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domingo, 30 de julio de 2023

LOS PICAPIEDRAS ARQUEOLOGOS

 

LOS PICAPIEDRAS ARQUEOLOGOS

 

Hoy les vamos a contar dos historias que sucedieron en el mismo lugar con una diferencia de 37 años.

La Primera nos la relató don Francisco Mirón en un artículo que escribió para el Periódico “El Regional” en el año 1965.

 

Cuando el sol asomaba sus rayos cegadores sobre las crestas de la cordillera oriental del Valle, los tres “picapiedras” emprendimos la excursión científica, dando cara al sol, como águilas, y en dirección de oriente, cabalgando en sendas borricas, viejas como nosotros, mansas y cachazudas.

Es ahora, en la florida primavera, cuando podemos hacer estas excursiones en busca del pasado, ya que el duro clima de la alta Extremadura no nos permite en otras ocasiones estas salidas en pro de la Ciencia.

Pasamos por el pintoresco barrio de la “Data”, que en aquella hora empezaba a despertar, pero nosotros seguimos impertérritos.

Nada nos importaba más que nuestro afán de nuestras investigaciones arqueológicas.

Y andar, andar… cuando don Vicente paró su burra en seco con recio tirón del ramal y exclamó ¡alto! ¡Eureka! ¿Qué es esto?... y se bajó de un salto de su pacífica jumenta extrañada del violento tirón.

-Nada importante, le digo a don Vicente, no es más que una piedra larga clavada en el suelo, acaso una vulgar miniatura de “menhir” de los muchos que ya conocemos.

-Lo mismo opino, exclama don Feliciano…

-¡Son ustedes unos perfectos zoquetes! Esto, señores, es una estela funeraria. ¿No ven que contiene un petroglifo? Yo lo descifraré, y puesto que está en abreviatura, esto es griego para ustedes, y en efecto, lo es, aunque grabado en este luengo peñasco vertical, al parecer en sílabas, que no son otra cosa que palabras abreviadas según costumbres de los griegos arcaicos en sus escritos pétreos.

Y don Vicente se arma de lupa, no sabemos por qué, pues está era más pequeña que aquellos caracteres cabalísticos.

Siempre le hemos considerado a don Vicente un portento en esta ciencia de la Arqueología prehistórica, y le dejamos hacer dispuestos a esperar con paciencia, mientras que para distraernos contemplábamos el agreste paisaje de rocas revueltas como movidas por espantables cataclismo por un lado, y por el otro, las ondas rizadas por la suave brisa del algo lejano rio Jerte…

-¡Este tío es un pelmazo, y nos va a dar el día con su ciencia!

-Calma, don Feliciano, más respeto por los sabios, tomemos el ejemplo de las burras que no muestran impaciencia.

Don Vicente sudaba por el esfuerzo mental, y por el calor del sol que ya picaba sobre nuestras viejas epidermis, y miraba concentrado con su lupa, y escribiendo en su cuaderno de notas.

Próximamente a la hora de su investigación nos dice: -¡Ya está, esto es un hallazgo formidable! ¡Esto demuestra plenamente la existencia de Ambracia, o lugar donde Alfonso VIII fundó Plasencia.

Creo que estamos en territorio de lo que fue una colonia griega.

-¿Está usted, seguro que este peñasco no es un “lindón” de fincas?

-¿Y usted, no está seguro de que es un galápago por su torpeza?

Cuando yo lo digo…

Sepan ustedes que los dialectos griegos (dorio, jonio y colio) se fundieron en una lengua común llamada “Korie” en la que se usaba la abreviatura  en su escritos, lo mismo en papiros que en los petroglifos y como yo lo conozco, he traducido los siguiente:

“Antígono, el llamado Poliorcetes, o conquistador de ciudades, murió aquí en defensa de Ambracia: Que la tierra le sea leve.

Saben ustedes también, que estos monumentos funerarios no se erigían solamente con menhires y estelas, en dólmenes y Crónlechs, cuya costumbre parodiaron los griegos arcaicos, de otros tiempos remotísimos.

Las escrituras en abreviatura perduraron en tiempos de etruscos y romanos…

Mientras, yo miraba la piedra en cuestión, cuyo grabado acentuaba la oblicuidad de la luz del sol, y tomando papel y lápiz dibujé su forma y escritos copiados literalmente: era en forma  de escritura china o sea con sílabas superpuestas, así: NA-VA-LON-GUI-LLA.

Presenté mi dibujo a los picapiedras don Feliciano y don Vicente, este palideció intensamente, mientras el otro empezó a cantar a grito pelado una copla folklórica de Garganta de la Olla:

“Alegraos mocitas que viene el toro,

Viene por los castaños de Romangordo.

¡De Romangordo!

Acertó don Feliciano: el inhiesto peñasco era un “lindón” que marcaba el límite de la dehesa de “NAVALONGUILLA” puesto allí desde sabe Dios qué época.

Y los tres arqueólogos picapiedras montamos en nuestras borricas y regresamos sin hablar una palabra, respetando el silencio de don Vicente que afrentado y mohíno callaba.

Así se escribe la prehistoria, porque esto es….  Prehistórico.

                                                         FRANCISCO MIRÓN 

 

SEGUNDA PARTE

Pues bien, en el año 2002 nos informan al entonces Equipo de Investigación de “Pedro de Trejo” , que cerca de la Presa del  rio Jerte han visto unas piedras con unas inscripciones que no sabían que querían decir.

Este grupo estaba formado por José Antonio Pajuelo, Pepe Gutiérrez, Pedro Plaza  y  Pedro Luna.


 En el mes de julio de ese año, nos acercamos a ver la piedra de las inscripciones, y para facilitar su lectura nos llevamos tiza, trapos y agua.

Una vez localizadas las piedras, pues había varias, todas ellas eran  hitos, lindones, mojones,  los cuales tenían unos dos metros de altura y estaban en medio de los muros de piedra que separan las fincas. Las piedras tenían grabadas unas  una cruz y otras  inscripciones. Procedimos a limpiar una de ellas que tenía inscripción, de líquenes y tierra acumulada a través de los años y una vez limpia le pasamos la tiza por toda la superficie escrita, quedando resaltadas las letras grabadas.

Nos costó bastante tiempo poder descifrar lo que allí estaba escrito, pero al fin lo pudimos leer.

En la piedra decía; DESLINDE DE NAVALONGUILLA, es decir que esa pared separaba la finca de Navalonguilla de la de Valcorchero.

Una vez leída y fotografiada la piedra y las otras de la pared, limpiamos con agua la tiza que habíamos utilizado para su lectura y regresamos a la ciudad.

Como se puede ver, fuimos el segundo equipo de “Picapiedras Arqueólogos”, que sepamos, que investigaron las piedras.

Si hubiésemos leído el artículo del maestro Mirón, habríamos adelantado mucho en la traducción, pues aunque no divagamos como don Vicente, si leíamos cosas raras en los caracteres pétreos.

En fin que nosotros, al igual que ellos tropezamos con la misma piedra.


José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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viernes, 14 de julio de 2023

LOS ANTIGUOS NOMBRES DE LAS CALLES PLACENTINAS.

 

LOS ANTIGUOS NOMBRES DE LAS CALLES PLACENTINAS

 

Continuando con nuestra costumbre de divulgar la historia de nuestra ciudad, hoy vamos a publicar un artículo que escribió, hace 55 años, el maestro de obras Francisco Mirón.

 Cuando se cambiaron los antiguos nombres de las calles de Plasencia, hace ya muchos años, los ciudadanos de aquel entonces siguieron nombrándolas por el antigua que ostentaban, y las generaciones que se sucedieron inconscientemente, o por tradición, continuaron de la misma forma, y así hasta la fecha, como bien podéis observar, lo que demuestra que tal cambio no sirvió prácticamente para nada, sobre todo para nosotros, pues para los de fuera, no se presta esto más que a confusiones en muchos casos.

Los antiguos nombres de las calles placentinas fueron creados sin duda en aquella época del floreciente llamado “Siglo de Oro”, en el que nuestra ciudad alcanzó gran esplendor, como hoy puede admirarse por sus notables monumentos de aquellos tiempos gloriosos con sus diversas estilizaciones, a partir del estilo románico, que era el que predominaba cuando el rey Alfonso VIII la fundó.

Se debe este esplendor en las Artes y en la Cultura, en aquella época de Plasencia a la erección de las grandiosas Catedrales vieja y nueva, porque Obispos y Cabildo, sin reparar en gastos, importaron los mejores artífices conocidos para tal fin, y para la construcción de muchos templos de poblaciones de la extensa Diócesis placentina.

También a la Iglesia se debe nuestra notable cultura pretérita, con la creación de los centros docentes que brillaron en nuestra ciudad.

Y en este ambiente esplendoroso y de cultura se crearon además otros monumentos notabilísimos de tipo social y nobiliario, más o menos suntuosos y nacieron los nombres de sus calles, unos históricos; gremiales y populares, como no podía menos de ser, y por tanto debieron ser más dignos de respeto, por la evocación de las pasadas glorias placentinas.

Así por ejemplo, la Puerta del Sol, que es un verdadero alarde arquitectónico de estereotomía, muy difícil dada su oblicuidad, para la orientación de su gran portada mirando hacia la salida del sol, así como la dirección de la calle, la cual por tal motivo se llamó por espacio de varios siglos “Calle del Sol”, ¿Por qué se varió su nombre?

Así la antigua “Calle del Rey” ¿Qué Rey? No importa cual, pero sin duda fue en conmemoración de Fernando el Católico, al pasar por ella para presenciar la histórica “Batalla del Llano” contra el señor feudal que se hizo fuerte en el desaparecido Alcázar o Fortaleza, en donde fue abatido el feudalismo en Plasencia, que agradecida se anexionó a la Corona Real.


No hay duda que el título de “Calle del Rey” se ajustó a este episodio de la historia placentina, y además era breve, bonito y bellamente fonético.

Entre otros, la de “Sancho Polo, de esta se sabe con certeza que el Rey San Fernando pidió a Plasencia capitanes y guerreros para la conquista de Sevilla, y entre otros placentinos figuraron los hermanos Sancho Polo y Diego, los cuales se distinguieron en tal conquista.

La “Calle del Clavero” era el de un célebre personaje también placentino que se llamó Fernando de Padilla y que era “Clavero” de la Orden de Alcántara, muy célebre por ser un guerrero acreditado en muchas batallas y hombre muy fornido y aficionado a los juegos de lides y torneos, en los que luchaba con la mano izquierda atada a su espalda.

Como costumbre de época existían aquí como en todas las poblaciones españolas, calles con nombres gremiales, en cuyas calles se agrupaban los talleres de tal o cual profesión y gremios como la de Zapatería, Vidrieras, Carreteros, Caballeros (tratantes de caballos) y otras que no recuerdo.

Estos Gremios fueron en España unas maravillosas organizaciones profesionales. Había entre estos en Plasencia la conocida por la “Calle de los Quesos”, pero ésta, por su vulgar título, me sugiere la idea de que pudiera ser ahora la de doña Inés de Suarez, por ser muy céntrica e importante.

Otras calles como la de Talavera, Trujillo y Coria, lo fueron porque enfilaban la direccióna estas ciudades vecinas, y así las calles y plazuelas Parroquiales con los nombres titulares de las distintas Parroquias.


Otras hubo de sabor popular y pintoresco. ¿Cómo faltar? La Calle de las Morenas por ejemplo, que parece evocar algunas hermanas placentinas bellas y morenas, como suelen ser las mujeres de nuestra raza.

Hay mucho que decir de todo esto, y no debo ser extenso, pero diré que si las calles de Plasencia volvieran a ostentar sus antiguos nombres, nada tendrá que ver con el progreso o civilización actual, pues todas las poblaciones españolas tienen hoy a gala la recuperación y restauración del pasado, en el sentido artístico, cultural y popular; es decir con todo eso que se ha dado en llamar “folklore” en todas sus variadas manifestaciones, y Plasencia no puede ser menos, puesto que de esto tenemos gran abundancia.

 


Plasencia 1968 -  Francisco  Mirón.

 1.- Calle Vinagras. Calle del Rey ( Fotografía de Víctor Diez). 3.- Calle Cartas. 4.- Calle el Clavero.

 

José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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domingo, 25 de junio de 2023

PLASENCIA EN LA DISTANCIA

 PLASENCIA EN LA DISTANCIA


Hace 51 años, nuestro antiguo compañero de la Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo” don José Vázquez González, escribía un artículo en el periódico “El Regional”, concretamente el día 6 de junio de 1972, en el cual nos informaba desde los sitios en la distancia que se podía divisar nuestra querida ciudad de Plasencia.

Por la curiosidad del artículo, hemos pensado que sería ilustrativo conocer estos enclaves. Y por ello reproducimos el artículo:

En mis recorridos por la comarca placentina siempre me ha gustado admirar la diversidad de paisajes que de una forma tan maravillosa y espléndida, se ofrecen a cualquiera que quiera parar y sepa contemplar, lo que a la vuelta de cualquier recodo se le ofrece esta nuestra espléndida y varia naturaleza.

Saber donde está aproximadamente Plasencia o verla a lo lejos es siempre cuestión interesante y de gozo. Creo que la he visto desde todas las hitas que se la pueden ver, a simple vista y con la ayuda de unos buenos prismáticos.

Trataré de enumerar la mayoría de los sitios desde donde siempre es un gozo el contemplar nuestra ciudad. Los más conocidos y próximos son desde los altos de las carreteras de Jaraíz, Malpartida, Trujillo y las primeras curvas de la carretera de Montehermoso. Desde los altos de Santa Bárbara, Santuario del Puerto, sierra de la Berenguela, alcornoque que hay en Berrocalillo (árbol desde el cual se domina una vista impresionante) ya un poco más lejos desde los riscos de la Oya en Plasencia la vieja. Cada sitio de estos es un encuadre de tanto y a cuál más bonito.

Pero los que más impresionan son los de la lejanía, trataré de citarlos por distancias. A Plasencia se la ve en parte o totalmente a gran distancia desde los sitios por mí conocidos: Desde la sierra de Santa María en el puerto de los Castaños done hay una caseta de teléfonos, distancia por carretera 32 Km. Parcialmente y solo los altos de la Plaza de Toros desde el Castillo de Mirabel y desde el cerro de Calamoco.

También desde la carretera de Mirabel a Serradilla por el collado del lobo se ve perfectamente el Santuario del Puerto.

Desde Santibáñez el Alto se llega a ver el grupo de viviendas que hay junto a la Plaza de Toros y la torreta de teléfonos que hay en la carretera del Puerto.

Desde antes de llegar a Tornavacas km. 43, en la curva se ve perfectamente, así como desde la calle central de este pueblo.


La más conocida es sin duda desde lo alto del Puerto de Tornavacas, desde allí se domina todo el curso del río Jerte hasta Plasencia que cierra el valle en la lejanía; este paisaje a la puesta de sol resulta inolvidable.

Pero la distancia máxima desde donde se ve Plasencia por mí conocida, con ayuda de unos prismáticos, es sin duda, desde el Puerto de Perales, camino de Ciudad Rodrigo a 120 km. por carretera y a unos 60 km. en línea recta, en lo alto del Puerto donde había una caseta de camineros hoy derruida, se ve los antes citados bloques de la Plaza de Toros pintados de amarillo, el colegio de las Josefinas y también todos los caseríos de la parte alta de la sierra de Santa Bárbara. Sierra que juntamente con Cabezabellosa, que también se ve, sirve para centrar el sitio exacto de Plasencia, que visto desde ese lugar tiene delante a Santibáñez el Alto.

Creo que ésta es la mayor distancia que de puede ver parte de nuestra ciudad. Pues desde otros lugares también lejanos como por ejemplo desde la Peña de Francia se ven solo parte de la carretera de Trujillo y Malpartida y tal vez ahora se pueda ver los edificios del nuevo Manicomio y algún otro de la carretera de Trujillo. No obstante, la vista desde el Puerto de Perales es la más lejana que ninguna otra de todas las que yo conozco y asequible a cualquier curioso que desee comprobarlo, pues desde el Cabritero también se ve Plasencia, pero allí yo no he subido.

            

          José Vázquez González  

 

* Don José Vázquez fue un asiduo colaborador de la prensa local, dando a conocer muchas de las antiguas tradiciones y leyendas de nuestra ciudad.  Fue un comerciante de artículos de corte; navajas, cuchillos, tijeras hachas, etc.

** Tenía su tienda de vaciador (afilador) en la calle de Talavera.

*** En el artículo vemos nombres de lugares que con el paso del tiempo han cambiado su denominación: Riscos de la Oya, Sierra Berenguela, etc.

**** También debemos tener en cuenta el crecimiento de la ciudad, haciéndose más visible desde otros lugares que en esa época.

 

             José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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lunes, 19 de junio de 2023

TIA MARCELA

 Tía Marcela

Para su obra Joaquín Sorolla  tomó como modelos a los montehermoseños que acudían al martes, entre ellos a una mujer llamada Marcela que venía con su indumentaria al mercado y que posó para la realización de un cuadro que regala a la familia de Pedro Sánchez Ocaña; así sellar su amistad en prueba de agradecimiento a las atenciones recibidas por la familia durante su estancia en Plasencia, pinta  bocetos  con destino a la colección de tipos  trajes regionales españoles, encargados para decorar la Hispanic Society de Nueva York.
El cuadro es un óleo sobre lienzo de 104 por 80 cm, firmado y fechado en el ángulo inferior derecho; (1917 J. Sorolla).




Representa  a la montehermoseña “Tía Marcelina” ataviada con el traje regional y apoyada en la puerta del patio de una casa placentina, la mirada distante y perdida, parece, sin embargo estar clavada en el espectador. Los pliegues del delantal dan un breve movimiento a esta figura por lo demás estática y en actitud de reposo. La técnica impresionista de amplias pinceladas fluidas y sueltas está presente en el fondo, formado por  paredes del patio donde, a base de blancos, grises azulados y beiges, logra dar la sensación de profundidad y esa atmosfera especial típicamente impresionista.
Obra de buena factura que nos presenta a un Sorolla tratando temas distintos de sus típicas marinas en las que juega con el agua, la luz mediterránea y las pieles mojadas de los niños.

Colección de los herederos de D. Pedro Sánchez Ocaña Delgado.

Biografia. Plasencia Patrimonio Documental y Artistico. Instituto Cultural el Brocense- Diputación Provincial de Caceres. Pag. 114. año 1988.

Jose Antonio Pajuelo Jimenez - Pedro Luna Reina

                                

lunes, 12 de junio de 2023

LOS RELOJES DE PLASENCIA.

 

Relojes solares de Plasencia.


Todas las civilizaciones han mostrado preocupación por el paso del tiempo, aunque no les obsesionó al principio la necesidad de medirlo. El hombre antiguo se levantaba con el sol y se retiraba con él: la sucesión natural del día y de la noche marcaba su vida e imponía su ritmo en periodos de tiempo de ciclo inevitable.

Las vida en el campo marcaban las estaciones para la agricultura. Nadie pensaba que fuera importante dividir el día en horas, y menos en desmenuzarlas en minutos y segundos. Nadie se preguntaba qué hora era: la sentían en su cuerpo.


No obstante, lo dicho, hacia el 2000 a.C. los astrónomos egipcios y babilonios inventaron el reloj de sol. Un artilugio sencillo, a menudo un simple objeto alargado o regla que se fijaba sobre un lugar e indicaba la posición del sol mediante la longitud de la sombra proyectada por el palo o el pilar.

La razón de ser de obeliscos y las pirámides acaso tenga que ver con el reloj de sol, es decir, fueron en origen gigantescos relojes de sol. El reloj de sol o cuadrante solar se componía de una varilla llamada “estilo” y una superficie sobre la que aquélla, iluminada por el sol, arrojaba la sombra allí producida.

La ciudad de Plasencia ubicada en la región de Extremadura al norte de la provincia de Cáceres, conocida por su rica historia y su patrimonio cultural, entre sus tesoros se encuentran los magníficos relojes de sol y luna verdaderas joyas del tiempo que nos conectan con el pasado y nos ofrecen una fascinante visión astronómica.

Los relojes de sol y de luna han sido utilizados durante siglos como instrumentos para medir y marcar el tiempo, guiándonos según el movimiento del sol y las fases de la luna. En Plasencia estos relojes han dejado huella profunda en su arquitectura y en la vida de sus habitantes.

Cuando el hombre fue consciente de la necesidad de hacer tales grandes mediciones del tiempo, reparó en la luna, que fue el primer instrumento universal conscientemente utilizado que le permitió hacer las acotaciones temporales que pretendía.  Luego apreciando las irregulares de los ciclos lunares, se dio cuenta que necesitaba mayor exactitud y entonces se fijó en el ciclo solar. En el movimiento de traslación de la tierra alrededor del sol.

 Tras la invención del año lunar y solar, se fueron creando las estaciones., buscando así las soluciones que le permitieran tener noticias anticipadas de cuál era la época de lluvias, de los fríos, de la granazón de sus cosechas etc.

Uno de los relojes de sol más emblemáticos de Plasencia se encuentra en el patio del enlosado de la catedral, se erige en la pared donde se alza la torre del Melón, junto a este hay otro lunar con un diseño meticulosamente elaborado, donde se muestran las horas del día y las estaciones del año, permitiéndonos a los observadores interpretar el paso del tiempo a través de la sombra proyectada del sol.

Actualmente podemos enumerar los siguiente, de los cuales algunos han sido destruidos por el vandalismo, que tan común se va viendo en nuestra sociedad,

Hay tres relojes verticales declinantes que pueden observarse en el sureste del edificio donde se encuentra la terraza del enlosado que salva un fuerte desnivel hacia la cota de la calle Calvo Sotelo. El primer reloj  que nos encontramos está en el muro suroeste de la torre (campanario de la catedral). Sobre una superficie rectangular esta grabado una figura casi elíptica, y en su interior las líneas horarias de cinco de la mañana a una de la tarde, así como las horas en números romanos .Entre los números, una pequeña raya marca las medias horas y un punto, los cuartos. Es destacable la notable declinación hacia el Este del muro, aproximadamente unos 60º.

                                                1.- Torre del campanario de la Catedral.

Más adelante a la izquierda de la puerta sureste de la catedral, hay dos relojes mu elaborados., ya ,aunque se encuentran en mal estado de conservación, se pueden distinguir las líneas horarias y los signos zodiacales de la constelaciones en uno de ellos. En la pared que los contiene es patente una mayor declinación hacia el Este.

2.-  Fachada de la Torre del Melón.



En el muro orientado hacia el suroeste, se encuentra el cuarto reloj solar, que ocupa una gran superficie casi cuadrangular que resalta por su esgrafiado  en cal ya amarillenta sobre la pared de ladrillos. El gnomon esta unido al paramento por unos soporte en cada extremo. Debido a si mal estado de conservación apenas pueden distinguirse las líneas horarias en su interior, así como los números romanos relativos a las horas.
  
3.- Fachada lateral de la Catedral, frente al obispado. Reloj Solar.



También podíamos disfrutar de otros relojes de Sol, ya de factura contemporánea, en el parque de San Antón , y en el parque de la Isla  que son lugares preferidos para muchos placentinos. En el parque de la Rana, sobre una de las arquitecturas ornamentales, se encuentra un reloj vertical meridional, de forma circular, que cuenta con una curiosa particularidad. Sus líneas horarias se encuentran distribuidas en tres coronas circulares contiguas. la exterior corresponde al horario de verano, la intermedia a la primavera y otoño, y la más interna al invierno. El gnomon es una fina varilla metálica que habitualmente suele estar descolocada.
 

                                         4.- Parque de la Rana. Reloj solar. Abandonado.


 Los llamados reloj de suelo o de superficie, son lo del parque de la Isla y el del santuario de la Virgen del Puerto, este posiblemente marcaba solamente las horas desde las siete  de la mañana hasta las cinco de la tarde, adaptado su horario a la vida de los religiosos de esta ermita.

                                       
5.- Parque de la Isla. Reloj Solar moderno, y destruido.




                                         6.- Reloj del Santuario de la Virgen del Puerto


Por ultimo, aunque se trate de un reloj mecánico y no de Sol, es destacable el reloj de la torre renacentista del Ayuntamiento de Plasencia, situado en la plaza mayor. Este reloj tiene como complemento al "Abuelo Mayorga", un autómata instalado en 1743 similar a los que pueden verse en otro relojes mecánicos de Europa. El autómata original fue destruido por los franceses en la guerra napoleónica en el año 1811. Repuesto provisionalmente y por poco tiempo en 1931, el actual autómata se instaló en 1972.

También en a catedral nos encontramos otro reloj mecánico de cerámica talaverana, que algunos le conocen como el Reloj de la Gitana, correspondiente al pago que el Marques de Vadillo tuvo que hacer por saltarse la jurisdicción eclesiástica. Pero hay que hacer constar que no existe de momento acreditación documentada de que esto fuera así.



                     José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

 

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viernes, 26 de mayo de 2023

COLEGIO DE SAN CALIXTO, CUARTEL, UNIVERSIDAD.

               COLEGIO DE SAN CALIXTO, CUARTEL, UNIVERSIDAD.

            En el año 1.887 se empieza a construir el nuevo colegio para huérfanos de San Calixto. La Junta de Patronos de la fundación que creara el Marqués de la Constancia decide comprar unos terrenos en el coto de San Antón, los cuales comprendían dos olivares de particulares y dos parcelas de propiedad municipal. En estas parcelas estaba incluida una calleja pública la cual no se utilizaba. Se pagó al Ayuntamiento la cantidad de 1.230 pesetas por los 1.640 metros cuadrados.

         El total de terreno adquirido era de 21.646 metros cuadrados.

         El proyecto del nuevo edificio se encargó al arquitecto Joaquín de la Concha Alcalde, el cual vivía en Madrid, y contaba entre sus proyectos la reforma del Teatro Real de Madrid, el monumento funerario a Goya, Meléndez Valdés y Donoso Cortés.

         La prensa local realizó fuertes críticas a esta decisión del Patronato de dar a un arquitecto foráneo el proyecto del colegio.

         El veinte de octubre de este año se presentaron en Madrid los planos del edificio. La Junta de Patronos los aprobó en junio de 1.888, y se pagaron por ellos 14.937 pesetas.

         El proyecto comprendía un edificio principal y los anexos (talleres, lavaderos, cocheras y cuadra) los cuales estaban ubicados en las traseras del principal. El total de lo edificado ocupaba 8.211 metros cuadrados, de los cuales 6.243 correspondían al colegio, y el resto a los anexos. Los 13.434 metros restantes se destinaban a jardines y huertas. El importe de la obra, según el presupuesto era de 1.313.714,80 pesetas.



         El edificio da una idea de solidez y elegancia, consiguiendo con los ladrillos adornos en toda la fachada lo que le da un aire de estilo neomudéjar. Este mismo estilo se utilizaba en Madrid para construir el Hospital de Epiléptico de Carabanchel, el Instituto Católico de Artes e Industrias, y el Colegio de la Salle.

         En el edificio se emplea el hierro fundido para las columnas interiores (el cual estaba muy de moda entonces) y en el exterior se emplea ladrillo visto y piedra.

         Las obras se realizaron por el procedimiento de contrata, dividiéndose en lotes que se sacaban a subasta a medida que se iban concluyendo.

         Fue un revulsivo extraordinario para la economía local, pues la clase jornalera atravesaba un momento muy difícil, por falta de trabajo.

         El desmonte del terreno y cimentación, se adjudicaron a Juan Payá, de Mérida, por un importe de 127.801,26 pesetas rebajando el presupuesto de salida que era de 159.800 pesetas. En julio de 1.890 estaba concluido.



         En mayo de ese mismo año se empezó a levantar los zócalos de cantería de las fachadas exteriores. La Piedra se extrajo de las canteras de Almaraz, exigiéndose que no presentasen defecto alguno. Para evitar excesivos costes se decidió construir los muros a base de dos alineaciones de sillares y un relleno de mampostería y ladrillo entre ellas, en vez de hacerlo con un gran sillar de piedra, el cual seria muy costoso de transportar desde la cantera a la ciudad. En los huecos de los sótanos se colocaron rejas embebidas en cajas realizadas en la cantería.

         El presupuesto de estas obras ascendió a 254.367,66, y se adjudicó al mismo contratista de Mérida, el cual lo realizó por 254.000 pesetas. Se termino esta fase de construcción en diciembre de 1.893.

         En los últimos años del siglo se inicia la construcción de los muros del edificio, levantándose los muros de ladrillo, los pisos y cielos rasos y colocándose las columnas de hierro. Estas columnas eran un total de 111, de las que 57 correspondían a los sótanos y 18 a cada uno de los pisos.

         Las primeras columnas las fabricaron en Salamanca, la casa "Moneo e Hijos". Otro lote de 32 columnas se fabricó por la casa "Pérez Hermanos" de Sevilla, los cuales cometieron un error de medida y la calidad fue muy deficiente, por lo cual se retraso esta fase más de un año.

         En el año 1.900, el administrador del Colegio, Emilio García Monge, realizó un desfalco de los fondos de la institución, de casi cinco millones de pesetas. Este señor delegó las funciones burocráticas de su cargo en la persona de su hermano Celso, hombre de avanzada edad y residente de Madrid, y debido a estos condicionantes Celso delegó a su vez en la persona de su sobrino Justino, el cual era perito mercantil y corredor de bolsa. Todas las operaciones relacionadas con el Colegio quedaron a su cargo. El Colegio tenía gran cantidad de acciones del Banco de España y casi 400 de la Tabacalera, valoradas ambas en 3.016.800 reales. También administraba dicho señor otras obligaciones por valor de 162.000 reales, los dividendos de las anteriores, y los intereses y capitales de varias familias placentinas.  Capitales y rentas que se apropió el administrador del Colegio.

         El Administrador se marchó con el dinero a la Argentina, donde cuentan que se compró tierras con una extensión parecida a una provincia. Esta merma de capital y mala gestión hizo obligatoria la venta del edificio.

         En 1.901 se sacan a subasta las obras de las crujías, las fachadas y cubierta del tejado. El presupuesto fue de 364.887,98 pesetas, y se adjudicó a Telesforo Díaz Maroto, por la cantidad de 364.125 pesetas.

         Debido a la mala planificación de la construcción, errores de cálculo, y sobre todo a la mala administración de los fondos para su ejecución se llegó a la conclusión de que no se podía seguir la obra del colegio, y se determinó poner en venta el edificio a medio construir. Faltaban todas las distribuciones de tabiques interiores, escaleras, marcos de puertas y ventanas, pavimentación de los pisos, enlosado de los patios, cristaleras, barandillas, rejas, etc.

      Como el Ministerio de la Guerra estaba interesado por encontrar un local donde acoger a las tropas que se habían destinado a Plasencia, pidió al Ayuntamiento que les facilitase el sitio para cuartel.

         El Ayuntamiento se puso en contacto con el Patronato del Colegio, y se llegó al acuerdo de arrendarlo por 10 años pagando 10.000 pesetas por año al Patronato, y cederlo gratuitamente al Ejercito por esos diez años, con la condición de que el Ministerio de la Guerra terminara las obras, pues " la precaria situación económica " tanto del Municipio como del Patronato, no permitían la realización de las obras para su finalización.

         El Ministerio viendo la oportunidad de quedarse con el edificio en propiedad y por un precio muy asequible, alegó que no podía asumir el coste de las obras necesarias para su adecuación en cuartel, si no era de su propiedad.

         El edificio se valoró por el Ministerio en 1.050.000 pesetas, precio que aceptó la Fundación y el día 13 de noviembre de 1.920 se formalizaron las escrituras de venta. El día 24 de marzo de 1.921 se firmaba el contrato de venta del edificio      

         El dinero obtenido fue invertido en acciones lo que permitió al Patronato sanear su maltrecha economía.



          Las rejas que rodean a este edificio son sin duda la obra de cerrajería civil más importante de Plasencia, se componen de 55 tramos de hierro y cinco puertas de dos vanos, y se apoya en 55 pilastras de cantería. Los tramos (catorce) que hacen de pasadizo para llegar a lo que fue la vivienda del coronel, estaban en lo que fueron las caballerizas, y se quitaron al hacer estas, en el año 1.923. Se pueden ver las pilastras que se quitaron de las caballerizas en la Plaza Mayor, en los soportales de lo que fue el Casino de los Señores, aunque con modificaciones en su ejecución.            

         Monseñor Santiago Martínez Acebes, obispo de Plasencia hasta diciembre de 1.992, intentó recuperar parte de los documentos de la compraventa del edificio, pero todos sus esfuerzos han sido vanos. Varios de los documentos de aquella venta han desaparecido. Un cierto misterio planea sobre aquella gestión.

         Hoy es la sede de la Universidad de Extremadura en Plasencia, lo cual además de ser un beneficio para la ciudad era una cuestión de justicia, pues si esta ciudad fue la primera en tener estudios superiores en la región, en estas fechas era la última en estos temas.



                    José Antonio Pajuelo Jiménez – Pedro Luna Reina- José Gutiérrez Delgado

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domingo, 7 de mayo de 2023

RAMOS PLACENTINOS.

 Ramos placentinos.

Es en el  mes de septiembre en que se celebran los clásicos ramos, voy a evocar superficialmente, los que en tiempos pasados se festejaban. La rapidez en que quiero tratar el tema, no me permite bucear en pormenores.

Estas fiestas han menguado mucho en numero e importancia, habiendo quedado reducidas a las que se celebran a los dos últimos domingos de septiembre, el ramo de San Lázaro y el ramo de la Salud.

Llamamos “Ramos” a estas fiestas, quizás por las flores o frutas con que obsequiaban los devotos para adornos del altar del Santo honrado o para venta en beneficio de la cofradía organizadora. Ignoro en que año comenzaran, pero puede asegurarse que, en la segunda mitad del siglo XVIII, se celebraban con esplendor todos los que los que vamos a describir.

Los más característicos y que hacían distinguir el mes de septiembre, eran cuatro. Como ahora se celebraban en domingo. El año en que este mes trae cinco domingos, el primero de ello no se celebra ninguno, siendo el segundo cuando comenzaba la serie, cuyo orden era el siguiente:

El de la parroquia del Salvador, celebrado en honor del Cristo de la Victoria,  cuya imagen podía verse en el altar de la capilla del lado de la epístola de la iglesia mencionada, organizado por la cofradía del mismo nombre.

El celebrado en San Nicolás, honrando a la Virgen de los Remedios, cuyo altar estaba en aquella iglesia, entrando a la izquierda, por la puerta de la iglesia de la plazuela de San Nicolás. También organizado por la cofradía del mismo nombre.

El de la ermita de San Lázaro, en devoción al Cristo de la buena Muerte, cuya imagen se veneraba en el altar mayor de aquella ermita. La cofradía de San Crispín y San Crispiniano, cuyas imágenes se hallaban en dicha ermita, tomaban parte importante en la celebración de la fiesta. Esta cofradía la integraban, en su mayor parte los zapateros.


Por último, en este mes, era el de la Salud, en honras a Nuestra Señora de la Salud, cuya cofradía perdura y celebra anualmente fiesta y novenario.


En los tiempos de esplendor, serían agradables tales fiestas, a las que concurrían la ciudad con el ánimo de divertirse ordenadamente y dentro de las normas más honestas. Bailes, multitud de puestos de frutas y confituras, satisfacían el paladar. Se saboreaban las agridulces acerolas, nueces, los ásperos membrillos, asó como los aterciopelados melocotones. Era la costumbre entonces de comprar fruta variadas y en grupo de amigos ir a comerlas a los alrededores más pintorescos del lugar, lo que daba lugar a unas horas de placer, risas y holgorio. En tiempos más lejanos, también se celebraban otros ramos, algunos, con cierta particularidad pintoresca, como la de comerse el primer chorizo de la matanza casera, en el ramo de San Antón, que se celebraba en el mes de enero y en la ermita de San Antón, situada entonces en las cercanías del acueducto, donde esta hoy los jardines de Gabriel y Galán. Este ramo tenía parecido a romería, ya que no solo se iba a pasear durante unas horas, sino a gozar todo el día por los alrededores de la ermita, que entonces eran descampados:  El Cotillo, donde hoy se encuentran el parque de los pino, parque de la Coronación y  la Data.

El ramo de San Blas tenía lugar en la parroquia de San Martin. Característico era la venta de cordones y gargantillas bendecidas, que los devotos adquirían para inmunizarse contra los males de garganta.

El ramo de le ermita del Cristo de las Batallas en la ermita de su nombre, los de San Fabian y San Sebastián en la ermita que tenían y luego quemaron los franceses, pasando el puente nuevo., en el barrio de los mártires. Escenario suyo eran las pintorescas riberas del rio y los olivares falderos de la sierra de Santa Barbara. El de Santa Elena en la ermita que todos conocemos y el pintoresco ramo, mejor dicho, romería de San Hipólito . Cuya ermita existía hasta la construcción de la presa del rio Jerte. La organizaba una cofradía a la que el vulgo dio en llamar “de quebrados” ya que era costumbre ingresar en ella todo aquel que había sufrido tal padecimiento y había curado, teniendo que dar, como gracia la cantidad de trigo que su persona arrojara en peso , al salir del trance.

Esta cofradía gozaba de tal holgura económica que descongestionaba sus arcas, dando a los cofrades anualmente una comida en el día de la fiesta. Comida en la cual, los estatutos ordenaban, había de corresponder por individuo, ocho libras de carne de ternera y once cuartillos de vino, con sus correspondientes aderezos y circunstancias.

Altar de San Hipólito
Los que establecieron estos estatutos, acabó por degenerar la fiesta en orgía, lo que la autoridad eclesiástica, tendría que limitar sus excesos y fue decayendo hasta su desaparición.

Es posible que se celebraran más fiestas o ramos, ya que en el siglo XVI Fray Alonso Fernández autor de los Anales de Plasencia llego Plasencia a tener treinta y siete cofradías.

Es triste que hayan desparecido estas fiestas, las tradiciones de van perdiendo, al menos ayudemos a conservar las del ramo de San Lázaro y de la Virgen de la Salud.

 

                                          José Antonio Pajuelo Jiménez.

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 Biografía:  Los Ramos placentinos Jesús Durán.  Periódico el El Regional. 1952