, ha pocos años, el cabildo, con buen gusto, con sentido histórico, ha vuelto el órgano grande sobre la puerta de oriente a su traza primera, con fuelles y consola eléctrica.
Pero las tuberías de los antiguos – las que se llevaron- grandiosas, con aleaciones sin mácula, que durante siglos loaron a Dios en los oficios divinos, andarán fundidos y empleadas en más bajos menesteres: a todo da lugar el ansia materialista de nuestros días.
De los otros órganos que había en Plasencia, solo el de san Francisco aguantaba comparación y acaso excedía en méritos a los tres de la catedral. Era obra del maestro Benito Vaquero.
(Cuando mediaba el siglo XIX, arreciaron los aires masónicos que entraron por Gibraltar y pasaron al antro que floreció en Madrid, en la calle de san Bernardo. Se dieron maña a que un hombre sin seso, Mendizábal, bien graduado en las logias, manchase el honor de España ocupando su gobierno. Ruin pelele, manejado por “hermanos triangulares” y sumiso a los “consejos” que venían de Gran Bretaña, dispuso el sacrilegio de la desamortización).
Los religiosos del convento de san Francisco en Plasencia, fueron exclaustrados: allí quedó el órgano al arbitrio de gente vil y agamberrada, que arrancaron el marfil del teclado y los juegos de trompetería, para regocijo de pequeñuelos en los arrabales de la ciudad.
El cura de san Esteban, don Manuel Gabriel de León, obtuvo licencia para llevar el órgano a su iglesia parroquial. Mucho gozaron con ello los buenos placentinos y, generosos, contribuyeron al traslado: Vicente Sánchez, maestro armero, trabajó en los registros y fuelles; Bernabé Ovejero, ebanista, recompuso el armazón; fray Juan Muñoz, lego dominico del convento de san Vicente, puso los registros y concertó las tuberías. Salvaron gran parte del valioso instrumento.
Todos hicieron su trabajo gratuitamente, por amor de Dios. El día de Santiago, 25 de julio de 1838, se cantó en san Esteban la primera misa con acompañamiento de órgano. La tocó el lego dominico fray Juan Muñoz.

Los conventos e iglesias placentinas conservan órganos del viejo sistema; buenos, aunque no comparables a los viejos de la catedral ni al de san Francisco. Los teclados, fuelles, registros y mecanismo interno para la distribución del aire, pueden y deben modernizarse. Pero…. ¡ojo con los juegos de tubos, con el dorado exterior, que son excelentes!: no venga algún organero con labia, saque los dineros, se lleve los viejos tubos y, en trueco, deje organillos rutilantes de purpurina vistosa que pronto se convierten en sonajeros de lata.


José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina.

                    
                                                    "CREANDO CULTURA".



viernes, 1 de mayo de 2020

EL BANDIDO "CABRERIN"


EL BANDIDO CABRERÍN.

Durante el siglo XIX, un pastor llamado Juan Morales González, se dedicaba al cuidado de un rebaño de cabras en la zona extremeña de Serradilla, este hombre se vio involucrado en la muerte de un hombre en la zona de Peñafalcón, cerca de lo que conocemos por el nombre de Salto del Gitano, por lo que huye al monte donde se encuentra con otros prófugos de la justicia y deciden crear una banda de salteadores.
La audacia e inteligencia, le hizo convertirse en el jefe de los bandoleros, progresivamente fue adueñándose de toda la zona de  Monfragüe.
Por el antecedente de haber sido cuidador de rebaños de cabras, fue apodado con el nombre de “el Cabrerin”, consiguiendo gran fama y respeto en la zona, y supo enfrentarse a otras bandas como los Mendozas o los Java.


Según cuenta la leyenda, don Julián Silva, el hombre más rico de Extremadura, fue secuestrado por unos bandidos y llevado al Puerto de la Serrana con exigencias de dinero y amenazas de muerte. Al tener noticias de ello Cabrerín fue allí, le salvó la vida y le puso en libertad. Se presentó a don Julián diciéndole: "yo soy Cabrerín, el jefe de los bandidos de la sierra y usted es el dueño de muchas tierras de la comarca y de los ganados que pastan en ellas; ambos podemos vivir aquí, pero nos interesa ponernos de acuerdo porque los dos nos podemos ayudar y servir mutuamente respetando ciertas condiciones. Si usted se compromete a darme en dinero o en comida lo que yo necesite para mantener a mis hombres en la sierra, yo le prometo que sus ganados y tierras serán respetadas por nosotros y en nosotros encontrará usted el mejor guarda para su hacienda".

Don Julián que no esperaba tal ofrecimiento quedó contento y conforme con el acuerdo, rubricándolo los dos con un apretón de manos. De aquí nació la sincera amistad que mantuvieron como dos buenos amigos durante su vida. Los bandidos con el jefe al frente, fueron a tierras andaluzas a realizar alguna de sus hazañas; pero tuvieron mala suerte porque fueron sorprendidos y apresados por la justicia. El Cabrerín fue enviado al penal de Ceuta a cumplir su condena. Cuando Juan Morales González, alias "El Cabrerín", salió de la cárcel con 79 años, volvió a su pueblo natal, Serradilla (Cáceres), se encontró sólo, ya que sus compañeros estaban dispersos, y la gente del pueblo no confiaba en él. Necesitaba un amigo de verdad que fuera sincero, que supiera escuchar y aconsejar a la vez: no tenía otro mejor que don Julián Silva por la confianza y la antigua amistad que les unía. Fue a verle al palacio que tenía en la dehesa del "Haza de la Concepción" a orillas del río Tiétar, Don Julián le abrió las puertas de su casa pues nunca olvidó el favor de Juan Morales “Cabrerín” que le había hecho.


Juan Morales le contó con detalles cómo fueron sorprendidos por la Justicia y sus aventuras en el penal, la desilusión que se llevó al no encontrar los tesoros escondidos, le habían robado todo, el cansancio que acusaba por su ya avanzada edad, hizo que D. Julián para que no le faltara nada, ya que estaba agradecido por los servicios que Cabrerín y sus compañeros le habían prestado en la vigilancia y protección de su agencia, le facilitó el ingreso en el asilo de los ancianos de Plasencia. En este centro benéfico pasó el resto de su vida Cabrerín, el bandido generoso más valiente y honrado que ha tenido Extremadura. Murió en el Asilo el día 9 de Abril de 1902 a los 89 años de edad.

CLAVES-COMENTARIO: Historia recopilada por FERNÁNDEZ GARCÍA, Bautista. En la revista Aires Chinatos, nº 26.



   Jose Antonio Pajuelo Jiménez- Pedro Luna Reina.

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