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miércoles, 12 de agosto de 2020

LA VIRGEN DE LA ASUNCIÓN Y SU RETABLO CHURRIGUERESCO.

 DATOS PARA LA HISTORIA DE PLASENCIA.

La catedral nueva de Plasencia, está dedicada a la Asunción de la Santísima Virgen María.


En el retablo mayor de esta catedral (1624-1634) está representada la Asunción de María a los Cielos rodeada de los Apóstoles. Esta representación así como todas las figuras de bulto son obra del escultor vallisoletano Gregorio Fernández.

La festividad de la Dormición de la Virgen se celebra el día 15 de agosto, y en otros tiempos fue de una gran solemnidad.

La imagen yacente de la Virgen de la Asunción llegó a Plasencia en el año 1.593, siendo obispo de la Diócesis don Juan Ochoa de Salazar.

La imagen procedía de Salamanca, es de estilo renacentista, y solo tiene talladas las partes visibles, pues se hizo para ser vestida.

El pueblo salmantino de Navacarros siempre reclamó esta imagen como suya, alegando que, como pertenece a la diócesis de Plasencia, pudo el obispo mandar el traslado de la talla a la catedral placentina.


No se conserva ningún documento que acredite la propiedad de la imagen por parte del pueblo salmantino.

Anteriormente  a esta imagen hubo otra que, debido a su estado de deterioro, ya en el año 1.591 no se podía sacarla en procesión el día 15 de agosto que se celebra  su fiesta.

El primer emplazamiento de la nueva imagen fue al lado de la puerta de la sacristía, estando alojada en una urna de muy poco valor artístico.

En el sitio que ocupa hoy, estaba la Virgen del Perdón, la cual fue trasladada a la catedral vieja y en su sitio se colocó un cuadro de Santa Inés, que había regalado a  la  catedral el  arzobispo de Burgos, el cual fue  Magistral de esta catedral de Plasencia.     

En el año 1700, el obispo don Bartolomé de Ocampo y Mata mandó construir el arca donde podemos contemplarla hoy. Este arca es barroca, de maderas nobles, con incrustaciones de carey, oro y plata en el techo, por dentro está cubierto de plata repujada. Por fuera está adornada con varios angelitos.


En el año de 1.725 por el mes de abril, se empieza a construir  el   retablo del altar de la Virgen de la Asunción, fueron sus autores los hermanos Joaquín y José Churriguera y su sobrino Alberto. Su estilo es un  estilo propio de los autores que se denominó “churrigueresco”.

Se tardó en construir el retablo  20 meses y costó 44.000 reales de vellón.

El dorarlo costó  36.110 reales y 32 maravedís, y no se terminó hasta  septiembre de 1.741

El citado retablo es muy parecido al que fabricaron estos mismos Churriguera para la ermita de la Virgen de la  Montaña de Cáceres, el cual se realizó entre los años 1724-1726, prácticamente en las mismas fechas.

Una vez terminado el retablo se trasladó la urna de la Virgen a su nueva ubicación.  Este retablo tiene la particularidad, igual que el de las Reliquias, que tienen unos paneles que, mediante un mecanismo, tapan la hornacina donde está la urna, quedando tapada. Solamente se descubre la imagen en el novenario de su festividad el 15 de agosto, o en ocasiones especiales.

Todo el retablo está adornado con múltiples angelitos. Y a los lados del mismo están las tallas de san Joaquín y santa Ana, padres de la Virgen.

El retablo original era de dos cuerpos, quedando como está hoy en 1.795, que estando  un sacerdote  francés que vino huyendo de la revolución francesa celebrando misa, se desprendió de su parte superior y al caer lo mató.

Por encima de la hornacina de la Virgen hay una puerta de una especie de armario donde se guardan reliquias de la Virgen y de diversos santos, entre ellos de santa Florentina, Santiago, san Francisco de Asís, santa Teresa de Jesús, santa Lucía, Santos Inocentes, y muchísimos más.


Esta imagen solo se expone a la contemplación de los fieles en los días de la novena de su festividad, el día 15 de Agosto, o si fuese preciso, por suceder alguna calamidad, hacerle rogativas. En tiempos pasados era tal la afluencia de devotos de toda la comarca que, el cabildo tenía que dejar abierta toda la noche la catedral, para acoger a los devotos que no tenían cobijo ni posada donde pasar la noche.

Entre otros vestidos la Virgen cuenta con uno de terciopelo rosa, regalo de la reina Isabel II. También la  regalo un traje el cual suele tener puesto la Virgen en el día de su festividad.

El boletín eclesiástico de la diócesis  del mes de octubre de 1860 recogió este hecho con el siguiente texto:

“El día primero del corriente llegó el Regio manto que la acendrada piedad de nuestros Reyes Católicos dedica a María Santísima, en su Sagrada Imagen de la Asunción o del Tránsito, patrona de esta Santa Iglesia Catedral. S.S.I. dispuso se colocase en su Capilla, para que pudiesen ver y admirar los Placentinos, y cuantos de fuera quisieran acercarse al Palacio, la riqueza y primores del Regio regalo.

De acuerdo S.S.I. con el venerable Deán y Cabildo se celebrará solemnemente este suceso, haciendo la entrega a la Corporación el día 10 del corriente, y exponiendo a la veneración pública la Sagrada Imagen con su nuevo manto el día 12, oficiando de Pontifical, y sacándola en procesión por la Ciudad, para que satisfagan su devoción a la Santísima Virgen los habitantes de esta población religiosa, y los de sus cercanías; para dar gracias a Dios por la mediación de su Santísima Madre, por haber conservado la vida de S. M. la Reina Nuestra Señora en el peligro que ha corrido en el mar de las Baleares; para implorar su protección a favor de la causa de Nuestro Santísimo Padre el Papa Pio IX, que es la de la Religión, de la justicia y del derecho; y para que haga cesar  la persecución que sufren nuestros hermanos cristianos en la Siria.”


                    Pedro Luna Reina - Jose Antonio Pajuelo Jiménez.

                                               www.lavozdemayorga.blogspot.com                                 www.lavozdeplasencia.blogspot.com

    

 

 


 


jueves, 30 de julio de 2020

CAPILLA DE SAN PABLO.

Antigua Sala Capitular, hoy llamada Capilla de San Pablo.

Unida por una puerta y dos ventanas al lado este del claustro se halla unas de las piezas arquitectónicas más notables de la catedral. Se trata de una capilla dedicada a San Pablo, antes utilizada como Sala Capitular y Sacristía.
Esta construcción, aneja al claustro, por donde tiene su entrada, es de planta cuadrada, su fábrica de sillería granítica y forma un cuerpo aparte, entre los varios que constituyen la catedral. Vista por el exterior, sigue la forma cuadrada hasta unos dos tercios de su altura, donde se eleva la cubierta. Muestra en esta parte por cada lado, de los que solamente son visibles el del mediodía y el de levante, una terminación en tímpano o gablete, en el que aparece esculpida una cruz cuyos brazos están adornados con octifolias, y debajo del tímpano se ven dos arcos apuntados, ‘florenzados” y con capiteles lo mismo, en el lado del mediodía, de una ventana gemela hoy tapiada.

 Corona todo esto una aguda pirámide de diez y seis lados cubierta de escamas de piedra y festones florenzados en las aristas, sirviendo de remate una bola gallonada en forma de melón, por lo que el pueblo conoce a esta cúpula como la Torre del Melón.. Sirven de complemento a esta cubierta sobre los ángulos de la parte cuadrada y entre los dichos frontones cuatro torrecillas cilíndricas adornadas con arquerías baquetonadas coronadas por sendos casquetes cónicos.
 La fisonomía de este conjunto recuerda el de la conocida Torre del Gallo de a catedral vieja de Salamanca, indicando pertenecen ambas a la misma escuela artística. Una ventana que se ve en el lado del saliente es sin duda una perforación posterior, hecha cuando se tapó la ventana gemela que hay encima.
La portada, que como queda indicado da al claustro, muestra la disposición corriente y típica de las de todas las salas capitulares de los monasterios románicos; fórmenla tres arcos, de los cuales el central es la puerta y los laterales fueron ventanas, hoy cerradas; los tres arcos son apuntados y el central, único en e! que aparecen visibles las robustas archivoltas, conservan en sus aristas labor florenzada. Igual adorno se ve en las ventanas.


En su interior el recinto mide 7,55 metros por 8’25. Su cuatro muros están adornados cada uno con cuatro arcos apuntados de archivoltas florenzadas. A la cubierta piramidal corresponde en el interior una cúpula o bóveda cónica gallonada y nervada, de dieciséis lados sobre un cuerpo octógono de dieciséis ventanas, hoy cegadas, de medio punto sobre columnillas, en las que apoyan también los nervios de la. Cúpula y que están sustentadas por ménsulas, estándolo la linterna por trompas, que reducen el cuadrado de a planta a octógono. Los dichos capiteles y ménsulas llevan ornamentación vegetal. Es lástima que por estar enjalbegada la capilla y desfigurada por el tabicado de ventanas y otros detalles no sea posible contemplar en toda su belleza esta muestra románica de la arquitectura románico—ojival del siglo XIII, en la que se conserva a tradición bizantina de la cúpula gallonada que se conservó en a región salmantino—zamorana del reino de León. Sobre este particular ha escrito e! señor Lamperez, en la monografía que hizo de este monumento. Pertenece al tipo de la cúpula orientales del que las catedrales de Salamanca y Zamora y la colegiata de Toro son ejemplares famoso. El de Plasencia es una imitación directa de ellos: es la prueba de una corriente arquitectónica transmitida desde la cuenca de! Duero a la del Guadiana a través del paso natural del puerto de Béjar, y es mi nuevo argumento en pro de las influencias bizantinas directas que, como hemos señalado en otro lugar, actuaron sobre la arquitectura española en los siglos XI y XII y que se caracterizan por las linternas con cúpulas gallonadas, cuyo empuje se contrarresta por torrecillas cilíndricas exteriores.
Virgen del Perdón. Fotografía de Jose Gutierrez Delgado.
Tan sólo añadiremos que el monumento placentino como lo indica bien la mezcla de elementos románico-bizantinos y ojivales es obra hecha sin duda en el siglo XIII. Según noticia, que el señor Benavides comunicó al señor Lampérez, esta capilla tuvo su entrada por un pórtico que debió unirle a la catedral anteriormente a la construcción del claustro. Se dice que el autor de esta obra fue Gil Cuellar autor de otra obra en Trujillo.
Encontramos hoy en su interior, presidiendo la capilla y colocada sobre un pedestal moderno, la imagen de la Virgen del Perdón con el Niño en sus brazos, maravillosa obra del siglo XIII, gótica en piedra de cantería, de una sola pieza y de dos metros de altura, policromada con posterioridad.
Adornan el recinto ocho cuadros de los siglos XVI al XVIII en los que destacan un San Juan de Caravagio, otro de Rizi, dos de San Jerónimo y la Magdalena (de la Escuela Sevillana) y un San Jerónimo anónimo del siglo XVI.
Algunos de los cuadros, La Magdalena, San Juan Bautista y San Jerónimo.

Esta capilla fue sometida a diferentes restauraciones, y hoy podemos visitarla con su esplendor original,


José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina.

                                                    "CREANDO CULTURA".

viernes, 10 de julio de 2020

PLASENCIA 1877."INFORME DE LAS SIETES CENTURIAS".

LAS SIETE CENTURIAS.

Han sido cinco ediciones del Libro de las Siete Centurias, libro básico para conocer la historia de la ciudad de Plasencia. La primera realizada por el autor en 1877, fue editada por entregas y suscripciones, lo que originó su gran popularidad. La segunda, en 1930, fue editada por el seminario "la Patria Chica", mediante el sistema de separatas incluidas en sus números, aunque además puso a la venta algunos ejemplares en rustica.
La tercera la realizó el semanario "El Regional", aunque la forma que la publicó era muy difícil de recopilar para su encuadernación. La cuarta, se hizo como merece un libro histórico, respetando el texto y la redacción del autor, fue editada por la Asociación Cultural Placentina "Pedro de Trejo". La quinta y última editada es del año 2000, por el Excmo. Ayuntamiento de Plasencia.

Podemos decir que es el libro mas conocido de cuantos hay escrito sobre la historia de Plasencia, el más asequible para el interesado en tener el conocimiento básico de nuestra historia placentina, y se realza la figura de su autor Alejandro Matías Gil, despreciada por distintos autores por considerar su obra copia de Fray Alonso Fernandez y del manuscrito de los Collazos. Y, si bien es verdad que se basó gran parte en estas obras, hemos de hacer constar que supo resumirlas admirablemente, aportando algunas investigaciones propias de gran valía y noticias de su época de gran interés


Informe de Vicente Barrantes, sobre el libro de Las Siete Centurias, de Alejandro Matias.

"Honrado por esta ilustre Academia para emitir el informe que nos pide el señor Ministro de Fomento respecto á la obra Las siete centurias de la ciudad de Alfonso VIII, que publica en Plasencia el Sr. D. Alejandro Matías Gil, he examinado las entregas que han visto ya la luz pública y que bastan indudablemente para dar idea del plan del autor y de su mérito literario. Dedujese además el primero y con harta claridad de su propio título, pues agrupados por centurias los sucesos de que ha sido teatro aquella ciudad extremeña, claro es que el libro ha de revestir la forma de crónica, y aun de afectar la sencillez de los de este linaje. Así, con efecto, se lo propone el Sr. Matías Gil, y más de una vez sus páginas revelan el candor, la verdad y la sencillez, de los antiguos padres de nuestra historia nacional. En la agrupación de los sucesos, en su encadenamiento lógico y en la trabazón y contextura de las narraciones, no es tan hábil ciertamente, pues no forma capítulos, ni libros, ni divide las centurias en décadas, ni adopta, en fin, forma literaria constante, sino que encabezando á veces los párrafos con el año á que pertenecen ó con el suceso culminante que describe, antes da el carácter de apuntes que de libro formal á su obra. Verdad es que la escasez de noticias y la falta de sucesos dignos de la historia en algunas centurias, habrán sido parte en que el autor vacile mucho respecto á la forma literaria que había de adoptar, pues no ha de olvidarse que se trata de una ciudad obscura, excéntrica, y que sólo en ocasiones muy contadas, y casi siempre en relación con nuestras guerras civiles, ó con las de Portugal ha podido tener grande importancia. Sus linajes mismos, con ser de los primeros de España, y haber podido fácilmente elevarla á la altura que los Mendozas, por ejemplo, elevaron á Guadalajara, tuvieron que abandonar la ciudad por su posición excéntrica en el siglo XVI, cuando terminadas las luchas feudales buscaron los nobles en la administración y en la política campo á sus medros, empleo á su actividad. Así las centurias más interesantes de esta obra, más llenas de sucesos, más enlazadas con la historia general de nuestro país, son las cuatro primeras, en que se ve circular ardiente por aquel cuerpo municipal, hoy exánime, la noble sangre de los Monroyes, de los Almaraces, de los Carvajales, de los Villalvas, de los Vargas y de tantos próceres como hasta el reinado de los Reyes Católicos consumieron su esfuerzo dentro de los muros de Plasencia ó en empresas en que era su ciudad la mayor parte.
Con esto ya se ha dicho que la obra empieza en el siglo XII, prescindiendo de todas las fábulas con que los escritores corruptos del siglo XVII engalanaron los orígenes de la ciudad. Únicamente discute el autor á manera de prólogo su antigüedad romana, y no por sí propio, sino insertando á la letra una erudita disertación, que ya nos era conocida, en que D. Celso Monje, médico distinguido de Plasencia, pretende probar que andan errados los que la apellidan Ambracia, y Amba y Deóbriga, pues del mismo fuero de D. Alfonso y de otros datos históricos y geográficos, deduce que lo que allí había al fundarse la población cristiana, era un viso ó fortaleza, cuyo nombre de Ambroz perseveró en una torre de la nuevamente construida, y en otros sitios cercanos.
Aquel fuero de población juntamente con el municipal, ocupan las primeras páginas de la obra del Sr. Gil, aunque no con tanto detenimiento como el último en particular merece, juzgando por las escasas muestras que el mismo autor nos facilita, no mayores que las que dio Fr. Alonso Fernández en sus Anales de Plasencia, siendo así que el historiador moderno posee copia completa de él, é inserta el índice de sus materias más adelante al hablar de la confirmación que le otorgó D. Fernando el Emplazado. Reconoce, sin embargo, el Sr. Gil su importancia, encareciéndonos el espíritu democrático que presidió á la fundación y las novedades que introducía en el derecho de Castilla, al dar á las madres la patria potestad, ni más ni menos que hoy, al cabo de siete siglos, una legislación novísima lo establece, y nivelando á las clases sociales en tal manera, que los condes é infanzones que se avecindaran en la ciudad, habían de tener tales fueros y penas como los demás vecinos. También limitaba á dos solamente el número de los palacios que podían edificarse, uno para el Rey y otro para el Obispo, singularidad por cierto muy digna de reparo.

Vicente Barrantes
En cambio inserta íntegros el Sr. Gil documentos harto conocidos, como el de la fundación de la Diócesis. Verdad que de estas omisiones, ó por ligereza, ó por deseo de abreviar, se advierten algunas en su libro, que causan sentimiento, porque indudablemente está escrito con grande amor á la verdad y á la patria, y es resultado de prolijas y concienzudas investigaciones. A la página 47, por ejemplo, apunta la especie de que á los nobles placentinos y al Consejo de la ciudad, cuando asistieron á la conquista de la ciudad de Sevilla, les hizo en ella repartimientos don Fernando el Santo, y habiendo examinado este documento en el archivo de una casa ilustre, según dice, sólo breves renglones consagra á una noticia cuya importancia exigía mayor detención y detalle. No tardará en comprender el Sr. Gil, si continúa como debe y le aconsejamos, dedicando su talento á la historia de su provincia, de que es este libro tan plausible ensayo, no tardará en conocer que se halla casi entera esa historia en la genealogía y en la vida de los hombres célebres, por haber sido la raza extremeña eminentemente individualista, y por otras razones que holgarían en este lugar. Análogo sentimiento produce la ligereza de otras indicaciones que quizás pueden encerrar tesoros desconocidos de noticias literarias, como las de las cortes de amor en el siglo XV, y la del Fulano de Almaraz, abuelo de la famosa heroína de Salamanca Doña María la Brava, que llamaron en Plasencia por el mismo siglo El Convidado de Piedra. Desde que D. Manuel Cañete publicó su notable estudio sobre la tragedia Josefina de Micael de Carvajal, es notorio que Plasencia fue centro de un gran movimiento literario al salir de la Edad Media; pero todavía las indicaciones que el Sr. Gil hace en esta obra nos inspiran el deseo de más profunda investigación que las que han facilitado al Sr. Cañete los manuscritos de Gil González Dávila en esta Academia conservados. Un Convidado de Piedra en el siglo XV y tan cerca de Trujillo, donde se cree que pasó su juventud el maestro Tirso de Molina, quizás es fuente de peregrinos descubrimientos para los historiadores de nuestro teatro nacional.
Echase de ver por estas breves indicaciones que las Siete centurias de la historia de Plasencia que publica en aquella ciudad de Extremadura D. Alejandro Matías Gil, ofrecen verdadero interés histórico y literario, á pesar de algunos lunares de estilo y de plan, hijos probablemente de la inexperiencia del autor que parece nuevo en estos altos estudios".Madrid 14 de Diciembre de 1877. -V. BARRANTES.




José Antonio Pajuelo Jiménez . Pedro Luna Reina.


                                                           "CREANDO CULTURA".

jueves, 25 de junio de 2020

PUENTES HISTÓRICOS MEDIEVALES.


EL PUENTE DEL CARDENAL.

Aunque este puente no está en la ciudad, si se le puede consignar como de ella, pues fue el cardenal placentino D. Juan de Carvajal el que mandó hacerle en el año 1.460. Su constructor fue el cantero placentino Pedro González, el cual también trabajó en la catedral y en Santo Domingo.
Está situado este puente sobre el río Tajo, en el camino que va de Plasencia a Trujillo, pasado Villareal de San Carlos, en la zona del Parque de Monfragüe, al lado del actual puente que cruza el río. Dejo de tener uso en los años 1960 pues al hacer el pantano de Alcántara su cola lo llega a tapar.
Antes de construirse el puente se pasaba el río por medio de barcas, pero como en esa zona se juntan el Tajo y el Tietar, la mayoría del tiempo no se podía pasar por el gran caudal que traían estos ríos ocurriendo muchas muertes por vuelco de las barcas.
De este puente se conserva casi toda la documentación, por lo cual podemos saber que consta de 30.000 piedras labradas, y que cada piedra valió a 9 reales y 14 maravedíes, por lo tanto costó el puente 282.325 reales y 31 maravedíes. La piedra para su construcción se trajo del Robledo, de los Cinco Hermanos y dehesa de Malpartida, junto al pueblo de Gargüera. Para su transporte fue necesario romper la montaña, por el sitio que llaman el Arroyo de Calzones. La distancia desde las canteras hasta el emplazamiento del puente era de seis o siete leguas.
Se cuenta que cuando se hicieron los estudios para su construcción, vieron que saldría muy cara la traída de la piedra, y así se lo comunicaron al cardenal el cual estaba en Roma, enterado este les contestó que si no la llevaban desde estas canteras las mandaría el desde Roma, ante lo cual empezaron a sacarlas.
Otra historia cuenta que cuando fue el cardenal a ver el emplazamiento donde se pensaba realizar el puente, el arquitecto, temeroso de que no tuviese el cardenal tanto dinero como valía hacerlo, empezó a poner pegas y dificultades para su construcción, ante lo cual, cuentan, que el cardenal sacó sus manos de los bolsillos llenas de onzas de oro y empezó a lanzarlas al río diciendo cada vez que tiraba una ”Aquí podía ir una pilastra, aquí podía ir otra, allí otra, etc..” Ante esto el arquitecto se arrodilló y besándole las manos le pidió perdón por su desconfianza. Esta leyenda es solamente esto, ya que el cardenal no pisó su diócesis ninguna vez desde que se fue a Roma.
Como la mayoría de los puentes que existían en esa época, era de peaje, y se cobraba por cada animal que pasaba por el.



En la guerra de la Independencia fue destruido por las tropas españolas para cortar el avance de las francesas. Cuentan que el ingeniero que se encargó de volarlo encendió la mecha antes de retirarse los obreros que estaban colocando las cargas, y a consecuencia de ello, si voló el puente, pero con el volaron 35 hombres más, salvándose solo uno que casualmente era de Plasencia. Pasada la Guerra de la Independencia, se colocaron unos palos entre los pilares del puente y se clavaron unas tablas encima de estos palos con lo cual se podía atravesar el río con un gran peligro para el que lo intentaba.
Así permaneció el puente hasta el año 1844, en que se empezó a restaurar, siendo maestro de las obras el lego de la Compañía de Jesús, padre Manuel Ibáñez.


PUENTE SOBRE EL RÍO ALMONTE

Este mismo cardenal Juan de Carvajal y el mismo maestro cantero, Pedro González, edificaron otro puente sobre el río Almonte, entre Jaraicejo y Trujillo. Su construcción es muy sólida y sigue estando en uso en estos tiempos. Tiene la particularidad de que por la cara de aguas abajo sale una rampa desde el centro del puente, de manera que se puede bajar por ella hasta la orilla del agua y así dar de beber a los rebaños que cruzan por el, ya que las orillas del río son escarpadas en esa zona no permitiendo el acceso al agua.

Este puente y el llamado “Del Cardenal”  fueron construidos, no para favorecer a la población de la comarca, sino para tener  mejores accesos  a la población de Jaraicejo la cual era señorío del obispo de Plasencia.  Este puente del río Almonte comunica Trujillo con Jaraicejo, y el puente del Tajo une este pueblo con Plasencia. Así mismo fue un buen negocio, ya que al ser de peaje, toda persona o animal que lo cruzase tenía que pagar el impuesto llamado “pontazgo” con lo cual se amortizaba prácticamente solo.


PUENTES DE SAN FRANCISCO

Entre los años 1.554 y 1.556, el Arcediano de la Catedral de Plasencia D. Francisco de Carvajal, sobrino del Cardenal Juan de Carvajal, manda hacer un puente, en realidad dos, sobre la unión de los ríos Almonte y Tamuja. No se puede considerar un solo puente porque apoyan en el punto donde se unen los dos ríos sin tener continuidad entre ellos, en dicho lugar se erigió un templete con la imagen del santo Seráfico, que fue el patrón de dichos puente.
 Los puentes estaban hechos  de mampostería concertada con pizarra, y rejuntada con mortero de cal, empleando el granito para los sillares. Para su mantenimiento legó una manda en la que se constituía un capital de más de 600.000 maravedís, de unas deudas que Juan Cano adeudaba al Arcediano.
Estos puentes estaban en el antiguo camino de Cáceres a Plasencia y a los llamados “cuatro lugares”.


 PUENTE DE ALMARAZ

Este Puente de Almaraz, antiguamente se llamaba de Albalá o Albalat, y como en el caso del Puente del Cardenal lo costeó la ciudad de Plasencia, para facilitar el paso del río Tajo por el vado donde antes estaba una barca de paso, y que en las crecidas del río era muy peligroso realizar su travesía.
En el año 713 se reunieron los caudillos árabes Tariq y Muza en la orilla del río Tajo, a este sitio se le llamó desde entonces “el Albalat o Almaraz” que quiere decir “la reunión”, luego, años más tarde, cuando se hizo el puente, recibió el nombre del sitio donde estaba enclavado.
El puente se empezó a construir por el año 1.537 y se terminó en 1.552. Había una inscripción en el puente que decía:

“Esta Puente hizo la Ciudad de Plasencia reynando en España la Magestad Cesarea de Carlos V Emperador. Acabóse año de 1.552; fue Maestro Pedro de Uria”.
Ponz dice que medía: “Un arco 150,5 de ancho y 69 de alto; el otro 119,66. El puente tiene 580 pies de largo, y algo más de 25 de ancho. Como la mayoría de los puentes españoles es completamente plano”.
Las canteras de donde se sacaba la piedra estaban en las tierras del conde de Deleitosa, el cual después de empezada la obra se negó a dejar sacar la piedra, y paralizó la obra deteniendo las carretas que transportaban la piedra y quedándose con ella. El Concejo placentino se tuvo que dirigir al Emperador, el cual ordenó al conde que autorizara la extracción.
En la guerra de la Independencia contra los franceses, concretamente el día 29 de enero de 1.809, el general francés Galluzo lo voló en parte. Hasta el año 1.844 no se reparó, y se terminó el 30 de abril de 1.845. Fue el maestro de obras un lego de la Compañía de Jesús llamado P. Manuel Ybañez.


Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina

                                 
                                            "CREANDO CULTURA".


                                    

viernes, 12 de junio de 2020

DATOS PARA LA FERIA TAURINA DE PLASENCIA.NOVILLADA: JULIO DE 1896.


                                      REVISTA DE LA NOVILLADA
Se celebró el día 4 de Julio de 1896, por varios jóvenes y distinguidos aficionados Placentinos, y presidida por las bellas Stas. Josefa Estévez y María Sequeira.
    Fiesta del día, los toros punto de cita, la plaza; en el encierro, dos fieras; en el cartel, dos espadas.
Tarde esplendida y calurosa como se requiere para esta tarde de espectáculos, animación inusitada en la Ciudad; ir y venir de bellas señoritas ataviadas con la clásica mantilla española, que se reúnen con anticipación para pasar la tarde admirando la gallardía y gentileza, el valor y el donaire de sus amigos, de sus admiradores, tal vez de su adorador, rodar de coches que se preparan para llevar al circo a toreros y espectadores; en una palabra, todo el bullicio agradable y ensordecedor que trae consigo la fiesta nacional.
Llegaron al ruedo, y a los pocos minutos en medio de atronadores aplausos aparecieron las bellas presidentas Josefa Estévez, que era conducida del brazo por el joven Pedro Sánchez Ocaña, y María Sequeira conducida también del brazo de su hermano Marcial. Ambas iban elegantemente adornadas con la sin par mantilla blanca que realza su indiscutible hermosura.
En los palcos destacan muchas señoritas placentinas, todas guapas, elegantes, alegres y satisfechas al verse obsequiadas y distinguidas por los jóvenes y simpáticos aficionados al toreo; el sombrero ultra-pirenaico ha cedido el puesto que usurpará en la cabeza de nuestras bellas placentinas, á esa prenda española por excelencia que tanto realza  la hermosura de un rostro ovalado y de unos ojos soñadores, á la mantilla.
Llegada la hora convenida, aparece el joven Fernando Ocaña, caballero en un brioso caballo tordo y manejándolo con la maestría que todos conocían, hace el despejo seguido de toda la cuadrilla; los jóvenes aficionados van correctamente vestidos de corto.

Y sale el bicho llamado TABERNERO, perteneciente como el otro a la ganadería de D. Juan Sánchez Ocaña y Clavijo; tenía el novillo pelo negro; nevado y lucía una artística moña, formada por una flor de lis y dos largas cintas de raso, que da la idea del buen gusto de la presidenta Pepita Estévez que la había regalado.
Capeado TABERNERO por los niños, embiste con coraje, y Fernando Ocaña le arranca la moña, que regala a la presidencia, tomó el bicho nueve varas de Ángel Delgado y Juan Ocaña Silva, que picaron como dos buenos piqueros; a los quites oportunos los espadas Julio Monge y Barberán. Cambiada la suerte, tomo los palos Antonio Benítez y previa a una salida en falso colgó un par de banderillas casi en su sitio, Julio Monge clavó un par muy regular, y Benítez repitió con otro par; sonó el clarín y cogió los trastos Barberán, que se dirigió a la presidenta y brindó según costumbre; con serenidad y no escaso del conocimiento de la difícil suerte trasteó al bicho, que estaba algo quedado, y se arrancó a matar dándole un pinchazo en hueso; más pases y media estocada en su sitio; otro pinchazo y el espada intenta el descabello, acertando a la tercera: Palmas.
El tiro de burros guiados por Ventura delgado, Juan Eduardo y José Silva, arrastro el cornúpeto ya difunto.


PENDÓN. Era el segundo y el ultimo de la novillada, de la misma ganadería, negro; no lució la preciosa moña regalada por la presidenta María Sequeira, por no podérsela podido clavar. Tomó doce varas buenas en su mayoría, de los citados piqueros Juan Ocaña Silva y Ángel Delgado, estando muy oportunos a los quites  los espadas y demás lidiadores; fue banderilleado bastante bien por Antonio Benítez y Barbaran, y el bicho pegando:

Pero se iergue el espada,
y asiendo el trapo bermejo
y el estoque reluciente
de empuñadura de fuego
machacando hacia el astado
como ordena el Reglamento,
a las lindas presidentas
dice, las piernas abriendo
y la montera en la mano
a guisa de acatamiento.
“Brindo al las Presidentas,
Por las niñas del salero
Por el valor, por Plasencia
Por lo noble, por lo bueno.”
La muleta replegada
y oprimida por los dedos;
En la derecha el estoque
lleno de vivos reflejos
Y moviendo la persona
Con airoso contoneo,
Llega a la fiera, Julito
paso tras paso, sereno,
Y despliega la muleta
Con arrogancia y denuedo,

Para dar cuatro pases con conocimiento de arte y unos pases más y un pinchazo que no agarró por quedarse el novillo; otro pinchazo y otro; compúsole con dos pases bueno, y dio media estocada que hizo doblar al bicho. Palmas.
Muy bien, el Director de Plaza Fernando Verea, bien los espadas, y bien todos los lidiadores.
La presidencia acertada y atrayendo las miradas de la concurrencia.
El Ganado de primera; la entrada superior.
                                     

Jose Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro luna Reina.


                                                               "CREANDO CULTURA"



lunes, 8 de junio de 2020

CORRIDAS DE TOROS y EL FERIAL.

CORRIDAS DE TOROS Y EL FERIAL.

Siempre fueron famosas las ferias de Plasencia, y sobre todo sus corridas de toros. Ya quedan reflejadas en las Cánticas de Alfonso X El Sabio, concretamente en la número 144, cuando narra el milagro de Nuestra Señora. El Relato es el siguiente: Se celebraban en Plasencia la boda de un caballero, y para festejarlo se corrieron toros en la plaza mayor. Un hombre que era muy piadoso atravesó la plaza para ir a casa de un clérigo amigo suyo, sin darse cuenta de que estaba el toro suelto. El animal a ver a este hombre, arremetió contra el hecho una fiera. Pero el clérigo que estaba en la ventana esperando a su amigo, al ver el suceso, pidió a la Santísima Virgen su protección, y cuando estaba a punto de cornearle cayó el toro al suelo como muerto, y este buen hombre pudo entrar en la casa de su amigo sin ningún daño. El toro se levantó y no volvió a embestir contra nadie, quedándose totalmente manso.
Cantiga 144, el toro de Plasencia.
El toreo en la época medieval era generalmente el lanceo de las reses desde el caballo. Y lo que hoy se realiza puede tener su origen en los hombres que se dedicaban a matar los terribles toros bravos que estaban refugiados en los espesos bosques que rodeaban las poblaciones, y los cuales causaban muchas muertes a la gente que tenia que cruzarlos. Como en la espesura del bosque no se podía dar muerte al toro por no poder moverse con libertad el caballo, había que hacerlo a pie y con una espada.
Cuentan las crónicas, que en Plasencia se celebraban al menos diecinueve corridas al año. Pues el Concejo exigía a los arrendatarios de sus tierras que regalaran a la ciudad como mínimo dos toros por la concesión de los terrenos. Estaba prohibido lancearlos hasta que diera permiso el Concejo, pues estos toros eran para diversión del pueblo y no para figuramiento de los caballeros.
Hoy, tenemos comocimientos que el arrendatario de las barcas de Albalát tenían que aportar dos toros; el de las barcas de la Bazagona, dos toros; el de la Moltrota de la ciudad, un toro; el del quinto del Campo Arañuelo, dos toros; el de la Mayordomía, dos toros; el del Peso de la Ciudad, dos toros; el de las Entregas, un toro; el de las viñas y cotos, un toro; el de la dehesa Miramontes, dos toros.


Si los toros no eran del agrado del pueblo o de los regidores, serían agarrochados y el que los entregó estaba obligado a reponer otros toros nuevos.
En el año 1.469 el conde de Plasencia, D. Álvaro de Zúñiga, publica una carta donde dice: “Que todo hombre que a estas ferias viniese, ya fuese cristiano, judío o moro, viniese seguro, porque el que los maltratare o prendare, pagará mil maravedíes para el tesoro real, y el daño doblado al que maltrataren o prendaren; y si no tuviese con resarcir estos daños y pagar estas penas, seria ahorcado”.
Aunque la mayor parte de los festejos taurinos de esta época se celebraron en la Plaza Mayor, también hay que recordar que en la Plaza de San Nicolás se celebraron festejos taurinos, sirviendo la calle de Arenillas de toril, así mismo esta calle también servia de toril para los festejos de la Plaza Mayor, junto con la calle de Los Toros, la cual debe su nombre a este hecho. Así mismo también se celebraron toros en la Isla, en la Plaza de los Llanos, y dentro de la Fortaleza.


En 1.508 la reina ª. Juana llama la atención del Alcaide, de la Fortaleza, pues en esa época se corrían los toros en la Plaza de los Llanos, y como el recinto donde se lidiaban era de carros unidos y palos entre ellos, no era extraño que el toro se escapara y se fuera a refugiar dentro de la Fortaleza, ante lo cual el Alcaide, una vez que había entrado el toro, cerraba las puertas de la misma y se quedaba con el animal para el. Tantas veces sucedería esto que el Concejo se quejó a la Reina, la cual le amonestó.
Otras veces el toro se salía hacia la ciudad, con lo cual causaba gran revuelo pues recorría todas las calles corneando a todo lo que se encontraba por delante, hasta que los caballeros que lo perseguían podían a lancearlo.
Tal era la afición a los toros en Plasencia, que se creo una normativa por la cual no se podía empezar el espectáculo hasta que el Cabildo de la Catedral no hubiesen terminado los Oficios, pues no querían perdérselo. Así mismo se establecieron normas reguladoras para los sacerdotes, ya que en esa época era muy frecuente que los curas interviniesen en los festejos taurinos.
En el año 1.567, el Papa Pio V, el cual llegó a santo, prohibió totalmente las corridas de toros, pero era tanta la afición que el Papa Gregorio XIII las volvió a permitir.

En el año 1.731 se escapó un novillo que traían a la ciudad los Padres Dominicos, el astado recorrió varias calles hasta dar con la catedral, donde sin pensárselo dos veces entró por la puerta que está enfrente del Palacio del Obispo, una vez dentro de la catedral vieja se pasó al claustro y seguidamente a la catedral nueva donde se estaba celebrando misa. Solamente pegó unos empujones a unos mozos y salió otra vez a la calle.


En el año 1.766 hubo toros en la Plaza de San Nicolás, se celebraron para homenajear al Deán de la Catedral D. José González Laso el cual había sido nombrado obispo de Plasencia. El motivo de celebrarse en esta plaza era que el dicho obispo Laso vivía en el Palacio de Las Bóvedas, hoy conocido como Marqués de Mirabel.

Al año siguiente, es decir en 1.767, se celebró en la Isla en el mes de septiembre una corrida de toros, la plaza que se construyo tenía doscientos cincuenta pies de largo por doscientos de ancho.
La realizaron los hermanos Garzones y un albañil al cual le pagaron por su trabajo 500 reales. Los festejos fueron un fracaso y no sacaron ni para los jornales.
En el año 1.815, para celebrar la victoria española sobre las tropas francesas, se corrió en la Plaza un toro “enmaromado”, es decir, que se le ataba una cuerda larga a los cuernos y así se le controlaba desde cierta distancia, impidiendo que se cebase en alguna persona. Esta costumbre, todavía se practica en algunos pueblos de España.
En 1.882 se construye la primera Plaza de Toros propiamente dicha, se edifica en el Cotillo de San Antón. Para realizarla se hace una sociedad con acciones de 25 ptas. cada una, y el constructor fue D. Vicente Paredes Guillén, que era arquitecto municipal. El 18 de junio de ese año se inaugura con los toreros Cara Ancha y Frascuelo. Se dieron dos corridas, las cuales empezaban a las cuatro y media de la tarde.
Como anécdota diremos que el primer día murieron seis caballos y el segundo día murieron 13 caballos y dos fueron heridos.
Cuatro años después se quemó esta plaza, pues era de madera, y entonces se decide hacerla de piedra que es la actual. La inauguraron los diestros Pepe-Hillo y Lagartijo.
Caseta los "Camborios".
En cuanto a las atracciones de ferias, los llamados “cacharritos” se solían poner a principios del siglo XX en las proximidades de los restos de la fortaleza (lo que hoy es la “Cruz de los Caídos”). Fue en el año 1.941 cuando se instalaron por primera vez en el Parque de la Coronación, aquellos primeros aparatos de tracción humana (barcas, caballitos, volanderas, etc.), los cuales también se instalaban en la Puerta del Sol en la feria de otoño (los Santos) en la cual se vendían los corderos recién nacidos, los cuales se encargaban a los niños de alimentarlos y se los mataba por la Navidad.

Ferial en el Parque de la Coronación.
El día 6 de junio de 2.001 se inauguró oficialmente el nuevo ferial del Berrocal, terminando así 60 años de ferial en el Parque de la Coronación. Siendo alcalde José Luis Diaz.


José Antonio Pajuelo Jiménez - Pedro Luna Reina.


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viernes, 29 de mayo de 2020

LA COLCHA DEL EMPERADOR.


LA COLCHA DEL EMPERADOR CARLOS V.

Encontramos en la Revista Hidalguía, número 28 de mayo-junio de 1958, el curioso artículo sobre la Colcha del Emperador Carlos I de España y V de Alemania, escrito por don Miguel Sánchez-Ocaña y López de Bergés:


Siempre ha estado la Alta Extremadura ligada a la memoria del Emperador Carlos V. Su residencia de casi dos años en Jarandilla y Yuste hasta su muerte el 22 de septiembre de 1558, y los años que sus restos reposaron en aquel Monasterio, hasta que fueron trasladados al de San Lorenzo del Escorial en 1574,
El ser Yuste del Obispado de Plasencia, a donde pertenecía y sigue perteneciendo, y pertenecer a la jurisdicción, en aquella época, del Concejo de esta ciudad, lo que dio lugar a que el Corregidor se presentara en el Monasterio reclamando el cadáver del Emperador.
Las honras fúnebres que se celebraron en la Catedral Nueva, según acuerdo del Cabildo extraordinario reunido el día 25 de septiembre, y con las que se inauguró dicha Catedral, a pesar de los graves inconvenientes que suponían las obras no terminadas y la falta de puertas y ventanas, siendo con esto la Catedral de Plasencia la primera donde se celebraron funerales por el Emperador. Estando unida también esta Catedral a la memoria de don Carlos por los escudos y efigies que el Cabildo ordenó colocar según varios acuerdos. Cumpliendo uno, de 5 de enero de 1543, de pusieron, a la derecha de una ventana que está sobre la portada que da a la Corredera, las Armas Imperiales, y al otro lado, las del Obispo don Gutierre de Carvajal.
En las paredes interiores están alternados los escudos del Emperador y dos del Obispo. En la fachada llamada del enlosado se esculpió la figura de don Carlos encima de su escudo. Y en la fachada principal, en el tercer cuerpo, en la parte alta fuera del arco central, un medallón con su efigie. También en dicha fachada existen otros medallones que representan al Papa Paulo IV, que lo era en aquellas fechas, al Obispo don Gutierre y a la Princesa doña Juana, Gobernadora por ausencia de don Felipe.
El Canónigo Archivero de esta Iglesia Catedral de Plasencia, don Manuel López Sánchez-Mora, publicó en el periódico “El Regional”, de esta ciudad, durante el año pasado una serie de artículos documentadísimos sobre estos y otros extremos relacionados con don Carlos y de donde están tomados varios de estos datos como señalamos en la nota número dos.
Por estas causas, la Alta Extremadura ha conservado un recuerdo lleno de afecto hacia la figura de don Carlos, que no se ha perdido en el transcurso de los siglos.
Prueba de ellos es que la reconstrucción de Yuste ha sido un deseo general durante años, y el impulso que a las obras de restauración se ha dado en estos últimos años, motivo de satisfacción para todos.

Y como una contribución más al homenaje que Extremadura tributará en unión del resto de España a la memoria de S. M., me ha parecido oportuno dar a conocer la existencia actual de la colcha que tenía en su cama de Yuste el día de su muerte, y que   creemos apenas sea conocida fuera de un reducido círculo de personas.
Dicha colcha, a la muerte del Emperador, fue conservada por los frailes jerónimos de Yuste hasta la desaparición de la Orden en España, como consecuencia de las funestas leyes de Desamortización del siglo pasado. Entonces el Prior de Yuste, fray Eugenio Delgado y Garrido, se la llevó como depósito a su pueblo natal de Riolobos, donde murió el día 21 de noviembre de 1849 a los setenta años de edad, siendo enterrado en el cementerio de la Iglesia Parroquial, pasando la colcha, bien directamente o a través de su hermana doña María Teresa, al sobrino de ambos don Juan Delgado de la Calle, natural y vecino de Plasencia, e hijo de don Ventura Delgado Garrido, nacido en Riolobos, y de doña Ana María de la Calle y Calle, natural de Tejeda (Cáceres).
Don Juan Delgado, en su testamento ológrafo fechado en Plasencia a 30 de diciembre de 1895 y que fue protocolizado por el Notario de esta ciudad don Luciano María Torres con el número 165 del Registro General de Instrumentos Públicos del año 1899, textualmente dice: “Mando también que se siga cumpliendo por mis hijos lo dispuesto en los testamentos de mi hermana doña María Teresa que (e.p.d.) y de la señora  Ana Rodríguez y Pascual que (e.p.d.) hasta terminar los años que faltan, poniendo mucho esmero en la conservación del depósito  que obra en poder mio procedente del extinguido Monasterio de San Jerónimo en esta provincia y cuyo depósito consiste en dos Agnus Dei con pedestales de metal amarillo  de bronce o cobre y una colcha de seda entretelada de algodón, que es la misma que tenía en su lecho S. M. el Señor don Carlos Primero, Rey de España y quinto de Alemania el día de su fallecimiento, ocurrido en el dicho Monasterio. Aconsejo a mis hijos entreguen este depósito  a S. E. el Nuncio de S.S. en España.
A su fallecimiento, ocurrido el día de agosto de 1899 en Plasencia, sus hijos acordaron que la colcha quedara en poder de su hermana doña María, hija del mencionado señor, y de su esposa doña Adelaida Gómez-Nadales y Bejarano, natural de la villa de Alburquerque, en Badajoz, e hija de don Victoriano Gómez-Nadales, también de Alburquerque, y presidente que fue de la Sala Primera de la Real Audiencia de Puerto Rico.
Este acuerdo entre hijos consta en la Base Séptima de la Escritura de División de Bienes y Aceptación de Herencia de su padre, otorgada por su Albacea y herederos ante el Notario don Atanasio Sánchez Castillo en Plasencia, a 30 de mayo de1900, y que literalmente dice así: “Se expresa también que obraba  en poder del testador y en depósito una colcha de seda y dos Agnus Dei, procedentes del Monasterio de Yuste, siendo la primera la que tenía en su lecho al fallecer don Carlos Primero de España, disponiendo que sus hijos pongan mucho esmero en su conservación y aconsejándoles que lo entreguen al Nuncio de S.S., todo lo cual se encarga a los herederos para que lo cumplan en la forma conveniente, acordando éstos quede en poder de la heredera doña María en calidad de depósito.
Esta señora doña María de Guadalupe Delgado y Gómez-Nadales contrajo matrimonio en Plasencia, en el año 1903, con don Fernando Sánchez-Ocaña y Silva, que era hijo de don Pedro Sánchez-Ocaña y Clavijo y de doña Asunción Silva y Lozano.
El día 8 de diciembre de 1921 fallecía doña María en su casa de Plasencia, sobreviviéndole su esposo sólo unos meses, ya que murió en agosto del año siguiente.
Por ser los hijos de poca edad, en aquella fecha, pasó la colcha a la tía de estos, doña Isabel Sánchez-Ocaña y Silva, que la conserva en la actualidad.
Como se desprende de este relato, y aun sin documentos en que conste la entrega de la colcha por la Comunidad de Yuste a su Prior, Fray Eugenio Delgado, dado lo azaroso de los tiempos, quede que ni se hiciera o que se haya perdido, es muy difícil dudar de la autenticidad de la misma, a la vista de los documentos a que nos referimos y a la tradición familiar de la familia Delgado y que ha llegado hasta nuestros días.

Hasta aquí, el artículo de la revista.

Pero investigando más sobre este hecho. nos encontramos en el periódico El País de 23 de julio de 1996, “una continuación” de este artículo de don Miguel. El artículo se llama “Las Colchas del Emperador”, lo firma don Jeremías Clemente Simón, y dice así:
“El emperador Carlos I de España y V de Alemania debió utilizar muchas colchas para su lecho del monasterio de Yuste (Cáceres), el lugar elegido para su retiro. La Guardia Civil de Badajoz, a instancias de un juzgado pacense, ha recuperado en Almendral media colcha presumiblemente perteneciente al juego de cama del lecho mortuorio del emperador. Los agentes hallaron el fragmento en el domicilio de una familia vinculada, al parecer, con Juan Delgado de la Calle, que en 1895 dejó una colcha bordada en seda entretelada de algodón como legado a sus herederos, indicando que había pertenecido al padre de Felipe II y que deberían entregarla al nuncio de su Santidad en España. Tan sólo se ha encontrado media colcha. Y es que los herederos de Juan Delgado de la Calle, no poniéndose de acuerdo sobre el legado, tomaron la decisión salomónica de partir por la mitad tan real pieza de cama. Pero ésta no debe ser la única colcha que utilizó el emperador. En el monasterio de Yuste existe otro ejemplar, vinculado igualmente con Carlos I, que en 1957 donó una familia de Jaraíz de la Vera, con acta notarial, a la Orden de los Jerónimos. Esta familia la habría recibido del último prior que regentó el monasterio antes de la desamortización de Mendizábal.”
Como vemos, los herederos del Prior se olvidaron de que ellos no eran los dueños sino, simplemente, los depositarios de un legado que debería haber llegado entero hasta nuestros días.