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lunes, 6 de marzo de 2023

LICTORES (ORIGEN DE LOS MACEROS).

 LICTORES Y MACEROS

Durante el periodo republicano de la Roma clásica existían unos funcionarios públicos que se encargaban de escoltar a los magistrados, marchando delante de ellos e incluso de garantizar el orden público y custodiar prisioneros. Debían ser ciudadanos romanos de pleno derecho, debían avisar a los que se encontraban por los caminos para que prestasen el homenaje debido a los magistrados a quienes precedían, homenaje que consistía en echar pie a tierra a los que iban a caballo y en apartarse y descubrirse la cabeza a los peones. Parte de su oficio era ejecutar a los reos cuando estos eran ciudadanos romanos.



Las faces era el emblema del poder militar de los etruscos, que fue adoptado por los romanos Tradicionalmente significa poder, por el haz de varas, puesto que es más fácil quebrar una sola vara que quebrar un haz. Los lictores eran  los portadores simbólico del poder público del “imperium”,constituyendo unos de los elementos más característicos del simbolismo constitucional romano es decir de los que se encargaban de los derechos y prerrogativas propias a una autoridad concreta. El derecho a ser escoltado paso de los reyes etruscos a los magistrados con imperium.

Estos funcionarios e Lictores fuera de Roma vestían túnica escarlata, ceñida a la cintura por un ancho cinturón de cuero negro claveteado con latón, y portaban sobre el hombro izquierdo un haz de varas (faces), en la que se encontraban insertas una o dos hachas, que simbolizaban la capacidad del magistrado para castigar o ejecutar. En cambio, cuando se encontraban en el pomerium (frontera sagrada de la ciudad de Roma), los lictores vestían toga blanca y faces sin hachas, simbolizando la limitación de su poder, pues no podían ejecutar a ningún ciudadano dentro de este recinto.

Posiblemente esta tradición o costumbre del lictor fue evolucionando en la edad media en los antiguos desfiles de los reyes tenían una carácter protector, posteriormente se extendió a la nobleza de la época, siendo la maza que portan como arma defensiva que utilizaban los caballeros subordinados a la misma. En forma de escolta y protección.

En el museo del ejercito de Toledo, hay un alto relieve con figura, el rey de armas también llamado macero, que debió enmarcar alguna de las puertas del Alcázar, pieza de siglo XVI, en esta época la figura del macero tuvo que tener importancia en la sociedad.


Hoy día podemos definir la figura del macero como la de un funcionario municipal, cuya principal función es la de acompañar las comitivas municipales, llevando en su mano y sobre su hombro la Maza municipal de plata. La prenda de vestir que lleva el macero es un tabardo que normalmente lleva grabado el escudo de la institución que representa y se complementa con una gorra de terciopelo con pluma, medias de color del tabardo y colgante con la medalla de la institución.

 

 IGLESIA DE SAN ESTEBAN de PLASENCIA

En esta parroquia es de finales del siglo XV. En el atrio de esta iglesia se reunía el Concejo de Plasencia al toque de la campana de su torre, para estudiar los problemas de la ciudad. Como consecuencia de ello se conservan escritos por los cuales el concejo se comprometía a sufragar los gastos de mantenimiento de la campana de esta iglesia, ya que servía indistintamente a los dos estamentos locales, el concejo y la iglesia.

El Concejo salía en procesión desde la Casa de las Gradas (Ayuntamiento), y se dirigía hasta este atrio. Abriendo la marcha iban los maceros, los cuales llevaban bordados en sus dalmáticas por la parte anterior un castillo con sus torres, que representaba a Castilla y a la ciudad, por la parte trasera un peral silvestre, sin hojas y con las raíces al aire, este peral representaba a la Orden de San Julián del Perero o Pereiro, la cual ayudó a reconquistar la ciudad de las manos de los árabes, cuando fue perdida por Alfonso VIII. Esta Orden al conquistar el pueblo de Alcántara, fijó su sede en él, y pasó a denominarse con este nombre.

DISEÑO PARA EL TRAJE DE MACEROS DE PLASENCIA.

La figura del macero acompaña una leyenda explicativa de las características del traje, donde indica que está inspirado en la época de los Reyes Católicos, usando los colores heráldicos del pendón de la ciudad de Plasencia. El traje debía estar confeccionado con terciopelo fino en los colores verdes para la túnica interior y purpura para la dalmática y para el gorro. El traje o túnica verde llevaría un galón dorado estrecho, como se indica en el dibujo. El gorro igualmente tendría galón dorado estrecho y se adornaría con un plumero blanco rizado. La dalmática iría bordada con doble galón de oro, ornamentándose con el sello rodado de Alfonso VIII, bordado en la parte inferior delantera, y orlado con cordón de oro. Este sello consistía en un castillo bordado en color ocre sobre cielo de tisú de plata, y en el campo de color verde con una cruz dorada románica: además debía llevar la leyenda “CASTELLAE: REX: ET: TOLETI: ALFONSVUS VIII”, bordada con cordón de oro sobre tisú de plata. Los puños y gorgueras debían de ser de puntilla de encaje y los guantes y medias de color blanco.[1]

                                ALFONSO VIII, REY DE CASTILLA Y TOLEDO.

MAZAS

Son insignias de la ciudad que portan los maceros en las procesiones y las solemnidades a las que concurre el Ayuntamiento “en cuerpo de ciudad”. Tiene un fuste o empuñadura de forma cilíndrica, siendo la parte superior, más ancha y redonda, rematada por una pirámide.

Profusamente adornadas con decoración geométrica y vegetal que destaca en liso, sobre un fondo plateado (estilo manierista). En la parte más ancha aparece el escudo de la ciudad labrado dos veces y unido por tres orlas vegetales, todo bordeado por un friso con labores geométricas. La decoración se completa con figuras en forma de termes, delimitando los cuerpos de la zona superior.

Las únicas noticias que tenemos son de las cuentas de Propios del Ayuntamiento de 1695, en las que aparece el platero Antonio Bermúdez, al que se le abonan 34 reales por “aver hechado un tornillo nuevo y ederezado y limpiado de marcas y escudos”.

Son del siglo XVI o principios del XVII. Plata en su color,86 x 52 x 12 cm.

MEDALLON DE MACERO

Al igual que las mazas pertenecen al mismo siglo. Plata en su color,17 cm. 

 MARCAS:  PORTADA DE PLASENCIA EN LA PARTE SUPERIOR CENTRAL.

Forma parte del atuendo de los maceros, que lo llevan colgado sobre el pecho. Lleva grabado el escudo de la ciudad, consistente en un castillo con dos cuerpos coronados con cinco almenas cada uno, ventanas y sillares, bordeado el conjunto por cenefa vegetal. La marca de la ciudad consiste en una puerta de la muralla abierta en arco de medio punto y almena.

José Antonio Pajuelo Jiménez- Pedro Luna Reina.

Fotografías: Damián Beneyto



[1] Archivo Municipal de Plasencia.

domingo, 26 de febrero de 2023

LOS OCHO SIGLOS DE LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ DE PLASENCIA

 

LOS OCHO SIGLOS DE LA COFRADÍA DE LA VERA CRUZ DE PLASENCIA.

 

Es de todos conocida la tradición de que el Seráfico san Francisco visitó la ciudad a principios del siglo XIII para reunirse en ella con el rey fundador Alfonso VIII, alojándose en la pequeña ermita de santa Catalina del Arenal.

Esta entrevista no pudo realizarse, pues cuando se dirigía a Plasencia el rey fundador, murió en el pueblo de Gutierre-Muñoz (AV), el día de 5 de octubre de 1214.

San Francisco se volvió a Italia, dejando algunos de sus frailes en la ciudad para que edificaran un convento junto a la ermita de santa Catalina del Arenal, cosa que así cumplieron.

Por lo tanto, podríamos considerar que el primer convento de san Francisco se fundó en el año 1215.

Una de las costumbres que tenían los franciscanos cuando fundaban un convento, era crear algunas cofradías, como la Vera Cruz, la Orden Tercera de san Francisco, y algunas más.

Estas fundaciones hacían que el pueblo tuviese más relación con los frailes, lo cual era muy provechoso para ellos por las muchas actividades que se realizaban en la iglesia del convento. Entre estas podíamos destacar: misas, enterramientos, capellanías, donaciones, etc.

Por supuesto, de esta fundación no tenemos documentos que lo acrediten, pero si existe un documento del año 1233 el cual es un pleito de los frailes franciscanos contra las monjas de san Bernardo las cuales habían fundado un convento al lado del de los franciscanos, con lo cual se oían los cantos de las monjas desde el de san Francisco distrayendo a los frailes.

Con este pleito sabemos que, en el año 1233, ya llevaban tiempo los frailes en su convento.

En aquellos momentos el obispo de Plasencia era don Adán, el cual no tuvo muy buenas  relaciones con la clerecía diocesana, de hecho se tiene noticias de graves enfrentamientos con el deán don Martín de Pedro y con los franciscanos, por el favor que otorgó a la fundación cisterciense del monasterio de San Leonardo, posteriormente de San Marcos, cercano a San Francisco de Plasencia, a cuya erección se oponían los primeros al considerar que la cercanía de las monjas era un peligro para su estabilidad emocional.

El poder del obispo y el patrocinio de los Carvajales, uno de los grandes linajes que se asentó en Plasencia en época de Fernando III, lograron vencer el contencioso puesto por los franciscanos ante Gregorio IX que sentenció en su favor, con lo cual las hijas de San Bernardo se pudieron instalar en la ciudad.

Doña Engracia de Monroy, fundó dos capellanías en Santa Catalina del Arenal, en el día 27 de mayo de 1338, haciendo una donación de 200 maravedíes a los frailes.

Es a finales de este año cuando un incendio destruye el convento de San Francisco, y en el codicilo que otorgó Dª.  Engracia en enero de 1339, hace una donación de 400 maravedíes para continuar las obras del nuevo convento, ya comenzadas, y nombró entre sus testamentarios a  Fr. Pastor, custodio del cenobio, además de “una cáliz de plata” según se documenta en el testamento de la misma.

Entre los nobles placentinos que en el siglo XIV ampliaron la iglesia y el convento, debe hacerse mención al militar Alfonso Ferrandes del Bote; que siguió el ejemplo de sus abuelos Juan Pérez y Dña. María, y de sus padres Ferrant Pérez del Bote y Dª. Teresa hija de don Yagüe, que en la centuria anterior, habían dispensado la más amplia protección a la nueva iglesia y espacioso convento. Alfonso Pérez edificó la capilla de San Francisco y en ella se mando enterrar, según consta en el testamento que este otorgó el 26 de agosto de 1329. 

Seguramente en una de estas ampliaciones, la Vera Cruz compró y realizó, debajo del coro, la primera capilla “De la Sangre”, así llamada por ser el lugar donde se flagelaban los cofrades de la misma.

A principios del siglo XVIII, las relaciones de la Cofradía de la Vera Cruz y los frailes del convento no pasaban por su mejor momento, hasta el punto de que la cofradía no realizaba ningún acto en el mismo.


Ante esta situación, el Guardián del convento, fray Pedro de Henao, se reunió, en el año 1708,  con los miembros de la cofradía para intentar solucionar esta  situación tan anómala.

En esta reunión, fray Pedro, reconocía que la presencia de la Vera Cruz en el convento databa desde la fundación del mismo y que ya en el siglo XV, tenía su propia “Capilla de la Sangre”.  Y que el día 28 de abril del año 1575, se habían realizado escrituras para dar a la cofradía una nueva capilla con más amplitud, donde se pudieran enterrar los cofrades de la misma, esta nueva capilla fue donada por el convento, no costándole nada a la cofradía.

En esta reunión se acordó hacer unas nuevas Ordenanzas, nombrando una comisión para llevarlo a cabo. El día 2 de abril de ese mismo año de 1708, se empezaron a redactar las mismas, terminándose, y siendo aprobadas, el 15 de febrero del año 1709.

Presidieron la firma de las Ordenanzas: por el convento, el padre fray Juan Arras, Custodio de la provincia de san Miguel, y por parte de la cofradía, su Alcalde, don Miguel Fernández de Lizarca.

Muchos años después, llegó la llamada Desamortización de Mendizábal (1836-1837), con la cual fueron expulsados los últimos frailes del convento, y nuestra cofradía, al igual que las allí existentes, tuvieron que abandonarlo.

La Vera Cruz, con sus pasos y enseres, se refugió en la iglesia de san Esteban, estableciendo en ella su Sede Canónica.

Con esta desamortización desaparecieron casi todas las cofradías de la ciudad, quedando solo la nuestra como receptora de los cofrades de ellas.

No es hasta el siglo veinte cuando empiezan a resurgir nuevas cofradías, muchas de ellas desgajándose de la Vera Cruz.

A principios del siglo XX, se perdieron los antiguos documentos de nuestra cofradía.

Tengamos la esperanza de que alguien los guardara y un día vuelvan a aparecer.

 

Como hemos visto, no sabemos la fecha fija en que se fundó la cofradía de la Vera Cruz, pero sí que se realizó en el siglo XIII.

Por lo tanto, podemos enorgullecernos de tener ocho siglos años de existencia.

 

Los que hoy formamos parte de esta centenaria cofradía, sentimos el orgullo y la responsabilidad de mantener y mejorar la Muy Antigua, Franciscana y Venerable Hermandad de la Santa y Vera Cruz de la ciudad de Plasencia.   Paz y Bien.

 

SANTA CRUZ, SÍMBOLO DE NUESTRA FE.

 

Pedro Luna Reina - José Antonio Pajuelo Jiménez

Hermanos Cofrades de la Santa y Vera Cruz de Plasencia.

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 16 de diciembre de 2022

FOTOGRAFIAS LA PRENSA PLACENTINA EN EL SIGLO XIX

BUSCAR FOTOGRAFIAS DE LOS DIFERENTES PERIODICOS

LA PRENSA PLACENTINA EN EL SIGLO XIX.

No se disponía de ninguna información de que se publicara algún periódico anterior al año 1855, fue fruto de la casualidad el Sr. Paredes Guillen encontró sirviendo de tapas de un libro encuadernado en pergamino, un numero de La AURORA periódico doceañista en que nuestros antepasados defendían la constitución de 1812 y la labor de las celebres cortes de Cádiz, su portada data del domingo 6 de diciembre de 1821, numero 6 de Aurora Patriótica de la Alta Extremadura. En el texto se aprecia la parte activa que tomaron los placentinos de principios del siglo XIX en la defensa y propaganda de las entonces ideas constitucionales y también el amor de Plasencia y su tierra, que sentían aquellos ilustrados Poco después de mediado del siglo XIX durante el reinado de Isabel II y al frente de los negocios públicos el general Espartero, nuestra ciudad natal comienza a dar sus primeros pasos en la edad moderna en lo que se refiere a la prensa periódica. Aparece el un periódico semanal titulado el Valle y Vera, defensor de los intereses materiales de toda esta región.
El director y fundador de este semanario que inauguró la prensa placentina fue don Juan González Hernández perito agrimensor y director de caninos vecinales, escritor que se distinguió por sus campañas en defensa de Plasencia y su comarca.
Vivió el Valle y Vera hasta 1857 y desde esta fecha hasta 1860, o sea en tres años no se publico en Plasencia ningún otro periódico.
En el año 1860 comenzó la publicación del Boletín Estadístico del Obispado de Plasencia, periódico oficial que sale a la luz cuando disponía el Prelado.
En 1867, el citado Don Juan González comenzó a publicar la Gazeta Agrícola, periódico quincenal dedicado al fomento de la Agricultura, Industria y Comercio; al finalizar el primer año de esta revista, la completó con la aparición del Boletín de Noticias de la Gazeta Agrícola, también quincenal, alternando con la Gazeta.
En 1868 apareció El Demócrata, dirigido por el mismo Juan González; este periódico se llamo después el Cantón Extremeño y desde el año 1869 fue su director y propietario don Evaristo Pinto Sánchez; fue más tarde El Extremeño y volvió a cambiar de nombre, para volverse a llamarse el Cantón Extremeño hasta 1896 en que deja de publicarse.
En 1869 se publicaron en Plasencia varios periódicos; el Mosquito periódico satírico que dirigía el conocido historiador placentino Alejandro Matías Gil, autor de las siete Centurias de la ciudad de Alfonso VIII; El Tío Lilailas salía a la luz cuando quería y podía, en uso de sus individuales derechos; así decía el cabeza de este periódico, que hizo las delicias de los placentinos de su época, y cuyo único redactor conservó el inédito de modo riguroso, dando con ello mayor interés a la festiva publicación; era este redactor el ilustrado profesor de instrucción primaria D. José María Diez Olivares, cultísimo e ingenioso escritor, que vertía sus agudezas en las cuatro paginas del Tío Lilailas, y con ellas se regocijaban los placentinos de la época; La opinión era otro periódico de la misma época, periódico político que publicaba D Eusebio Carvajal.
En 1870 apareció otro periódico satírico, que tenía la redacción en Villanueva de la Vera, titulabase Los Neo sin Careta y era el director y propietario, el ilustrado sacerdote D. José García Mora.
En 1880 apareció el Eco Lusitano, revista semanal científico literaria que dirigía don Manuel de la Rosa.
En 1881, en Julio vio la luz pública el número primero del Norte de Extremadura, periódico político liberal, que administraba don Antonio Elvira, y en el que se ve la firma de D. Juan Moreno.
La Voz de Plasencia, semanario político, apareció en Marzo de 1883, siendo el propietario fundador D. Ramón Delgado Vera, el director D. Pompeyo Beltrán y el administrador D. Eduardo Monge.
En 1885, comenzó a publicarse un semanario político titulado El Látigo, su propietario fundador fue D. Mariano San José Herrero.
Llegamos al año 1888, año que fue accidentado para la vida de nuestra ciudad; en este año apareció El Noticiero, periódico defensor del llamado partido campista, o sea, los partidarios del muerto resucitado; este semanario lo redactaba el sacerdote la S.I. Catedral D. Benigni Carral. Apareció también a finales del mismo año El Centinela, semanario no político del que era director y propietario, el conocido librero y tipógrafo placentino D. José Hontiveros.
Estos dos seminarios, así como El Cantón Extremeño en los años 1888 y 1889, llenaron sus columnas con los relatos del juicio oral celebrado en Plasencia para juzgar al llamado muerto resucitado, a quien algunos calificaban de impostor y otros defendían por creerle el verdadero Eustaquio Campo.
Las conmociones populares de esta cuestión, dieron a los periódicos locales materia suficiente para llenar sus columnas con sensacionales artículos, que los placentinos leían con avidez.
Muerto El Noticiero, apareció en 1890, La Defensa de la Verdad, que defendía la causa del muerto resucitado, asegurando que era el autentico Eustaquio Campo Barrado.
En 1891 apareció El Escudo de la Fe, semanario católico que redactaba varios ilustrados sacerdotes y se publicaba con licencia eclesiástica.
En 1894 comienza a publicarse y no pasó del año, pues murió en el, una revista decenal ilustrada que dirigía don Julio Valls y se titulaba La Derecha del Tajo.
En 1895, apareció el Eco de Plasencia, periódico decenal que sostenían varios placentinos que defendían la política del Marqués de Mirabel. En el mismo año comenzó la publicación de El Lío, periódico semanal que redactaba D. Eduardo García Monge. En el mismo año coincidiendo con la aparición del Eco de Plasencia, se despidió de sus suscriptores el Cantón Extremeño, después de veintisiete años de publicación.
En 1896 comenzó a publicar el farmacéutico de Plasencia D. Joaquín Rosado, una revista mensual titulada Boletín Médico Farmacéutico Extremeño, dando nacimiento al órgano oficial en la provincia de Colegio de Farmacéuticos. Plasencia Ilustrada fue un semanario relámpago del que solo se publicaron cuatro números en el verano de 1897. La Bandera Regional periódico republicano federal, se publicó por primera vez en 1897, cesó cuando la guerra con América y vo1vió a publicarse en 1899.
En 1898 comenzó a publicarse La Crónica de Plasencia que murió, en 1899. En Agosto de 1899 comenzó publicarse El Nieto de Mayorga, que murió en Enero de 1900.
En 1899 apareció. El Dardo periódico semanal independiente.
A principios de Septiembre de 1901 vio la luz pública El Correo Placentino, semanario independiente que murió en fin del mismo año. En Mayo de 1902 vio la luz pública el primer número de Plasencia Artística, revista decenal ilustrada, la dirigida por D. Pedro Muñoz y D. Manuel Diez: esta revista dejo de editarse el mismo año. En 1903 comenzó á publicarse La Aurora, revista quincenal, científica y literaria, dirigida por D. Felipe Lafuente, director del Colegio de San Francisco, dé segunda enseñanza esta revista solo vivió el año escolar.
En Julio de 1903 apareció El Cruzado Extremeño, semanario que se publicaba con la aprobación de la censura eclesiastica.
En este mismo año el partido republicano placentino, determino publicar un semanario y, por indicación de de uno de los individuos más ilustrados de ese partido, se le puso el titulo de El Buscapié: pero no estando conforme con este título todos los interesados en su publicación cambiaronle por el de La Unión, con el cual nombre se publicó. En enero de 1904 apareó El Liberal. Semanario político, órgano del partido liberal democrático de Plasencia; este semanario murió en Mayo del mismo año.
En 25 de Abril se publicó el número, 301 de El Dardo, y, por disposición de su propietario el joven abogado. D Fernando S. Ocaña, cesó la publicación de este semanario qué fundaron en Julio 4e 1899 varios jóvenes entusiastas do Plasencia.
Hubo otros periódicos de los que tenemos poca información, pero al menos los mencionamos, por si algunos de los lectores disponiese de alguna información nos las facilitara.Ellos fueron El Diluvio, El Ateneo Placentino, El Relampago, La Situación... Estáis en un blogs abierto, por si queréis participar añadiendo alguna información para estos apuntes que publicamos.
            

Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina

                                                      "CREANDO CULTURA"






domingo, 11 de diciembre de 2022

CRISTO DE LA VICTORIA

LA IMAGEN
Talla de madera, tamaño casi natural, abrazando la cruz con la mano izquierda, con la derecha se toca el corazón.
El pie izquierdo pisa una calavera, y la base de la cruz aplasta a una serpiente.
En el centro de la cruz se ve una corona, es un recuerdo de cuando estuvo en la Capilla Real de Madrid, en tiempos de Felipe IV.

FRANCISCA DE OVIEDO Y PALACIOS.
Nace en Plasencia, el año 1583, se bautiza en la iglesia de san Pedro. Al quedar huérfana se traslada a Trujillo. A los 20 años se va a vivir con unos parientes a Serradilla. Era miembro de la Orden Tercera de san Francisco, por lo cual se la denomina con el título de Beata.
Muere en el año 1659, a los 76 años de edad.
En Serradilla se dedicó a hacer obras de caridad. Le impactó mucho la muerte de una vida que solo tenía una estera como cama, y que al ir a levantar el cadáver este estaba pegado a la estera y se quedó la piel de la espada en ella. Ante este hecho decide fundar un hospital en el pueblo, para lo cual se marcha en 1630 a Madrid para pedir limosna en la Corte.
Al visitar la iglesia de Atocha se quedó maravillada de un Cristo que en ella había, y tomó la determinación de hacer una copia del mismo para llevarlo al hospital que quería fundar en Serradilla.
Se puso en contacto con el escultor Domingo de Rioja, el cual no la hizo mucho caso, pues no veía a Francisca con el dinero suficiente para pagar la talla.
La beata le pidió que le señalase el madero del cual saldría la Imagen, y una vez que lo vio, no se separaba de el. El escultor viendo tanta ansiedad, se decidió a tallar la imagen, y cuando la terminó, el mismo se quedó asombrado de su perfección, hasta el extremo de llega a decir: “ Esta no es obra mía, sino de Dios”.
Para recaudar fondos y que fuese adorada la Imagen, la puso al culto en la iglesia de san Ginés, donde creció tanto la fama de la talla que, llegó a oídos del rey, el cual quiso verla. Se trasladó el Cristo a la Capilla Real, donde fue durante algún tiempo visitada por el rey Felipe IV, y toda la Corte.
Cuando la beata, quiso recuperar la Imagen, se vio con muchas dificultades, teniendo que acudir a don Diego de Castrejón, el cual era Presidente del Real Consejo de Castilla, y que conocía a Francisca porque había sido Gobernador del Obispado de Plasencia, el cual consiguió recuperar el Cristo, llevándoselo a su casa hasta que fuera llevado a Serradilla.
El Cristo llegó a Plasencia en julio del año 1639 y, previo permiso del obispo don Plácido Pacheco, se instaló en la iglesia de san Martín. Fue mucha la devoción que inspiró en Plasencia la talla del Cristo, hasta el extremo de no querer permitir su traslado a Serradilla a pesar de los requerimientos de Francisca al Provisor de la Diócesis y al Consejo Supremo de Castilla.
El Oidor del Consejo se llamaba don Diego de Arce y Reinoso, el cual la dio largas alegando que no tenía poder para que la devolviesen la Imagen puesto que eso correspondía al obispo de la diócesis, puesto que estaba bacante en ese momento, pues el obispo don Plácido Pacheco había muerto el día 7 de octubre de 1639. Ante esto la beata le dice al Oidor: “Deme su Señoría su palabra de que si Dios le nombrase obispo de Plasencia me devolvería la Imagen”. Don Diego la tildó de loca y para que le dejase en paz se lo prometió. El día 8 de octubre del año 1640, don Diego fue promovido para obispo de Plasencia, al cual acudió al instante la beata para recordarle la promesa que le había hecho en Madrid
En el año 1641, mandó un auto bajo pena de excomunión, al cura de la iglesia de san Martín, por el cual le ordenaba la entrega de la Imagen a la beata Francisca. Ante esto el cura entregó la Imagen, la cual fue trasladada al Hospital de Santa María, estando en el mismo dos noches y un día.
Este tiempo fue aprovechado por los serradillanos para juntar ocho hombres, los cuales vinieron a la ciudad el día 13 de abril de 1641, a la una de la madrugada y cargando la talla, salieron por la puerta de Trujillo, con el mayor sigilo, camino de Serradilla.
Sin descanso, caminaron hasta llegar a la dehesa de la “Jerrera” en la cual les esperaban otros ocho hombres para relevarlos, así como gran número de vecinos de Serradilla.
A la entrada del pueblo se formó una procesión, que llevó al Cristo a la Plaza y desde allí a la iglesia.
Se le colocó en medio de la capilla mayor y allí estuvo durante 8 días, hasta que se arregló un altar donde debía estar.
Como era costumbre se celebraron diversos festejos, entre ellos se corrieron 2 toros, asistiendo mucha gente de los diversos pueblos de los alrededores e incluso de Plasencia.
El domingo siguiente se celebró la misa mayor presidida por el párroco de la iglesia del Salvador de Plasencia, a la cual pertenecía en esa época el pueblo de Serradilla. El sermón corrió a cargo de un fraile lector de Teología del convento de san Francisco de Plasencia. Terminado el acto, se representó una comedia en la puerta de la iglesia, y a continuación se trasladó el Cristo a la capilla de San Miguel, la cual había sido preparada para el.
El pueblo de Serradilla hizo votos de construir una ermita o iglesia para que la presidiera la Sagrada Imagen del Cristo de la Victoria. Pero surgieron dificultades, pues unos opinaban que sería mejor construir una nueva capilla en la iglesia y que se quedase la Imagen en ella, pero Francisca de Oviedo se oponía a ello, ya que su idea era fundar un hospital y que el Cristo presidiera el mismo. Al final se aceptó la idea de la beata, aunque minoritariamente, y se volvió a discutir el sitio donde se levantaría el hospital.
Francisca quería hacerlo en una casa que según la tradición había sido una mezquita, pero a eso se oponía casi todo el pueblo. En esos días visitó el pueblo el obispo don Diego, el cual enterado del problema, apoyó a Francisca e incluso se ofreció a contribuir a su construcción.
Ante esta imposición, los vecinos se retiraron y dejaron sola a la beata, bien por no estar de acuerdo, o bien por lo costoso que iba a ser la edificación del hospital e iglesia.
Francisca contaba en ese momento solamente con 200 reales para empezar las obras. Sin amilanarse, compró un farderillo, y se lanzó a pedir de pueblo en pueblo, recorriendo todo Extremadura y Portugal.
De esta manera se fue extendiendo la fama del Señor de la Victoria, y empezaron las primeras peregrinaciones, con lo cual las limosnas iban en aumento.
Por fin el día 14 de febrero de 1645, se llega a un acuerdo con el Concejo y se decide que se hará la iglesia en el plazo de un año, con la condición de que la propiedad de la Imagen pase a la Cofradía de la Vera Cruz y la Santa Misericordia y al Concejo y vecinos de la villa. Este plazo de un año no se pudo cumplir, y se tardaron 3 años en ver terminada la iglesia del Cristo
El día 14 de septiembre de 1648, se trasladó la Imagen a su nueva iglesia, siendo trasladado en medio de grades júbilos y festejos.
El Cristo de la Victoria es Patrón de la Villa de Serradilla desde el día 14 de septiembre del año 1662.
Este Patronazgo, dio pie a un pleito entre la Cofradía de la Pasión, la cual estaba establecida en la iglesia parroquial, y las monjas. El motivo era que la Cofradía alegaba que en las procesiones su estandarte debía de ir delante, pues era mucho más antigua que la del Cristo.
El pleito duró varios años, y termino resolviéndose a favor del Cristo por ser el Patrón de la Villa.
El fallo de la sentencia se realizó el año 1803.

PROCESIONES DEL CRISTO
Muy popular es la tradición de los milagros del Cristo para hacer que llueva, además de otros milagros.
La primera rogativa y procesión de la Imagen se realizó en el año 1685. Y llovió abundantemente.
El permiso lo concedió el obispo don José Jiménez Samaniego, el día 28 de abril de 1685.
El ritual de las rogativas es el siguiente:
Cuando la sequía es muy pertinaz y amenaza con destruir las cosechas, el pueblo pide al Alcalde que solicite un novenario al Cristo.
El alcalde convoca una junta a la que asisten los concejales, capellán del convento, el párroco del pueblo y demás sacerdotes que residan en el pueblo.
Si es aceptada la idea del novenario se nombra una comisión del Ayuntamiento para pedir permiso a las monjas.
Aceptado por las monjas, salen a pedir por el pueblo dos comisiones, una con el capellán y la otra con el párroco.
El novenario consiste en misa diaria, exposición del Santísimo, rogatorias, cantos penitenciales, etc..
Si cumplido el novenario no se ha conseguido el agua esperada, la madre priora se dirige al obispo pidiendo permiso para bajar al cristo de su camarín y sacarlo en procesión.
Obtenido el permiso se procede a bajar la Imagen por medio de un aparato especial que se conserva en el convento. El capellán y otros sacerdotes suben a camarín y le retiran la Cruz al Cristo, la cual es depositada en el altar del Sagrado Corazón de Jesús.
Al Cristo se le ponen dos túnicas, una blanca y la otra morada, y se le coloca en el aparato el cual mediante manivelas baja la imagen hasta depositarla encima del Altar Mayor.
Este acto está cargado de emotividad, pues mientras las monjas cantan el “Miserere”, el pueblo prorrumpe en gritos y sollozos pidiendo misericordia y perdón.
La imagen queda bajo dosel, y rodeada de velas, las cuales custodian dos hombres con las varas en la mano.
Al Cristo se le coloca para la procesión una cruz de madera de muy poco peso, la cual esta depositada en la clausura durante todo el tiempo que no hay procesión.
El Cristo permanece durante tres días en el Altar Mayor, recibiendo la visita de los pueblos de las cercanías.
El cuarto día se baja la Imagen del Altar y se la coloca sobre las andas, y por la tarde se realiza la procesión. Durante esta se realizan cuatro sermones; uno antes de salir, otro en la iglesia parroquial, otro en la plaza, y el último en el atrio de entrada del convento.
El Cristo procesiona bajo palio y con el estandarte de su advocación y con la cruz que tiene todo el año, la cual tiene el privilegio de portarla el párroco del pueblo de Torrejón.
Una vez terminada la procesión se vuelve a subir la Imagen con el mecanismo hasta su hornacina, con lo cual se da por terminada la procesión.

En señal de agradecimiento el pueblo de Serradilla hizo un “Voto de Villa”, es decir, se comprometió a celebrar una fiesta de acción de gracias en el domingo más próximo al de la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, (mes de mayo).
Vuelven a surgir los problemas entre el párroco y el capellán del Cristo, sobre la presidencia de los actos, teniendo que dictar la Curia eclesiástica de Plasencia a favor del capellán. Esto sucedió en el día 16 de marzo del año 1709. En el año 1879, otra vez surge el problema, esta vez estaba de obispo don Pedro Casas y Souto, el cual confirma la presidencia al capellán, y ratificando que las religiosas están exentas de la jurisdicción parroquial en las funciones de su iglesia, estando solamente sujetas al obispo de la diócesis.

LA IGLESIA
La primera iglesia del Cristo de la Victoria data del año 1648, era una iglesia pequeña, por lo cual, se plantearon derribarla y hacer otra con más capacidad. El permiso se consiguió el día 16 de mayo de 1672.
La planta de la iglesia es de cruz latina, de estilo renacentista, de una sola nave, rematada con una cúpula de media naranja. La fachada es de sillares, con tres hornacinas donde se alojan las imágenes del Cristo de la Victoria, san Agustín y santa Mónica. Remata la fachada el escudo de la Orden Agustina.
El encargado de la administración del dinero de las obras fue don Diego Sánchez, el cual era el capellán de la iglesia del Cristo, desde el año 1668 hasta el año 1695 en que murió.
La mayor parte del dinero la puso don Diego de Vargas, conde del Puerto y su esposa.
La edificación de la iglesia costó 20.000 ducados, cifra bastante elevada para la época.
En el año 1675 ya estaba terminada la nueva iglesia.

RETABLOS
Una vez terminada la iglesia se empezó con los retablos de la misma en el año 1699, y se terminaron en el mes de octubre del año 1701, valiendo más de 80.000 reales.
La iglesia tiene tres retablos, el mayor, el cual está dedicado al Cristo, y otros dos laterales, los cuales están dedicados al Sagrado Corazón y a la Virgen del Carmén.
El retablo central es obra del escultor madrileño Francisco de la Torre, el cual cobró 50.000 reales por su ejecución. La madera valió 10.694 reales.
Este altar está compuesto de tres cuerpos, base, medio y cuerpo superior. Cada cuerpo tiene varias hornacinas, separadas por columnas salomónicas.
En el centro del retablo está el camarín del Cristo, el cual tiene forma de urna cerrada con grandes cristales por los cuatro costados. En la base del camarín se encuentra una peana de plata, obra del platero Juan Domínguez, de Talavera de la Reina, la cual realizó en el año 1.705 y valió 6.600 reales.
Al lado del camarín del Cristo están las imágenes de san Agustín a la derecha y santa Mónica a la izquierda.
En la parte inferior del retablo, están colocadas las imágenes de Santo Tomás de Villanueva y de san Juan de Sahagún, santos de la orden agustiniana. Este Santo Tomás fue el que maltrataron los franceses.
Rematando el retablo está la imagen del Arcángel san Miguel
Los laterales fueron hechos por José de Pomar y Juan de la Rosa, los cuales cobraron 15.000 reales por su trabajo, y la madera importó 4.010 reales. Estos dos entalladores promovieron un pleito alegando que a ellos se les había ofrecido la construcción del retablo central. El convento, aunque ganó, tuvo que pagar la cantidad de 321 reales.
En el altar de la derecha podemos ver tres hornacinas, las cuales están ocupadas por la Virgen del Carmen en el centro, a la derecha santa Clara de Montefalco, y en la izquierda san Nicolás de Tolentino, santos agustinos los dos.
El altar de la izquierda tiene también tres hornacinas, ocupadas por el Sagrado Corazón de Jesús en el centro, a la derecha san José, y a la izquierda santa Rita de Casia,
Mucha de la madera para la fabricación de los retablos fue acarreada desde las riberas del río Tajo, llegando a pesar algunos troncos más de 80 arrobas. En esta labor participó todo el pueblo, tanto con sus trabajos como con sus animales.
Terminados los retablos se empezó a dorarlos, cosa mucho más cara que su construcción. Fue el dorador don Francisco Baliño, de Madrid, el cual cobró por el dorado 64.000 reales de vellón. Además de esto cobró en octubre de 1705, otros 10.000 reales por obras de dorado, pintado y estofado en el presbiterio de la Imagen del Cristo.
Así mismo se compraron en Madrid las imágenes de san Miguel, que valió 2.500 reales, santo Tomas de Villanueva y santa Rita de Casia, las cuales importaron 1.400 reales cada una.
Todo este dinero, en su gran mayoría provenía de las dotes y testamentos de las monjas del convento. Así como benefactores de familias nobles y acomodadas, las cuales hacían mandas y capellanías.

LA REJA Y EL PÚLPITO
Cerrando el crucero del cuerpo de la iglesia se encuentra una gran reja de hierro fundido, la cual se realizó en el año 1713. Para su fabricación se pensó en unos talleres de Vizcaya, pero otros opinaban que se realizara en Serradilla y se abarataría el coste. Al final se realizó en Talavera de la Reina. La reja está adornada con ángeles, floreros, cipreses, águilas y el escudo de la Orden. Una corona con una cruz remata el centro de la reja.
En esta reja se solían colgar los exvotos por los favores conseguidos.
El púlpito esta construido de hierro forjado y es contemporáneo de la reja. Lleva una inscripción que dice:
“Este púlpito dieron de limosnas los devotos de la santa imagen para el Convento de las Madres Recoletas de la Serradilla


José Antonio Pajuelo Jimenez.

lunes, 5 de diciembre de 2022

MANUEL LOPEZ SANCHEZ MORA

Nacio en Jaraiz de la Vera (Cáceres). Terminados estudios eclesiásticos y previa oposición, en la que obtuvo el numero 1. Fue nombrado párroco de Aldeacentenera. Después de nueva oposición, fue promovido a la Parroquia de Logrosán y nombrado Arcipreste de aquel distrito. Oposita y gana la Canongia de Archivero-Bibliotecario en la Catedral de Plasencia. Durante cuatro veranos cursó estudios de especialización en la Universidad Pontificia de Salamanca, y consigue, mediante oposición, la Cátedra de Estilística e Historia de la Literatura latina en el Seminario Diocesano Al inaugurarse la Emisora Local de Radio Plasencia fue nombrado asesor religioso de la misma y durante cinco años pronunció desde sus estudios una charla semanal de divulgación de la doctrina de la Iglesia. Fue miembro destacado de la Junta Ejecutiva de la Coronación Canónica de la Stma. Virgen del Puerto Patona de Plasencia. Presento interesantes ponencias a todos los congresos de Estudios Extremeños, sobre historia y cultura de Extremadura Publico innumerables artículos de investigación histórica en periódicos y revistas especializadas así como conferencias en el Aula de Cultura de la Caja de Ahorros de Plasencia, siendo a la vez consejero de la misma. Autor de de diversos libros sobre historia, arte y monumentalidad. Fue premiado por el Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad por un trabajo histórico sobre el COLEGIO DEL RIO. Fue secretario del Ilmo. Cabildo de la Catedral. Falleció en Palencia el 20 de Noviembre de 1979.

José Antonio Pajuelo Jiménez- Pedro Luna Reina

domingo, 4 de diciembre de 2022

MARIANO CEFERINO DEL POZO

ALIAS “BOQUIQUE” Otro personaje que tomó partido Carlista en nuestra ciudad, fue el famoso bandolero "Boquique", este “bandido” representaba al sector socio-rural de la ciudad. Este personaje era D. Mariano Ceferino del Pozo, capitán de los ejércitos “realistas” y fue el único militar placentino que tomó partido por Don Carlos, pues las tropas de la ciudad se pusieron de parte de Isabel II. D. Mariano había sido el encargado del personal que trabajaba en las obras de la Ronda del Salvador, este cargo se lo había dado el Obispo Laso, porque fue una época de mucha hambre, y se daba trabajo a mucha gente de la comarca. También fue el encargado de las obras del camino viejo del Puerto, realizadas al estilo de las antiguas calzadas romanas. La "partida" de Boquique resistió pocos años en la zona, aunque se tienen noticias que la Diputación de Cáceres se queja al Gobierno de los gastos que le seguían ocasionando mantener una infantería de 1.100 hombres y 200 caballos para combatir a los "aliados" del “bandolero”. Cuando se terminó la llamada "Primera Guerra Carlista" (1.833-1.840) este militar se convirtió en “bandolero”, y es cuando se le persigue como tal. Se le consiguió acorralar y detener en la cueva que lleva su nombre, la cual está en el monte de Valcorchero. En el archivo municipal se conserva una carta con fecha de 7 de marzo de 1.834, en la cual se comunica al Subdelegado de Policía de Plasencia (que estaba en Cabezuela del Valle de visita), la detención de capitán-bandido. No fue solo este “bandido” el que asoló la zona de Plasencia, pues también actuaban las partidas de Los Jaras, Pecos, Tercero, Montejo etc., los cuales con la excusa de defender los derechos dinásticos de D. Carlos se permitieron toda clase de tropelías. Una de las más famosas fue la cometida por las partidas de Basilio, Pulido y Patagorda, los cuales se unieron, juntando entre las tres partidas mas de trescientos cincuenta bandidos, y atacando el pueblo de Serradilla, el cual quedó destruido, pues quemaron el Ayuntamiento y la mayoría de las casas de la población, y asesinaron a todos los que eran partidarios de los realistas, y a los liberales. También se llevaron a los más acomodados del pueblo y pidieron un rescate de 25.000 reales por cada uno de ellos. Los daños que hicieron en el pueblo se calcularon en más de un millón de reales. Como curiosidad apuntaremos que la palabra “bandido” se aplicó a los malhechores y salteadores de caminos a partir de 1.663, año en que el rey Felipe IV aprueba unas leyes llamadas “Las pragmáticas” en las cuales se mandaba que se llamase a los malhechores mediante tres bandos y, si no acudían ante el Justicia, fuesen declarados “bandidos” y sus nombres fuesen puestos en carteles para que cualquier persona que los viese los prendiese o matase y los condujese al Justicia, vivos o muertos, por lo cual recibirían una recompensa. A los bandidos se los condenaba al arrastramiento, horca y descuartizamiento, con la colocación de trozos de sus restos en los cruces de los caminos por donde habían actuado, para que sirviese de escarmiento a los demás malhechores.

José Antonio Pajuelo Jiménez-Pedro Luna Reina

martes, 26 de abril de 2022

27 DE ABRIL 1952 CORONACIÓN DE LA VIRGEN DEL PUERTO

LA CORONACIÓN DE LA VIRGEN
27 de abril 1952

En Vísperas del Día

Había precedido una Novena en su Santuario. Durante ella, en la noche del 19, se lanza el pregón de la Coronación,  con una conferencia de altos vuelos. Otras tres conferencias más, en noches sucesivas, sobre temas marianos. El 20 la Tradicional Fiesta y Romería popular; se nota este año más nerviosismo entre las gentes. Llena la Iglesia, lleno el atrio y la explanada. Las laderas de enfrente son un tapiz vivo y multicolor…
En la tarde del Sábado 26, la Ciudad entera se da cita en San Antón. A las siete y media  llega el Excelentísimo Sr. Nuncio Apostólico, escoltado, desde Béjar, de una caravana de coches con el Prelado diocesano, representaciones de Autoridades y de la Junta Directiva. En la gran avenida del Ejército es recibido por el Ayuntamiento, Cabildo Catedral y una inmensa masa de Sacerdotes y fieles que aclaman delirantes al representante del Papa. Una compañía con bandera y música rinde honores. Suena vibrante y agudo un cornetín. Pasa la Bandera gloriosa de la Patria muy en alto, acariciando los aires del atardecer. Desfilan marciales los soldados del Regimiento Ordenes Militares.
El Excmo. Sr. Nuncio con Obispos, Autoridades y pueblo van al llano de los Alamitos. Allí esperan la llegada de la Virgen…
Por la senda zigzagueante y polvorienta, entre apretadas filas, viene más bonita y sonriente que nunca, con su, sombrero de campesina, con flores de serranía…
El Deán, siguiendo la tradición, encomienda con palabras rituales, al Alcalde la custodia de la Sagrada Imagen. El Alcalde acepta el honor que se le hace y pone su vara de Autoridad en los brazos de la Virgen. Del inmenso bosque humano salta, como saetas encendidas, vítores y aclamaciones. Hay lágrimas en los ojos que no se secaran hasta finalizar la jornada del día siguiente… Aquella noche le hace guardia la Adoración nocturna, con vigilia tensa de oración.
En la Ciudad hay también obligada vigilia. Pocos duermen en la noche mágica con temblores de impaciencia. Al quebrar albores, ruedan por los silencios matutinos las notas callejeras de la alborada popular, encendiendo las almas que están en duermevela…

 La mañana del Día Grande

Mañana abrileña de luz y de sol. El cielo, sin una nube, luce espléndido su ropaje azul. Por todas las calles estrechas para la multitud, revienta de las almas la alegría, Plasencia está blanca y ataviada, como una novia. Calles limpias, fachadas blanqueadas, balcones iluminados, luces guirnaldas, bandas de música. Más de una docena de tamborileros van prendiendo por los rincones las notas populares de su tun tuntún, tun…
A los incontables peregrinos de los días anteriores se van sumando los que ya, desde muy temprano, irrumpen por todos los caminos y en toda clase de vehículos. Los trenes de Béjar, Madrid y de Cáceres vuelcan su apretada carga humana.
A las once salen de la Plaza los Ayuntamientos y Cabildo. El repique de campanas, el estallido de cohetes, los cánticos florecen en una primavera de corazones jubilosa y estremecida. ¡Eran mucho los días y las noches pasadas en espera de este Día Grande!

En el Parque

Todos van desembocando en San Antón. El verlos llegar es algo imponente. Riadas enormes de Plasencia y de todos los pueblos de la Diócesis; Comisiones de los Ayuntamientos; nutrida representación de Jefes y Oficiales de la guarnición. Destaca un uniforme  de Marina y otro de Aviación. Colonias Placentinas de Madrid, de Cáceres, de Salamanca. Chicas guapas ataviadas con los trajes típicos, de Montehermoso, Serradilla, Garganta la Olla, Candelario, Villanueva, Trujillo, Malpartida, Cabezabellosa, charras salmantinas.
Los Ayuntamientos de Béjar y Trujillo en pleno y bajo mazas, con bandera y banda de música. Trujillo con empaque, escolta a sus viejos pendones, con polvo de historia…
La inundación incontenible va entrando, con orden, en los cauces señalados. En el centro de la gran explanada se van llenando miles de sillas. En torno al Altar se extiende la muchedumbre, como en un inmenso anfiteatro. Hay una tribuna,  en graderío, para las numerosas chicas de los trajes regionales. Se arracima en las cercanías una masa incontable, aún los árboles, los riscos, los paseos de la lejanía van rebosando de gentes, con trajes multicolores. El viejo acueducto flaquea uno de los lados con sus arcos, en homenaje de piedra. En el fondo, como marco soberano, el frondoso boscaje del  Parque alto del Generalísimo…

Llega la Sagrada Imagen

A las once y media hace su entrada la Virgen. Es un momento impresionante. El mar encrespado de multitud se agita frenético.
Como un navío empavesado de oro y plata, ELLA, navegando dominadora en sus andas entre aquél inmenso océano… Ante ELLA, vienen trenzando sus danzas rituales los “Negritos” de Montehermoso y las “Hitalianas” de Garganta. Detrás, el Cabildo, el Ayuntamiento, las Autoridades. Con el Excmo. Sr. Nuncio, de Capa magna, los Prelados de Plasencia, Badajoz, Salamanca, Ávila, Ciudad Rodrigo y Coria. El Alcalde porta las Coronas en una gran bandeja de plata, sobre un cojín de terciopelo…
Llegan a la plataforma de la Coronación que se levanta majestuosa. En ella, a un lado, quedan las Autoridades locales y provinciales y la Junta de Honor; a otro, el Cabildo Catedral y numerosos sacerdotes con capa pluvial. En un segundo cuerpo más alto, al lado del Evangelio, el Trono del Sr. Nuncio y Ministros oficiantes; en el de la Epístola, los seis Obispos asistentes revestidos y con Mitra. Ante el Altar, las Coronas refulgen con su oro y pedrería; en lo alto, bajo un templete de columnas corintias, maternal y amamantando al Hijo divino, LA VIRGEN DEL PUERTO…

       La Coronación

Con la pompa de los días grandes empieza la Ceremonia. El Sr. Nuncio bendice solemnemente las Coronas. Da comienzo la Santa Misa. En ella, el Obispo de la Diócesis, hace una bella homilía que a través de los altavoces difunde las vibraciones de su emoción…
La uniformidad azul del cielo se rompe con la silueta de un bimotor. A poco, en correcta formación, una escuadra de trimotores. Pasan una y otra vez, arrojando flores. Suenan roncos los motores, cada vez más bajos. Como nevada copiosa revolotean por los aires los pétalos de la ofrenda de los marineros del espacio…
Acaba la Misa. El representante del Papa asciende por lo últimos peldaños alfombrados. Es el momento cumbre. La angustia corta miles de respiraciones… Con sus manos consagradas coloca primero la del Niño, luego la de la Madre…
Es exactamente la una y cinco minutos…
Suenan  las músicas, estallan los cohetes; más de cincuenta mil personas, con el alma colgada de sus ojos, dejan explotar el volcán reprimido de sus pechos. La ovación es ensordecedora… cientos de palomas saltan en raudo vuelo y aletean un momento en torno al altar… Se hace espuma de pañuelos blancos la inmensa campiña florecida de almas frenéticas y jubilosas, Aún los ojos viriles se empañan  de lágrimas… ¡Es la Apoteosis de la Madre y Reina de Plasencia!
El sol en su cenit, como gigantesca patena de oro, se asocia pasmado y vuelca su ofrenda de rayos ardientes sobre la Virgen Coronada…
La una y cinco minutos del día 27 de Abril de 1952 marcha una hora y una fecha que se quedan vinculadas a la Historia de la vieja Ciudad de Alfonso VIII, sobre un suelo bendecido de rosas y de lágrimas, que será por siempre el PARQUE DE LA CORONACIÓN.

En Triunfo

Sale triunfante la Virgen en Procesión imponente camino de la Catedral… Largas teorías de fieles, seminaristas, sacerdotes, albos roquetes, capas pluviales. Al fin los picos puntiagudos de las Mitras episcopales.
Va la tierna Virgen a hombros de recios extremeños; entre murallas de corazones conmovidos; pasa bendiciendo las casas de sus hijos, envuelta en incienso de de flores y cánticos y rezos y danzas y lágrimas… Va hecha un primor, con  su Corona rica, con su manto nuevo, robando corazones que se prenden a su cara bonita con hilos fuertes de amor…
Llega a su trono, a los acordes del órgano. Los incesantes vítores, ante el asombro de las bóvedas centenarias catedralicias, se cuajan potentes en la plegaria universal: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia…
¡Virgen y Madre¡ Como todos los que vivieron las horas imborrables de emoción y entusiasmo de tu Coronación canónica, yo también he sentido a flor de mis carnes y de mis pupilas el estremecedor amanecer de tu gloria que brota de mis entrañas con ansias incontenibles de clamar: ¡Madre, Madre! ¡Reina y Madre de misericordia…

NOTAS DE LAS FIESTAS
 Dieron realce con su presencia,  el Excmo. Señor Nuncio y Obispo de la Diócesis y los Prelados de Badajoz, Salamanca, Ávila, Ciudad Rodrigo y Coria. De los miembros de la Junta de Honor estuvieron los Sres. Gobernador Civil, Presidente de la Diputación,  Alcalde de la Ciudad, Coronel del Regimiento Ordenes Militares, Auditor de la Rota D. Ildefonso Prieto, Juez de Instrucción y Primera Instancia, Deán de la Catedral y D. Emilio  González. Lamentamos la desgracia familiar ocurrida aquel mismo día al Sr. Montero Neria que le impidió sumarse materialmente al acto, al que había venido.
Asistieron además, entre otras, las siguientes personalidades: General Gobernador Militar, Coronel del Tercio de la G.C. Teniente Coronal de la Comandancia de la G.C., Vicepresidente de la Diputación, Diputados Provinciales Sres. Mediavilla, Cid, Fernández, Giménez, Torrecilla, Carreño y Cruz. Delegados Provinciales de Hacienda, Trabajo y Sindicatos, Procuradores en Cortes, Señores Barona, Elviro y Vizoso, Decano del Colegio Notarial, Presidente de la Cámara Sindical Agraria, Párroco de Santa María la Cabeza de Madrid, Consejo Local de F.E.T., Juntas Directivas de la Colonias de Madrid y de Cáceres y otros muchos.
Los Arciprestes, Párrocos y Sacerdotes que vinieron de los pueblos de la Diócesis en número de medio centenar, asistieron gran parte de ellos con capa pluvial. Vinieron también Sacerdotes de Coria, Cáceres, Salamanca y de otros distintos pueblos.
Enviaron representación al Acto unos cuarenta Ayuntamientos de la Provincia.
En las noches del 26 y 27 se quemaron unos magníficos juegos de fuegos artificiales, cerca de la explanada del Parque de la Coronación. La gente quedó gratamente sorprendida por el alarde pirotécnico, sobre todo el último día que terminaron con la aparición de la Corona de la Virgen, en llama viva de luces y colores.
Los Coros Extremeños tuvieron dos actuaciones. La del Martes, en el Teatro, en que trabajaron a gusto y dentro del mayor silencio, fue un espectáculo de arte popular soberano. Puede afirmarse que los artistas se superaron maravillosamente a si mismos. El público rebosante que aplaudió con entusiasmo, les hizo repetir la mayor parte de los números. Es mucho el aire que hechan  “aquellos tíos de pueblo” y mucha la sal y simpatía de las lindas muchachas. El Maestro Matos, alma y vida de los Coros que los lleva nerviosamente pendiente de sus dedos y de sus ojos, recibió muchas felicitaciones y aplausos. Este Placentino artista y cordial merece mucho de Plasencia.
Durante las noches de las Fiestas estuvo la Catedral iluminada con luz indirecta de todos sus contornos. Las viejas piedras se nimbaron de una luz blanca y pálida que le daban un sabor romántico de antigua leyenda. Los adornos platerescos parece adquirían una vida espectral. Vista desde los altos de la plaza de toros ofrecía su silueta un aspecto maravilloso, en medio de las sombras de la noche. En los altos capiteles, los cientos de lucecitas parecían estrellas tristes, perdidas, de un firmamento nuevo.

EN HONOR DE LA VIRGEN CORONADA


 En los días 28, 29 y 30 se celebró en la Catedral un solemne triduo de Homenaje Oficial de Plasencia y su Comarca a la Santísima Virgen,  en el que predicó el P. Rodríguez S.J. con un lleno rebosante. Después, se han celebrado Triduos en los Padres y en las tres Parroquias. Las Iglesias se vieron muy concurridas y se repartieron muchas Comuniones. Los traslados procesionales de una Iglesia a otra, a excepción de los primeros, deslucidos por la lluvia, fueron grandes manifestaciones públicas de devoción mariana.
Nos place destacar el último traslado de la Parroquia de S. Nicolás. Fue una expresión de fervor popular. El lunes por la tarde estaba movilizada la feligresía en todas sus clases sociales. Al atardecer la calle de Monroy, Ancha y Trujillo, eran una verdadera colmena. Se construían con prisa, sin alentar siquiera, una interrumpida serie de arcos. Por la calle Ancha, enorme ajetreo. Es simpática esta calle Ancha. Del nombre no tiene nada; es estrecha y larga. Aún dentro de las murallas es un pueblo en la Ciudad, tiene fisonomía propia. Las casas generalmente pequeñas y llenas de vecinos, se aprietan unas a otras, con miedo de perder su sabor y color, con la proximidad de las vías ciudadanas. El lunes estaban todos en la calle; hombres, niños, mujeres. No se podía dar un paso. Mesas, escaleras, sogas, flores, ramos, gallardetes. “Va a pasar la Virgen” decían.
Se  trabajaba febrilmente. En los balcones, luces, colchas, sábanas, mantones de Manila… yo no sé si serían artísticos los arcos. Quizás serán mejores los de Tito o Trajano o el de la Estrella. Pero estimo que la Virgen ha gozado con la expansión espontánea  y cordial de los vecinos de la calle Ancha que le han rendido un bello homenaje de fe y de amor.






Biografía:  B. O. Obispado de Plasencia .Nº 35

José Antonio Pajuelo Jiménez -Pedro Luna Reina